AMAR… NO AMAR (2)

CAPÍTULO 2º. Relatos maduras Magda

A la mañana siguiente Tomás, con un ojo enteramente amoratado, estaba en la tienda para hacerse cargo de su reparto de leche. Subió al piso de Magda y fue a dejar la botella de cada día a la puerta de la mujer y recoger la botella vacía del día anterior. Pero no llegó a hacer ninguna de ambas cosas pues la puerta se abrió tan inopinada como violentamente empujada por Magda, que por poco si incrementa los “desperfectos” de la noche anterior, pues a punto estuvo de estrellarse contra su cabeza.

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AMAR… NO AMAR

Magdalena, más conocida por Magda por cuantos la tratan, era una mujer que, a sus treinta y dos años, estaba ya de vuelta de todo, era una zorrita caliente de media tarde,  pues había tenido que vivir a marchas forzadas. Puede decirse que, a pesar de seguir vivos tanto su padre como su madre, estaba huérfana de ambos desde sus seis años, pues sus progenitores por esa época de su vida se divorciaron y cada uno, como ahora se dice, rehízo su vida con la misma pareja con la que, de antiguo, se “los ponía” al otro cónyuge. Por lo tanto , y desde ese principio la niña estorbó tanto al padre como a la madre.

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ADELA.- Capítulo 2º

CAPÍTULO 2 – Relatos eróticos maduras
No podía creérmelo; el corazón casi se me paraliza al reconocerla… Y claro, a ella le pasó tres cuartas de lo mismo, con lo que, de momento, se quedó tan paralizada como yo mismo me quedara y, seguro, con el corazón tan desbocado como el mío, por lo menos. Pero enseguida se recuperó, antes, bastante antes que yo, adoptando al momento una actitud de lo más profesional, con lo que se dirigió a mí con un muy aséptico “Hola Antonio, buenos días. Soy sor María de la Cruz de Cristo; ¿cómo se encuentra usted esta mañana?”; a lo que yo respondí, con toda la flema de que fui capaz: “Bien, sor María; es usted muy amable”… Y punto

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ADELA

CAPÍTULO 1º

La conocí en 1965, hacia mediados-fines de Abril, a mes y pico de la Semana Santa y a, casi justos, dos años de conocer a Montse, mi novia. Pero lo curioso fue que a las dos las conocí de rebote, por intercesión de tercera persona. Montse era catalana pero recriada en Madrid, donde llegó con seis siete años, permaneciendo en la capital de España hasta sus quince-dieciséis años, acabando ya el bachillerato,

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