Qué bien me sienta un sueñecito por encima de las nubes, sí, y lo cierto, lo cierto es que mi vida ha sido todo paseo celestial. Sí, sobrevolando el Pacífico, cruzando el charco como Colón hizo en su día, pero yo, con mi coño señorial caliente y en mi asiento somnoliente. Y nada de mar ni marineros, no, en avión Airbus-380 el más grande de todos, como a mí me gustan las cosas. Sin artificios ni tonterías. Grandes, como los de antes. Lo del «en el tarro pequeño está la buena confitura y mermelada», eso lo dicen los enanos. Para autoengañarse.
Cuentan y dicen que las abuelas calientes son mucho más verdes y cachondas que las jovencitas, pues bien, éste es mi caso. Desde muy joven, y ahora que sueño y no tengo pelos en la lengua, lo puedo decir: me ha gustado el morbo. Fantaseo con la morbosidad y por qué no decirlo, con las pollas en cantidad.
Cuando era estudiante, soy ingeniera licenciada de Caminos y Puertos, era una chica modelica, siempre con la sonrisa de virgen en mi carita de buena. Mis amigas, hoy día la mayor parte de ellas también en puestos laborales de altos vuelos, eran más desenvueltas y sueltecillas. Ligeritas de cascos. De coñitos alegres y tetas folklóricas. Yo era la típica jovencita buena, que no resaltaba, no impresionaba a los hombres.
Sueño profundo de una anciana caliente en avión
Pero fue llegar a mi madurez, comenzar a desarrollarme en el mundo laboral, a dirigir empresas y administrarlas con la misma fluidez que ahora lo explico, y mi mundo virginal, pasó a ser un mundo putonal y sensorial.
Me casé con otro ejecutivo, pero él de aerolíneas argentinas, Andrés Tomillo y Romero, que es mi marido en la actualidad, pero como ven, ni sale en la foto. Nos conocimos en nuestro actual Brighton, en Inglaterra, una historia larga, otro día puede que la cuente. Es mi consentido y adinerado esposo. Aunque ambos poseemos un capital abundante, así que no envidio su dinero, mi fortuna es superior. Y nuestras riquezas y tesoros, nos posibilitan una vida fastuosa, amplia y ostentosa. Yo hago y he hecho lo que me ha dado la gana, desde que nos casamos, y hace ya, uf, ni me acuerdo.
Me gusta la sensualidad, el dinero, el lujo, y el morbo de permitirme jovencitos que alegren mi coño, mi concha peluda y trabajada. Me den gusto y disfrute. Mi esposo es un pasmarote y espantapájaros, que no hace ni eso, ni los espanta. Al revés, se queda inmóvil, y observa cómo su esposa humedece y enloquece con otros hombres.
De buen ver, rubia, lujosa, exagerada, de postín y pompa (como a veces pongo el culo «en pompa»), abundante en sueños, fantasías y en tetas. De pechos generosos, caídos y calientes. Esta vieja, como algunos dicen, está para dar alguna que otra batalla más. Y guerra, la que quieras. En la cama, y si no que se lo pregunten a mi jovencito nieto Antuán, que vino por Navidades, soy toda una vieja folladora, una abuela cachonda y caliente, sin más objetivo que sentir que me la meten.
Lo contaré muy breve y concisa, ahora que duermo plácidamente y mi esposo ni me oye. Antuán se presentó en nuestra casa para pasar unos días, nuestro nieto, ya crecido, él tiene 26 años. Yo paso de los 60 años, más que sexagenaria. Nos visitó en Inglaterra, en Brighton que es donde actualmente residimos, en una casa opulenta y ostentosa. Con piscina y barandillas con rebordes dorados de oro. El lujo nos encanta. Pues bien, él se presentó, directamente desde Argentina, para saber lo que era Inglaterra, sus costumbres, sus paseos a media tarde oscuros y para conocer de cerca a sus abuelos, a los que solo había visto en una ocasión.
Abuelas maduras que la ponen bien dura
Todo transcurrió con la normalidad de una familia que hace tiempo que no se ven, los abuelos cuidaron durante cuatro días de Antuán, pero al quinto, al quinto día…mi calor emergió como la lava emerge de un volcán. Mi esposo dormía, y yo yo no podía dejar de pensar, que en la otra habitación, estaba nuestro nieto. Ya mayor. El pensamiento era obsceno y extraño, raro y apabullante, pensaba en él como hombre, no como nieto. Y salí de la cama, noté mi calor por mi culo desnudo nada más tirar de la manta, mi orto era el tubo de escape de un bólido a punto de arrancar, en la pole de salida, era una mujer anciana en busca de macho que me cubriera, me montara e hiciera conmigo lo que le diera la gana.
Al fin y al cabo, a mi nieto le conocía, era de mi propia familia. Así que me dirigí a su habitación y entré. La atracción es mutua, muy pronto nos sentimos como hombre y mujer con ganas de joder sin previos ni paliativos; sin tonterías y se la agarro porque es mía. Y se la agarré y él me cogió. Mis tetas se mecían y solicitaban la presencia de una firma en el pezón, de un autógrafo a esta anciana cachonda, quería ser firmada, escrita y sellada. Mi nieto, no reparó en gastos de tinta, tiene un buen bolígrafo y rotulador para escribir en mi barriga si es necesario: te voy a follar por vieja putón. Y eso fue lo que hizo, me desnudó, me sobó, me magreó como mi esposo nunca ha hecho en la vida. Mi espantapájaros de secano. Y yo busco una huerta de regadío.
Al final, su experimentada y rugosa pluma llena de tinta rabiosa, marcó a su abuela como le dio la gana. Como quiso mi nieto. Me pasó la verga por todo mi blandito cuerpo, mis pezones vuelven a revivir, a respirar, mi concha se torna joven y mi culo y orto, hasta pide un nuevo sellado, una nueva firma. Me puse a cuatro patas para enseñarle que aún soy joven, y mi nieto me montó como el toro a la vaca, noté toda su verga, rompiéndome por dentro, rabiando de placer y gozando de dolor. Mi esposo de nada se enteró, porque su madura y anciana mujer, en la otra habitación, estaba siendo follada por su nieto y sin condón. Para más excitación.