Soy Darío y mi jefe y me aconsejo un intercambio de parejas liberales calientes, que según me contaba, era algo muy común entre la alta sociedad en nuestra ciudad – caso del que jamás me había enterado, pero decidí creerle – Después de una larga comida en donde negociamos algunos precios y bebimos, mi cliente-amigo cambió abruptamente la conversación hacia cuestiones personales y, no se cómo, pero en menos de media hora la fue llevando hacia un callejón sin salida en dónde me preguntó abiertamente si mi esposa y yo habíamos intentado el intercambio de parejas.
Por un momento pensé que me propondría algo que seguro rechazaría y aquello iba a dañar nuestra relación comercial, sin embargo se limitó a contarme una historia que más bien me pareció de fantasía, en donde supuestamente parte de la alta alcurnia citadina, junto con invitados minuciosamente seleccionados por los ‘socios’, asistían a una fiesta de parejas en un club privado, fiesta en la que tanto hombres como mujeres llevaban máscaras a placer y realizaban el ‘scouteo’ en base a tocar y acariciar el cuerpo de otras parejas y decidir entre los involucrados con quien subir a una habitación.
Parejas liberales calientes en la alta sociedad
No seas tonto, me dijo cuando expresé mis dudas, esa gente tiene demasiado en juego como para arriesgarse a ser descubiertos; las máscaras pueden ir desde un antifaz para quienes son más atrevidos, hasta una máscara de obra teatral con peluca si no quieres que vean un solo rasgo tuyo. Eso si, continuó, la vestimenta es de etiqueta y está estrictamente prohibido retirarse la máscara aunque tu ‘nueva pareja’ te lo pida en la intimidad.
No profundizó mucho en el tema, simplemente se limitó a decirme que por mis comentarios sabía que mi matrimonio no pasaba por el mejor momento – y tenía razón – y que aquella dinámica podría darle una chispa que reviviera el fuego. Piénsalo y platícalo, me dijo, yo tengo el poder de extenderles una invitación bajo un par de pseudónimos y un número de contraseña si asi lo deciden.
Jamás había siquiera intentado cruzar palabra con un tema parecido ante mi mujer en los más de 10 años que teníamos juntos, sin embargo el entusiasmo con el que le conté el ofrecimiento que me habían hecho aquella noche, hizo que mi esposa terminara por preguntarme que si yo estaría dispuesto a llevarlo a cabo, a lo cual respondí frunciendo el ceño y un simple: Pudiera ser.
Sabía que aquella conversación no pasaría de un simple calentón mental en el que ambos fantaseamos durante algunos minutos, pues tras 8 años de matrimonio estoy seguro que ninguno de los dos habríamos tenido más de dos aventuras fuera del matrimonio y, claro está, a escondidas del otro. No me molestaba pensar que mi mujer se hubiera acostado con otro, siempre y cuando hubiera sido un encuentro casual en algún viaje de negocios y no con alguien conocido y, en algún momento ella también me confesó que si acaso yo hubiera tenido alguna aventura, prefería no conocer detalles aunque supiera de su existencia.
Alma, mi mujer, no fue capaz de darme su respuesta de frente. Dos días después me encontré un pedazo de papel en mi cartera que decía: ‘Si a ti no te afecta, vayámos con la propuesta de tu amigo. Sin hablarlo, simplemente sorpréndeme ese día por la mañana dejando una tarjeta que diga –Hoy será- sobre mi bolso’. Asi que sin analizar mucho la situación, arreglé con Darío y escribí la tarjeta el sábado por la mañana y para dejarla sobre su bolso.
Había llevado mi smoking a la tintorería sin que mi mujer se diera cuenta. Aquel sábado me lo probé después de años para darme cuenta con agrado que los pantalones aun me cerraban libremente, asi que tras dejar a nuestro hijo en casa de mi suegra previo acuerdo de avisar que teníamos la boda de un buen amigo, regresé a casa para darme una ducha y prepararme para aquella aventura que me tenía con un nudo en la garganta.
No se si lo hizo a propósito, pero cuando llegué a casa mi esposa deambulaba recién bañada por la habitación, en ropa interior, algo que jamás hacía. Encima llevaba un par de pezoneras negras en vez de bra, y abajo una pantie de las que cubren hasta media nalga, negra de encaje, y transparente de la parte frontal, lo cual dejaba entrever un par de labios perfectamente depilados.
Te ves espectacular, le dije. A lo cual ella respondió con una sonrisa y un simple ‘gracias’. Me dispuse entonces a entrar en la ducha e intentar arreglarme lo más posible. Cuando salí me encontré con mi mujer enfundándose en un vestido negro de fiesta, aquel vestido que llevó a la boda de su amiga un año atrás y que me trajo como un adolescente excitado toda la noche gracias al escote posterior que dejaba toda su espalda al descubierto, y al frontal que le cubría tan solo lo suficiente para tapar las pezoneras.
Sin intercambiar palabras me puse el tuxedo y bajé a la cocina a preparar bocadillos ligeros y esperar a mi mujer viendo televisión.
En punto de las 8:45 de la noche ella apareció frente a mi. Usando muy poco maquillaje y luciendo un cuerpo espectacular en aquel vestido negro. Me dijo que no comería nada para no inflar su estómago y me preguntó por las máscaras, asi que fui a la cajuela de mi coche y saqué una máscara de geisha en porcelana para ella, y una máscara de mimo en plástico rígido que había comprado días atrás.
Las piernas me temblaban cuando llegamos a la dirección que nos habían dado y, pude notar como las manos de mi mujer sudaban mientras me sostenía al caminar hacia la puerta. El guarura de la entrada sacó su lista y me preguntó nuestros nombres. Le di los nombres ficticios que Darío me había proporcionado junto con la contraseña, y en menos de dos segundos aquel tipo de casi dos metros nos había abierto la puerta y dado acceso a una inmensa sala en donde había unas 15 parejas enmascaradas, comida al pormayor, y bebida de todos tipos.
Ninguna de las dos máscaras nos permitía comer ni beber, asi que de inmediato miré a nuestro alrededor para notar que la mayoría se levantaba un poco el disfraz para poder beber de su copa o vaso, mientras que en ese momento ninguno de los asistentes comía nada.
Permanecimos uno al lado del otro mientras a nuestro alrededor desfilaban parejas con todo tipo de complexiones físicas, tonos de piel y cantidad de arrugas en la piel, con lo cual te podías dar cuenta la edad aproximada que debían tener. Poco a poco fueron llegando más parejas, algunos heterosexuales y otros más del mismo sexo, hasta que alrededor de las 11 PM, un tipo llevando la máscara del enigmático personaje de V de Venganza tomó un micrófono que estaba junto al equipo de sonido.
‘Sean todos bienvenidos a esta nueva reunión especial, estamos por comenzar con los encuentros. A quienes nos visitan por primera vez les damos la más cordial bienvenida y les recomendamos simplemente seguir las reglas que su amigo les dijo al invitarlos, y hacer lo que los demás hagan’, dijo el tipo, justo antes de bajar del estrado y que las luces disminuyeran en un 70%.
Mi esposa me tomó fuerte de la mano cuando vimos que una pareja se nos acercaba directamente a nosotros. Debieron notar que éramos nuevos, pues muy amablemente nos tomaron de la mano y nos jalaron hacia la parte central de la sala en donde comenzaban a juntarse todas las parejas.
En pocos segundos aquello tomó un tinte que ninguno de los dos esperábamos, pues mientras aun nos adaptábamos a ver lo que sucedía, ambos fuimos embestidos por una mano extraña que palpó nuestros traseros a placer durante algunos segundos. Al ver que mi mujer se estremeció giré mi cabeza y pude ver a un tipo con máscara, con poco cabello y una panza prominente sobándole el culo a placer mientras ella mantenía sus puños cerrados sin moverse. Mientras aquello sucedía pude ver de reojo el cuerpo de una mujer de baja estatura que con sus dos manos apretaba mis nalgas con gran fuerza, sin embargo fue ella la primera que cedió en su intento y se alejó mientras el tipo ya comenzaba a pasar sus manos por las caderas de mi esposa.
No supe que hacer, asi que me moví hacia atrás simplemente para poder ver lo que mi esposa hacía. Ella pronto se giró de frente al tipo y al ver su complexión, decidió no seguirle el juego y dar dos pasos atrás logrando que el tipo cediera y se encaminara hacia otro lado.
Mientras miraba aquello una figura femenina, bastante atractiva por lo que podía ver a media luz, vino y se postró frente a mi sin hacer nada. Levanté mis manos y las puse sobre su cintura para ver su reacción. Aparentemente funcionó, pues la mujer acercó su cuerpo al mío repegándome las tetas en el pecho y comenzando con movimientos pélvicos a sobar mi bulto contra su entrepierna. Perdí por completo la concentración y comencé a tener una ligera erección. La mujer al sentirla se hizo atrás y tomó mi mano llevándola hasta una de sus tetas para que pudiera disfrutarla. Era mi primera experiencia en aquella sala, asi que me dejé llevar por el momento y comencé a sobársela fuertemente y a reconocer entre la obscuridad el tamaño y textura de su piel. La mujer debió sentir mi intensidad, asi que tomando mi mano de nuevo para detenerla se acercó a mi oído y me dijo en voz muy baja: Tranquilo vaquero, ya habrá tiempo para intensidad más tarde.
Buscando a mi mujer con la mirada perdida
Reaccioné tras el suceso y volví a buscar a mi mujer con la mirada. Tras unos segundos la ubiqué un par de metros a un lado de donde la había dejado y el primer escalofrío de la noche recorrió mi cuerpo. Mi esposa ya no estaba con el obeso tipo, sino que ahora estaba frente a frente con un hombre de complexión delgada, con quien intercambiaba toqueteos de manera suave y elegante. El tipo pasaba su mano por una de sus nalgas y después la subía suavemente para acariciar su desnuda espalda, mientras tanto ella mantenía las manos en su pecho apretándolo suavemente y dejándolas caer muy despacio como si la gravedad la afectara en realidad. Muy pronto las manos de mi esposa llegaron a la entrepierna del tipo, y ante mi sorpresa ella comenzó a acariciar su bulto y a cerrar suavemente la mano como reconociendo el tamaño y forma de su amiguito.
Muy alterado miré a mi alrededor hasta localizar una mujer sola a unos pasos de donde yo estaba. No era tan atractiva como la primera que había llegado a mi, pues sus caderas eran prominentes y parecía un poco pasada de peso, sin embargo el calor el momento y el enojo de lo que había visto me hicieron caminar hacia ella rápidamente. Apenas llegué detrás de ella y pude ver como de reojo me miró sin moverse de su lugar. Puse una de mis manos sobre su cadera y la otra directamente sobre una de sus abultadas nalgas para comenzar a acariciarla suavemente. A la mujer pareció gustarle mi ritmo, pues empezó a moverse con un baile muy suave y con movimientos que empujaban mi mano hacia el centro de sus nalgas. Me dejé llevar por sus movimientos y en la primer oportunidad me aferré metiendo suavemente dos de mis dedos entre sus nalgas para darme cuenta que, o bien no llevaba interiores, o llevaba una tanga que no se sentía al tacto. Su reacción fue inmediata, pues al sentir mi ingreso ella echó una de sus manos hacia atrás llevándola directamente a mi paquete y comenzando a sobarlo primero suavemente y después con mayor intensidad. Pronto me causó una erección, asi que apenas la sintió y se giró de frente a mi para fijar sus ojos – azules por lo que pude ver – en los míos y decirme en voz muy baja: ¿Quieres buscar una habitación?. Pude haber contestado que si y subir a destrozar aquella mujer en la cama, sin embargo aquella aventura apenas empezaba, asi que me arriesgué y le contesté que no era el momento.
Al reincorporar mi vista a la sala me di cuenta de que mi mujer me observaba fijamente, asi que sin más ni más me encaminé hacia ella antes de que alguien más lo hiciera y todavía con la erección en mi cuerpo me le acerqué lo suficiente para que la sintiera. Mi mujer se estremeció y de inmediato bajó una de sus manos tomando mi verga como tantas veces lo había hecho y diciéndome en voz baja ‘Esta si la conozco’. Ambos nos reímos del comentario y luego de que le diera un tremendo apretón en el culo, le pregunté que si quería seguir con aquel juego, a lo cual con mucho mayor confianza que la última vez me contestó que si.
No se si esté permitido, pero qué te parece si intentamos robar una pareja, le pregunté. Ella me contestó que era una buena idea, asi que sin dejar de toquetearnos para no ser molestados comenzamos a barrer la sala buscando quien pudiera llamarnos la atención.
Como cosa a propósito ambos nos detuvimos a mirar una pareja que a lo lejos se veían jóvenes y, que por su comportamiento tímido pudimos darnos cuenta de que tal vez serían también una pareja nueva. No se si la calentura que ambos traíamos ya nos hizo armarnos de valor, pero sin hablarnos ambos caminamos decididos hacia ellos y simplemente nos plantamos a un par de pasos de la tímida parejita.
El tipo miró de arriba abajo a mi mujer, mientras que la chica mantuvo – tal vez asustada – la mirada fija en la parte inferior de mi cuerpo. Vaya sorpresita que resultó mi mujer, pues fue ella quien tomó la iniciativa y mientras miraba fijamente a la esposa del tipo, comenzó a revisarle el bulto por encima del pantalón con gran confianza.
En ese momento confirmé la novatez de la pareja, pues de inmediato el tipo comenzó a tener una tremenda erección y, cuando digo tremenda es porque hasta a mi como hombre me dejó impresionado con el tamaño de lo que se había levantado debajo de aquel pantalón holgado de tuxedo. Su esposa – o lo que fuera – no podía quitar la mirada de lo que mi esposa hacía con su pareja y, mientras el tipo levantaba la cabeza al cielo para disfrutar del tacto de otra mujer, mi esposa se puso de espaldas y comenzó a sobar sus nalgas contra el inmenso trofeo que se acababa de ganar.
No entendía lo que me pasaba en ese momento, pero sin duda alguna estaba disfrutando del espectáculo, pues lejos de molestarme como había pasado la primera vez, el ver como mi esposa se movía suavemente acariciándose a si misma contra el cuerpo de aquel hombre mientras a través de la máscara podía ver que tenía sus ojos cerrados, me estaba excitando en sobremanera.
Muy suavemente tomé a la chica de sus manos y la acerqué a mi. La giré para que quedara de frente al espectáculo de su marido mientras la tomaba de la cintura con algo de ternura y comenzaba a pegar mi cuerpo contra el suyo. El tipo se exaltó al ver que había tomado a su chica, pero el placer del otro cuerpo frente a el lo hizo perder el interés rápidamente.
Durante algunos segundos ambos miramos como nuestra pareja se entretenía con el otro. Hasta que poco a poco mis manos comenzaron a subir un poco de la cintura de aquella chica para llegar casi hasta sus tetas y quedar muy cerca de tocarlas – sin llegar a hacerlo – en varias ocasiones. Aquel movimiento la despertó, pues sin ser muy obvia, tal vez para no jalar la atención de su pareja, comenzó a empujar sus nalgas hacia mi bulto con movimientos suaves que le permitieran sentirlo detrás de su vestido.
Las manos de mi esposa dieron el siguiente paso – ¡Vaya paso! – Pues mientras con la izquierda comenzó a sobarse una de sus tetas sobre el vestido, pasó la otra por detrás de su cuerpo y fue directo hacia el paquete de su nuevo amigo para comenzar a sobarlo suavemente. ¡Demonios! Pude ver claramente como la figura que se marcaba en el pantalón del tipo abarcaba toda la mano de mi mujer y todavía sobresalía de su muñeca cuando la vista me lo permitía.
Era mi turno y, frente a mi tenía una chica que según mi apreciación sería tal vez lo mejor que podría conseguir no solo esa noche, sino en los últimos años de mi vida. Mi mano derecha dejó su cintura y abdomen para emigrar hacia su trasero y comenzar a acariciar suavemente una de sus nalgas. ¡Dios mío! Eran pequeñas y firmes, como las de las chicas recién cumplidas en su mayoría de edad que alguna vez tuve en mi vida. Comencé a apretarlas un poco más fuerte y sentí como a ella le causaba una reacción positiva, pues lejos de alejarse de mi movía más su cuerpo y lo acercaba al mío.
Momentos de calentura en intimidad en hotel
Su vestido era corto y holgado, asi que antes de que la idea entrara en mi cabeza, mis movimientos comenzaron a subirlo poco a poco. Se me ocurrió entonces intentarlo bajo riesgo de que aquella chica saliera corriendo y, gracias a que su estatura era casi como la mía, un movimiento rápido me permitió meter la mano por debajo de su vestido y ponerla directamente sobre su piel, primero en la parte alta de su pierna derecha, y luego poco a poco hasta llegar a acariciar su culo enfundado en una tanga que poco cubría de él.
Lo de mi mujer y aquel tipo ya era imparable. Pues mientras yo trataba suavemente a su chica, él se abalanzaba a manosearla por todos lados con una furia que parecía no disgustarle a mi esposa. Sus manos se paseaba por su cintura y sus tetas a placer, tanto que estuvo a punto de sacarle una al aire en varias ocasiones, mientras ella se movía cada vez más fuerte contra él y su mano ya lo masturbaba por encima del pantalón.
No supe si la excitación, tanto mía como de la chica, provenía de mi toqueteo o de lo que estábamos viendo. Pero poco a poco se dejó llevar hasta permitirme meter la mano entre sus nalgas y comenzar a sobar su rajita por encima de la tanga, lo cual la puso de inmediato para girarse de frente a mi y dejar de ver el espectáculo ajeno.
Su mano fue primero a mis nalgas y las apretó fuertemente, luego vino poco a poco al frente y comenzó a sobarme el bulto provocándome una erección, que aunque no era tan notoria como la de su esposo, no pareció disgustarle, pues permaneció muy buen rato tocándolo mientras yo cambiaba mi mano al frente para meterla por debajo de su vestido y sentir su rajita húmeda por encima del interior.
Todo iba viento en popa. De vez en vez desviaba la mirada para ver cómo mi mujer continuaba disfrutando con su compañero mientras yo disfrutaba de mi nueva amiga. Ante ellos nosotros fuimos los experimentados, sin embargo al parecer me llevé de encuentro una de las reglas, pues se acercó a nosotros uno de los guardias y me dijo que no estaban permitidos los desnudos en público – seguramente por el vestido levantado de la chica – y nos pidió que si deseábamos continuar subiéramos las escaleras.
Bastó con que hiciera una seña con la cabeza a mi mujer y aquel tipo para que entendieran que iríamos arriba – había olvidado consultarlo con mi amiga, pero ella parecía bastante dócil – Nuestras parejas decidieron hacernos segunda, asi que los cuatro nos dirigimos hacia las escaleras rápidamente.
Lo confieso, sentía un ardor en el pecho de solo pensar que mi esposa sería penetrada por otro hombre, aun y cuando yo llevaba frente a mi un trofeo que difícilmente podría conseguir fuera de una reunión como aquella.
La situación se complicó cuando el hombre al final de las escaleras nos confirmó que solo quedaba una habitación disponible por el momento, que una de las dos parejas debía esperar, o que podíamos entrar los cuatro en la misma. En automático los cuatro nos soltamos y comenzamos a mirarnos entre nosotros y, tras unos segundos en silencio, la chica que hasta el momento parecía la más tímida, dejó salir de su boca con una vez suave y tenue un: vamos todos.
Entramos en una habitación completamente iluminada y nadie hizo por apagar las luces. Mientras mirábamos a todos lados fui yo el que tomé la iniciativa y ante los movimientos de desacuerdo de mi mujer me acerqué detrás de ella y comencé a desabrocharle el vestido.
La furtiva parejita se acomodó para observar el espectáculo de cómo poco a poco el vestido de mi mujer fue cayendo al piso. Luego pasé mis manos al frente y le arranqué las pezoneras. Ella misma se quedó esperando que le sacara también el interior, pero decidí dejar ese trabajo para aquel tipo.
La siguiente en actuar fue la chica, quien de frente a su esposo le quitó despacio el saco, le desabotonó el moño y la camisa, y dejó caer todo al suelo. Luego de mostrarnos un torso delgado pero marcado, la chica caminó hacia atrás de su esposo y cruzando las manos al frente comenzó a desabrocharle el pantalón.
Pude ver cómo mi mujer tenía la mirada fija en donde la acción estaría. Sus pezones estaban duros y crecidos desde que la había desnudado, y asi permanecieron todo el tiempo. El pantalón del tipo cayó al suelo y dejó al aire un par de bóxers ajustados que escondían una verga notablemente grande a pesar de que ya no tenía la erección. Ambos pensamos que asi lo dejaría, sin embargo la chica no dudó ni un segundo y de un solo movimiento le tumbó los bóxers haciendo que su cosa retumbara de arriba abajo con el movimiento.
Fue imposible ver la expresión de mi esposa, pero pude imaginarla. Tanto asi que la misma emoción que aquello debió haberle causado hizo que rápidamente ella diera el siguiente paso y comenzara a desnudarme para ellos. Su desesperación era notoria, pues mientras los demás lo hicimos lentamente, ella me sacó toda la ropa en menos de un minuto, dejándome completamente desnudo, con mi verga que en erección apenas se veía un poco más grande que la del tipo, aunque con más grosor.
El tipo estaba inmóvil. Miraba a mi mujer y luego me miraba a mi. Su chica se quedó esperando que él tomara el último paso hasta que fui yo quien decidí no aplazar el momento y fui sobre ella. La mujer no opuso resistencia, me permitió desabrocharle el vestido y dejarlo caer el piso, luego desabotonarle el bra y por último bajarle la tanga. Mi esposa por su parte, no aguantó más y ella misma se sacó la pantie para quedar en igualdad de circunstancias con los otros tres.
¿Y ahora? Pensé en mi interior. Pregunta que seguramente se estarían haciendo los demás. Pero una vez más la chica se armó de valor y comenzó lentamente a caminar hacia mi y, una vez que estuvo enfrente, se dejó caer de rodillas, se levantó la máscara y comenzó a darme una tremenda mamada ante la mirada atónita de mi esposa y su pareja.
Mi mujer no quiso quedarse atrás, asi que durante un par de minutos ambos estuvimos viendo como nuestras propias parejas le propinaban bárbaras chupadas al pene de alguien más mientras nosotros veíamos la manera en que lo disfrutaban.
El cuerpo de aquella chica era de ensueño bajo tanta luz. Sus pezones eran rosados y sus tetas firmes y respingadas. Su culo era menudo y respingón, mientras que rajita lucía perfectamente depilada y húmeda. Tal vez sería la calentura del momento, pero cada vez que volteaba a ver el cuerpo de mi esposa me resultaba mucho más atractivo de lo que normalmente me parecía, incluso por momentos llegué a preferir irme sobre sus carnosas y redondas nalgas que sobre las de mi en ese momento compañera.
Me detuve un segundo a pensar y me pregunté a mi mismo ¿y porqué no?. Asi que en el primer momento en que aquella chica se sacó mi verga de la boca di dos pasos atrás y me encaminé hacia donde estaba mi esposa con aquel tipo. Al verme él no supo qué pasaba, asi que retiró a mi esposa pensando que tal vez yo estaba molesto, sin embargo ella entendió a la perfección el movimiento y mientras se ponía de pie iba acariciando mis piernas, luego mis bolas y al final mi pecho.
Intentó sacarse la máscara para besarme pero la detuve por miedo a que la conocieran, asi que simplemente la puse de espaldas a mi y ante la mirada de nuestros amigos comencé a acariciar su cuerpo por delante, mientras intentaba abrir sus nalgas para meter un poco mi verga por detrás.
La noté excitada en exceso. Jadeaba con cada apretón de tetas que le daba, contrario a lo que hacía cuando estábamos en nuestra habitación. Pasaba una de sus manos hacia atrás para abrirse las nalgas y permitir que mi cosa entrara entre ellas un poco mientras con la otra mano ella misma se acariciaba la raja.
El tipo se puso como loco. Comenzó de pronto a masturbarse rápidamente mientras nos veía, asi que nuevamente la chica fue la que tuvo que poner orden y acercarse a su marido por detrás para tomar ella misma su verga y jalarla suave y pausadamente mientras permitía que su marido viera el espectáculo.
Para ese momento estaba seguro de que no quería que aquel tipo penetrara a mi esposa. La veía demasiado excitada e incluso totalmente fuera de control. En su mirada podía ver cómo ni siquiera reconocía quien era el que la estaba tocando, solamente se dedicaba a disfrutar de las manos que se paseaban por su cuerpo.
Lo único que se me ocurrió en el momento fue llevar a mi esposa hasta el borde de la cama, recargarla agachada contra la misma, y con una seña pedirle al tipo que la embistiera por detrás. Como un adolescente desesperado el amigo fue a su pantalón para sacar un preservativo y se lo puso rápidamente mientras yo mantenía a mi esposa a temperatura acariciando sus nalgas, su culo y su vagina. Pronto su nuevo amigo estuvo listo y comenzó a caminar hacia ella.
Me hice a un lado viendo casi en cámara lenta como aquel tipo llevaba ya en la mano su cosa apuntándola hacia la humanidad de mi mujer. Segundos después vino la segunda debacle moral de la noche para mi, pues justo en el momento en que aquel miembro entró en mi esposa y ella lanzó un grito que jamás antes le había escuchado lanzar, sentí una presión en mi pecho que estuvo a punto de llevarme a detener la escena incluso con violencia si fuera necesario.
Me había desatendido de la chica, tanto que ni siquiera recordaba que estaba ahí, sin embargo un fuerte jalón en mi brazo me despertó del letargo y luego de que me tomara por ambos brazos, me empujó lentamente hacia atrás dejándome caer de espaldas sobre la cama, a un lado, muy cerca, de donde estaba el rostro de mi esposa que entre los gritos de placer que le estaban generando se dio tiempo para mirarme.
La chica se montó sobre mi y tomando mi verga con la mano derecha la introdujo lentamente en su vagina. Había olvidado colocarme protección, sentí humedad, calor, pero también una satisfacción inigualable que me impidió levantarme a buscar un preservativo.
Mi esposa paró de gemir cuando vio que mi boca se abrió durante un momento para disfrutar del calor de un nuevo cuerpo. Era un animal sobre mi que se movía con un ritmo tan perfecto que permitía ir a la par exactamente con la entrada y salida de mi miembro en su vagina. Me estaba haciendo disfrutar, me estaba haciendo disfrutar demasiado y mi esposa se daba cuenta.
Mientras aquello sucedía a mi mujer la embestía con tremendos golpes en el culo aquel tipo que no demostraba el mínimo tacto. Seguramente lo disfrutaba, tal vez por el dolor, tal vez por la rudeza que en ocasiones a mi me faltaba con ella. Pero la realidad fue que por alguna razón, tal vez por celos o por experimentar algo nuevo, hubo un momento en que mi mujer decidió utilizar una de sus manos para comenzar a pellizcar mis pezones y apretar mi pecho mientras otro tipo la estaba tomando.
Aquel movimiento revolucionó la escena, pues el tipo decidió hacerle segunda a mi mujer y con una de sus manos comenzar a acariciarle el culo a su esposa mientras ella bailaba sobre mi. Mis manos fueron a las tetas de mi amiga, y después una de ellas a las tetas de mi esposa. Caí en éxtasis al tener cuatro senos a mi disposición mientras mi pene estaba ocupado en la vagina de otra mujer.
El tipo salió de mi esposa y comenzó a moverla de lugar con movimientos bruscos para acostarla a un lado mío y tomarla con sus piernas abiertas, pero ella no lo permitió. Se quedó acostada viendo simplemente como otra mujer estaba sobre mi hasta que su mirada fue tan pesada que la chica decidió bajar.
Agradecí el momento, pues no tardaba mucho en terminar con tanta excitación que tenía encima. Mi esposa dejó claras sus intenciones, pues se acostó en la cama y abrió de par en par las piernas mientras me miraba fijamente a los ojos, como diciéndome que había sido suficiente de preámbulo externo y quería que fuera yo la que la hacía terminar.
La chica lo entendió y se hizo a un lado mientras yo me puse de rodillas para penetrar a mi esposa y hacer que aquellos gemidos continuaran. Sin embargo la chica parecía ser la más morbosa en ese momento, pues se puso en cuatro quedando muy cerca de mi y de mi esposa para que su marido la penetrara por detrás.
Nuevamente el éxtasis me invadió. Escuchaba gemir a mi mujer y luego los suspiros de la chica muy cerca de mis oídos, pero aquel descanso me había puesto de nuevo en la carrera, asi que no me dejé llevar por el momento y decidí aguantar un rato más.
El tipo fue el primero en descargar con un gemido tan fuerte que hasta nos sacó de concentración y, no se si tuvo que ver con escuchar a su nuevo amigo, pero en un microsegundo mi mujer comenzó también a tener un orgasmo sin dejarme terminar a mi.
Se dejó caer sobre el piso dejando a su mujer insatisfecha en la cama. Mi esposa los miró y entendió que aquello no había terminado, pero antes de que pudiera hacer algo, la chica se montó sobre las piernas de mi mujer detrás de mi, y con sus propias manos sacó mi verga de dentro de ella y comenzó a jalarla fuertemente mientras se masturbaba rozando su vagina en la pierna de mi esposa – ¿Qué cómo lo se?, simplemente porque muy molesta mi propia esposa me lo contó días después –
Terminamos prácticamente al mismo tiempo. Ella sobre la rodilla de mi mujer, y yo sobre su torso, dejándola ahí tirada con fluídos de tres cuerpos distintos sobre su piel.
Abruptamente se terminó todo. Los cuatro sin decir palabra alguna comenzamos a medio vestirnos y salimos de aquella habitación. Quería detenerlas a ambas y agradecerles aquel momento único en mi vida, pero me contuve y me dediqué a caminar detrás de los tres.
Cuando llegamos a la sala me serví un vaso entero de refresco y me levanté la máscara para beberlo de un sorbo. Mi mujer se acercó a mi y simplemente me dijo: Vámonos antes de que alguien más nos aborde.
Subimos al coche y cuando encendí el aire acondicionado me di cuenta de que mi esposa había perdido las pezoneras y la miré con una sonrisa en la boca. Ella puso sus brazos sobre las tetas demostrando aquel pudor con el que yo la recordaba y, que momentos atrás se había quedado en el baúl de los recuerdos.
¿Volveremos a hacer esto? Le pregunté cuando llegamos a casa, a lo cual ella respondió en voz muy baja con un: Definitivamente.