Olivia

Olivia

Nunca me gustaron las mujeres, ni siquiera me pasó por la cabeza estar con una de ellas. Hacer de macho, es un instinto que no he desarrollado. Si tengo relaciones con otro pasivo, me viro, siempre soy la hembra, la penetrada.
Supongo que algo tiene de cierto el poema de aquella poetisa: todo puede venir por los caminos que apenas sospechamos.


Llegó.
Sucedió.
Bebimos más de la cuenta y la acompañé a su apartamento. Michel la dejó por una hippie que sabía bien como hacerle el sexo oral; a él le fascinaba, y a Olivia le daba asco, tampoco se dejaba tocar las nalgas, y mucho menos que la penetrara por atrás.
__ Eso es para cagar.
Ella era extraña, convencional, aburrida. Al menos fue eso lo que Michel puso como pretexto para irse con la hippie que sabía hacer de todo, y sin medidas.
Le ofrecí mi hombro para que llorase cuanto quisiera, y el alcohol ayudó bastante.
Olivia se echó a mis brazos, confesó que le gustaba como él le lamía sus pezones. Michel le hacía el amor dos, tres veces para que ella aprendiera a entregarse, a ser más creativa, más innovadora. Pero ella solo aprendió a tirarse boca arriba, abrir las piernas, dejarse penetrar, y mover la cintura para sacarle el semen lo más pronto posible.
__ Es que lo tiene muy grueso__ dijo mientras abría el broche de mi pantalón.
Conocí su grueso. Le había hecho lo mismo que la hippie; y ahora estaba allí con el pantalón en los tobillos, besándola, entregándome como una pareja de heterosexuales.
Después llegamos a la cama, y volví a recordar el poema: y todo puede un día abrirse en nuestras manos con risueña sorpresa o con sorpresa amarga, desarmada, desnuda, con lo triste de quien se ve de pronto cara a cara a un espejo y no se reconoce…
Ella quiso innovar de repente. Me viró de espaldas, acarició mis nalgas con la yema de los dedos, una caricia como nunca he recibido de un hombre. Me las besó una y otra vez. Trepó luego a mi espalda. Sentí la desnudez que desnudaba mis miedos.
Olivia me abrió las nalgas que acogieron los labios bulbosos, la calidez de sus fluidos. Se movió despacio sobre mí. Era la primera vez que no era penetrado en una relación y al mismo tiempo lo era.
Volví a ser pasiva, una hembra cabalgada por otra hembra. Ya no supe como definirme, y Olivia, ajena a mis razonamientos se vengó de Michel, de la hippie. Dejó de ser aburrida, convencional. Mi cuerpo, nuestros cuerpos, llenos de alcohol sobre la cama.
Después vomitamos.
En el piso.
En el baño.
Quizás por la bebida. Tal vez por lo sucedido.
Sin embargo, no he vuelto a ser el mismo.
Y aunque no me gustan las mujeres, me es imposible olvidar a Olivia.

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