Fue un polvo pagado. Pero fue un dinero bien gastado. Ella era una rusita. Rubia, alta y con grandes tetas. La llevé a un piso que tengo para alquilar. El trato era 50 euros por un polvo, sin besos.
Se desnudó y se echó sobre la cama, como diciendo: “Acaba pronto que me quiero ir a casa”
No le iba a dar ese gusto. La puse a cuatro patas y le pasé la legua por el ojete. Le metí y saqué la punta de la lengua… Se lo follé bien follado. Al rato ya su ojete se contraía queriendo coger mi lengua, que se le escapaba al apretarla. Le puse el capullo en la entrada del agujero y le metí la puntita, muy suavemente. La follé sólo con la puntita. Le cogí las tetas, se las acaricié y le apreté los pezones. De repente, empujó con su culo hacía atrás y metió la polla hasta el fondo. Quería que me corriera, o eso fue lo que pensé. Un minuto después, quité la polla de su culo y la volví a follar con las lengua. Llevé a su coño una de las manos que tenía en las tetas. Estaba empapada. Le metí dos dedos y se la clavé en de nuevo en el culo. La rusita se deshacía en gemidos, y no era para excitarme más, era porque estaba caliente como una perra. Al volver a quitarle la polla del culo. me dijo;
-Tú boca arriba.
Me eché boca arriba. Subió encima y me folló como si no hubiera mañana. Su culo se movía hacia delante y hacia atrás a la velocidad del rayo, a punto de correrse, ne dijo:
-Correr Conmigo.
Me metió la lengua en la boca. Sentí como su coño se cerraba, apretaba mi polla, se abría y me llenaba los huevos de flujo. La rusita me comió la lengua mientras se corría, y yo, yo la llené el coño de leche.
Quique.