La terapia de Pilar

Pilar estaba haciendo la colada, estaba metiendo ropa a la lavadora, tenía un sujetador en la mano.
– Vaya, pensó, otro sujetador manchado y todos en el mismo sitio, dentro de la copa, a la altura de los pezones, esto no es normal.
Se acercó el sujetador a la nariz y lo olió era un olor fuerte que identificó enseguida, era semen, no cabía duda, ¿Pero de quién?
Descartó a su marido y a su hijo pequeño, uno por razones obvias y al otro porque tenía dos años, demasiado joven para pajearse.
Jesús, su marido, por otra parte no tenía inconveniente en contarle sus fantasías para satisfacerlas juntos, no era la primera vez que la hacía quedarse en falda y sujetador delante de él para pajearse.
– Venga, Pilar, enséñame esas tetas que tanto me gustan
– Si, Jesús ¿Y tú qué me vas a enseñar a mí?
– Ya lo verás, zorrita y quítate también las bragas, pero la falda te la dejas puesta, ya sabes cómo me ponen las mujeres con falda.
– Si, mi amor.
Pilar se desabrochó la camisa que llevaba puesta y aparecieron sus generosas tetas dentro de un sujetador a punto de reventar.
– Cada día las tienes más grandes, guarra, dijo Jesús que se había sacado su miembro y empezaba a sobarse, no me extraña que los hombres no paren de mirarte cuando se cruzan contigo, ¿A cuántos te has follado?
– A ninguno, ya sabes que son solo para ti, igual que mi coñito, dijo Pilar subiéndose la falda y bajándose las bragas, dejando ver su coño peludo.
– Bájate la falda y sobarse las tetas.
Pilar se sacó las tetas del sujetador y empezó a acariciarlas, pellizcando sus pezones que se pusieron como escarpias. Se acercó a Jesús y le ofreció una, este se la metió en la boca y empezó a chuparsela, mientras seguía con su paja.
Pilar se levantó la falda y se metió la mano en el coño, se empezó a masturbar salvaje mente.
– Sigue chupando, cabron.
– Ya no puedo más, dijo Jesús, se sacó la teta de la boca y la puso junto a su polla en el momento en que se corría, la llenó de legalidad, mientras Pilar también se corría y caía derrengada encima de él.
Después se fueron al dormitorio y follaron normalmente, que día más maravilloso, pensó Pilar, moviendo la cabeza.
En cuanto a sus otros dos hijos, no le cabía duda, seguro que era José, últimamente le había visto como se fijaba en las tetas de su mejor amiga, Paqui, una mujer de su misma edad y con buenos atributos, aunque más pequeños que los suyos e incluso había sorprendido una llamada obscena entre su hijo y su amiga.
– ¿Paqui?
– …..
– ¿Te acabas de levantar a que sí?
– ….
– No te voy a decir quién soy, pero mi nombre empieza por J
– …
– Seguro que estás desnuda debajo del camisón, con tus tetazas sin sujetador.
En ese momento su amiga debió de colgar porque su hijo hizo lo mismo.
Además últimamente se había fijado como su hijo la miraba, no podía quitar la vista de sus tetas, definitivamente tenía que ser José quién le manchara los sujetadores, tendría que hablar con él.
En ese momento se oyó la puerta Pilar estaba en la cocina.
– Mamá
– Hola, José, ¿Ya estás aquí?
– Si mamá, ¿Está ya la comida?
– No cariño, todavía le falta un poco.
– Vale, pues entonces me voy a duchar.
Pilar se puso alerta, le siguió con disimulo y vió que no se dirigía al cuarto de baño si no a su dormitorio, abrió el cajón donde tenía la ropa interior, revolvió un poco y sacó un sujetador azul, lo olió y aprobó con la cabeza, ahora sí se dirigió al cuarto de baño, cerró la puerta y Pilar oyó la ducha.
Salió a la terraza cuya ventana daba al cuarto de baño use asomó con precaución, la ducha estaba en marcha, pero su hijo estaba sentado en la taza del váter, echado hacia atrás, con los ojos cerrados y con su polla dentro de la copa del sujetador.
José suspiraba y murmuraba algo, Pilar aguzó el oído para ver que decía.
– Oh mamá, quiero comerte las tetas, quiero chupar tus pezones como cuando era bebé.
Pilar no daba crédito a lo que oía.
– Como me gustas mamá.
– Quiero levantarte la falda y meterte la polla en el coño.
– Si, mamá, si, te quiero follar.
En eso José se estremeció y se corrió, su semen manchó el sujetador de su madre que se retiró de la ventana para que no la viese, de refilón observó cómo si hijo intentaba limpiar el sujetador con papel higiénico y como se limpiaba la polla, que dicho sea de paso era bastante grande.
Pilar se sorprendió al ver su conejo mojado, la situación morbosa la había puesto a cien, era si hijo, pero también era un hombre y bien dotado. Tenía que tranquilizarse antes de hablar con su hijo, se recostó contra la pared, se levantó la falda por delante y se acarició por encima de las bragas pensando en lo que había visto, no tardó en correrse. Ya más tranquila se alisó la falda y se dirigió a la cocina donde ya estaba José.
– Siéntate, José tenemos que hablar.
– ¿Qué pasa mamá?
– He visto como me miras y como miras a Paquita, se que nos miras las tetas
– No, mamá, dijo José agachando la cabeza.
– Venga, José no seas mentiroso, es normal que te gusten los pechos, pero no los de tu madre, además he visto lo que haces con mis sujetadores y eso no lo puedo permitir.
– Lo siento, mamá, no volverá a ocurrir, dijo José bajando la vista avergonzado.
– Mira, hijo, yo tampoco he sido una santa, cuando tenía tu edad aproximadamente también me gustaban los hombres mayores.
– ¿Si, mamá?
– Si, hijo, sobre todo tu abuelo y conseguí superarlo.
– Vaya, mamá, que cayado te lo tenías y ¿Cómo lo hiciste?
Pilar comenzó a rememorar un día de su lejana adolescencia en que se había quedado sola con su padre.
Bajó de su cuarto con un camisón semitransparente, sin nada debajo, su padre estaba terminando de desayunar, levantó la vista al oírla y dio un respingo.
– Pili, te podías vestir un poco, vas desnuda.
– Pero papá, si tengo puesto el camisón y además estamos solos.
Pilar se dirigió a la cocina de gas a calentarse la leche, notaba como su padre la miraba fijamente, se le cayó una cucharilla y al agacharse se le subió el camisón, mostrando a su padre su culito y algo más, un chochito todavía sin pelos y virgen.
Su padre se levantó y fue hacia ella, apretó su polla todavía dentro del pantalón contra su culito se restregó contra ella, se corrió casi al instante dejando una mancha en el pantalón.
– Pero, papá, ¿Qué haces?
– Esto es lo que querías, verdad Pili, no haces nada más que ir provocando.
– Pero si eres mi padre
– Si y también soy un hombre y tú vas a ser una buena hembra.
Su padre se bajó los pantalones y los calzoncillos apareciendo su miembro tieso, era largo y gordo.
– Apoyaté en la encimera, Pili, voy a ser el primero en probar esa rajitas.
– Pero papá, no me va a caber es muy grande.
– Ya verás como si.
Pilar hizo caso así padre, se apoyó en la encimera, éste llegó por detrás, le levantó el camisón e introdujo su polla en el estrecho coñito de su hija, poco a poco.
Pilar sintió a la vez un gran dolor y un gran placer, por fin tenía la polla de su padre dentro, este empezó a moverse y le agarró los nacientes pechos por encima del camisón.
– Que guarra eres hija, y que tetitas tienes, me vuelven loco.
– Si papá, si, siguiente, follame.
– ¿Lo estabas deseando, a que sí?
– Si, quería tu polla dentro de mi, padre.
– Pues ya la tienes.
Su padre se corrió apretándole más las tetas y estuvo un rato dentro de ella, cuando se la sacó su miembro tenía restos de semen y sangre, había desvirgado a su hija.
A partir de entonces tuvieron relaciones esporádicamente, pero su obsesión por los hombres maduros había desaparecido, iba a usar esa terapia con su hijo, que por cierto la miraba embobado.
– Vaya, mamá, quién lo iba a pensar con lo modosita que pareces, ¿Y follarse muchas veces con el abuelo?
– Unas cuantas, contestó Pilar, pero mi problema desapareció
– ¿Y vas a utilizar esa terapia conmigo? Dijo José Ya excitado ante la perspectiva.
– ¿Se te ocurre algo mejor?
– No mamá, dijo José alargando la mano y agarrando un pecho de su madre por encima del jersey que llevaba puesto.
– Venga, José estate quiero y vámonos al cuarto de estar, al sofá.
– Si mamá.
Pilar cogió a José de la mano y lo llevó al cuarto contiguo, delante del sofá le bajó los pantalones y los calzoncillos a su hijo, apareciendo un rabo bastante apañado para su edad.
– Vaya, tienes buena herramienta, las chicas se van a volver locas.
Pilar se agachó y se la metió en la boca.
– ¡Oh, mamá, que gusto!
José cogió la cabeza de su madre y la empujó adelante y atrás, ni en sus mejores sueños había imaginado una situación así.
Pilar mientras tanto le masajeaba las pelotas.
– ¡Mamá, me voy a correr!
Pilar se sacó la polla de la boca, la dio un par de sacudidas más y todo el semen cayó sobre su cara.
– Perdona, mamá, no quería mancharte.
– No pasa nada, hijo, voy a lavarme, tu prepárate para follar a tu madre.
Pilar se fue al servicio, José se sentó y empezó a sobarse la cola, pensando en lo que había pasado pronto la tuvo tiesa otra vez, en ese momento apareció su madre.
– Vaya, hijo, veo que ya estás preparado.
– Si, mamá.
Pilar se quitó el jersey y aparecieron sus tetas dentro del sujetador azul en que se había corrido José poco antes.
– ¿Qué, te gustan? El sujetador todavía está húmedo de tu leche.
– Quítate lo mamá, quiero verte las tetas.
– Si mi pequeño.
Pilar se desabrochó el sujetador y aparecieron sus generosas tetas.
– ¡Oh, mamá, que tetazas!
Pilar se sacó las bragas por debajo de la falda príncipe de Gales que llevaba puesta.
– ¿Me quito la falda o me la dejo puesta?
– Dejatela, mamá, me gustas así.
– Vaya, como a tu padre, de tal palo tal astilla.
Pilar se acercó, se arremango la falda con una mano y con la otra dirigió la polla de su hijo a su coño, se sentó encima con toda dentro, sus tetas quedaban a la altura de la cara de su hijo que se metió una en la boca y empezó a chuparsela.
Pilar empezó a subir y a bajar.
– Mamá que bien follas.
– Calla y cómeme las tetas.
– Si, dijo José empezando a besarselas como un descosido.
– Venga, José, sigue, como cuando eras un bebé.
– Si mamá, si, me voy a correr.
– No pasa nada, pequeño, quiero tu leche dentro de mi coñito.
José se estremeció y se corrió dentro de su madre, fue una buena corrida, el semen chorreaba por su coño.
Pilar se levantó, se alisó la falda y se puso el jersey, sus pezones se le marcaban en la tela.
José por su parte se subió los calzoncillos y los pantalones.
– Bueno hijo, espero que te hayas curado.
– No sé mamá, supongo que habrá que hacer un recordatorio como con las vacunas, dijo guiñandola un ojo.

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