Al día siguiente de entrar en el sex shop Barcelona que tantas alegrías me trajo, estaba ensimismada y atónita ante lo que me había sucedido. Había comprado un vibrador solo con la intención de pasarlo bien, y había conocido a un hombre sin igual.
El dependiente había hecho de mí la mujer que ahora mismo soy. Al finalizar su jornada laboral, ese sábado me ordenó prácticamente ir a su casa. Una casa humilde, de clase media baja, yo acostumbrada al lujo y a la pomposidad, que no lleva a ningún lugar, aprendí la lección de mi vida. Él me había enseñado humildad, una cura de humildad de la que no puedo escapar. Me noto sencilla, humilde, baja, limpia, sin artificios ni excentricidades. Él me enseñó la rugosidad en sex shop Barcelona y aspereza de los que no tienen nada que dar, pero mucho que enseñar.
Sex Shop Barcelona y vibradores de colores
Me enseño toda una gama, todo un despliegue de artículos sexuales, juguetitos con los que yo hubiera hecho las mil maravillas en el caso de estar sola. Pero no fue así. Estuve acompañada. Me los mostró ante mí en su casa. Pero yo estaba enfocada y focalizada en otra cosa. Su pene rugoso y áspero como él. En efecto, así era.
Yo había entrado en la tienda erótica a comprar una polla de plástico pero estaba loca por una de carne, de la buena la mejor, y de lo mejor la superior.
Increíblemente me encontraba desnuda en su sofá frío de sky pero de primera mano, modesto y plebeyo como él mismo; pero higiénico y limpio, y nosotros dos lo calentamos. Aún hoy día, sigo recordando aquella noche en su casa, en su piso de Barcelona. Seguiré detallando mi historia que empezó en el sex shop Barcelona. Aquí solo dejo una instantánea de los vibradores y dildos y demás, que me mostró como parte de su encanto.
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