Miguel Ángel abrió la puerta y entró en casa.
– ¿Dónde estás, mamá?
– Estoy aquí, en la cocina.
Miguel Ángel tenía 14 años, era el menor de tres hermanos, su experiencia sexual era nula, hacía poco que había empezado a masturbarse, eso sí, lo cogió con afición y todos los días se hacía una paja por lo menos. Últimamente el objeto de dichas pajas era su madre, no sabía muy bien porque pero se había obsesionado con ella, sobre todo con sus tetas.
Pilar, su madre era un ama de casa típica de esa época, finales de los setenta, era bajita y algo regordeta, ¿Sus tetas?, Eran grandes, pero no exhuberantes, las típicas tetas que han dado de mamar a tres hijos.
Ella no las lucía, iba siempre bastante recatada, en casa con una bata de manga corta en verano o una guateada en invierno. Cuando salía a la calle lo normal es que fuera con una camisa o polo y una falda o un vestido hasta las rodillas, incluso había descartado un vestido que tenía por ser demasiado escotado.
¿Le destacaban las tetas? Si, pero no era por su culpa.
Miguel se sentó en la cocina, su madre trajinaba en los fogones y le daba la espalda.
Vaya culo que tiene mi madre, pensó, no podía quitar los ojos de él. No sé lo pensó, se sacó la polla y se empezó a masturbar, como su madre se diese la vuelta no sabía que iba a decirle
– Estás muy callado, hijo.
– Si, dijo, mientras seguía meneandosela.
– ¿Que tal el colegio?
– Bien mamá, me han sacado a la pizarra y he resuelto bien un problema.
– Así me gusta..
Se iba a correr, se levantó sin saber muy bien que hacía y le echó el semen a su madre en la bata, a la altura del culo, se metió el rabo dentro del pantalón rápidamente.
Su madre sintió algo en el culo y se volvió, se sorprendió al verle tan cerca.
– Leches, hijo, que susto me has dado creí que estabas sentado.
– Es que iba a ver qué hay de comida.
– Hay lentejas dijo su madre.
– Vale mamá, me voy a mi cuarto a estudiar.
Su madre se quedó sola en la cocina, echó la mano para atrás, donde había sentido el golpe y lo notó húmedo. ¿Que es esto,?, Pensó. Se miró la mano y casi da un grito, vio la sustancia blanca y pegajosa y supo que era semen y solo podía ser de su hijo.
Se quitó la bata y vio el manchurrón, había sido una buena corrida.
Hecha una furia se dirigió a la habitación de su hijo sin importarle estar en bragas y sujetador.
– ¿Que es esto, Miguel? Dijo enseñándole la bata.
– No se mamá, parece agua, dijo Miguel que no podía quitar los ojos de las tetas de su madre. Además yo estaba en la habitación.
-¿Y antes cuando estabas en la cocina, que has hecho?
– Nada, mamá. Hablar contigo.
Pilar se dió cuenta de cómo le miraba las tetas, se cubrió un poco con la bata y salió asustada de la habitación. Su hijo era un monstruo.
Dejó la bata en la lavadora, se vistió con una falda negra y un suéter blanco, el suéter le estaba algo estrecho lo que hacía que sus tetas destacasen más, ella no se dio cuenta, pero el que seguro se ba a dar era su hijo, al que le encantaba ver a su madre con ese suéter y además con falda.
Pilar decidió que tenía que hablar con él, entró en su habitación.
Miguel estaba tumbado en la cama, al verla se sentó y pensó en lo buena que estaba así vestida, Pilar se sentó a su lado y le puso la mano en una pierna.
.- Mirá, Miguel, masturbarse es normal a tu edad.
– ¿Mastur…. Que? Mamá.
– Masturbarse, tocarse la cola.
-¡Ah!
– Lo que no está bien, continuó su madre, es que lo hagas pensando en mi, y mucho menos que me eches tus cosas encima ¡Soy tu madre!
– Perdona, mamá.
Su madre tenía todavía la mano en su pierna, de pronto sintió algo, miró y vio un bulto dentro del pantalón de su hijo, se estaba excitando, le miró y le vio fijo en sus tetas, ¡Esto tenía que acabar!
– ¿Se puede saber que miras?
– Nada, mamá.
– ¡Nada! No haces nada más que mirarme las tetas.
– Perdona mamá, es que son muy bonitas.
– ¿Pero me las has visto acaso?
– No, pero me las imagino.
Su madre tomó una resolución, tenía que desmitificar sus tetas.
– Te las voy a enseñar para que veas que no son como te imaginas,.
– Vale mamá.
Pilar se quitó el suéter, quedándose con un sujetador color carne.
– ¿Lo ves?
– No, mamá, no veo nada quítate el sujetador.
Pilar dudó pero decidió seguir hasta el final y se lo quitó, apareciendo sus dos generosos pechos. Se sentó de nuevo al lado de Miguel.
– ¿Los ves ahora?
– Si, mamá.
– Los ves, están caídos y son blandos, dijo Pilar.
– ¿Puedo tocarlas?
– Vale, para que veas que no valen nada.
Miguel puso sus manos en las tetas de Pilar, en ese momento vio que había perdido la partida, el sobeteo de su hijo la estaba excitando, se avergonzó, pero lo que le llevó a la locura fue lo que vino después.
– Mamá, me aprieta mucho el pantalón.
Pilar miró y vio el enorme bulto.
– Claro, hijo, te has puesto como un burro, sacatea no te vayas a lastimar.
– Si mamá, Miguel se sacó la polla.
Cuando Pilar la vio se quedó alucinada, menudo pollón gastaba su hijo, no lo pudo evitar la cogió y empezó a masturbarse, mientras Miguel había vuelto a agarrar las tetas de su madre.
– Mamá. Me estás masturbando.
– Si hijo si, mira lo que has conseguido.
– Yo no he hecho nada mamá.
– Calla y sigue sobandome las tetas.
– Si mamá.
Miguel se corrió, su madre dirigió el esperma hacia sus tetas, algunas gotas callejón sobre su falda destacando en la tela negra.
– Mamá, te lo has echado encima como hice yo antes.
Pilar volvió en sí, agarró su ropa y salió de la habitación con la cabeza gacha, avergonzada.
Miguel se tumbó en la cama sonriendo, lo había conseguido.