La recepcionista de hotel

De nuevo he quedado con él, la verdad no sé por qué lo hago llevo tiempo diciéndome a mi misma que tengo que acabar esta relación de mentira.
Lo cierto es que cuando acabo mi turno de recepcionista, cuando estoy esperando a que termine y salir por la puerta de ese tedioso hotel gigantesco, solo pienso en él.

En sus besos, su mirada, su descaro cuando me trata, nadie ha conseguido, ni conseguirá tratarme como él. Con desprecio pero al mismo tiempo con cariño, con dureza y con dulzura al mismo tiempo.
Hemos quedado a las site de la tarde, y hoy como cada día acabo a las seis. Tengo que cruzar toda la ciudad para encontrarme con él. Quedamos en un punto cercano al a playa. Yo llego como siempre con mi coche al lugar que me indica, con la ropa ya de calle. Y como siempre él me indica, sin bragas y en el bolso.
Llego, él ya está puntual como siempre. Me bajo del coche, me acerco a su coche y me introduzco en la parte delantera.
Las bragas las llevo en la mano y su voz cortante y seca, me pregunta cómo me ha ido el día. Le digo que bien, pero lo que menos me importa es pensar qué jodido día he tenido. Solo me interesa y quiero estar a su servicio, a su disposición de sus deseos y de su polla.
Parece mentira que no pueda parar esta avalancha de deseo.
Hoy no me ha dicho casi ni media palabra prácticamente conmigo, «ve al asiento de atrás y desnúdate, perra». Ese perra retumba en el coche como un estallido de placer en mi cerebro, caliente venía durante el camino, pero más caliente al oirlo de sus labios. Salgo del coche y me incorporo al asiento de atrás, me apresuro a desnudarme como me manda. «Rápido», me dice con un cortante imperativo. No lo dudo ni un momento y rápido me quito toda la ropa de calle. Es curioso como no obedezco a nadie, ni casi en el propio trabajo, pero con él, con él me pongo como una perrita sumisa, no puedo remediarlo. Así que ya desnuda, me noto mojada. Necesito que él me domine, me mande, me monte. Vengo agotada del trabajo, cansada de los pesados clientes, y lo único que me recupera es sentirme suya, abierta y follada como él solo sabe hacerlo.
Con un movimiento veloz lo tengo junto a mí, en el asiento de atrás. «Venga de espaldas, a cuatro patas, cabeza agachada, culo abierto y empinado, no me dificultes la follada!» Obedezco. Mi mojadura aumenta. Le preparo el culo y coño como me ordena. Que entre por donde quiera. Porque lo necesito. Aunque me dé por detrás él lo hace muy bien, así que no me importa que me culee. Solo él lo hace. Nadie más.
Noto como me coge las caderas se acomoda detrás. Noto su polla empalmada y sin mirar sé que sus piernas están desnudas y sus huevos y polla sin slip y ni ropa. Me va a follar por el coño, enseguida lo sé porque noto la punta excitada buscar mi raja de coño. Cuando menos lo espero me ha ensartado su polla gorda y dura. Enloquezco como una perra, necesito polla, la suya. Me empieza a bombear, a follar, a arremeter. En su coche, en pelotas, como una perra buscando macho, allí me veo, follada duramente. «Calla puta, ni pienses, y traga nabo por tu coño sucio de recepcionista de hotel de lujo». Nadie me dice eso, solo él, pero la verdad que no lo puedo resistir. Cuando escucho esas palabras, aún le empino más en culo, que sé que le gusta, y a su gorda polla más. Me jode viva, me monta como a una sucia zorra en busca de dominación, pero no puedo remediarlo. En su coche, después de una jornada dura y cansada de trabajo, con la cara empotrada en el asiento, las tetas rozando la ropa de la tapicería, y los brazos sujetándome a lo que puedo, noto como me folla con dureza como queriendo joder a una tía que necesita polla. Una recepcionista de hotel.

 

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