Asignatura pendiente en la Universidad (6 Capitulo)

– Quique te estoy hablando, ¿no me oyes?, no te hagas el sordo..(ver Capit. 5)-me decía Lourdes, ante mi estado repentino de obnubilación y tontería mental instantánea e incomprensible. El profesor estaba acabando la clase, a mi fiel compañera ya no le importaban sus insulsas explicaciones y yo, yo tenía que responder a mi subconsciente, había hablado en alto, y eso se paga caro.
-Pues sí, lo que has oído, es cierto- le dije con una seguridad inusitada.
-¿Y me lo dices así?, ¿tan tranquilo?-en ese momento se acercó un poco más a mí, allí en el último pupitre elevado de la clase oscura de Aritmética; y me dijo al oído y bien clarito para que solo yo lo oyera, y me sintiera aún más culpable- que te has f..o..ll…a…d…o a tu madre, no te enteras o qué, la has metido por donde saliste, bigote cebolla, niñato de pacotilla, estudiante sin futuro, ¿esto está bien?
-No, nada bien Lourdes, pero no sé ni cómo ocurrió, yo venía para aquí, ya estaba preparado, entré en la ducha, bueno, en el lavabo y ella se estaba duchando…
-¿Qué entraste en la ducha, en el lavabo?, ¿y tu madre estaba dentro?, ¿eso es normal o qué, atontao?- Lourdes se estaba calentando por momentos, pero no era la calentura de mamá, no, era un mosqueo descomunal, yo me quería ir otra vez a los brazos y tetas de mamá. Pero claro, no se lo podía decir, a mi Lourdes impetuosa.
-Bueno, entré porque ella me lo pidió, pero yo nunca entro en habitaciones ajenas, y menos en un lavabo y con alguien dentro, yo, qué iba a hacer, ¿ella me lo pidió?
-Ah, bien, ahora entiendo, ¿así que tu madre quería verte la picha, no guarro?
-No, no, Lourdes, no es eso, yo me venía para aquí, pero ella me estaba hablando, de no sé qué, y yo no la oía, entonces me dijo esa frase que aún me retumba en mis jovencitos timpanos:

– ¡Quique, entra, que no te oigo!

Lourdes curiosa por saber qué pasó entre mi madre y yo

Y claro, yo entré, ¿y entonces qué me encontré?

-¿El qué, no me digas que a tu madre?- me dijo ella, con esa ironía fina que solo las mujeres saben irradiar.
-Sí, a mi madre, pero es que estaba en pelotas, EN PELOTAS por completo- me animé solo sin quererlo

-Calla, no chilles- me corrigió, dándome un golpetazo en la pierna- te va a oír todo el mundo, encima de follamadres, un indiscreto, si te la follas, al menos no lo divulgues.

-Pues eso- y bajé el tono y me acerqué más a sus delicados pabellones de sus orejas- ella… estaba como vino al mundo..desnuda por completo, en pelota viva.

-Ahora entiendo,  y tu entraste y la viste toda desnuda, con sus tetas enjabonadas y pidiendo a gritos calor familiar y polla filial, y tú, que eres un imberbe, con menos pelo que el coño de una muñeca, la viste y se te empinó el rabo de muñeco que tienes, ¿es eso verdad?
-Pues algo así, sí, no sé, yo no quería..-le dije sin saber qué decir.
– No quería…eres un guarro, y te gustó verla verdad, ¿toda caliente y emperrada?-elevó el tono y la actitud de desprecio ante un hijo calentorro como yo, y ante una madre morbosa como ella; y por primera vez, la noté, o eso me pareció, entre celosa y curiosa.
-Pues sí, tiene unas tetas impresionantes, se estaba enjabonando, y el agua corría en dirección vertical y vaginal, y uf, fue demasiado la imagen, no se me puede ir de la retina de mis pupilas.
-Qué cerdo que llegas a ser, conmigo nunca te has puesto así, ¿se te empinaría como un cochino?
-Bueno, no sé si como un cochino, pero sí como un mono del zoo, enseguida noté la erección y el roce de mi pantalón, que ya me empezaba a sobrar.
-Joder Quique, lo que tengo que oír, no me lo esperaba de ti. Estamos aquí, en el templo de la educación, de la enseñanza y templanza, y tengo que escuchar, aquí, en la última fila de esta clase oscura y siniestra, cómo un niñato bigote cebolla se le empina la polla, por su madre la caliente, la follahijos.

Ver la madre desnuda y en pelotas fue todo un descontrol

-Lo siento Lourdes, ni quería que pasara, ni quería hablar en alto, no quería que lo supieras, pero la verdad es que aún tengo el calor de su vagina en punta de mi pene, y el sabor de sus tetones en la punta de mi lengua.
-¿Así que la cosa va de puntas no?, ¿y a ella se le pusieron las tetas de punta no?, ¿salida de la ducha y tan guarra?- la noté en este punto, ciertamente más curiosa e intrigada. Y dejando a un lado, ese desdén y desaire con el que me había tratado hasta entonces, pude percibir cierto interés por saber al punto en el que los pezones de mamá, estaban por mamar.
-Pues sí, nada más verla en la ducha y hablar con ella cara a cara, vi como se le engordaban los pezones y bueno, era bonito verlo.

No acerté a decir otra palabra que bonito, ¿unos pezones?, ¿bonitos?, lo que serán calientes y gordos y lactantes, ¿pero bonito?, bonito es un pez, pero la verdad es que la postura y mirada seria de Lourdes me intimidaba tanto, que las palabras salían sin orden ni concierto.

-Debe ser una guarrona tu madre, para ponerse delante de ti en pelotas y encima calentarse.
-No hables así de mamá, que no me gusta-le dije con un tono débil, pero algo encolerizado por primera vez en toda nuestra conversación.
-¿De mamá? Será de la golfa de mamá, ¿te vio la polla y todo, guarro?
-Luego ya más tarde sí, porque ahí no acabó la cosa, se secó salió de la ducha, me pidió, bueno, me ordenó que me bajara los pantalones…
-Joder Quique no te imaginaba así, ¿donde lo hicisteis?.

 

 

 

 

 

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