7 – SAMHAIN. Sombras oscuras.

143.
Un roce me despertó, tardé unos minutos en despejarme del todo y puse antena. Estaba desnudo, no en una cama, la textura del tejido era rara ¿Dónde estaba?, me mantuve inmóvil, recabé datos con el oído, y percibí su respiración, y la memoria actualizó mi desconcierto, Livia, y su cábala.

Giré despacio mi cuerpo, la oscuridad era total, pasé la mano por la sombra, estaba acurrucada, encogida y eso que hacía calor, al menos yo empecé a sentirle, y mis dedos captaron sus poros, al paso de mi mano emergieron, reconocían mis dedos.

Aproximé mi rostro al suyo, pude escuchar como tragaba saliva.
– Tenías sueños inquietantes ¿Tienen que ver conmigo? – Preguntó en voz baja.
– Mejor no respondo, nueva pesadilla ¿Y tú?
– Muy bien, me hubiera gustado abrazarte, no dejarte solo en el horror, pero este suelo no lo permite, debimos ir a la cama.
– ¿Y tu cuerpo? – Pregunté con cautela, pensé que no debía hacer esa pregunta.
– Bien, apenas me molesta tu entrada, supongo que el semen hizo algo bueno. Me gustó la sensación de cuando escapaba y se enfriaba.
– ¿Y tú pensamiento de mi estrategia?
– Fue fríamente correcto, a toro pasado y reconozco que me envolviste y terminé entrando en tu juego. Ahora, me siento bien, estaba aterrorizada pensando en esos instantes de la penetración y según pasaba el tiempo se agravaba, incluso pensé en aplazarlo, sin embargo fue mejor de lo que esperaba.

– Eres joven y todo tu cuerpo es blando, nada comparado con las maduritas. Y por otro lado, tu cuerpo reacciona perfectamente, he tenido las respuestas que buscaba, el tiempo está a tu favor y si te aconsejo que selecciones con mucho cuidado y detenimiento a quien sitúas entre tus piernas.
– No te comprendo – Dudas en su tono.
– Yo he estado entre tus piernas por qué tú lo has consentido, yo no podía hacerlo sin tus señales, y hubiera sido un error por mi parte, hay que saber descifrar las señales naturales de la hembra, y todo lo que no sea así, termina en desastre, sobre todo para la hembra, su sexualidad está destrozada de por vida.
– Tengo una duda, y aunque ya es tarde debido a que estás en mi interior.., ahora pienso, la verdad es que no me atrevo a preguntarte.

– Sé por dónde vas. La empresa donde trabajo, todos los años nos obligan hacernos un reconocimiento médico exhaustivo, incluido el de semen, y que esa mañana temprano en ayunas, me llevo a una amiguita, a la doctora le dije que no era amigo de hacerme pajas de ninguna clase, tampoco de las mentales y causó sensación que llevara compañía femenina para esos lares.
– No sé por qué no me sorprendo.
– Piensa que puede haber contagios en los servicios, sobre todo en el vuestro y entiendo que la empresa se ponga la tirita antes que la herida, puedo enseñarte el último, es de febrero.
– Eres un saco de sorpresas.
– Tengo un don, se dice que es una enfermedad, percepción y sirve para lo fundamental de la vida. Somos dos sombras, la naturaleza humana se reconoce por el sentido de la vista, nuestros ojos nos proporcionan detalles que comparamos con nuestra escala de valores.

Un ejemplo es la belleza, el sentido de la vista es esencial, pero yo no baso en el, mis mujeres son feas, del montón si quieres verla en conjunto y en esa elección no entra el sentido de la vista, no, se lo dejo al instinto.
¿Cómo crees que soy? – Tono cariñoso.

Llevé mis manos a su rostro. Primero puse mis dos manos ocupando desde la frente hasta la punta de la nariz. Recorrí toda su piel, cejas, rocé las pestañas, volviendo a la frente y nacimiento de su pelo, sorpresa, debía de ser largo, y le sujetaba con algo cilíndrico, ¿un punzón?, me dio que pensar, no estaba mal su proceder.

Su boca, me lo sabía de memoria. La medida era perfecta y separó los labios cuando las yemas de los dedos les exploraban. No entré en su trampa, me tentó meter los dedos en el interior de su boca, y mi instinto me dijo que estaba equivocado, su boca estaba reflejando a otros labios, era una señal. Detuve mis dedos.
– Me atrevo a asegurar que la geometría de tu rostro es perfecta. Tu rostro es rectangular, dispones de mandíbulas rectas, tu rostro es pétreo, y no quiero pensar cuando te enfades.
Silencio, sus dedos rozaron los míos y los cogieron, nuestros dedos quedaron entrelazados en su rostro.

– Enviado eres astuto. Tienes razón, cuando me enfado mi rostro se viste de piedra. Pero no has respondido a mi pregunta.
– No eres del montón, y me atrevo a asegurar que practicas algún deporte. Tus muslos me lo dijeron y tu pelo, sudada me gustaría comerte.
– No me enciendas, has descifrado mis códigos, del cual haces gala y eso que procuraba esconderles. La pregunta final me gustaría que tuviera respuesta adecuada, no escueta. ¿Te gustaré?
– Si te aceptaré, y más de lo que piensas. Aunque seas más fea que un insulto. Hay detalles que desprendes sin querer. Tu tono de voz es una llave que despiertan mis instintos. Pocas mujeres lo consiguen y este halo de misterio que hemos montado es una sólida base, con los ojos cerrados te acepto y sé que no me equivoco.
– Me aceptas, ¿para qué? – Tono cauteloso.
– Eres una de mis mujeres.
De nuevo silencio, me abrazó pegando sus labios en mi oreja derecha, suspiró lentamente, ganaba tiempo.
– ¿Puedo hacerte una pregunta muy personal?
Tono cauteloso, no supe por dónde iba.
– Adelante, no te quedes con duda alguna.
– ¿Tienes hijos? – Tono prudente.
– Si, dos chicos y una chica. Héctor-Carlos, Carlos y Carla.
– ¿Cómo decidiste esos nombre?, no parece que te molestaras mucho.
Su tono era de perplejidad. Dudas.
– Tiene su lógica. Mi exsuegro, ya fallecido se llamaba Héctor-Carlos. Me casé con su hija Estefanía, te voy a rebelar un detalle que más adelante te explicaré. Estefanía es tartamuda.
Me cortó su risa contenida. Y que dejó escapar, pero el movimiento de su cuerpo lo dejaba muy claro.
– Te gustan las mujeres defectuosas, por lo que veo.
Tono de guasa.

– El padre de Estefanía tenía un clan, que sigue existiendo, cazadores para más detalle, fueron su guardia pretoriana y existe un misterio, esto me lo contó su hermana, ya que su esposa yace en una tumba tosca, lejos del panteón familiar y me confesó, que su hermano sabe que no es el padre de Estefanía, y que tiene la sospecha que es uno de sus hombres de confianza, uno de la guardia pretoriana.
– Hostia, que interesante. Tío sabes dónde meterte.
– Parece que pegaba a Estefanía cuando era niña, descargaba su ira en ella, aunque su hermana siempre se interpuso, el caso es que Estefanía tuvo y tiene muchos traumas.

– Ya veo ciertos paralelismos con Isidra.
– Si, bastante parecido. Ahí empezó mi nueva vida. pero no exenta de sorpresas, esa chica de 18 años tenía una fuerte carga de maldad y frialdad hacia los hombres, y yo pagué parte de la factura que contrajo su padre.

Pero dejemos esto, ya te contaré esa parte de mi vida, el sexo con la tartamuda fue diferente, demasiado, perdió su virginidad casi sin saberlo, solo te diré que pensaba que el sexo siempre dolía a las mujeres, cuando los hombres le metían eso tan gordo en un lugar tan pequeño y volviendo al tema. Tú no lo eres e Isidra tampoco, sobre todo por qué fue un accidente.

Pero la señal de alarma se había encendido en mi cerebro.
– Enviado, tu lógica es infantil, Isidra es inválida para todos los efectos. Y follarla como tú lo has hecho nos ha sorprendido, sobre todo los informes que tenemos, y eso nos demostró tu debilidad, nadie mira a una tía en un carro, y me gustaría saber cómo se comportó, y si ella era capaz de armonizar sus movimientos cuando tú la embestías. Tampoco estás iniciado para comprender ciertas confidencias, que no debería contarte.

Mi alarma se fue transformando lentamente en aprensión.
– Siento tus temores, tu piel se está enfriando.
– ¿Isidra finge?
Pregunté con un tono inaudible.

– No, no lo hizo debido a tu respuesta, tú no eres como los que han pasado por esa misma prueba, te pierde tu forma de ver las cosas, y decir lo que piensas, no esconderlo como deberías. Aunque he de reconocer tu sensibilidad y sobre todo debilidad.

Conmigo fu tu forma y lentitud en poseerme, en disfrutar de mi cuerpo, y basado en lo que me has hecho sentir, me ha hecho cambiar un poco el plan, mereces saber lo que la verdad esconde.

– ¿Esto es una encerrona? – Tono de alarma.
– No exactamente, Isidra me contó todo y he podido comprobar que no tergiversó nada, y le doy la razón en todo ya que incluso me reveló secretos, y me advirtió que dejara seguir el curso de sus planes, escapar contigo al cabo de Gata, cierto es que está enclaustrada en ese recinto, yo soy libre pero ella no, precisa de cuidados y ve esa aventura como una forma de respirar.
Sus palabras me bloqueaban, mi cerebro era un caos.

– Enviado es un alias muy adecuado, y voy hacer un trato contigo, será sellado de forma hermético con sangre, de esa forma estaré segura de que no escaparás ¿Qué respondes?
Meditaba dentro de mi bloqueo y ella no me daba cuartel.
– Mi mano la tengo en el clítoris, y me estoy excitando desde que comenzamos a hablar y la causa eres tú, quiero que sustituyas a mi mano y te aseguro que sigues dentro de la vagina.

Obedecí lleno de incertidumbre y sentí su mano en el pene, y la otra alrededor de mi cintura. Su mano se cerró suavemente agarrando el pene y despacio la movió, procurando que el prepucio retrocediera y volviera a su postura sin descubrir del todo al glande, al que ella rozaba a con los dedos.
– Esto marcha, escucha con atención. Esta tarde antes de irte lo firmaremos, tendrás tu copia, se trata de una transacción comercial sexual-económica, por ese orden.

El proyecto iniciado hace un par de años, era de repoblación de los terrenos de la familia, son muy extensos y la familia no engendra lo que debía, hay pocos niñas y menos niños, y un estudio que encargamos nos dijo que estábamos condenados a la extinción a largo plazo, es decir en ochenta años más o menos.

Del miedo pasé al enfado, pero refrenado, puse mi parte de esa costumbre de desaprovechar ninguna mujer, la vida es muy corta y no sabemos qué y cuándo nos puede imposibilitar follar.
– Los viajes compartidos es una base adecuada, normalmente esos tipos suelen ser promiscuos, como se ha demostrado, aunque falla en cuanto a la sensibilidad, un don que pocos y pocas disponen, ya que es de procedencia natural, la sensibilidad no se puede aprender, la base suele ser el origen ancestral y sabemos mucho de lo natural, tu pensamiento es complicado, pero sirve.

– ¿Y la contrapartida?
– Una parte de esa tierra de repoblación, un edificio de tu gusto y gastos generales pagados. Disfrutarás de total aislamiento y podrás dedicarte a la buena vida, aunque todo esto precisa de una prueba inicial, es decir, que tanto Isidra como yo engendremos, y el resultado será estudiado, si ambos recién nacidos son correctos, se cumplirá el acuerdo y si no lo fuera, serías pasado, tan solo cierta cantidad de dinero por las molestias y serías olvidado.

– ¿Y si quisiera tirarme a Flavia?
Silencio por su parte, sorpresa.
– No pensaba que te gustara esa serpiente.
– El morbo es un excitante, calenté los cascos a todo el personal de cocina, cuando les fui diciendo como llevaría a cabo tu desfloración, aunque no se ha cumplido nada, tengo la seguridad que todas habían mojado sus bragas. Incluida Flavia.

– No ha dicho nada y es raro. Ten cuidado, lo mismo te encuentras con lo que no esperas, es una mujer dura, ha tragado de todo y no hablo de comida, es una mujer maltratada por ese gilipollas, Stu, mi padre, aunque lo pongo en duda, no nos parecemos en nada, y que está encerrado en su complicada vida.

– ¿Te has planteado, si se enteraran que estoy al corriente?
– Sí, pero no es como piensas. Fui una niña precoz, mi mente no iba con mi edad, con ocho años empecé a ver follar, escuchaba lo que decían esas mujeres de la familia, incluso cambiaban de pareja de vez en cuando, y las ancianas se divertían, incluso había sexo comentado, es decir, ese grupo observaba como follaba la pareja.
Hice la primera paja a un primo mío, era cuatro años mayor, y se las daba de hombrecito, le demostré que la fuerza estaba en mi mano y en mi boca, él también había sido espectador de cómo sus padre follaban.

Incluso las criadas le pajeaban, y el las tocaba, yo no se lo permití, no se daba cuenta de que yo aprendía las debilidades de los hombres.
Se folló, bueno, intentó follarse a una criada, pero nada más acercar su colita a la entrada de la vulva se corrió, apenas fabricaba semen, le dio un ataque de nervios, que la criada supo calmar, y fue sencillo, esa colita entró en su boca, una felación tipo pirulí, y el niño se calmó aunque traumatizado.

Esa criada ahora vive en su casa, es su hembra y solo se dedica a proporcionarle sexo y placer, al margen de que es con la única que puede tener sexo, lo ha intentado pero no puede, termina en una crisis de ansiedad, y para más detalle, él tiene una costumbre, no sé si es correcta o no.

Tú te tomas tu tiempo, primero tienes la costumbre de recorrer el cuerpo de la mujer, supongo que es una forma de ponerte en marcha, me gustaron mucho y sentí cierto placer desconocido, cuando tu lengua recorrió las areolas, mis pezones se endurecieron requiriendo el mismo trato, que les diste y mis pechos me parecieron de piedra, y la suma de todo, en tu cerebro se convertiría en placer, pues algo parecido le pasaba a él, cuando metía la nariz en la entrada de la vagina, su pene se endurecía a la misma velocidad y ella le calmaba, sabía llevarle.

Su padre, uno de los que verás, cuando se enteró de lo que ocurría entre su hijo y la criada, se preocupó, pero su mujer, una listilla que también conocerás, le paró en seco, le dijo que cuidado, que esa chica, mujer le estaba llevando por el buen camino, no se había aprovechado del chico y que se decía entre la servidumbre que le había tomado a su cuidado, y era cierto, le trataba como a un hijo y era mejor que su madre en todos los aspectos.

Ahora es un tipo estirado, y sigue necesitando a su consejera, dejó de ser sirvienta y aunque no odia a las mujeres, pero de vez en cuando se le acerca.

No era raro, el sexo tiene las dos vertientes, el principio es básico, claro que esta tía era precoz y eso le daba esa autoridad que desprendía, aunque si pude descubrir finas grietas en su mente, de atisbo lejano de inocencia de niña.

– Yo tuve mucha suerte, con la primera mujer, y las que la siguieron. Me di cuenta que ellas son la base de la vida sexual, con y sin sentimientos.
Livia continuó.

– Sellaremos con sangre que nadie, absolutamente nadie se enterará de que estas al corriente de la trampa en que has caído. Yo mientras mal dormías pronuncié unas palabras, cuyas palabras me han comprometido contigo, si se demostrara que fueron falsas, no me quedaría nada, sería lo mismo que la mierda que soltamos todos los días, me infectaría a mí misma, y la causa es que se de tu poder, como ahora siento que te defiendes de mí, noto el miedo, y que te lleno de temores – suspiró -, me está llegando un orgasmo…, espera.

Era cierto, su cuerpo tembló levemente. Mis dedos se movieron muy despacio, llevándome humedad del sello roto, ese anillo vaginal endurecido. Volví al clítoris rozándole levemente y con pausas.

Me estaba despertando, tenía levantado los escudos y por encima del borde avalué mis posibilidades y fue cuando me di cuenta de un detalle, que su revelación impidió funcionar a mi cerebro. Traicionaba por mí, ella misma se había metido en una cruel encrucijada.

– Mi pelo largo está sujeto con una punta de madera de roble, tiene una funda para que no me dañe. Esa punta fue hecha con mi primera menstruación, y afilada con mi segunda. Posteriormente se perfiló dejándola limpia de está desinfectada, pero en su interior está mi primera vez, como esa sangre que has bebido.
El Punzón nos producirá una herida, yo te la haré a ti y tú me la harás a mí. Estudiaremos el lugar adecuado del vientre, de forma que cuando embistas, se encuentren, se rocen y nuestra sangre se mezcle mientras me follas, seré como una muñeca ya que mis palabras en el despertar del placer que pronuncié para ti y ver como ese ensayo donde me maravilló tu sensibilidad, por eso traiciono a los míos, no te quiero como enemigo, soy tuya de por vida.

Tragué saliva con dificultad, se me hacía muy cuesta arriba el fondo de sus palabras. Cierto es que me apetecía su cuerpo, era como un brillante imán que me cegaba.
– ¿Cómo puedo creer tus palabras?, esa mezcla de sangre ya la tengo, y es sencillo de quebrantar.
– No, no es lo mismo, esa sangre se mezclará durante la penetración, al quedarte quieto las dos heridas estarán juntas y habrá vínculo, que para mi será inmortal. Y es el momento, vamos a mi cama, es el momento.

No comprendía como podía no chocar con los muebles, y de repente me empujó, caí encima de algo blando, volvió a empujarme dándome la vuelta y sentí como su boca se hacía con el pene….. Y fue cuando sentí que clavaba el punzón en la parte exterior del muslo derecho.

Le removió, el dolor era lacerante y ella mientras cerró la boca sujetando el pene para que no me apartara, sentí la presión de los dientes, me haría daño en el glande si intentaba liberarle. Abrió la boca liberando al pene a la vez que retiraba el pincho.
– Cambié de idea, es mejor el muslo, tus embestidas dejaron su huella en la parte interior de los muslos, ahora te diré dónde hacerme la herida, no te importe el daño, será una forma de pagar mi traición.
– De ninguna forma, no veo nada.
– Yo te guiaré, puedo precisar esa señal del rozamiento cuando me penetrabas.
– No, me niego.

Tiró de mí poniéndome encima, separó sus piernas situándome, sus dedos húmedos en mi herida, me apartó empujándome con el cuerpo y pude escuchar como resoplaba, el movimiento de su cuerpo al hacer más grande la herida, y de nuevo me puso encima.
Separó las piernas y metiendo sus dedos en ese lado de su muslo, comprobó que las heridas estaban juntas.
– Y ahora, Enviado. Móntame, cabalga despacio, como me has enseñado, armonizaré los embistes al penetrar en mi cuerpo y llévame al éxtasis como hiciste al desflorarme.

Mi mente escapó de allí, mi cuerpo se comportó de forma automática, pero la herida molestaba, supongo que a ella le pasaría lo mismo, aunque sus gemidos eran guturales, ahora exigía de esa primera experiencia y fui más despacio, sentí como ella relajaba las piernas ya que antes presionaba para que las heridas se rozaran y de su boca empezaron a salir gemidos que parecían quejidos, una mezcla de palabras incoherentes y gemidos.
Sus manos estaban aferradas a mis costados, y de vez en cuando tiraban atrayéndome a su cuerpo. Y sorpresa, sus piernas se cerraron como una tenaza detrás de las mías, tensó el cuerpo arqueándole gritando, que no aguantaba más, pero mis dedos seguían en su clítoris, era hora de subir de nivel.
Su cuerpo quedó tendido, relajado, sus manos me soltaron, y fue cuando pasé mis brazos por debajo de sus brazos, mis manos sujetaron sus nalgas y situándola correctamente, empecé a profundizar, ella viajaba en los brazos del placer mientras yo paladeaba las paredes de su vagina, manejaba su cuerpo a mi antojo, ella desmadejada gemía en silencio cada a la vez que su cuerpo temblaba, sus orgasmos era continuos, busqué su boca, babeaba, ella mordió mi labio inferior.

– Córrete, yo lo he hecho dos veces – Exclamó arañando mi espalda con sus uñas.
Pero no podía, mi mente estaba en el engaño. El cerebro y el pene habían perdido la comunicación, seguía despacio y ella entre gemidos reclamaba mi orgasmo. Me detuve, solté su cuerpo quedando tendida en la cama, seguí dentro de ella pero inmóvil, no sabía qué hacer.
Minutos después ella se removió, empujó, pude escuchar un nuevo gemido que escapaba de su boca. Pareció despertar de golpe.
– ¿Qué te ocurre?, no te has corrido.
– Me has bloqueado, he perdido el norte.
– Tío, eres de efectos retardados.
Dijo empleando un tono condescendiente.

Me empujó apartándome de encima de ella y se recostó a mi lado, sus manos encontraron el pene y sentí sus labios presionando el glande, y como se lo introducía en la boca, y con la lengua empezó su juego, mientras pensaba, me quedaba poco tiempo, ya que cuando terminara exigiría mi respuesta a su plan, que no terminaba de convencerme.

Mi otro yo, ese otro que vive en nuestro cuerpo, el que nos hace cometer fechorías, ese desalmado me lo dejó muy claro. No firmes nada, todo de boquilla y tampoco hagas nada de lo que puedas arrepentirte, y analiza cada paso que des y sus consecuencias, este lío en que te has metido, tu puto viaje compartido como si no tuvieras suficientes mujeres, te ha llevado a un callejón y este callejón debe tener alguna salida, pero esas dos tetas y esa vulva te tienen enganchado, y te recuerdo que en este polvo, te has olvidado de sus tetas, y que te sirva de lección.

Cambia tu forma de pensar y hazlo en modo lucrativo y no hablo de dinero, esta tía es un caramelo de primera y tú siempre te metes en vulvas más viejas, este puede ser una de las ventajas, recuerda lo que te bebiste, ese deslizante fluido, ha eyaculado en tu boca, pon las piezas buenas y malas en la balanza y sopesa.

– ¿Dónde estás?
Su voz me hizo volver a la realidad.
– ¿Qué has dicho? – Pregunte de forma atropellada.
– Tío, te has corrido en mi boca, me salí con la mía, tu semen ha entrado en mi cuerpo por los dos agujeros que tenemos las mujeres, el oído no cuenta.
Me dejó pasmado, no me había enterado, había prestado toda mi atención a mi otro yo, el malvado. Pasó su pierna por encima quedando con cada pierna a cada lado de mi cuerpo, se agachó rozándome son su nariz.
– Exijo una respuesta afirmativa.

– Mi otro yo, el malvado me ha aconsejado que nada de papeles, nada de firmas. Yo no voy a ser un monigote, es decir, mi cometido es embarazaros y que ese ser sea normal, y en cuanto al sexo de ese ser, debemos plantearlo antes del polvo, ya que quien decide cuándo, será el resultado de ese nacimiento.
No dijo nada.

– Ahora, en estos instantes, si te he embarazado, será niña, tú has tomado todas las iniciativas, no en el caso de Isidra, aunque tampoco estoy muy seguro, mi cansancio os deja el terreno libre, por tanto, si todo va para adelante, serán dos niñas.
– Muy seguro te veo, y eso de que hemos decidido nosotras ¡y un cuerno! Te has hecho de rogar, por tanto esa vaguería puede haber decidido otra cosa. El enviado cuenta, parece que ya has cambiado y estás cambiando el destino de mucha gente que hay aquí, incluso la de mi escolta. Me dijo que descubriera eso que desprendías, ese silencio que guardaba no era timidez.
– Debo de mostrar tu acuerdo por escrito, la experiencia nos ha demostrado que la palabra no sirve.

– Hay otro problema. Mi trabajo, no tengo intención de dejarle, todos los días tengo que afrontar desafíos que llenan mi vida y hay que pensar en la vejez.
– En cuanto a ese detalle, no tendrías problema. Aunque lo que tú propones no se si lo aceptarán, tienes que estar aquí.
– Estoy en contra por otro detalle. Las tías que tengo, las dejo respirar, no estoy encima de ellas siempre, solo cuando lo requieren y ese sistema funciona, no hay agobios de ningún tipo, me llaman o las llamo, si les interesa quedamos si no, otra vez será, pero no todos los días lo mismo.

– Entiendo – Dijo arrastrando la palabra.
– No entiendes, yo puedo venir y marcharme, ir y venir, cada uno a su vida, no esa forma empalagosa. Reconozco que eres una caramelo, pero quiero que sepas, que a ti hay que paladearte con profundidad, es decir, no me has dado tiempo a recabar información de lo que me has hecho sentir ya que no solo es el placer, yo tengo otra sensación que parte de mi lado oculto, donde nadie tiene acceso y tú has dejado algo en ese lugar que me preocupa.

– Lo que mi cerebro guardó en ese momento, en el instante que tu himen se desgarró quedó grabado, pero fue tan sutil que quiero saber por qué llegó hasta ese lugar inaccesible.

– Me asombras, yo no le di importancia alguna.
– Somos dos desconocidos y es normal, pero ignoras que es lo que más valoro de una mujer, precisamente en esos momentos de intimidad.
– ¡meter! ¡meter y meter hasta el final! ¿hay algo más?
Tono desdeñoso.
– Somos dos sombras con vida ¿Y esto?
– Un juego sexual, tiene su gracia.
– No estoy de acuerdo. Te has entregado a una sombra, nos confundimos con la oscuridad de la habitación ¿es normal?
– Es un juego, no le des más vueltas.
Tono prudente, deduje que no sabía el significado de mis palabras.

– Te desafío a un desafío por tu parte. Procura no descubrir nada de mi persona, ni de tu escolta, él puede describirme y esperamos resultados de tu interior, nos queda tiempo para otro polvo tranquilo. Yo seguiré mi camino, Isidra no se va a dar cuenta de lo que me has contado, por tanto tu traición estará solo entre nosotros dos y yo haré como que no me he enterado de nada.

– ¿Y ese proyecto que hay en marcha?, debo dar alguna pista de que no te escapas.
– Sencillo, diles que volveré algunos fines de semana, eres una jovencita muy apetecible y que ese hambre no se sacia con una madura.
– No se si les convencerá.
– ¿Isidra tiene órdenes al respecto y que te influya?
– No lo sé, Isidra va por sus caminos difusos, vive en su mundo y no sé qué la ocurrirá cuando le lleves a esas playas, seguro que tiene calentones pensando en estaréis solos, fuera del control parental que es la familia. Y que se va a poner en tus manos, algo que la debe de poner a cien.

– Toma otro camino, aunque no quiero que rompas las sombras que nos rodean, y tampoco quedaremos en otro lugar, este lugar tiene nuestra impronta y la magia puede desaparecer, si así fuera, ya no contarías conmigo. Para mí la mujer no es un par de tetas y una vulva, hay algo que no sabes, eres muy joven y te lo voy a confesar.

Lo que más deseo de una mujer, es el abrazo. Sentir sus brazos que me rodean, mi rostro acurrucado entre sus pechos y sentir sus latidos, su piel, su transpiración, su ser.
Si pudiéramos escoger nuestra forma de morir, la mía sería de esa forma, abrazado por una mujer.
Silencio, podía escuchar como su respiración se aceleraba despacio. Se tomó su tiempo.

– ¡Joder tío!, me dejas sin palabras. ¿No se abrazar?
– No – Tajante el tono empleado.
– Me he entregado a ti, te lo dije mientras dormías, me has conquistado y no se me pasa por la cabeza tener a otro tío entre mis piernas.
– Pero no sabes abrazar, el abrazo del que hablo, está construido sobre una base, el sentimiento. No trato de reclamarle ya que acabamos de conocernos. Eso nace desde muy adentro. La amiga, la borracha a la que cuido, si sabe hacerlo, y no lo confundo con el agradecimiento, la he salvado la vida y nunca me la he tirado, pero si accedo a darle mi calor, aquel calor de aquella madrugada, aquella primera vez que no entraba en calor.

Tuve que lavar su vómito, y darle mi calor. Ella despertó el domingo entre mis brazos, y me confesó que lloró en silencio de pena y vergüenza, supo que la había salvado la vida. Y fue cuando me abrazó, cuando desperté me sorprendí viendo sus pechos desnudos, me alarmé rebuscando en mi memoria, y ella me habló, el cambio de respiración y el roce de mis pestañas en su pechos, hizo que se diera cuenta que había despertado.

Me dijo que estuviera tranquilo, que no me la había tirado. Ella no tenía ni idea de lo que me hizo sentir su abrazo, y no se trata de entrenarte, nace de dentro, de muy adentro, tampoco se lo dije, a ti si debido a que estás limpia de malicia y debes saber cosas que mucha gente esconde.
El silencio reinó durante muchos minutos, su respiración se había alterado.
– Ignoraba lo trascendental de un abrazo.
Tono lánguido. Preocupado diría.
– No te equivoques, en cada uno de nosotros todo es diferente y lo puedes comprobar ahora mismo.
– ¿Cómo?
– Cuando nuestros cuerpos desnudos se encontraron, analiza desde el principio hasta ahora. Pero hazlo con detalle y piensa que más te desconcertó, que más te gustó pero sobre todo busca el misterio, algo que sintieras en un momento determinado, esa mística que aparece de vez en cuando.
Pego su rostro al mío, sus labios estaban muy próximos a los míos y su respiración estaba alterada.
– Siento decirte que no encuentro nada de lo que mencionas, no he encontrado ese misterio, tan solo hubo unos instantes cuando entraste del todo, ya despejada la entrada.
Sentí una ola de calor, como si algo explotara en mi cerebro y me sentí muy mojada en ese suave estallido, además pude percibir cierto latido del pene. Pero de mística nada, todo lo siento físicamente.
– Piensa que no has terminado de empezar, yo no me di cuenta hasta pasado unos años, fue cuando comparé todo de todas, con cual me sentía mejor, no hablo de follar, hablo de la proximidad, de estar a su lado.

– Podía hablarte de Sara, es una mujer mayor, quizá esté cerca de los sesenta o más, se conserva joven, parece tener cuarenta, y es muy delicada aunque sus sonatas no me gusten. Y los faros de mi coche la descubrieron en la niebla que se espesaba.

Delicada aunque tiene prontos, ella me dice que es la edad, que las viejas tienen ese defecto. Sara es diferente, me di cuenta de su soledad, supongo debido a que no le gusta el mundo en que vivimos y ella se había montado el suyo.
Viaja mucho, es muy intelectual y su amplia cultura es extraordinaria, habla tres idiomas, creo, lo digo por sus viajes, escribí su historia.

“Mujer en la niebla”, su coche se había averiado y la encontré en la parada del autobús, que nunca llegaría, la niebla espesaba y la convencí, la llevé a su casa, ese corto trayecto pero su proximidad alteró mi interior.., y ya.

– Lo que digo, eres un saco de sorpresas. Quiero que sepas que me has hundido en la miseria, no pensaba que el sexo fuera de esa forma para ti y me siento analfabeta a tu lado.
– No exageres ni saques las cosas de sitio. Tú tienes que descubrir tu vida.
– Pero el problema es, que cada minuto a tu lado, descubro que no sé nada de nada.
– Te recuerdo, que ya te he dicho, que eso lo descubrí años después y no acabas de empezar.
– ¿Has encontrado algo de interés en mí?
Tono tristón.

– Sí, tu ente. Somos sombras vivientes, con sentidos humanos en esa forma que se mezcla con la oscuridad. Me gustaría ver tus ojos, en un orgasmo, cuando tu cuerpo temblaba de placer, pero ambos dos no lo hemos permitido, hemos puesto en marcha un juego infernal, y ya verás como no me equivoco.
– No descifro el mensaje, sé que algo intentas decirme.
– Que hemos hecho algo terrible, una `puesta en escena de un juego sexual infernal. Tengo grabado en mi cerebro todo lo que brotaba de tu boca abierta, era la respuesta de lo que sentía tú cuerpo, ese goce.

Silencio, abrazó mi cuerpo con fuerza y al oído me susurró, como impidiendo que alguien nos escuchara.
– Has metido en mi cabeza un temor y te pido por favor que me lo aclares, la duda que ha surgido con tus palabras de juego infernal me asusta.
– ¿El sexo será igual con luz?, supongamos que nos parecemos bien y no hay problema alguno de cómo somos de feos ¿Y nuestro instinto? En la oscuridad todo es diferente a la luz. ¿Sabrá asumirlo? Tú no controlas tu instinto, es lo básico de nuestro cuerpo, la suma de los ancestros que no puede modificar, algo así de una día que tienes mucha sed y tú le dices que no, que no tienes sed, esa es la comparación.

Enfrentas la realidad física con la realidad de tu cerebro equivocado y no bebes agua, lo que ocurre a continuación está claro.
– Joder, joder, joder. Tío sabes joder muy bien sin pene, has llenado mi mente de dudas.
Mordió el hombro, tuve que frenarla me estaba haciendo daño.
– Tranquila, todo está por verse. Es una posibilidad. Somos animales de costumbres y hemos escrito varias páginas en la oscuridad, eso cuenta. Puede que no sé cómo pienso.
– Tus palabras son ciertas, y te hablo de mí, me has dado placer rodeada de sombras, y vi cosas que antes pensaba que estaba solo en mi mente, ahora me has hecho ver cierta realidad.
– Sé que no habías bebido ¿Qué viste?
– ¿No dudas de mis palabras?
– No, los sentidos nos hacen movernos por sendas inciertas, utilizo esta frase ya que fue un blog que tuve, hablaba de las que tú me has comentado, debido a que mantenías los ojos cerrados ¿Con que veías esas sendas inciertas?, tu mente lo percibía y no necesitas ojos para traducirlo, ya que el ojo no lo vería.

– Tío me dejas desarmada, parece que tienes respuestas para todas mis dudas…, que me surgieron en tus brazos, mientras mi cabeza colgaba hacia atrás, mientras mi cuerpo era poseído por el tuyo, dándome cuenta de la postura, ya que tus brazos me impulsaban hacia tu poder de penetrarme a tu antojo. Esa imagen permanece en mi recuerdo, ya que veía la oscuridad de otra forma.

– La oscuridad no es la ausencia de luz, existe luz en la oscuridad, pero solo la pueden ver algunos privilegiados. Como el descanso del alma, hay lugares telúricos que lo consiguen.
– Me confundes, y cada vez más.
Era cierto, temblaba.
– ¿Dejamos el tema?
– No jodas tío, has sembrado de dudas mi mente y ahora no tendré descanso, empiezo a pensar en la perversidad de tu mente y esclavizarme, solo ser para tu disfrute.
– No lo necesito. Tú me has revelado lo que has visto, en esa percepción.
– Siento tu poder sobre mí, haría lo que me pidieras ya que ahora, siento que mi vagina se estremece, me llega el recuerdo de ese ensayo, al que venero. Pero también siento tu deseo, prolongas tu hora marcharte de mi lado, mi cuerpo te lo impide, y no sé qué es, pero yo si se que te he amarrado a mi deseo de ti.

Siento aversión hacia Isidra y todo lo que la rodea a este tinglado sexual que hay montado, y si, deseo estar embarazada, deseo ese hijo tuyo y que sean dos, y también has despertado mi odio hacia la familia, mi familia.

Y si pudiera te llenaba de cadenas, te encadenaba a mi cuerpo, siempre juntos y que nada nos pudiera separar, pero sé que la realidad es otra, si te juro que yo he hecho lo mismo que tu pene, ese que se me ha llenado de semen. Yo me he vaciado en ti, en tu boca y en tu mente, lo mío no es semen, ni fluido vaginal, no, lo mío es peor, son cadenas de metálicas enrojecidas y forjadas con la pasión, que has despertado en mi cuerpo y esa cadenas están elaboradas con amor, algo que desconocía, y sé que eres mío, solo mío y le sacaré los ojos si te hace cambiar esa coja de mierda.

Ahora el silencio me llegó, el mío. No le dije que Isidra no era coja, pero mejor dejarlo estar. ¿Desnudaba su alma?, quizá le hacía falta abrir esa válvula de escape, se acercaba la hora del adiós y luchaba con ella misma, con la realidad.

Quedó silenciosa abrazada con fuerza a mi cuerpo. Al oído me dijo que la hiciera el amor, quería sentirme dentro, y fundir su cuerpo con el mío, temía el momento de mi marcha, que estaba fuera de control y desesperada.

Pero el destino es ciego, un cabrón la mayoría de las veces. Un sonido me dijo que la hora había llegado, el ascensor había llegado y las puertas se abrieron, y un lejano sonido nos llegó, el descerebrado cumplía órdenes, era el fin.

– Es la hora – Dije en su oído.
– Lo sé, y he luchado contra fantasmas, mis fantasmas ¿Puedo vestirte?
No respondí, su tono era amargo. Y lo hizo, pero antes de ponerme la camisa me recordó el mordisco en mi hombro, dijo que pensaba hacerlo en el pene para que no funcionara con Isidra, pero no lo hizo.
Tiró de mi mano llevándome a la puerta, la abrió un poco, y retrocedió, aunque no había cambios en las sombras.
– Cumpliré tus deseos, les hablaré de tus condiciones y lucharé por que los acepten, solo te pido una cosa, piensa en mí, solo eso, cuando te la tires piensa que soy yo, entre mujeres solo hay rivalidad y lo sabré, y te juro que tendrás recompensa, no le digas que llevas parte de mi en tu interior, mi sangre provocado por la única parte del cuerpo del hombre que entra en el de la mujer, pero no es tu caso, tú has llegado a un lugar que jamás sospecharía, y eso me hizo ser tuya, nada comparado con el himen, eso fue un juego comparado donde has llegado a penetrarme.

– ¡Maldito hombre! ¡Vuelve!
La puerta se cerró a mis espaldas, levemente me rozó. La tenue claridad de la luz del interior del ascensor, guió mis pasos hasta el, entré sin mirar atrás, mi mente me avisó, posiblemente nunca más la vería, aunque lo dejó en el aire.

El ascensor llegó a la planta baja, las puertas se abrieron y el descerebrado me miraba muy serio, lo mismo había escuchado a su ama, le seguí hasta el coche y de nuevo salió disparado.

No quise mirar atrás, supe que estaba a la vista, que se mostraba, un imán que utilizaba ya que sabía que yo sabía que se iba a asomar y romper todo lo pactado, dejar que la viera fuera de las sombras, pero no, mi otro yo, el malvado reía entre dientes.

– Señor, estoy a sus órdenes. Su coche le tengo escondido, órdenes de arriba, dijo que entendería.
Si pensaba que no me iba a afectar, se equivocaba. Nunca he sido capaz de comprender la mente femenina, y el secuaz clavó otro clavo en mi debilitada mente.
– Señor. Dijo que traicione a la otra.
Moví la cabeza aterrorizado de esta familia, y me asustaba que podía haber hecho a mi espalda.
– ¿Qué sabes de todo esto? – Pregunté cabreado.
– Señor. Dijo que estaba en guerra con el sistema. Que usted le había abierto su mente a la realidad.
– Da la vuelta, llámala y dile que baje. Esto no es un juego.
– ¡Señor! Me avisó que lo haría, y que no obedeciera, debe cumplir su destino ya que está unido al suyo, si se altera el suyo también lo será y no podría resistirlo, me amenazó con matarme, debo llevarle con la heredera.

El hotel quedó atrás fuera de la vista, no necesitaba saberlo ya que espejo del conductor me había permitido ver esa sombra entre los dos visillos separados.
– Está fuera del aparcamiento donde le dejé.
– Sí señor, se encuentra en el aparcamiento de larga duración, y usted se va de viaje mañana, según he visto en las órdenes recibidas hoy para mañana.
– ¿Dónde se encuentra la heredera?
– Señor, está la regente, tengo ordenes de llevarle a la presencia de ambas.

Pensé que era el momento de huir, esto último había sido la gota de mi aguante ya no podía más, era el momento de coger el coche y huir de este lugar, sin embargo Livia me dijo una verdad y la realidad, es que me había encadenado a ella, a su cuerpo, a su calor, a su voz, a sus pechos, a su vagina, y a su alma ¿Era otro plan por si fallaba el primero? Y que ella se la había saltado, solo esperaba un interrogatorio, querrían saber que sabía, lo digo por la reacción de Livia, y no se habría quedado quieta, lucharía.
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