Lo cierto, es que soy una puta. Lo sé. Y me gusta.
Desde siempre me gustaron las pollas, pero la verdad es que no fue hasta que mi marido me dijo un día que le excitaba imaginarse cómo follaba con otros, que fui realmente consciente de ello. A partir de ese momento ha sido un desfile incesante de hombres el que ha pasado por mis manos, altos, bajos, rubios, morenos, gordos, flacos, jóvenes, viejos, guapos y feos, no hago ascos a nada, no me importa tanto cómo sean, cuanto la lujuria con que sean capaces de follarme.