Si hay algo que me gusta es la naturaleza hecha agua, no sé si venimos del agua pero donde me encuentro realmente a gusto y cómoda, es en el agua. Esas tres cuartas partes que lo abarcan todo, desde el planeta hasta mis propias tetas. Es decir, todo mi cuerpo salado.
Lo cierto es que no sé dónde está todo el agua que llevo encima, lo que sí veo son mis dos senos grandes, pendientes y algo vencidos por el tiempo, y mis ganas de chapotear en un buen charcazo. Cuando la tarde cae y el día se despide a la francesa, un baño a la marinera hace de mí, una excelente compañera. Pero ahora estoy sola.
El rebozo sobre la arena gruesa de las playas catalanas, hacen de mí, una mujer de bandera y placentera, con mis pechos rozando la curvatura de la superficie del mar, me ponen a estallar. Solo el roce del agua me ponen rugosos y endurecidos mis pezones, y no me hace falta ni compañía masculina. Sensibles y agradecidos, están a merced de un mar engrandecido, embravecido y encrespado. Normal, es la Costa Brava de Barcelona.
Escort de vacaciones en una cala de la Costa Brava
El mar, es mi novio enjaulado y silencioso, sigiloso. Un amante perfecto que me concede todo lo que deseo. Humedad, silencio y placer.
Una combinación que difícilmente se puede superar con las palabras que se las lleva el viento. He tenido algunos amantes de palabra, y se han esfumado y volatilizado lo mismo que desaparece la espuma de un baño turco.
El mar no me miente ni me abandona, sin ser tóxico como un desodorante, tan solo me acompaña y no me juzga por salir de la playa para la toalla, deseosa y mojada. Duchas, playas, baños, todo lo que sea por estar cerca del agua, por enjabonarme y sentirme limpia; por relajarme y poder oler a mujer, recién salida de la piscina. O de mi querido mar. Fdo. Una escort de Barcelona.