Noche de sexo

Hace un par de meses aproximadamente estaba en un bar de copas con algunos de mis amigos y mi propio hermano. Mi hermano Jorge y yo, quienes por motivos laborales teníamos que madrugar al día siguiente, decidimos que ya era hora de regresar a casa; de hecho, ya era bastante tarde y habíamos bebido alguna copa de más, por lo que permanecer más tiempo de fiesta era condenar nuestros empleos al fracaso.
Mientras abandonábamos el local, una chica nos abordó, supuse que nos iba a pedir que la invitáramos a una copa pero no fue así:
—Disculpad —dijo ella con extremada educación—, ¿os vais?
—Sí, ya nos vamos —respondió mi hermano—, ¿por qué lo preguntas?

—Es que acabo de romper con mi novio y no tengo medios de llegar a casa… ¿podríais llevarme vosotros?
Mi hermano me miró y yo me encogí de hombros haciéndole saber que hiciera lo que él quisiera, que por mi parte no había ningún problema en que la lleváramos a casa pero, a fin de cuentas, el coche era suyo.
—De acuerdo —respondió mi hermano a la joven—, te llevamos.
Los tres salimos del local y nos dirigimos hacia el aparcamiento. Una vez que encontramos el coche de mi hermano, nos subimos al mismo. Mi hermano conducía y yo me subí atrás con la chica.
—¿Dónde vives? —le preguntó mi hermano mientras metía las llaves en el contacto del vehículo.
—En el barrio de Los Condados —respondió ella mirando a mi hermano a través del espejo retrovisor.
Mi hermano asintió con la cabeza, puso en marcha el vehículo y comenzó a conducir hacia la dirección que nos había indicado la chica.
No conocíamos a la chica, por lo que mantener una conversación era bastante difícil. Algunas conversaciones triviales surgieron durante el trayecto, pero nada demasiado relevante.
Nos hallábamos atravesando un polígono industrial cuando ella se acercó a mí y colocó una de sus manos sobre mi paquete. Tragué saliva y mis ojos se posaron sobre los suyos. No dije nada ¿qué iba a decirle? pero ella sonrió cuando sintió que mi polla se iba erectando por su culpa.
—¿Quieres que siga adelante? —preguntó con voz juguetona y sensual.
Me limité a responder asintiendo con la cabeza. Mi hermano confundido miró hacia atrás y esbozó una sonrisa de picardía que fue incapaz de ocultar.
Ella bajó la cremallera de mi pantalón y sacó mi polla la cual estaba completamente dura. La agarró con su mano derecha y con su lengua comenzó a lamerme el glande. Yo incliné mi cabeza hacia atrás dejándome hacer todo cuanto ella quisiera. Una de mis manos se enredó en su cabello y, de este modo, comencé a ser yo quien dominaba la velocidad, intensidad y profundidad de la maravillosa felación que me estaba dando.
—Joder, yo también quiero participar —dijo mi hermano más pendiente de nosotros que de la carretera por la que circulábamos.
—Aparca y ven aquí atrás —respondió ella pícaramente y volvió a concentarse en felarme la polla mientras con su mano izquiera masajeaba mis testículos.
Mi hermano aparcó el vehículo y se montó en la parte trasera en la que estábamos. Ella estaba a cuatro patas mientras me comía la polla, por lo que mi hermano tenía a su disposición tanto su coño como su culo los cuales quedaban al descubierto gracias a la minúscula falda que llevaba y su ausencia de ropa interior. Él acercó su boca a su ano y comenzó a lamerlo, inmediatamente fui consciente de que le quería follar el culo y, aunque yo también quería follarle el culo, no dije nada.
Mi hermano, cuando sintió que su culo estaba lubricado, le metió su dedo índice. Ella gimió sobre mi polla al sentir el avance del dedo de mi hermano dentro de su culo. Él le hizo varios mete-sacas e inmediatamente le insertó un segundo dedo en el ano. Ella no se quejó, sino que gimió más fuerte mientras aún seguía felándome la polla.
Mi hermano no esperó más. Se incorporó y se puso detrás de ella. Se bajó la cremallera del pantalón y se sacó la polla. De una sola embestida, le ensartó la polla en el ano y ella emitió un gemido mezcla de dolor y placer.
En esa postura, mi hermano le follaba el culo violentamente mientras le azotaba las nalgas con su mano derecha enrojeciéndolas, y ella me comía la polla entre gemidos suyos, míos y de mi hermano. Yo seguía con mi mano enredada en su cabello por lo que guiaba la felación constantemente. Era maravillosa la sensación de sentir mi glande resbalar por su garganta. Me iba a correr, lo sentía pero no le dije nada… quería correrme dentro de su boca, así que, controlando la comida de polla que me estaba dando, comencé a mover su cabeza un poco más rápido y no tardé demasiado en inundarle la boca con chorros de semen. Temí que se quejara, que se enfadara, o que esta juerga acabara, pero no, ella se comió mi semen como si fuera el más exquisito manjar. Desde luego, no era la primera polla que se comía.

Cuando terminó de comerme la polla, mi hermano seguía follándole el culo, por lo que yo le bajé la camiseta palabra de honor que llevaba, y dejé sus tetas al aire. Me incliné hacia sus tetas y comencé a comérselas. Con mis labios atrapaba sus pezones, los succionaba intensamente y con mi lengua los golpeaba o los acariciaba, según me apeteciera. Mientras mi boca se centraba en un seno, mi mano ocupaba el otro seno pellizcándole el pezón con mis dedos.
Mientras le comía las tetas, mi hermano se corrió dentro de su culo, lo supe por el gemido de extremo placer que salió de su garganta. Para cuando mi hermano quiso terminar dentro de su culo, mi polla volvía a estar erecta y recuperada de la felación. Aún así, ella me la pajeó durante un rato endureciéndola más y, cuando estaba tan dura que parecía que iba a reventar, se sentó encima de mí, se metió la polla dentro de su coño y comenzó a cabalgarme mientras yo aprovechaba para seguir comiéndole las tetas que botaban salvajemente frente a mi cara. Mi hermano se acercó, aún extasiado por la follade de culo que le había dado y yo le dejé una de las tetas. Así estábamos todos… la joven chica cabalgando mi polla como si no hubiera un mañana, yo comiéndole una teta y mi hermano le comía la otra teta mientras se pajeaba para hacer que su polla volviera a la acción.
En el coche solo se escuchaban nuestros gemidos entremezclados con nuestras respiraciones agitadas. En unos minutos, su sexo convulsionó apretando mi polla y, entre gemidos y gritos de placer, ella se corrió con mi polla dentro de su coño. Sus uñas arañaron mis hombros y su cuerpo era asolado por violentos temblores incontrolabes. A pesar de haber alcanzado su orgasmo, ella siguió follándome para que yo tuviera un nuevo orgasmo y, efectivamente, no tardé demasiado en correrme dentro de su coño de un modo aún más brutal que cuando me corrí en su boca.
Con su coño chorreando semen, sacó mi polla de su coño y se acercó a la polla de mi hermano. Se inclinó y comenzó a comerle la polla. Ella dejó a mi disposición su culo y su coño, pero mi polla ya estaba agotada para enfrentar una nueva batalla, así es que hundí mi boca en su coño, manchado por mi semen, y comencé a comerle todo su maravilloso coño. Sus gemidos eran constantes, al igual que sus grititos cuando mis labios succionaban su clítoris y mi lengua le pegaba una paliza de golpes constantes y fuertes, para después acariciarlo en círculos y, cuando menos lo esperase, volver a golpeáraselo violentamente.
Se corrió tres veces seguidas mientras le comía el coño y mi hermano, quien más que dejarse hacer una felación se folló su boca, se corrió dentro de su boca mientras ella se tragaba su segunda ración de semen en unos minutos.
Los tres nos quedamos extasiados en el asiento trasero del vehículo. No teniamos fuerzas ni para movernos y tampoco deseábamos hacerlo.
—¿Me lleváis a casa? —preguntó ella cuando, al cabo de una hora, nos sentíamos repuestos.
—Creo que aún no —le respondí.
—Estoy de acuerdo con mi hermano. Yo aún no te he comido el coño.
Sonreí al escuchar sus palabras.
—¡Sois insaciables! —exclamó ella riendo mientras se volvía a colocar a cuatro patas para ofrecerle su coño a mi hermano y su boca a mi, boca que fue inmediatamente ocupada por mi polla.
Llegamos a nuestras respectivas casas por la mañana y nos fuimos al trabajo sin haber dormido una sola hora, pero nuestros poros rebosaban placer además, estábamos ansiosos porque habíamos quedado con la chica en su casa, por lo que estaba claro que volveríamos a pasar una gran noche en la que dormir era lo que menos importaba.

Autor: Abrahel Dantalion

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