CASA SOLA. una aventura con mi primo (segunda parte)

Bueno, en vista de que un dulce chico me pidió que subiera la segunda parte, ahí te va, amigo. Espero que te guste…

Llegó la noche. Eran las diez y me metí a bañar. Traté de oler rico y lucir una mezcla de mujer elegante y una zorra barata. No sabía qué ponerme. «Después de todo la ropa saldrá sobrando» dije entre mí y mis pezones se pararon.
Por fin me decidí. Un sostén que resaltaba mis tetas, una blusita blanca semi transparente y muy escotada, y una tanguita roja. Dejé a la mano un short por si acaso mi abuelita o alguna de mis tías iban a supervisarme antes de dormir. Pero nadie llegó.

Eran las doce y decidí ver porno, quería ver cómo hacer un buen sexo oral, cómo moverme, cómo ponerme sexy para cada posición sexual. Con cada video me calentaba más y quería adelantar el tiempo.

Por fin dieron la una de la madrugada… pero no llegaba. Pasaron cinco minutos… nada.
Diez minutos, quince minutos, casi media hora. Nada. Quizá su lado religioso lo había frenado.
Estaba por meterme a la cama para dormir, desilusionada. Y de pronto sonó la puerta de la casa. La abrieron, luego se escuchó que la cerraron. Debía ser él. Olvidé decir en la primera parte que esa tarde le había dicho a mi primo que dejaría la puerta abierta para que entrara con facilidad y para que no tocara el timbre o no me gritara desde la calle. Por obvias razones.

Desde el pasillo, desde arriba, me asomé. ¡Era él!
Me regresé corriendo a mi cuarto para esperarlo. Y me asomé desde la puerta. Cuando apareció arriba, en el pasillo, mi cuerpo empezó a temblar. Mis manos sudaban, mi corazón casi se me salía del pecho. Estaba excitada, emocionada… y nerviosa.

Por fin me vio, nos vimos. Nuestras miradas de deseo y perversión eran innegables.
Llegó hasta mí… me abrazó.
―Estás bellísima, prima. Muy sexy. Luces como ―hizo una pausa, dudando, pensando.
―Anda, dilo. Tengámonos confianza desde ya.
―Como una puta. Como MI puta.
Oírlo de él me excitaba aún más. Lancé una risa coqueta. Mordí mis labios.
―Tú luces como un jinete ―la verdad era que en nada se parecía a uno. Iba vestido con una camiseta ligera, y unos bermudas― ¿Crees poder montarme?
Entonces hizo algo que aún tengo muy vivo en mi memoria. Algo que no esperaba y me excitó muchísimo más. Me tomó de la cintura, me dio media vuelta y recargándomela me dijo «vamos a pecar, perra». Y después me dio una fuerte nalgada. Era la primera cosa de la lista que no podríamos haber hecho si estuviera alguien en casa, sobre todo mis padres.
―¿Dónde lo haremos, primita? ―me dijo― ¿En tu cuarto o en el de mis tíos?
―Lo dejo a tu elección.
Sin dejar pasar ni un segundo, me tomó de la mano y me llevó a la habitación de mis padres.
―Si vamos a pecar que sea más prohibido, más peligroso, más cerca del infierno.

Sexo entre primos esperado y ansiado

Como ya dije, era muy difícil excitarlo y convencerlo de esto, pero cuando se calentaba era otro. Pero hoy… hoy había llegado a otro nivel. Sin duda tener casa sola, era lo que necesitábamos.

Llegamos al cuarto de mis padres, nos sentamos en la cama. La luz de la luna entraba bellísima en la habitación.
―Prima, déjame decirte que siempre había querido esto, pero nunca se había presentado esta oportunidad.
―Pero yo lamento hacerte pecar, Cris.
―Oye, Vicky, tranquila. Todo mundo es pecador, así que por lo menos hay que disfrutarlo. Y si voy a pecar contigo, ya estoy probando el cielo. Estás buenísima.
―Gracias, Cris. Tú también…
―No, espera ―me interrumpió, al parecer quería decir algo serio―. Ahora que estamos a solas, que podemos decirnos todo sin miedo a nada. Quiero decirte, en verdad, prima, estás buenísima. Yo siempre me hago el santo cuando tú me seduces, cuando me da miedo que nos descubran, cuando siento que es pecado, pero es justo que sepas lo que por dentro siento por ti.

Relatos Primos Follando
Dios, esto se estaba yendo más allá de donde yo lo esperaba. Y me encantaba.
―Estás buenísima ―continuó―, siempre he tenido celos de tus novios. Muchas veces escucho en la secundaria que todos te quisieran coger, he oído rumores de que muchos te han cogido, de que traen fotos tuyas en las cuales estás desnuda. Todo eso tengo que callarlo porque no soy nadie para tener celos, nunca seré algo más de ti. Sí, en el fondo, solo tú y yo sabemos que darías cualquier cosa porque en lugar de coger con ellos cogieras conmigo, pero cómo se lo grito al mundo si tú solo eres mi prima. Cómo reclamarte si tú tienes todo el derecho de revolcarte con quien quieras. ¿Sabes a qué me limito? Solo a quedarme callado en la escuela, en la calle, en todas partes Y al final del día, lo único que hago es acordarme de las veces que hemos estado a punto de coger, de las cosas que me dices cuando me quieres seducir, recuerdo en cómo te veías tal día y…
―¿Y qué, Cris?
―Y me masturbo. Me masturbo pensando en ti. Sabiendo que estoy pecando masturbándome por mi prima, pero por lo menos me siento menos culpable porque no peco contra tu cuerpo literalmente. Pero la lujuria me invade y sigo teniendo más y más pensamientos malos. Muchas veces agarro la almohada e imagino que eres tú. Pienso en tus grandes tetas, en tu hermosa cintura, en tu precioso culo, en tus piernas, en tu sexy voz… y… no te burles ―meneé la cabeza diciendo que no me burlaría― y me cojo a la almohada. Invento historias, imagino que es a ti a quien te estoy haciendo el amor. Digo cosas como «Oh, prima, ¿esto querías desde hace tiempo? Oh, sí, prima, muévete más. Ay, primita, qué rico lo chupas. Mmm, prima, cómetelo. Menéate. Pon tu boca, primita». Cosas así, ¿me entiendes?
―Me dejas sorprendida, primito. Yo pensé que ni siquiera te habías fijado en mí. Y ahora, con lo que me acabas de decir de mis pechos, mi trasero y todo eso, veo que sí.
―Créeme que sí, prima. Siempre te he deseado, pero soy un cobarde. Desde antes de que perdieras tu virginidad ya te quería coger, lástima que no fui yo el que inauguró ese hermoso cuerpo.
―Oye, Cris, no te creas todos los chismes de la gente. Te quiero confesar algo, si yo me visto así es porque me gusta y porque quería llamar tu atención. Y te juro por el deseo que te tengo que soy virgen. Que a nadie le he entregado mi cuerpo nunca. Sí, soy puta, zorra, caliente, pero CONTIGO, Cris. Solo contigo. Casi crecimos juntos, soy un poco mayor que tú, pero fuiste mi niño. Yo te vi crecer, tú me viste desarrollarme, jugamos juntos… Cris, esto solo lo quiero contigo. No te niego que me gustan otros chicos también, pero no sé cómo explicarte que sexo solo quiero contigo. Porque lo que más me excita son tres cosas que solo tú tienes: eres menor que yo, eres una persona tímida y conmigo te conviertes, y sobre todo, que eres mi primo, Cris. Eres mi primo y eso me excita muchísimo. Y sí, he visto cómo me miras algunas veces, pero pensé que solo era parte de la calentura del momento y ya.
―No, prima, quién se va a calentar solo por un rato contigo, tú calientas las vergas de todo el pueblo por una eternidad. La cabeza de mi pene ahorita está a punto de estallar porque sabe lo que vamos a hacer.
Lo abracé, fue un hermoso abrazo. Porque combinaba amor, cariño, ternura, pasión y lujuria. Él también me abrazó. Yo rodeé su cuello y él rodeó mi cintura. Su rostro quedó arriba de mis senos, en mi pecho.
Entonces el acto empezó…
Ya estando arriba de mis senos solo bajó un poco más y comenzó a chupármelos por encima de mi blusa. Yo no pude aguantar más, ya no quería preámbulos. Me bajé los tirantes de mi blusa a los ante brazos y mis pechos quedaron casi al aire, de no ser por mi sostén, pero él tampoco quería rodeos. Con sus dientes me bajó las dos copas del sostén y me recostó en la cama de mis padres. Se acostó a un lado mío y comenzó a succionar fuerte de mis pezones. Me dolía muchísimo, pero no quise decirle que parara. Era un dolor rico. En otras ocasiones ya me los había chupado, pero no tan desesperadamente como ahora. Yo gemía, la luz de la luna nos iluminaba. Me chupaba una teta y con su mano me apretaba la otra, la acariciaba, la masajeaba. Sin duda sabía lo que hacía, sin duda había practicado algunas cosas también.
Así como estaba le quité la camiseta y él bajó más mi blusa. Lo jaló con tanta fuerza que se desgarró a la altura de mis brazos. Me excitó mucho y al parecer a él también, porque sin pensarlo la rompió. La partió en dos y la tiró al piso. Siguió mamando de mis senos por unos minutos más.
Lo empujé tumbándolo a la cama y me paré. Me quité mi sostén, ahora si mis senos estaban al aire. Yo estaba parada frente a él, únicamente vestida con tanga. Me incliné para desabotonarle el bermudas y cuando lo saqué me percaté de que no se había puesto ropa interior. Cuando saqué sus bermudas su pene me dio una leve bofetada. Salió disparado, estaba durísimo.

Mi primo desnudo y yo con un tanga más caliente que nadie

Él ya estaba completamente desnudo, yo estaba en tanga. Me puse en cuatro sobre él y le empecé a hacer sexo oral. Sin rodeos, me lo metí hasta la garganta, rápidamente salieron lágrimas y ligeras arcadas. Era delicioso tenerlo adentro de mi boca. Bien duro, y ya hasta con líquido pre seminal.
―Uy, primita. Qué rico. Qué bien lo haces.
―Te gusta.
―Me fascina, de lo que me estaba perdiendo.
Seguí chupándolo. Duré minutos chupándoselo en esa posición. De hecho yo iba a seguir mamando pero…
―Párate, Vicky ―me dijo jadeando. Me paré ―. Ahora móntame, viéndome de frente móntate en mi verga.
Una vez más comprobé que él estaba en otro nivel de excitación. Me hablaba diferente, me pedía él mismo las cosas y me poseía como si no fuera el Cristian tímido, el Cristian que decía que eso era pecado.
Me fui metiendo poco a poco su verga.
―Oh, sí, chiquita. Ay, prima, qué rica estás.
―¿Te gusta cómo monta tu vaquerita? ―le dije con voz de zorra caliente.
―Oh, me encanta ―dijo dándome otra fuerte nalgada―. Me encanta, puta. Brinca, perra. Brinca duro.
Brincamos los dos, él para metérmela y yo para clavármela. Era una delicia. La cama de mis papás crujía, rechinaba. La luna bañaba nuestros cuerpos que comenzaban a brillar en sudor. Y la foto de mis papás en su buró nos veía sin idea de lo que estábamos haciendo.
―Lo siento, tíos. Ahora también son mis suegros ―dijo Cris. Yo me reí, y no dejábamos de coger.
―Pueden estar tranquilos mami y papi, mi primito me vino a cuidar MUUUY bien esta noche.
―Así es. Vine a darle lechita caliente para que duerma rico.
Ambos reímos. Y de fondo se oía el clap-clap de nuestras pieles chocando y el chac-chac de su verga removiendo mis jugos.
Cristian estaba muy caliente. Era una fiera.
―Ponte en cuatro, Vicky.
―Sí ―dije con voz débil y sexy. Estaba tomando mi papel de puta, me puse a su disposición―. Sí, papi.
Me puse en cuatro y él me lamió. Pasó su lengua desde mi vagina hasta mi culo… esto último despertó algo en mí, pero aún no estaba segura de decírselo.
¬―¿Lista, prima?
―Dámela toda.
Ni bien terminaba yo de hablar y me la enterró hasta el fondo. Sentí un dolor y placer indescriptibles. Y comenzó el traqueteo de a perrito. Metía y sacaba a su merced. Con furia, con desenfreno. Gotas de sudor caían de su frente sobre mi espalda. Me excitaba, además del hecho de que fuera mi primo, que siendo menor que yo tenía el control sobre mí. Vino a mi mente un recuerdo que me calentó. Cuando éramos más pequeños nuestra abuelita siempre le decía a Cristian que me hiciera caso por ser mayor que él. «Dale la mano a Vicky y no te vayas a perder», «obedeces lo que te diga Vicky porque tú todavía estás chiquito»…
―…Prima, ¿no me oyes?
―¿Qué?
―Tu papaya está empapada.
―Es que por fin se me hizo y me estás cogiendo de maravilla. Además ahorita que tienes el control sobre mí me acordé de cuando abu te dejaba a mi cargo y a mis órdenes por ser mayor que tú…
―Sí, y a mí nunca me agradaba la idea.
―Bueno, aquí tienes tu recompensa ―dije.

Relatos Primos Tetas grandes
―Uff y qué recompensa ―me dijo y me tomó los brazos, me los llevó a la espalda y los cruzó. Me estaba dando la cogida de mi vida. Me tenía presa. Apretaba fuerte mis muñecas y me daba unas arremetidas tremendas. El clap-clap se oía cada vez más fuerte. Ya había perdido la cuenta de las cosas de la lista de cosas que no pudiéramos hacer si mis padres estuvieran en casa.
Me tiró a la cama y me puso boca arriba. Me abrió las piernas y después de lamerme fugazmente la vagina me la metió sin piedad. Yo estaba boca arriba, él semi hincado en el colchón y llevó mis piernas a sus hombros. Uff me entraba cada centímetro de su pene y sentía cómo revotaban sus huevos contra mí.
Después de unos minutos dándome así, se recostó sobre mí. Yo boca arriba, él boca abajo. Y me dijo algo que me molestó un poco y me llevó a darle otra cosa más para desvirgarme. Ya me había desvirgado la boca, la vagina…
―Prima, ¿en serio eras virgen?
―Muy bien suficiente, ¿no me crees? Está bien. Yo te juro que era virgen, pero, ¿quieres algo más para desvirgar? Bien, quítate.
Me puse en cuatro.
―Métemela por el culo…
―Pero, prima…
―Métemela. Y revisa bien mi culo, fíjate muy bien que todavía está cerradísimo. Me va a doler como nada pero quiero que estés satisfecho.
Después de mucho disculparse, no aguantó la tentación. Comenzó a frotarme el culo con sus dedos y metía un poco su lengua.
―Ya métemela, primo.
¬―Ok.
Comenzó a metérmela lentamente. No pude evitar apretar las sábanas de mis padres. Tomé una almohada y grité. Lágrimas salían de mí.
―¡No pares! ¡No pares, Cris, no te detengas!
Poco a poco fue entrando. Cuando sentí que la mitad ya estaba adentro, yo misma abalanzaba mi culo contra su verga para comerla poco a poco y ayudarlo a que me entrara.
Después de una dura batalla entró.

Relatos XXX
―Déjamela un ratito adentro ¿sí, primito?
―Sí, amor.
Mientras la dejó adentro se recostó sobre mi espalda. Me acariciaba mi cintura, mis caderas, mis nalgas y me besaba.
―Muchas gracias, Cris. Preferiste pecar que dejarme esperándote.
―Ya te dije, Vicky. Esta era la oportunidad que estábamos esperando. Y no sabes cuánto te estoy disfrutando…
Sonó el teléfono… Quién podría ser.
Nos paramos juntos, como perros, pegados, hacia donde estaba el teléfono…
―Bueno ―intenté hacer voz adormilada.
Era mi abuelita.
―Hola, hija, me pareció oír ruidos en tu casa. ¿Estás bien?
―Sí, abue, estoy muy bien, no se preocupe.
Tardó un rato en contestar.
―¿Segura? ¿No quieres que despierte a Cristian para que vaya a echarte un ojo?
Por un momento pensé que lo decía porque nos había descubierto. Pero no. Su voz sonaba preocupada y no enojada o molesta. Si supiera que Cris estaba conmigo y estaba haciendo algo más que echarme un ojo. Me la estaba echando completita.
―No, abue, en verdad, no se preocupe yo…
―Bueno, ahorita voy yo. No está de más que echemos una miradita a la casa. Muchos maldosos saben que estás sola, no vayan a querer asustarte.
―No, no, abuelita. Ya es tarde para que salga…
―Ahorita despierto a Cristian para que me acompañe.
Dios, el infierno realmente se nos estaba viniendo encima.
―No, abuelita. Dijo que tenía exámenes mañana, no lo vaya a despertar.
―No, no te preocupes, hija…
No se me ocurrió otra cosa más que…
―Bueno, abuelita, pero ahorita me iba a bañar.
―¿A bañar? ―sí, una idea loca. Eran las cuatro de la mañana.
―Sí, es que no podía dormir. Me baño y ya salgo a recibirla, ¿vale? Pero no despierte a Cris, pobrecito.
―Bueno, hija. Tú me dices cuando estés lista para que me salgas a abrir la puerta.
―Sí, abu. No se preocupe. Bye.
Colgué.
―¿Qué dij…?
―Rápido, terminemos. Métemela y te vienes en mi boca. Te voy a esconder en el baño de mis papás. No sé si mi abu ya sospeche o qué, pero va a venir a verme.
―¿A estas horas?
―Sí, ya sé. Por eso creo que sospecha. Apúrate dame duro para que ya te vengas.
Cogimos con mucha adrenalina. Fue riquísimo por la adrenalina, pero no puedo negar que sentía que iba a ser nuestro fin. Estaba casi convencida de que al llegar a casa mi abuelita sospechara. Mi plan era que no entrara en el cuarto de mis padres… olía muchísimo a sexo. Fue una buena elección coger en el de mis papás.
Mi primo me dio durísimo y se vino en mi boca, me lo tragué todo. Porque así lo quisimos los dos y para borrar toda evidencia.
Mi abuelita no sospechó. Mi primo volvió a ser el mismo: tímido y religioso. Fue la mejor noche que he tenido a pesar del miedo que sentí, pero me da nostalgia porque yo tenía la ilusión de que a partir de esa noche la confianza sexual entre mi primo y se volviera excelente. No les niego que no volvimos a tener sexo, pero no como aquella noche. Incluso no con casa sola. Tuve un casi tres meses casa sola, pero no, mi primo nunca más volvió a visitarme en las noches para cogerme.

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