Este relato no tenía pensado escribirlo sobre una escort en Madrid pero me he animado dado la cantidad de erotismo que he encontrado en esta web. Y además, mi historia es una más, una vivencia que está llena de fantasía y realidad.
Me encuentro un sábado otra vez solo en casa, como el de la película pero con algunos años más; mi novia de toda la vida me dejó hace cuatro meses por otro, que ni lo conozco. Vaya tela marinera. Al parecer mejor que yo, porque si no, no entiendo su cambio.
Mis amigos ya no son tantos, dicen que se pueden contar con los dedos de una mano, pero ni eso. Antes salía mucho con ellos pero ahora prefiero estar en casa, o como solía hacer antes, estar con mi novia. Mi amada novia, mi lejano recuerdo y mi cercana nostalgia.
Hasta hace poco no sabía lo que era una escort, pero ese sábado, el día en el que me liberé, no lo dudé ni un segundo. ¿Prefería estar en casa solo o estar con una chica bella, sensual, morbosa, simpática y muchas más cosas más?.
Pues lo segundo. Así que llamé a Bárbara, una escort en Madrid era su título de bienvenida, me pareció exacto para mí; la pude localizar y seleccionar entre una multitud de bellezas por internet. Se presentaba sensual, agradable, delgada, brasileña y culona. He dicho culona!, sí, lo he dicho, porque solo decirlo me acuerdo de su precioso, enigmático y encantador culo. Era y es toda una belleza.
Bárbara, toda una escort en Madrid que nunca olvidaré
Nos citamos a las 10 de la noche, enfrente de la Puerta del Sol, era como comer las uvas, pero otro día y no uvas, sino peras. Menudas peras, dulces y acarameladas. La verdad, no soy de decir vulgaridades, y menos aquí, y en mi primer relato, pero tenía y poseía una peras que ni Afrodita en sus mejores días.
Su nombre ya denotaba algo feroz, salvaje, fiero, asalvajado, natural, enorme, y alocado; justamente fue como la noche: alocada. Bárbara retumbaba en todo el restaurante, en toda la habitación, en toda la Puerta del Sol.
Fuimos a cenar, yo llevaba dinero, no me importó pagar la cena y pagar lo demás. Era nuestra noche, Bárbara tenía una voz sensual y misteriosa, lejana y cercana, sublime y erótica. Dicen que a una chica no la conoces hasta que no estás con ella en la cama, en la intimidad; he estado con miles de amigas de la Universidad y no sé ni cómo duermen, ni cómo comen, ni cómo imaginan, ni cómo nada.
Solo las he visto tomando pesados apuntes, hablando y hablando de sus cosas, de sus novios, de sus deseos, de sus tonterías, de esto y lo otro, y no les he visto ni una teta. Toda una frustración. Una pena de años universitarios perdidos, de tetas no vistas.
A mi nueva amiga escort de la noche madrileña, encima de agradable y complaciente, le vi los pezones resplandecientes, nada más empezar la noche. Y no tuve que esperar ni un trimestre, ni un mes, ni un día: fue cuestión de horas.
La cena fue tranquila y no fue puro trámite, se vivió con intensidad y moderación, porque ahí la pude conocer, escuchar y observar.
Cena y hotel con Bárbara una escort discreta
Una vez cenamos a gusto y en proximidad, nos fuimos al hotel que yo había reservado. Habitación de lujo, en la última planta, con todo tipo de comodidades: jacuzzi, cava, pantalla grande de cine, cama de agua y cama normal, lo cual, nada era banal.
Ella, nada más entrar se descalzó, y su delicado y fino vestido de noche, lo hizo caer, deslizándolo por su suave piel. En menos que pude decir, ¿te gusta la habitación?, ella ya estaba preparada. Fue la sorpresa más agradable de la noche, cómo se nota que tiene experiencia, y no mis pesadas compañeras de pupitre que solo sabían hablar de axiomas, de senos y de cosenos. Estudié matemáticas, que se me había olvidado decirlo.
Un masaje erótico con una escort en Madrid relajante
¿He dicho senos? Coseno y senos los de mi amiga sensitiva, perfectos para mis manos, encima de ser respetuosa y educada, era sensual y delgada. La educación me excita en una mujer, odio a las mujeres vulgares y que se creen que por tener dos tetas y un coño lo tienen todo hecho y dicho. Conmigo no es así.
– Mis masajes eróticos son excelentes, tengo un culo que te hará ver las nubes y mi final feliz es más alegre que una tarde en Porta Ventura.
Esas palabras me dejaron fuera de servicio, qué inocente y qué atrevida a la vez, una escort en Madrid y solo para mí y no sabía qué hacer; pero la verdad que su trasero me excitaba más que a un toro de campo abierto.
– Te puedo ver por detrás, el culo me refiero.
Ella no lo dudó ni un instante, se giró y con una ligereza de un gato asustado, pasmosa se cogió las nalgas e hizo la abertura u obertura correspondiente. Vi a la perfección el ojete de una escort en Madrid, lo que yo quería. Además aprecié con qué profundidad estaba hecha la brasileña Bárbara.
– ¿Te gusta amorcito?
– ¿Que si me gusta?… que sí, me gusta- afirmé con rotundidad.
Y seguirá, porque hubo tela marinera…
PD. Las fotos eroticas son ya en mi casa, hace un mes, con Bárbara desinhibida. Ya tenemos confianza. Si queréis más relato solo tenéis que comentarlo de una escort en Madrid.