Acabando el verano

Hacía un poco menos de un año que Diego y yo éramos novios, conociéndonos en el instituto pese a que él era de un curso superior al mío. Tenía diecisiete, un año más que yo, y era el típico que daba el aspecto de ser bajito al ser muy anchote de espalda. Llamaba mucho la atención porque, además de su constitución fuerte, era de los pocos que ya se podía permitir dejarse un poco de barba, lo que hacía que uno se fijase todavía más en sus ojazos castaños claros. Por lo demás, fue cuestión de días que comenzásemos hablar en los recreos y nos volviésemos novios sin que nunca tuviésemos que decirle al otro que era gay.

A nuestra edad, por difícil que resulte creer, nunca llegamos a follar de forma plena aunque si que aprovechábamos cualquier momento a solas para besarnos, devorar los labios del otro, durante bastante rato. Nos abrazábamos y acariciábamos el cuerpo y en los últimos meses, cuando nos poníamos demasiado a tono, nos masturbábamos mutuamente llegando en algunas ocasiones, pocas, a chupárnosla. El hecho de que nunca nos atreviésemos a mas, supongo, que sería por que era nuestra primera relación de novios y por que nos queríamos tanto que nos superaba la tensión cuando llegábamos al límite de nuestra relativa virginidad.

En verano, a los dos nos tocó separarnos por los distintos planes de vacaciones que tenían nuestras familias. Nos jodió bastante aquello por que habíamos esperado con ganas que terminase el curso para poder dedicarnos de pleno al otro. El se iba a la cosa de Cataluña a mediados de Julio y mientras yo me quedaba en casa hasta principio de Agosto que me iba un par de semana. Fue un fastidio enorme que, cuando uno terminaba sus vacaciones, el otro las empezaba, haciéndose mas eterno el día de vernos. Al menos pudimos disfrutar de las primeras semanas de julio, luego ya vino el vacío de no poder ver a Diego. Por suerte, y para antes de que pudiese darme cuenta, ya estaba de vuelta en casa. En cuando dejé las maletas en mi habitación, cogí el teléfono y llamé a Diego en plan sorpresa, avisándole de que ya estaba allí e invitándole a venir por la tarde.

Al igual que yo, Diego se moría de ganar por verme por que, nada mas acabar de comer, Diego llamó a la puerta y yo fui a abrirle la puerta corriendo. Estaba muchísimo más moreno y se había casi rapado la cabeza casi al cero. Al vernos, nos miramos con bastante intensidad, deseando tirarnos a los labios del otro, pero en casa nadie sabía que él era mucho mas que mi mejor amigo y mi madre rondaba por la casa limpiando y guardando las cosas de las vacaciones. Después de saludarnos como dos buenos colegas, le invité inmediatamente a que viniese a mi dormitorio. En cuando entramos, el me agarró por detrás, me hizo girar y me beso. Ni me había dado tiempo a cerrar la puerta aunque poco me importó. El sabor de sus labios volvió a resurgir en mí como algo mas que un lejano recuerdo. Ya en el acto, sentí como me empalmaba con una bestialidad de dolía.

-Uff… – Jadeo él al separarnos al fin – No me podía aguantar, perdona.

-Estás muy moreno – Le dije echándole un vistazo a la cara y los brazos.

-¿A que si? He estado tomando mucho el sol este año y hace unos días fuimos a la playa ¡Me he vuelto a quemar! Es la hostia… – Rió y se dio la vuelta, quitándose la camiseta por detrás – Mira. Me quito unos pellejos que dan miedo.

Raspándose con el dedo el hombro, se arrancó un trozo acojonántemente grande de piel muerta. Tenía toda la zona de los hombros y superior de la espalda quemada y despellejada. Superando lo que me estaba excitando ver su espalda desnuda, me puse también a quitarle pellejo, riéndonos todo el tiempo por que no podíamos reprimir lo contento que estábamos de volver a estar juntos.

-A ver, vente – Le dije queriéndole despellejar, y le invité a sentarse con migo en la cama.

Sentándome en la cama con las piernas abiertas, le hice sentarse en medio para tener su espalda al alcance. A diego también le gustó la idea y se quitó del todo la camiseta. El rápido vistazo que pude echarle a su pecho me provocó me hizo sentir una excitación tan intensa que me costó controlar por dentro. Empezando a despellejarle, el sintió mi erección y se pegó mas a mí para sentirla mejor con su culo. Aun yendo con cuidado, él se resentía de lo quemada que tenía la zona. Buscando calmarle, entre otras cosas, lo comencé a besar suavemente por los hombros colorados y el se abandonó por completo a mí, aumentando su respiración hasta que se volvió suavemente jadeosa. Sus manos bajaron por mis piernas, que descansaba a ambos lado de él, jugueteando con mis pelillos. Aquello bastaba para hacerme sentir un placer sin igual. Simplemente acariciándole su piel, tan suave y calentita, me provocaba palpitaciones en el miembro. El me pidió más, cogiendome una mano y llevándola por delante, por su pecho, en donde se le amontonaba un poco de abundante pelusa. Jugué con su vello, deslizándome también por el resto de su cuerpo. Su cabeza calló hacia detrás y su cuello se abrió ante mí. Lo volví a besar repetidas veces. A su vez, baje mi mano por su vientre duro hasta que alcancé el borde de su pantalón corto. Palpándole por encima, descubrí que estaba como esperaba y regresando unos centímetros arriba colé mi mano por el pantalón y luego su calzoncillos. Mis dedos tropezaron de inmediato con su capullo, manchándome con una pequeña gota de preseminal que había asomado por su uretra. Profundizando un poco más, envolví su polla con toda la mano y le pajeé con extrema lentitud. Diego soltó un largo suspiro, retorciéndose a su vez.

Estuve todo el tiempo besando su cuello y masturbándolo sin parar. El mismo se bajó la cremallera para que pudiese maniobrar mejor, apartando el calzoncillos para dejarla salir entera. Miré a la puerta, preocupado por que estaba a medio abrir y mi madre estaba de aquí para allá, pero por suerte se le escuchaba desde hacía un rato, con lo que me relajase otra vez. Continué haciéndole la paja, con mas soltura al tenerla afuera. La piel de su polla ascendía y descendía bajo mi mano, ardiendo y durísima incluso más de lo normal. La tenía especialmente grande y su capullo estaba mas al descubierto que nunca, completamente lubricado de preseminal. Ambos jadeábamos, y en su caso su respiración había acelerado en el último minuto.

-Para, que me voy a ir – Me susurró, sujetando mi mano y poniéndome una sonrisa apurada.

Volvió a meterse la polla en el calzoncillo, lo que me permitió pillarlo por sorpresa y lo lancé adelante, dejándolo tumbado boca abajo en la cama. Pasándome la camiseta por detrás del cuello, me desabroché la bragueta y me bajé los pantalones. Inclinándome de rodilla, tiré con cuidado de sus pantalones, con calzoncillos incluidos, dejando su culo al aire. Este resplandecía como el mármol con la señal del bañador que tenía al contraste de su fuerte moreno. Amasé sus cachetes y los apretaba a los lados para abrírselo. Era la primera vez que uno de nosotros jugaba con el culo del otro, por lo que Diego intentaba mirar atrás para ver que pretendía, pero lo dejó de intentar cuando me incliné sobre su culo abierto y lamí su raja de arriba abajo. Su culo se meneó pidiendo más y volví a hundir mi lengua, lamiéndole desde los huevos hasta su ano, jugando en especial con este último. Se lo lamía en círculos e intentando penetrarlo con la lengua. Los gemiditos de Diego y sus continuos balancear de caderas me indicaban que lo hacía bien y me animaban a continuar. Después pasé a hacerlo con un dedo ensalivado, pendiente de hacerlo bien ya que era la primera vez que hacía aquello. Su ano tomó sin mucho apriete mi dedo, notando como me lo chupaba, por lo que pasé a hacerlo con dos y luego tres.

El tiempo pasó volando, si es que había pasado mucho. Su ano tragaba y expulsaba mis dedos sin tanta resistencia y supuse que era suficiente. Tenía la boca seca de tanto lubricar su ano con mi boca aunque también la tenía seca de la excitación. Tenía bien claro que rara nada iba a intentar penetrarlo si me arriesgaba a hacerle daño, así que pensé en lo que necesitaba para ello, que era lubricante. En mi bolsa de la playa, que todavía no había desempaquetado, recordé que tenía un bote de crema hidratante para después de tomar sol. Joder, que agradecí aquel golpe de suerte. Ni siquiera tuve que salir de la cama pues la bolsa estaba a nabi. Diego, que había estado todo el tiempo quieto y en silencio, me vio coger el bote y automáticamente flexionó las rodillas para elevar su culo. Echándome crema en dos dedos, unté su ano por dentro y fuera, luego eché sobre mi polla y me la esparcí.

Solté el bote de crema a un lado, limpiándome un poco las manos con las sábanas de la cama. Llevé mi polla, blanqueada por la crema, hacía su ano, también blanco. Lo comencé a penetrar, escuchando el latido de mi propio corazón cuando mas lo iba penetrando. Estaba jadeando como si ya me hubiese puesto a meter, contemplando como mi polla resbalaba adentro de su cuerpo. Ya tenía casi media polla dentro y que había entrado con bastante facilidad. O eso pensé hasta que escuché a Diego quejarse en silencio. Pude verle media cara contraída, aunque mas de molestia que de verdadero dolor. Continué penetrándolo muy pendiente de que si parecía sufrir la sacaría inmediatamente. En cambio, Diego lo deseaba tanto y no se quejó, ni incluso cuando apenas dejé a su culo hacerse a mi polla antes de comenzar a moverme.

Su culo apretaba de forma fantástica, sintiendo toda mi polla siendo apretada y estimulada. Estaba penetrando a mi novio, sintiéndome dentro de él, y queriéndome morir del gusto y felicidad. La intensidad del placer y de las emociones eran tanto que me di cuenta que, si se continuaba de esa forma, iba a conseguir correrme inmediatamente. Aún con esas, costaba horrores controlarme y seguí dándole rápido hasta justo ante de sentir que me corría. Me desplomé sobre él, buscando descansar unos segundos antes de continuar. El interior de su culito estaba bastante resbaladizo, gracias a la crema, y todavía muy prieto, con lo que solo con el respirar de nuestros cuerpos ya sentía mi polla vibrar en su interior.

Se había inclinado de rodillas Diego, al poco de bombear otra vez. Sacrifiqué unos centímetros de penetración para abrazarlo por delante. El se apoderó del ritmo entonces, siendo ahora el que se movía. Le ayudaba con el abrazo que le daba con un brazo, levantándolo, jadeando a su oído para que escuchase lo mucho que me estaba haciendo disfrutar. Usando la otra mano, cariciaba su pecho, su vientre y su polla, que bamboleaba tiesa arriba y abajo. Lo tomé por la barbilla, girando su cara hacia mí para besarlo a la par que lo pajeaba. Entre besos, nos jadeábamos la cara sin remedio. Un ruido fuerte que venía de la cocina me sobre saltó y miré a la puerta. Diego no se había enterado y continuaba botando sobre mi polla. La cosa se había desmadrado demasiado. Mi madre podría pasar por delante de la habitación en cualquier momento y encontrarse a su hijo follando con su supuesto amigo en la cama. La idea me acojonó bastante por lo que estaba pensando en parar un momento e ir a cerrar la puerta pero quise arriesgarme a continuar ya que no me quedaba mucho para acabar.

Concentrándome en Diego, en sus labios, su cuerpo, su respiración, etc… lo empujé adelante con mas cuidado que la vez anterior. Él se dejó caer complaciente. La polla se me salió de su culo así que aproveché para ponerme algo más de crema. Se la volví a meter, esta vez de golpe, y tumbándome por completo sobre Diego, comencé a darle caña. Un rato después, mas largo del que había supuesto, me apreté lo más que pude a él y me corrí en su interior. Hostia si me corrí. Y por como me miraba Diego de reojo, sabía que me estaba corriendo y soportó en silencio el peso de mi cuerpo proyectándose sobre el suyo. Mientras, yo me abandonaba al completo a la enorme felicidad que estaba experimentando, cerrando los ojos y notando como inundaba las entrañadas de mi gran amor con lo mas íntimo de mi cuerpo.

Un tanto mareado aún, sentí como mi erección se iba bajando hasta que mi polla salió por si sola. Me levanté de encima suya y él se dio la vuelta. Saliendo de la cama, fui un segundo a cerrar la puerta y regresé a los brazos de Diego. Su polla continuaba empalmada, apretada contra mi vientre, recordando que con todo lo que acababa de darme yo a él apenas le había hecho nada y me sentí inmensamente en deuda. Bajando a su entre pierna, me metí su polla en la boca de un solo bocado y se la comencé a chupar con todo mi ímpetu. Tenía que conseguir que se corriese a lo grande y estaba dispuesto a esmerarme al máximo. Yo creo que incluso demasiada ya que al segundo su respiración subió agitada de sopetón. Apretándome el brazo, quiso avisarme de que se iba a correr pues esa solía ser nuestra forma de avisar al otro, en las mamadas, de que se apartase. Sintiendo una necesidad imperiosa de tragar su semen por primera vez, no me aparté si no que además me puso a chupársela con mas energía. Sin poder evitarlo, sus rodillas se tensaron y su pelvis se apretó contra mí. En el paladar, sentí el fuerte impacto de su corrida saboreando con mi lengua su espeso y ardiente esperma. La sentía removerse entre mis labios, disparando hasta la última gota. Chocando dura contra la sábana, note que me había puesto duro con su corrida.

-¿Pero que haces, loco? – Me preguntó, jadeando como un descosido, cuando ya se había venido del todo – ¿Por qué no te has quitado?

Le respondí dándole un beso con mis labios manchados restos de su semen.

Sabiendo que bastante nos la habíamos jugado ya, nos pasamos la ropa y nos vestimos. Por turnos, fuimos al baño a terminar de limpiarnos y pasamos el resto del día como si nos hubiésemos enamorado otra vez. De hecho, los días siguientes nos los pasamos repitiendo a cada segundo de la penetración anal, llegando a ser yo de vez en cuando el que sentía la polla del otro en el culo. Nos habíamos desatado a tal nivel que, si lo de hacerlo con la puerta abierta había sido un riesgo estúpido, los riesgos que llegamos a correr por follar en el futuro eran mil veces peores. FIN.

Gays felacion

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