Una publicación más de La madre Sanae, estaba cerrada la trilogía. Pero petición de un lector, un anexo. Gracias por leerme.
Sanae estaba acostumbrada a complacer a su hijo, después de aquello, lo repitieron habitualmente. Lo quería curar del todo, y eso requería un tratamiento invasivo y vitalicio, duradero. Después de que ella resolviera en primera instancia el problema de su pequeño atormentado; ahora ya nada era igual. Se habían conocido íntimamente, su madre había indagado en los entresijos más ocultos de su primogénito, había curado su mal de polla. Y ahora, él gozaba y ella más.
Sentada en la cama mientras le miraba adormecerse, ella se sentía cómoda y lo mejor de todo: satisfecha en todos los sentidos con su pequeño campeón. La novia había ido a tomar por saco, en virtud y en favor, de una madre poderosa, con ganas de sexo, con tetas voluminosas y con la libido maternal por las nubes. Sí, su deseo sexual de madre era inexplicable. Ella, le dejó durmiendo. Días posteriores ella le cuidaba, como a su niño y como a su hombre. Él tenía más funciones que un abrelatas multiusos. Hacía de todo. Lo mismo jugaba en el parque o por la montaña. Que montaba a su madre. O que arreglaba las tuberías de la cocina.
Ella le llamó para cenar, él apareció sudado y sucio, y ella apreció, tamaña erección en su pantalón; y él, semejantes senos bajo su jersey. El deseo sexual incestual no se podía remediar. Eran familiares de primer grado, por consanguinidad y por, permítanme la vulgar expresión, por cojones. Los dos gordos cojones de su hijo aprendiz y novato, ya no tanto.
Ella le preparó la cena, para alimentarlo, para ponerlo fuerte; y también quería que la enjabonara. Cuando dos volcanes se juntan, y las lavas se funden, el fuego no tiene grados, tiene un coño y un rabo, y las tetas para enjabonarlo. La tensión sexual iba en aumento. Ella no podía dejar de pensar en el pollón y vergón de su hijo, y él en las dos tetazas y coño amplio y negro, de su madre. Mientas la enjabonaba, decidió de forma involuntaria que otro cosmético le iría mejor a mamá. La lechada “aloe verás como te pongo”. Especialidad de la casa. La madre Sanae, lejos de reprender o regañar la acción de su baby, lo que hizo, como buena madre comprensiva y amatoria es suavizar y reforzar la lefada y lechada filial. “No pasa nada, cálmate, baby. Es la llamada de la naturaleza, ¿quieres tener sexo con mamá, verdad?”. Ella finaliza: “Y no puedo parar de pensar en ti”.