Me despierto cerca de las ocho, en las pantallas veo a los niños correteando por el pasillo y el salón.
Con los uniformes del colegio salen con su madre hacia la puerta.Ana debe haberse ido ya que no la veo. Pero oigo hablar a Mila desde el recibidor. Son relatos de confesiones de buena mañana, de un padre aturdido.
Mila.- Ana, si no quieres ir sola yo te acerco cuando vuelva de llevar a los niños.
Ana.-No, déjalo mama. Iré sola. Tengo que ir acostumbrándome.
Veo salir a Ana de su habitaciónón restregándose los ojos medio dormida y haciendo un gesto de burla sacando la lengua a su madre, aunque no puede verla.
No utiliza el baño del pasillo y entra en el de nuestra habitación, se sienta en la taza del wáter para sus necesidades y se quita la blusita y el pantaloncito corto que se pone para dormir.
Desde que la bañaba con cuatro o cinco años no la había vuelto a ver desnuda.
Se acaricia los pechos, como dos medios limones. Las aureolas pequeñas y rosadas y unos pezones apenas visibles. Al acercarse hacia el lavabo para cepillarse los dientes, la cámara la enfoca de frente y admiro su pubis cubierto por un suave vello, del mismo color del pelo pero algo más oscuro.
Físicamente se parece mucho a su madre. Ya aparecen las curvas que definen su femineidad, sus piernas largas y finas de muslos suaves coronados por un culito redondo, como tallado por un artista, respingón.
Es muy bella. Me avergüenza espiar a mi hija, pero no puedo evitarlo, quiero saber que hace, como es. Ha cogido un objeto de un cajoncito del mueble y entra con él en la ducha. Realiza extraños movimientos, al igual que su madre. Es raro.
Observo a través del cristal borroso por el vapor y el agua, que parece entretenerse en sus partes bajas, parece que se está masturbando.
Confesiones de un padre viendo la masturbación de su hija
Cuando termina de asearse va a la habitación de la madre donde saca, de un cajón de la cómoda, un tanga muy pequeño. No debe cubrir nada.
Unas medias de color arena, liguero y un pequeño sostén de media copa a juego. Se va a su habitación y sale vestida. Una blusita blanca, la faldita muy corta, una sudadera y un chaquetón. No desayuna. Coge su pequeño bolso de colgar y se dirige al recibidor. Se cierra la puerta.
Mi paranoia va en aumento, no conozco a mi familia.
Tengo que saber adónde va, que hace, con quien se encuentra.
Salgo corriendo para verla salir, no llego a tiempo. Corro hacia la parada del autobús y menos mal, allí está. No me puede ver.
Paro un taxi que se acerca y me subo en el. Le indico que se espere a que llegue y siga al autobús.
Tras un corto recorrido baja y se espera en la parada. Estamos lejos del instituto donde debía ir. Llega otro autobús y lo coge. El tramo es más largo, en una de las paradas desciende, yo le indico al taxista que se detenga a una distancia prudencial, lo despido.
Sigo a mi hija a pie, por las calles de un barrio poco recomendable. Cerca de la Avenida de Moratalaz. A ella parece que eso no la asusta, llama a un piso en el portero, le abren y entra en el edificio. Me acerco y casualmente en ese momento un vecino sale del bloque.
Aprovecho que está la puerta abierta para entrar.
Desde el zaguán veo que llama a un timbre en la primera planta, le abren pero no puedo ver a la persona del interior.
Realizo un cálculo para saber que és la puerta 1º D, me dirijo a los buzones de correo situados en el zaguán, donde puedo ver el nombre asociado a la puerta, una tal María López, a quien no conozco.
Salgo del bloque y cruzo la calle situándome en un café cercano, desde donde pueda verla salir, me siento a desayunar y me entretengo leyendo el periódico del bar. Pasa más de una hora cuando veo a Ana salir del edificio con el pelo revuelto, parece acongojada.
¡¡Dios mío!! ¿Qué puede haberle ocurrido? ¿Qué pasa con mi pequeña? ¿Qué ha venido a hacer aquí?.
No quiero ni imaginarlo. Me atormentan las dudas. Esto es una pesadilla.
La niña va a la parada del autobús y se sienta en el banco, está sola, veo que se cubre la cara con ambas manos y parece que está llorando.
Saca un pañuelo de papel de un paquete del bolsito que lleva colgado, se limpia las lagrima, se suena y se queda mirando al vacio.
Al llegar el autobús sube y yo me lanzo a buscar un taxi que me lleve de vuelta.
En el camino detengo el taxi, le digo que me espere unos minutos y entro un supermercado de barrio para comprar algunas cosas que necesito para mantenerme los dos días que me quedan antes de volver.
Cuando llego al apartamento de Eduardo enciendo las pantallas para ver el lupanar en que se ha convertido mi casa. Ana esta tendida en el sofá del salón, llorando.
Al parecer está sola.
Poco después llega Mila, al verla así, se acerca a ella y la abraza. Hablan muy bajo, no consigo oír nada, Mila dice, levantando la voz..No vayas más si no quieres. La besa en la frente y se la lleva a la cocina a seguir hablando, donde no tengo cámara ni micrófono.
Si no fuera por lo acontecido ayer en ese mismo piso, la imagen de esa madre consolando a su hija seria enternecedora.
Pero se me cruzaban en mi mente las imágenes de mi mujer desnuda penetrada por sus dos amigos y alcanzando orgasmo tras orgasmo hasta el desfallecimiento.
El resto del día transcurre con normalidad, el trasiego por las estancias, la merienda. Suena el teléfono, contesta Ana.
Ana.- Mama es para ti.
Mila.- ¿Quién es?
Ana.-Es Marga, que te pongas.
Mila.- Al teléfono. Hola Marga, que tal estas________ ¿Esta noche?____ ¿A qué hora? ______Vale allíí estaré, o mejor, ven a recogerme___ De acuerdo chica, un beso.
Ana.-¿Que quería mamá? ¿Tienes cita para esta noche?
Mila.- No solo saldremos a tomar una copa con unos amigos.
Ana.-¿Y vas a ir?
Mila.- Pues claro, tú ya eres mayor y te puedes hacer cargo de los niños por un rato.
Ana.-Pero no vuelvas muy tarde, por favor.
Mila.- Vale, no te preocupes.
Mila se va al baño a ducharse y acicalarse. El conjunto de lencería que saca es para morir de infarto. Imagino que esta noche tendrá fiesta. Ana se queda leyendo en el salón, con la tele encendida en un programa de cotilleos.
A las diez llaman al portero, Mila contesta.
Mila.- Ya voy Marga.
Mila.- Ana acuéstate ya.
Ana.- Vale
Oigo cerrarse la puerta.
Salgo corriendo a la calle, me acerco al bloque y llego a tiempo de ver a mi mujer salir. Marga, su amiga, la espera en el portal.
Se abrazan y se besan las dos.
Marga es una mujer bonita, con un cuerpo muy sexi, separada, al parecer por infidelidad. Me cae bien, es muy agradable y cariñosa conmigo y los niños.
¿Dónde irán las dos?. Tengo que seguirlas para saber que traman.
Se acercan al coche de la amiga y veo a dos hombres en los asientos de atrás. Uno de ellos sale del vehículo besa a mi mujer y cede el asiento, da la vuelta y se sienta en el asiento del copiloto, junto a Marga que conduce.
Mi mujer, al entrar en el coche, se abraza al otro y lo besa en la boca. El coche arranca.
Busco un taxi para seguirlos, tengo suerte y lo consigo antes de perderlos de vista.
El taxista me mira extrañado cuando le digo, “Siga ese coche, a una distancia prudente pero sin perderlo”.
Recorremos las calles hasta llegar a lo que parece un club, en un polígono industrial.
Aparcan, se apean y se dirigen al local, abrazados, besándose, entran en el establecimiento.
Yo despido al taxista que al pagarle me guiña un ojo con complicidad.
Decido acercarme y preguntar al portero que clase de local era ese, le digo que estoy de paso por la ciudad y no conozco el lugar.
El hombre joven y amable, guardia de seguridad, sonriendo, me dice que aquel era un local de “parejas”, recalcando lo de “parejas”, vamos, de intercambio de parejas.
Pregunto si puedo entrar, aun a riesgo de que me puedan ver, y me dice que bueno, pero al ir solo tengo que pagar cuarenta euros.
Al entrar en el local con las luces muy tenues, solo se veían sombras. A mi izquierda, una barra de bar de unos tres metros, con una preciosa chica de unos veinte años, de facciones inequívocamente sudamericana. Ante la barra del local, hay una pareja follando, ella sentada en un taburete, con los codos apoyados en la barra, con las nalgas hacia fuera y un tipo de unos cuarenta años follándola por detrás.
Ante la expresión de mi cara una mujer que acerca con una sonrisa en los labios.
Muy guapa, morena, casi de mi estatura, con un vestido de estilo oriental de una pieza, rojo, abierto por un lado dejando ver el muslo hasta casi la cintura.
Hola soy Alma, ¿Tu quien eres?
Yo.- Me llamo Felipe –Miento-
Alma.- ¿Es la primera vez que visitas un local así?
Yo.- Si, no he conocido nunca algo parecido. Pero alguna vez tendría que ser la primera ¿No?
Alma.- ¿No estás acostumbrado a esto verdad?
Yo.-Pues no, ciertamente.
Alma.- Ven te voy a enseñar las instalaciones. Tenemos salas para BDSM, experiencias sadomasoquistas, un yacusi y también una sala oscura.
Yo.- ¿Qué es eso? He oído hablar de ello pero no lo imagino.
Alma.- Ya lo veras. ¿Eres Voyeur?
Yo.- No lo sé, quizás descubra una faceta desconocida en mí.
La muchacha se ríe.
Alma.- Aquí hay unas normas a seguir. No forzar a nadie a nada. Todo se hace voluntariamente. Y no formar escándalo. Ah, y siempre con forro. Ya sabes.
Los Relatos de Confesiones de gente practicando sexo
Pasamos por pasillos con habitaciones a los lados con gente practicando sexo. Dos parejas en el yacusi disfrutando de las burbujas. Todos desnudos. Algunas parejas sentadas tomando té y combinados.
En un pasillo oscuro y estrecho percibo unos gemidos que me resultan familiares, era Mila.
Yo.- ¿Puedo mirar sin ser visto?
Alma.- Por supuesto, hay muchas parejas a las que les excita saber que un desconocido las está mirando. Acércate, mira todo lo que quieras. Yo te dejo, tengo otras obligaciones. Si necesitas algo me buscas. Que te diviertas.
Había una pequeña ventanilla por la que me asomo. A pesar de la tenue luz puedo ver a Mila a cuatro patas siendo penetrada por un hombre bajo y grueso, a mi me parece repugnante, la verga con que estaba follando a mi mujer era la mayor y más gorda que podía imaginar.
La penetraba analmente. Y al parecer ella disfrutaba.
Se la metía despacio, recreándose, con las manos tiraba de sus cabellos como si de una yegua se tratara.
Mila casi sin resuello y con la cara bañada en lágrimas gritaba.
Mila.- ¡¡Párteme en dos mierda, hijo puta, cabrón, métemela hasta el fondo!!
¡¡Joder que gusto, me muerooo!! ¡¡Quiero otra polla mas, quiero otra pollaaa!!
El lugar tenía el suelo cubierto de colchonetas.
Marga bajo tendida boca arriba en perpendicular bajo Mila le mamaba las tetas y con una mano le acariciaba los huevos al tipo que se la metía por el culo a Mila.
Mientras, a ella, el otro tipo mal encarado y flaco, se la follaba por el coño.
El gordo.- Pero que putas sois. Os encanta que os follen ¿Verdad?
Guarras, que os gusta que os metan las pollas por todos los agujeros del cuerpo. Te voy a poner el culo que no te vas a poder sentar en una semana.
Le decía a Mila y seguía bombeando. Ahora con una fuerza bestial.
Saca su verga de un tirón, que hizo gritar a Mila de dolor.
Empuja al flaco y saca a Marga de debajo de Mila, le dice al otro tipo que se tienda boca arriba y coloca a Mila sobre él boca abajo, le agarra el miembro al flaco y se lo mete en el coño a Mila, colocada encima. El gordo se colocó detrás y agarrando las caderas de mi esposa le incrusta, de golpe su badajo por el culo.
El gordo.- ¡¡Así me gusta follar un culo. Cuando otra polla por el coño me lo deja más estrecho!!.
De pronto veo con horror que el bestia se vuelve hacia la mirilla donde yo estoy gritando:
El gordo.- ¡! Ven aquí mirón, maricón y métele la polla en la boca a esta guarra que no tiene bastante con dos!! Necesita más pollas!!
Mila mira en mi dirección, no puede verme por la oscuridad que me rodea y menos reconocerme y con los jadeos y gemidos Grita.
Mila.- Deja al mirón que le dé al ojo y se la menee en paz mamón, que a mí me pone caliente que vean como me follan.
Al oír eso salgo corriendo, espantado del local, mientras escuchaba las risas de mi mujer y sus amigos, burlándose, aun oí decir.
El gordo.- El mirón se ha llevado un susto de muerte. Jajajaja. No sabe lo que se pierde.
Al salir del antro respire profundamente el aire fresco y limpio de la noche.
Detuve un taxi y regrese al apartamento.
Me tumbe en la cama y al poco estaba dormido.
No sé cuánto tiempo pasó, me desperté por el murmullo del equipo de sonido, me acerque a las pantallas y vi cual era el origen.
Mila y Marga, con los dos energúmenos estaban en el salón. Desnudos, follando.
Mila tendida a lo largo en el sofá, con la cabeza sobresaliendo doblada hacia atrás, se dejaba penetrar la boca por el canijo, se la metía hasta fondo en la garganta sin producirle arcadas.
Mientras Marga, de rodillas en el suelo, sobre el cuerpo de su amiga le comía el coño.
A su vez el gordo, agarrado a las caderas de Marga le follaba el culo y ella se quejaba por el daño que le estaba haciendo. Se la veía a disgusto.
¿Nunca tenían bastante?. ¿No se cansaban? ¿Cómo Mila, tan delicada, era capaz de soportar tamañas humillaciones?
Había botellas y copas por el suelo. Estaban borrachos. Al parecer habían continuado la juerga en mi casa, llevaban un buen rato y yo no los había oído hasta despertarme.
Mila.- Joder no hagáis ruido que no se si Ana les ha dado el las gotas a los niños y se pueden despertar.
El gordo.- No te preocupes tía, si se despiertan nos los follamos también. Jajaja
Mila.- No digas barbaridades, joder, son demasiado pequeños.
Y apretaba la cabeza de su amiga contra su vulva. Empujaba al que se la metía por la boca y se corría una y otra vez, estrujando con sus piernas a Marga, que levantaba la cara y con los ojos desencajados se relamía de gusto con los líquidos de Mila.
Por la cámara del pasillo vi como se entreabría la puerta de Ana, se asomaba y se volvía a cerrar.
Mi niña estaba despierta y se estaba enterando de todo, había visto a su madre en una orgía desenfrenada con desconocidos.
¿Que más sabia mi niña?. ¿Cuánto habría visto?
Se levantaron todos y se fueron al dormitorio.
Se revolcaron en la cama en un batiburrillo de cuerpos, manoseándose, dando palmadas y pellizcos en los cuerpos de las mujeres, les mordían los pezones hasta hacerlas gritar de dolor y ellas se agarraban a las pollas de ellos y las chupaban. Ellos metían sus dedos en los coños y culos de ellas. Risas, jadeos.
Marga se levantó y entro en el baño a orinar, tras ella entro el gordo barrigón y peludo, el vello le cubría el pecho, los hombros y la espalda, parecía un oso.
Al ver a Marga en el WC se agarro la verga, apunto a Marga y la ducho en orina.
Marga.- ¡¡No seas guarro!!
Mila.- ¿Qué está haciendo?
Marga.- Se me ha meado encima.
Mila.- ¡¡Eso no!! ¡eh! ¡¡Esas marranadas aquí no!!
El gordo, riéndose, se metió en la ducha.
¿Que podía haberla llevado a estos excesos, a esta inmoralidad? A la obscenidad más absoluta. Para mí era difícil comprender que hubiera personas a quienes estas atrocidades les produjeran satisfacción. Pero lo inaudito es que fuera mi mujer, precisamente, quien lo hiciera. Era totalmente incomprensible.
Se ducharon todos juntos entre risas y bromas pellizcos, mordiscos en los pechos de las dos, en las nalgas, que las hacían dar grititos de dolor-placer, y que dejaban marcas en sus cuerpos.
Las mujeres se tienden en la cama, besándose.
Los dos sujetos se visten, sacan unos billetes y se los tiran encima de Mila y Marga y se marchan.
Las dos amigas siguen juntas, desnudas, abrazadas y cansadas, sobre el dinero ganado vendiendo su cuerpo. Se duermen enseguida. Son casi las seis de la mañana.
Mi cabeza hervía de ideas extrañas, no comprendía nada de lo que sucedía, a Mila ¿no le importaba que los niños oyeran y vieran lo que ella hacía?.
Y si lo sabían, ¿Como les afectaba?. ¿Habrían abusado de ellos?
!!Joder, esto era una locura!!
Era preciso que yo averiguara todo lo que ocurría, por qué y cómo se había llegado a esta situación.
Caí rendido en la cama derrotado, agotado.