Una vecinita muy presumida

Conocí en una ocasión, cuando estuve de alquiler en un piso de Buenos Aires a una mujer muy morbosa, una vecina, vecinita más bien, que en principio ni me miraba. Yo iba a trabajar como siempre, muy de mañana; muy pronto y en contadas ocasiones me la cruzaba en la escalera.
Pero un día, casualmente, intercambiamos unas palabras, me preguntó si había llegado para mucho tiempo, y cosas así, sin importancia. Otro día hablábamos del tiempo, algo muy habitual y muy recurrente. Con menos importancia, que la primera rebanada del pan Bimbo. Pero otro día ya incidimos más en el terreno personal.
Ella vivía sola, o eso me parece que me dijo, que estaba divorciada y sin hijos, no había podido tener, por lo que fuera. Yo por aquel entonces solo y trabajando; la verdad, sin muchas aspiraciones ni motivaciones, y ella resultó ser mi ángel de la guarda. Es como si viniera a por mí, a salvarme de aquel hastío, tedio, desgana e indolencia que yo sentía por todo lo que me rodeaba.

Vecinitas XXX con el orto preparado

Un día sin más, me vi en su casa, y dentro. Subimos juntos por el ascensor y ella me preguntó si tenía algo que hacer, me dijo que si quería que pasara a su piso, cosa que no desprecié, y que podríamos cenar.
No es que tenga un cuerpo diez, pero a medida que la cena avanzaba, nosotros progresábamos y nos acercábamos más, en el terreno personal. Y en un momento determinado al acabar el postre, di la vuelta por la mesa me acerqué a ella, y la besé. Llevaba una ropa de estar por casa, sus labios eran cálidos, hacía tiempo que no besaba a una mujer. Y así sucedió que nos empezamos a tocar, ella más caliente de lo que yo pensaba en primer momento, estaba como loca. Deseosa, hacía tiempo que no estaba con un hombre. Me gustaron sus tetas cuando las pude probar, todo sabrosas para comer, le levanté la ropa que llevaba, como una bata fina, llevaba bragas grandes, y se las quité. Ella se dejó.
Le pude ver toda la concha, grande y gorda, enseguida me puse bien caliente y excitado. Le pasé toda la verga por la raja mojada que tenía, dame más me pedía, se puso enardecida y enloquecida. Fuera de sí. Yo notaba como mi verga engordaba cuando la pasaba por su roja concha, sin meterla. Pero estaba tan mojada que la hundía sin querer, y notaba como el capullo se metía hasta la mitad y se calentaba e hinchaba. Era una panocha ardiente al máximo.
Pero lo mejor de todo, es que me dijo toda excitada, dame por detrás, hagámoslo por el orto que quiero coger por ahí. Un orto grande que al principio no sé cómo iría, pero al verla de espaldas, dándomelo todo, no me pude resistir. Fue toda una experiencia darle por detrás, por el orto, a esta vecina madura, que espero algún día poder darle otra vez.

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