1 – El viaje compartido.

Este viaje fue el final de un cúmulo de todo, empezando por mí mismo, mi forma de ser y mi insensatez de no hacer caso de los buenos consejos, mi error es decir todo lo que pienso y eso me proporcionó enemigos desde el momento que acepté las condiciones de mi nuevo trabajo, el mismo noche de la entrevista y que no esperaba que todo fuera tan rápido, años más tarde me enteré que fui el único que envió el historial profesional.
Tengo libertad absoluta para entrar y salir, eso sí, la identificación de la empresa debo pasar el escáner de la entrada, y hay dos testigos que lo controlan, Marta, recepcionista y centralita telefónica, y muy cerca el despacho de la jefa de recursos humanos, una tía borde y enemiga de todos sin excepción.
Más adelante seguiré desde este punto, ya que todos sin excepción forman parte de mi día a día, bueno de mi noche a noche, ya que tengo llave de entrada del edificio y que soy adicto al trabajo, abro a las 07:15 y me echan a las 20:30, esto lo hace la secretaria de dirección, me gusta el trabajo y es como un veneno, ya que termina venciéndome como en este caso, y es que mi jefe el director comercial, me obliga a coger los 18 días que me debe la empresa y si no lo hago, los pierdo, no se pueden mezclar días de vacaciones de años diferentes, esa loba de recursos humanos te señala con el dedo y te riñe delante de todos, lo hace por joder y sin motivos personales.
Estoy en el presente pasado tres días de la amenaza de Elena C, la noche que puse el anuncio, tenía un alquilado un pequeño piso en la playa, en Castellón, Alcocebre para más detalle era mi lugar oficial de vacaciones, llevaba nueve años veraneando y este sería el diez.
“TO MY DEMONS / Heavy Witch House Mix TO MY DEMONS / Heavy Witch House Mix”, es el fondo musical del viaje que pensaba iniciar y no quería salir solo a la carretera, la última vez que lo hice terminé mal, muy mal, en las ruinas del abandonado castillo, bueno, de lo que queda de él. Un pequeño fuego para que no se viera desde el pueblo y fue una noche tenebrosa, no tuve miedo del entorno, no, mi miedo era de mí mismo, lo que en mi interior había.
Apatia, le puse nombre de mujer, despacio va golpeando donde más daño me hace y poco a poco me va rompiendo, no encuentro la forma de huir de mí mismo, todo está en mi cabeza y sin embargo tengo momentos de lucidez, como este viaje, necesitaba romper la monotonía de mi vida y esto son fragmentos del diario de este viaje.
Tuve siete interesados, pero se lo concedí a una tía rara, es decir, en vez de 30€, pagaría el combustible de ida junto con el desayuno en el molino.
Lo decidí debido a su súplica, llevaba dos maletas y un par de cajas “Pequeñas”, tenía una urgencia, su prima era impedida, tenía que llegar cuanto antes, llevaba cuatro días sola, apenas se podía mover… Y ese fue el principio de la mentira.
A las 05:30 salía de casa, la viajera vivía al otro extremo de la capital, no tuve que llamar al portero, estaba en la acera, daba un aspecto de pena, parecía una chica embarazada y echada fuera de la casa de sus padres.
Miraba en el sentido contrario, deduje el problema en el cerebro de las mujeres en cuanto a la orientación, un ligero destello de la luz de carretera hizo que volviera la cabeza.., joder con las cajas pequeñas, tuvo suerte que no cogiera a otro pasajero, solo eso decidió su suerte y la de su prima impedida sola y hambrienta, ese fue el panorama que presentó, había colocado la pelota en mi tejado.

Cuando los faros me mostraron a la viajera, era la puñetera realidad, ese era yo, equivocadas decisiones seguidas, solté aire resoplando y descendí del coche.
– ¡Vaya madrugón! ¿Venganza? – Preguntó a modo de saludo.
– No, llegar pronto, poco antes de las once es la hora prevista – Respondí evaluando como meter todo en el coche.
– ¡Ah! ¿No nos presentamos? – Dijo mirando la pantalla del Smartphone de forma alternativa.
– Fotografía el coche y que salga la matricula – Dije de casi mal talante – Y envíasela a alguien que tú confíes, que sepa con quien vas, la matricula muestra mi identidad.
Metí una de las maletas en el maletero y el resto en el asiento trasero, me dieron ganas que tuviera un viaje incomodo, podía hacerlo situando la caja más grande debajo de sus piernas en el asiento delantero, pero no, ya estaba bien de mal rollo.
Cuando cerré el portón del maletero, terminaba de enviar el mensaje, se acercó a mí y, me dio un medio beso en la mejilla, bueno, un roce tan solo, de todos modos yo no estaba en lo que estaba, tan solo puse la mejilla, no me interesaba el contacto, no es que estuviera mal la chica, no, pero mi mente no funcionaba correctamente a pesar de la hora. Nada más arrancar se durmió.

Victoria abrió los ojos, parpadeó mirándome, tenía la cabeza muy cerca de la palanca, se había ido escurriendo despacio, era un cuatro en el asiento, no sé cómo lo había conseguido. Había levantado levemente la cabeza.
– ¿Qué hora es? – Preguntó con voz ronca.
– 10:16:32, a media hora de la primera y única escala.
– ¿Hemos salido de la autovía? – Preguntó sentándose bien en el asiento.
Era para reírse, el cinturón le había servido para apoyar los zapatos, comprendí entonces su postura.
– Sí, estamos en la N34 – Respondí con duda.
– ¿Qué planes tienes?
Dijo mientras bebía agua de su botella de color azul.
– En cuanto deje tu equipaje donde indiques, volaré a mi destino final, dejaré todo el equipaje y correré a hacer la compra al súper, luego me iré a la playa, un chapuzón, un par de latas de cerveza en el chiringuito de las tumbas, buena música y pensaré que comer, luego en casa, después de comer, una buena siesta hasta que me despierte y del resto no sé nada ni me importa, tengo muchas cosas que hacer.
Pausa pensada y ejecutada con fondos realizables. Me di cuenta que tenía planes para mí.
– Pensaba que te quedaras a comer con nosotras, mi madre es muy buena cocinera, incluso me aconsejó que lo hiciera, siempre y cuando no fueras un individuo complicado.
– ¿No soy un mal tipo?
En ese momento entramos en la última rotonda, me desvié por la pequeña calle que imitaba a un vía de servicio y el GPS ya mostraba el final del viaje.
– Un poco raro, gruñón pero no, otro me hubiera dejado en la estacada.
– ¿Ya te ha ocurrido?
– Si, nadie dice la verdad de lo que lleva – Dijo en su defensa – Es el último edificio, gira a la derecha, hay garaje, por ahí entraremos todo – Dijo quitándose el cinturón de seguridad.
– ¿Qué respondes? ¿Comes con nosotras?
– ¿Y tu padre?
– Lleva un tráiler, ahora estará en Cantabria, volverá a finales de mes.
Giramos a la derecha y pude ver la casa, de dos plantas, típicas de pueblos costeros, incluso un ventanuco en lo que parecía la chimenea de la cámara de aire del edificio, el diseño del ventanuco imitaba a una torre de vigilancia, o un faro costero. Y terraza que recorría medio edificio en la primera planta y en la baja si daba la vuelta, al menos lo parecía, un tramo de escaleras y varías rampas con mecanismos automáticos para minusválidos.
Detuve el coche en la entrada del garaje, pero Victoria me dijo que no, que entrara, había una puerta que nos llevaba directamente a la primera planta.
En efecto, un pasillo que era una rampa, podía salir por allí también. El garaje era amplio, seis o siete coches, había tres todo terreno y uno viejo, un Xantia de color verde oscuro bien conservado.
Victoria desapareció por esa puerta gritando que ya estábamos aquí, yo comencé a descargar, la tía echaba morro al asunto. Fui dejando todo en un lado de la puerta para no estorbar y cuando volvía en busca de la última caja pude escuchar el ruido de un motor eléctrico, deduje el carro, se había detenido en la puerta, giré la cabeza.
Vi un rostro sonriente, su gesto mostraba que debía ser simpática, su pelo era oscuro y corto, no llegaba a los hombros, tenía la cabeza un poco inclinada y me observaba con atención, diría curiosidad, en ese momento llegó Victoria poniéndose a su lado.
– Espera que te ayudo.
Me incorporé a punto de decirla el morro que tenía, pero no, me hizo un gesto que me acercara.
– Te presento a Isid__ra – Dijo haciendo un gesto evidente señalándola con las palmas de las manos hacia arriba – isid__ra, te presento al transporte.
Me acerqué hasta ella y nos dimos un par de besos en las mejillas, mostraba una suave fragancia a lavanda, como si terminara de lavarse la cara.
– ¿Y mi regalo? – Preguntó mirando a Victoria.
Esta hizo un gesto exagerado de haberse olvidado, mesándose el pelo, luego puso cara de póker y mirándome dijo.
– Este es tu regalo, se queda a comer con nosotros, ya se lo he dicho a la tía.
Aparté un poco más las cajas, ganaba tiempo pensando como escapar, esa broma no estaba permitida ya que no habría contestado si me quedaba a comer o no y encima me señala como regalo, debía de ser muy cuidadoso, con Isidra y con su tía, pero no tenía intención alguna de quedarme más del tiempo del que la cortesía exige y la buena educación, nada mejor que un movimiento de escape.
– ¿Quieres una cerveza? – Preguntó Isidra moviéndose hasta una esquina del garaje, un frigorífico con su puerta ya abierta mostraba el contenido.
– Sin alcohol, tengo que conducir – Respondí cerrando las puertas y metiéndome detrás del volante, pensaba sacarle a la calle.
– Aparca en aquel pasillo, nunca se utiliza – Dijo Victoria despacio.
Sabía que me estaba obligando, mi rostro decía a las claras que no, incluso mostré contrariedad y como Isidra estaba aún junto al frigorífico, aproveché para mostrar mis cartas.
– Cuando alguien no responde a una pregunta, es que la respuesta es un no. No sé qué pretendes, el favor te le hecho yo a ti no tu a mí, dejé otro viajero por tu urgencia, por tanto te diré que me molesta tu actitud, no intentes manipularme, ni tampoco fastidiarme mis cortas vacaciones ¿Está claro?
Victoria me miró torciendo levemente el morro.
– ¡Hombre! ¡No te pongas así!, lo del regalo se supone que es una broma y el invitarte a la fuerza a comer es agradecimiento, no te lo tomes a mal, mi madre tiene preparado un tentempié muy rico, nos espera en la cocina, luego si quieres te marchas, le diré a Isidra que era una broma.
Y se alejó hacia su prima, Victoria me daba la espalda y solo veía las piernas de Isidra, por tanto no podía obtener datos del movimiento de sus cuerpos, sin embargo vi indicios de mal rollo, al menos por mi parte, me maldije interiormente, debí parar en la esquina, eso me hará ser más cauteloso en otros viajes.
Dejé el coche abierto y las llaves puestas, y anduve en su dirección inseguro, no sabía qué hacer ni que decir. Victoria me miró unos instantes y se alejó por la rampa entrando en la casa, miré a Isidra, de nuevo su sonrisa y sus expresivos ojos, también sonreían, me sentí desarmado, y cambié el gesto, ella no tenía culpa alguna de los manejos de su prima.
– Ya me ha comunicado de forma oficial que no eres mi regalo, que pena, ya había hecho planes para el futuro cercano – Dijo de forma espontánea.
– Victoria tiene ese defecto, da por hecho cosas que solo ve ella – Dije sentándome encima de cuatro cajas de madera apiladas, vino diría.
– Pensaba tratarte muy bien, aunque comprendo que deberías cargar conmigo, pero no te preocupes, lo dejo como broma de mi prima.
La miré de nuevo a los ojos, de color azul claro, brillantes y con cierta chispa alegre, no parecía dominada por su situación, me dio la sensación que leía en mi como en un libro abierto.
– Estoy así debido a un accidente de tráfico, yo no conducía, el coche que nos dio fue el causante, el conductor llevaba alcohol y sustancias prohibidas, está cumpliendo condena, pero no como la mía, saldrá en dos años, yo no curaré tan deprisa.
– Me quedaré a comer – Respondí a modo de disculpa – ¿Cómo es tu tía madre?
– Es una mujer muy amable, supongo que cuando le haya dicho que tú eres mi regalo, vendrá a darme consejos sobre vosotros los hombres, sabe que su sobrina monta muchas historias, muy teatrera, monta líos y desaparece hasta que las aguas vuelven a su cauce.
– ¿Qué entiendes tú por este tipo de regalo?
– ¡Pues mira!, te tendría a mi lado casi siempre, compartirías mi dormitorio, está al otro lado de la casa, tengo piso propio y nadie nos molestaría, luego me llevarías de paseo, algunos pueblos próximos son muy bonitos pero nunca estuve y algunos celebran fiestas.
De nuevo la miré, no había perdido ni la sonrisa ni la mirada, además ladeaba la cabeza y daban ganas de acariciarla, era un cielo, lo desprendía, me sentí impresionado por su talante.
– No me gustan las complicaciones, ni los gritos, ni las peleas, vivo la vida con una sonrisa permanente y tú me has gustado, no escondes tus reacciones y miras de frente.
Hizo una pausa mirándome fijamente.
– ¿Me das un beso?
De nuevo sorpresa, me incliné ligeramente para besarla en la mejilla, pero se movió y el beso fue cerca el cuello, pegado al lóbulo de la oreja. Sentí como se estremecía.
– Lo siento, te moviste – Dije con cierto calor en el rostro.
– Lo sé, lo hice a propósito.
De nuevo nos miramos, me dio pena ya que la veía tan frágil, tan desprotegida. Su sonrisa se hizo más amplia.
– Astucia femenina, quería ese beso en el cuello, pero no sabía cómo decírtelo, ese si sería un buen regalo.
– ¿Quieres un beso en cuello como es debido? – Pregunté movido por un impulso, quizá fuera su talante, no sé.
– ¿Lo harías? – Preguntó enarcando las cejas y abriendo la boca, como si pronunciara una o prolongada.
– Si, de esa forma no te quedarías sin regalo.
Procuré dar a mi voz un tono natural.
– Pero no aquí, no quiero que se rompa la magia.
Respondió moviendo el carro y en ese momento apareció Victoria y su madre, esta última venía secándose las manos en un limpio delantal blanco y verde.
– Veo que habéis hecho buenas migas, mi sobrina hace amigos rápidamente, no como esta – Dijo señalando a su espalda.
Me dio dos besos, hablamos del viaje y en fila, detrás de Isidra llegamos a la cocina. Me gustó, pienso que es la habitación más importante de la casa.
Había una mesa con forma de L acostada, daba a las dos fachadas, a la calle de entrada y a la principal que terminaba unos metros más adelante. Largo banco pegado a la pared y al otro lado cómodas sillas con cojines de alegres colores y dibujos de frutas y verduras, me senté en la esquina junto a la abierta ventana, tenía calor, Isidra ayudó a llevar platos a la mesa, hice intención de ayudar pero Paz, la madre de Victoria me hizo un gesto negativo con la cabeza, dijo que en esa casa eran mujeres machistas.

Isidra se puso a mi lado, el café era muy bueno, así como la bollería que había hecho Paz, sobre todo las rosquillas, y entre la conversación, el café calentito y el madrugón, mis ojos enviaron mensajes urgentes a mi cerebro o tomaba medias o yo cerraba los ojos, mi cerebro actuó para que mantuviera la compostura, pero todo esto no había pasado desapercibido a Isidra, seguía sonriente e incluso, esa caída de cabeza y esa radiante sonrisa cautivaban.
Paz también se había percatado de ambas cosas, y sugirió a Isidra que me buscara un lugar para que durmiera un rato, no se debe conducir con sueño, y esas palabras hicieron que mi sistema se alertara ¿Estaban las tres de acuerdo?
Seguí a Isidra por los pasillos especiales que tenía, así como las rampas y en la puerta de salida se detuvo.
– Dentro o afuera – Dijo Isidra más que preguntar.
– Afuera ¿Dónde?
– Detrás de mi piso tenemos un pequeño jardín, un cómodo columpio donde se duerme de fábula, a la sombra y además dispone de difusor de agua por si hace mucho calor.
De nuevo miré sus ojos, nada había cambiado en ellos, su mirada era limpia y transparente.
– ¿Y tú?
– Vigilaré que mi prima no interrumpa tu sueño, si es necesario utilizaré la escopeta de caza de mi padre.
Reímos su idea. Era increíble, había varios caminos asfaltados en todas direcciones, estrechos pero suficiente para ella y llegamos al jardín.
Un rectángulo donde el sol tenía dificultades para que se le viera, varios tipos de árboles, arbustos y tres palmeras muy altas, Isidra dijo que eran sus veletas y mirando hacia sus copas dijo que su anterior vida fue una mujer egipcia.
La hamaca era más cómoda de lo que pude imaginar, incluso tenía varias telas para taparse si era necesario, cojines y tres almohadas más largas, Isidra me hizo un gesto para me tumbara, que era todo mío. De nuevo miré sus ojos, mantuvo la mirada, estuvimos así unos instantes, deduje que esperaba.
– ¿Te sientas a mi lado?
– Por supuesto, pero tendrás que cargar conmigo – dijo soltando las ataduras a la silla.
Pasé un brazo por detrás de sus rodillas y el otro por su espalda, pesaba más de lo que imaginaba. Ella pasó su brazo derecho por detrás de mí cuello y nos miramos desde muy cerca. Sus labios se separaron, respiraba más deprisa, vi como su pecho bajaba y subía más deprisa.
Besé sus labios despacio, lo hice por si había rechazo, por si no le parecía, pero me equivoqué, cuando se juntaron ella abrió su boca para que entrara en ella y sus brazos se cerraron en mi cuello con fuerza.
Me senté sin darme cuenta, el beso se prolongó, ella estaba necesitada de cariño, pero de otro cariño, no del familiar, puse la mano derecha en su esternón y la separé un poco, parecía fatigada.
– Te debo el beso en el cuello.
Sus ojos de nuevo se clavaron en los míos y mi mano desabrochó uno por uno los botones de su blusa, Isidra retuvo un gemido mordiendo su labio inferior, su respiración se aceleró.
– ¿Nos interrumpirán? – Susurré.
Negó con la cabeza despacio y yo aparté la blusa, primero a un lado y luego al otro. De nuevo mordió su labio inferior, su mirada era anhelante.
Mi mano derecha llegó a su hombro derecho y mis dedos empujaron el doble tirante hacia el extremo del hombro, este se deslizó por el brazo, luego el otro hombro, Isidra cerró los ojos, de nuevo sus labios se habían separado sujetando un suspiro.
Y mi mano derecha desplazo el sujetador hacia abajo, Isidra gimió, pegó su boca a la mía y se movió levemente, empujaba su cuerpo contra el mío.
Fue cuando su lengua entró en mi boca, y sus dientes sujetaron mi lengua. Me escapé despacio llegando al cuello por detrás de la oreja y despacio fui descendiendo hasta el hombro, le recorrí rozándole con la barbilla, la incipiente barba hizo que de nuevo se estremeciera y ahogó otro gemido.
Aparté los tirantes descubriendo sus pechos, mis dedos rozaron su pecho derecho por la parte inferior, percibí su pezón endurecido y de nuevo gimió.
Ella me puso su mano en mi pecho y me empujó despacio, respiraba muy deprisa, yo mantenía mis dedos en su pecho.
– ¿Esto es un beso en el cuello? – Susurró con un suspiro.
– No me has dejado, solo nos hemos besado, comprende que un beso en el cuello requiere cierto tiempo en preliminares.
– Estoy empapada y me gustaría tenerte entre mis manos – Soltó aire despacio estremeciéndose -, querría sentir y ver cómo crece en mi mano, y saber que me va a penetrar.
Me quité la ropa deprisa, la erección estaba a punto de empezar y es lo que ella quería ver y sentir. La senté en el cómodo columpio, ella movió una palanca, frenó el leve movimiento quedando anclado, me miró con cierto rubor, diciendo.
– Acuéstate cerca, anhelo tu posesión, pero antes quiero saber si se despertar tu deseo, para con una lisiada.
Y acercó su cabeza a mi vientre, sus manos apresaron al pene que ya crecía, de nuevo retuvo un suspiro, sentí como sus dedos apartaban el prepucio despacio, el pene creció deprisa y sentí su labios en el glande, encogí el estómago, y separando los labios fue introduciéndole en su boca, le humedeció y apretó los labios, la erección llegaba al máximo.
De forma mecánica empujé, ella se le introdujo totalmente, quedándose quieta unos instantes, y después lo fue sacando lentamente y sin que saliera del todo, volvió a metérselo entero, y pausa. De nuevo le sacó, esta vez del todo y levantando la cabeza me miró, sonrió de forma extraña y me dijo.
– Ya sé que me va a penetrar, y sé que voy a sentir, ahora necesito que me le metas, pero quiero sentirle desde afuera, y cuando el anillo vaginal se dilate para que entres, es el momento deseado, he soñado muchas veces con ese momento.
Sin más demora le ayudé a desnudarse, no vi nada raro en su gesto, y tampoco había perdido esa sonrisa y en su mirada vi un cambio, brillaba con una luz diferente.
Abundante vello, tanto en el monte de venus como en torno a los labios mayores, y mis dedos les recorrieron por el exterior, la respuesta fue una sacudida de su cuerpo y un gemido ahogado, su mano cubrió su boca.
Los dedos de la mano derecha, juntos, entraron entre sus labios menores y ascendieron despacio hasta el clítoris, ya endurecido y de nuevo su cuerpo tembló, sentí otra sacudida y el fluido vaginal se hizo más deslizante, Isidra eyaculaba, era un torrente. Su tono cambió. Exigió con voz ronca, oscura.
– Entra en mi cuerpo, no aguanto más – Gimió con fuerza.
Y despacio situé el glande encima del ano, y despacio ascendí recogiendo su suave fluido, me detuve en el anillo vaginal, y despacio empujé, el glande fue abriendo la entrada y me detuve.
Ella ahogó un grito arañándome la cadera, sus dedos parecían garras, sus uñas estaban clavadas en mi piel.
– No esperaba, este doble sentir, me meo de gusto.
Y seguí hacia adentro, lentamente pero ella intentaba empujar cuando no podía, sus caderas no obedecieron a su cerebro.
– Deprisa, más deprisa, te quiero sentir dentro, muy adentro.
No hice caso alguno de sus palabras, y lentamente en ella fue creciendo la intensidad del placer, y en su vientre sentía el temblor del primer orgasmo.
– ¡Por favor!, termina ya, no lo aguanto.
– No puedo, esto es el comienzo, precisas de construir los orgasmos, uno no basta, lo comprenderás.
Tampoco hice caso de su ruego, y cambié el recorrido de mis dedos en su erecto clítoris. Le recorrí de afuera adentro, ese duro cordón que se hundía en su cuerpo, y en ese lugar, ella siente menos excitación y es cuando el placer se mantiene y aguanta más tiempo.
Y ante mi sorpresa se abrazó a mi cuerpo impidiéndome el movimiento.
– Ya no puedo más, y te pido una cosa. No te corras dentro, ahora, esta primera vez, quiero hacerlo yo con mi boca, quiero sentir ese máximo momento vuestro ¡Por favor!
Salí despacio, de nuevo gimió y obedecí. Ella agarró el pene con una mano y de nuevo sus labios apresaron el glande, y despacio se le metió en la boca, empezando a mover su cabeza.
Intenté distraer su atención, pero no hizo caso, ella se removía debido al temblor de un nuevo otro orgasmo y gruñó abriendo la boca, a la vez que cogía aire, y de nuevo sus labios absorbían el glande.
De nuevo tuvo otro orgasmo y su gemido fue en tono de protesta, ya que tuvo que apartar su boca del glande, su cuerpo temblaba y su mano sujetó la mía, la apartó del clítoris y sus labios se posaron en el glande, movió la cabeza más deprisa, ahora entraba hasta el fondo de su boca
Avisé que el momento estaba llegando, ella hizo una pausa y despacio le sacó de su boca, y con los labios pegados al glande, su lengua fue moviéndose en la uretra, y le dije que ya.
Sus dos manos se cerraron en torno al penetrador y el semen escapó, pero sus labios evitaron que entrara en su boca, luego siguió con el movimiento y el semen escapó, ella aprovechó para que hiciera de lubricante y sus manos siguieron moviéndose por el exterior.
Después introdujo el pene dentro de su boca, apenas le movió y le fue sacando despacio, me miró sonriente.
– Ha llegado el momento de cabalgarme, ahora le quiero ocupando la vagina, que está anhelante.
Y la ayudé a ponerse encima. Sus manos situaron al pene en la entrada de la vagina y despacio la fui depositando encima.
Cerró los ojos mordiéndose el labio inferior, y lentamente el pene llegó al fondo. No me moví, ella siguió con los ojos cerrados gimiendo despacio, diría que paladeando lo que sentía al tenerle en su interior.
Siguió unos instantes con la misma postura, abrió los ojos mirándome, tenía la mirada húmeda y furtivas lágrimas escaparon de sus ojos, que se enterraban en su boca.
Tiré de sus brazos quedando ella acostada encima, la abracé con fuerza, en mi oído con la voz entrecortada dijo.
– Lloro por ti, porqué tenía mucho miedo por si no sentía nada.
No supe que responder, mejor que el silencio ocupara mi respuesta.
– Eres el segundo hombre que me penetra. El primero, el que desfloró de mala forma, ya que no sentí nada, ni dolor ni placer, nada, pensé en los daños de mi cuerpo.
Su voz se truncó, lloraba desconsolada. Busqué su boca y ella abrió la suya, me quiso dentro, apresé su lengua y se movió levemente, despacio.
En la misma postura separó levemente su rostro, sus ojos brillaban y la sombra de una sonrisa se abrió en su boca.
– Tengo una extraña sensación en mi cuerpo, de delicia, de goce y el sentirte dentro me inquieta. Sé que se debe a que eres un desconocido, esperaba otra cosa…, peor, pero no, ha sido mejor de lo que esperaba.
– Tú has llevado y llevas la iniciativa, debes asumirlo, y apartar todos los recuerdos anteriores. El sexo es algo natural y además sin agravantes, tú lo deseabas desde hace mucho tiempo. No entiendo tus lágrimas.
– No son amargas, son de confesión sexual. Me has proporcionado placer, cuando nunca sentía nada, incluso me masturbaba y mi clítoris parecía no funcionar, nada comparado con tus dedos.
– Puedo mejorarlo, los dedos son bastos comparado con la boca, y la lengua es más delicada que la boca, es decir, puedo meter el clítoris entre mis labios y verás que diferencia, aunque ahora no tienes práctica, pero en cuanto te acostumbres, resistirás hasta el punto de perder los sentidos, elevarte en otros niveles del placer.
Cambiemos de postura, de esta forma no me siento penetrada, contigo encima es diferente.
– ¿Qué sientes? – Pregunté con cierta sonrisa.
Me miró en silencio, sus lágrimas habían desaparecido, pensaba y yo me moví ligeramente. Ella elevó la pelvis ajustándose, y apretó los labios.
– Te noto de otra forma, aunque no termino de saber que me pasa, estoy un poco confundida por tu forma de proceder.., en y con mi cuerpo.
– En lo entiendo, con no.
– Ese tipo fue humillante para mí, utilizó mi cuerpo para su placer, carecía de educación y me mostró lo depravado que sois.
No dije nada.
– Sé que no lo entiendes, pero ese tipo me utilizó como si fuera una muñeca hinchable, ya que no podía moverme. Jadeaba como un marrano cuando le están acuchillando y el muy cerdo se derramó en mi rostro, diciendo que es bueno para el cutis.
Además dijo que Dios odiaba a las mujeres, Eva pecó al follar con Adán y este tuvo que trabajar de sol a sol y a ella la maldijo, la sentenció a parir sus hijos con dolor, a trabajar y no conocer descanso, serás sumisa y dominada por hombre, si vive solo será para la guerra, y que además teníamos forma de copa, algo que no comprendí.
De la sorpresa pasé a la estupefacción y de ahí salté al horror.
– ¿Un espécimen humano de las cavernas?
– Un deportista ¿Y tú que piensas del sexo?
– Larga respuesta – Me moví de nuevo, el pene reclamaba movimiento y obedecí, pero muy, pero que muy despacio – Para mí instrucción previa, que fueron dos chicas y dos mujeres. Las chicas ahora son sexólogas, nos pajeaban a cambio de información de lo sentíamos, tenía entonces 13 años pero era grandote y eso las confundió, es un tema largo y con ciertos detalles importantes, ya que no solo era mover con su mano el prepucio, a la vez guiaban mi mente, ellas colaboran con sus pechos o las piernas separadas, incluso al principio te hacías un test de como crecía el pene en su mano, mientras ellas descubrían sus cartas. Mi prima por ejemplo lo hizo cuando aún no fabricaba semen, te dije que es largo de contar.
Y dos mujeres, una de 45 y otra de 28, ambas dos tenían sistemas y pensamientos diferentes, la de 45 algo antigua, pero muy cálida y la de 28 era experimental, no se creía la edad que tenía.
Pero todas tenían un denominador común, el trato, ellas me enseñaron lo mismo pero de diferente forma, y sobre todo la comunicación en dos direcciones y como ahora, hablábamos al principio, y de ellas aprendí que el tenerla penetrada y hablar de lo que siente o quiere, aumenta su deseo siguiendo sus indicaciones, como ahora contigo.
– Hummmm, cierto, ese insinuante movimiento dentro me agrada en su nivel, es como una pequeña acaricia interna. Te restriegas en diez dimensiones, en redondo y pienso corresponderte como respuesta, voy a ejercitar la vagina contigo y con un bolo, me has hecho pensar en algo genial ¿una paja interna?, tú quieto dentro y yo mover las paredes de la vagina, y que te corras sin tener que moverte.
Sus palabras le produjo hilaridad y en efecto, su risa contenida hacía que su vagina se estremeciera, ahí dentro marchaba todo muy bien, ya que ella de vez en cuando se pasaba la lengua por los labios.

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