Primero rumbear con madura colombiana y luego chupar

Es una mamacita muy churra, muy linda, exquisita diría yo. Me invitó a comer a su casa un día que se encontraba sola y la pasamos en grande. Tetas muy bonitas cuando se las pude ver, y el resto del cuerpo para qué decir. Estuvimos rumbeando toda la noche.

-Ha sido la noche más morbosa de toda la vida. Estoy contigo, mi machucante personal, para montarle los cuernos.- me decía mientras bailábamos en la disco.
-Eres muy grilla, provocativa al máximo, mi mamacita tetona, ¿ahora sabes lo que vamos a hacer?- le preguntaba mientras la rumba y la salsa sonaba al máximo de sonido, con intercaladas cumbias y ballenatos que me ponían la piel de gallina. Y la pinga endurecida.
-Claro que sé lo que vamos a hacer, papacito, vamos a pichar, me vas a tirar en la cama de mi marido, de mi esposito, y me vas a meter toda esa cosota grande que ya la noto en falda, se te nota toda gordota, ¿verdad?, ¿lo tienes todo parado a que sí?- me decía ella mientras bailábamos agarrados. Y lo cierto es que la tenía como la nariz de pinocho. Más dura que la pata de una silla.
-Es cierto, mi zunga provocativa, buscona de discoteca, anda vamos a tu casa, antes de que tu marido y familia se presenten en unos días, aprovechemos que te quiero echar buenos polvos.

Una mamacita colombiana muy ardiente en la cama

-Anda papito, que estás tragado por mí, vamos a chupar y a tirar a mi casa, que lo estoy deseando- y cogiéndome de la mano, me llevó hasta su casa sin soltarme. Éramos como dos novios inocentes.
Se encontraba esos días sola, es mamá y madre de familia pero esos días conmigo fue mi novia. Lo cierto es que durante los tres días que nos vimos estuve arrecho todo el tiempo, bien excitado al ver sus pechotes inmensos y sus ganas de pinga como ninguna.
Estuvimos tirando en su misma cama de su esposo, a cada embestida y metida me recordaba dónde estábamos y lo cierto que aún me endurecía más.

-Dame fuerte, papacito, que estoy muy caliente, eres toda una chimba, una locura de man, me encantas, no como el guebón de mi esposo aburrido.
-Ah sí?- preguntaba yo, mientras encima de ella, la montaba sin parar, era toda una hembra de armas tomar.- le estaba dando fuerte, en su misma cama de matrimonio, y luego, se le voy a meter por el culo.

-Quieres por detrás mamacita?-

-Sí, dámela por mi culito, me gustará más, el guebón de mi marido ni se atreve.

Aún recordándolo me pongo arrecho, su manera de moverse, todo su morbo, una madura y mamá encima para poder tirármela sin parar. Su panochita era extremadamente caliente, como el «bizchocho» de chocolate que me preparaba mi mamá en la niñez. Ahora ya tengo 30, pero en su cama parecía un niño de teta. Vivan las mamacitas bien maduras!

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