Me abandonó y se fue con una escort

Me llamo Laura estoy casada hace muchos años, ya ni me acuerdo, pero muchos. Mis redondas formas así lo confirman. En la foto que desentona, la rellenita y tetona, se me puede ver, al trasluz, ahí estoy; las otras fotos, mi imaginación que vuela, rubia, guapa, delgada es la que yo creo que esa noche se follaría a mi marido, o él a ella.

Él nunca mentía, incluso cuando decía la verdad; aquella fatídica noche no fue distinto. Me dijo la verdad al día siguiente. De esto hace casi un año, discutimos y se fue. Se fue para no volver y hasta hoy. Me dijo que todo había acabado y que estaba con una de las mejores Putas Bilbao que nunca hubiera podido estar. Y fue cierto, lo pude comprobar, como así explicaré.

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Nuestro amor vivía y amanecía en Bilbao

Vivíamos en Bilbao, y digo vivíamos porque estábamos juntos. Ahora yo resido a unos setenta kilómetros, me tuve cambiar de domicilio. Nuestro matrimonio ha sido como cualquier otro: dos personas que se enamoran, se desean, se quieren y luego viene todo lo demás. El calor del hogar, la vida conyugal y cómo no, nuestros hijos. Dicen que lo que más se quiere en el mundo son los hijos, es cierto. Ahora los tengo a ellos, a él no. Mis hijos son grandes actualmente, independizados: uno casado y mi hija ya en matrimonio. Luis y Ana. No Luisiana como dicen muchos para hacer bromas, ni que fueran un condado de Los Ángeles. A lo que iba, ellos independizados y nuestro matrimonio navegando solo, en las aguas turbulentas de este sin sentido que es vivir.

Años sin relaciones íntimas con mi marido

Nos quedamos solos, los dos, mi marido y yo, las mañanas y tardes pasaban anodinas; él no ha sido nunca muy risueño que digamos. Todo fue oscureciéndose y se fue apagando esa llama, la llama que llaman del amor. Yo estaba desganada, ni tenía deseos de estar con otro hombre, ni poluciones nocturnas (que también las mujeres tenemos). Él sí tenía ese deseo de estar con otra, y materializó aquella noche las ganas de follarse a una que no era yo. No acostumbro a hablar mal pero la rabia me inunda y me conmueve. Residíamos en Bilbao como ya he dicho, una ciudad en la que hay de todo, hasta mujeres de compañía, o escorts como dicen ahora. Aquella noche discutimos, se fue, y al día siguiente me llamó. Me dijo que ya no estábamos juntos, que todo había acabado. Que no sentía nada por mí, y que incluso amanecía al lado de una puta. ¡Una puta!. No me lo creí, le dije que me pasara el teléfono, quería escucharla al menos. No sé qué pretendía, celos, envidia o qué, no lo sé. A veces el ser humano es tan absurdo que no tiene ni explicación lo que hace. Einstein dice que hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, y de lo primero no está muy seguro. Pero vuelvo al hilo, que me pierdo; ella se puso al teléfono, cuidadosa y educada, sonaba más a escort que a puta, aunque sean sinónimos. Una voz suave y sexy me preguntó quién era yo. Tenía ganas de insultarla, pero, reflexioné. Ella no tenía la culpa, la culpa fue (no del chacha-cha), fue de mi innombrable marido adúltero.

Una puta al móvil con la voz más sensual que nunca escuché

Colgué el teléfono, era por la mañana, me había llamado para decirme que estaba con otra, y yo la había hasta escuchado. Algo surrealista. Todo había acabado, no sólo se había marchado por las buenas la noche anterior, sino que tenía la desfachatez y el descaro de llamarme mientras la tenía al lado. Dicen que el amor se acaba, y es cierto. Todo lo que empieza acaba, y fue muy feliz con él. Ahora como ven, en la tímida y oscura foto, soy una madura rellenita, entrada en carnes. La soledad de estar sin nadie, me ha empujado a sentir deseos por hombres, ahora sí. Cada noche pienso en uno diferente, me siento, y es raro decirlo, como esa puta que se puso al teléfono. Imagino, y pienso, que puedo llegar a provocar deseo en los hombres, anhelos de tocarme, pero no sé, ustedes me dirán. Quiero ser puta, una de las mejores de la zona, del barrio, de mi sitio, ya no Bilbao, eso se lo dejo a ella. Me conformo con estar a menos de cien kilómetros, y hacer ahí de puta y que ella aprenda; en Vitoria que es donde resido ahora. Ser de las mejores Escorts de Lujo que un hombre pueda haber disfrutado, y entonces un día, un día, cuando sea una experta como ella, entonces le diré a mi marido: «¡Mira en qué me he convertido y sin haberlo ni pretendido, pedazo de…!»

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