Juguetes eróticos para los días navideños de Sara

13/12/2018

Nuevamente había caído en la tentación: acudir a un sexshop para comprar juguetes eróticos. Ya lo había hecho en Barcelona, Sara la empresaria, nostálgica y enamoradiza, arrolladora y solitaria; de amplio reconocimiento en su mundo laboral, y perfecto anonimato en lo social; acudía de nuevo a un sex shop en busca de mucho, pero que mucho calor. Es Navidad y Sara necesita su juguete ideal.
Ahora ya estaba en Madrid, su lugar base de actividades diarias y reuniones con empresarios; aún recordaba aquella experiencia en la Ciudad Condal en la que la compra de un vibrador, se convirtió en un polvo abrasador. Entró por primera vez en aquel piso lúgubre y oscuro de las Ramblas, para salir para siempre, con la mejor sensación que jamás pudo obtener. El momento se fundió con lo eterno.

Ahora se encuentra en época navideña, Sara es nostálgica por naturaleza, y enamoradiza con franqueza; la Navidad le recuerda los tiempos en los que su familia era su pilar y su centro de todo, ayuda y apoyo. Ahora ya estaba sola. No le quedaba nadie. Soltera madura no tenía familia. Endurecida por la vida y de aplastante éxito profesional, se había labrado y trabajado su cómoda vida actual.

Juguetes eróticos picantes y el amigo invisible navideño de Sara

Entró en un sexshop de Madrid, en busca de regalos picantes para estos días, su amigo invisible, su sueño, estaba por venir. Desconocido en su propia historia y leyenda personal. A pesar de la incerteza e incertidumbre de su futuro, ella tenía que estar ahí: si tiene que venir que me pille enamorada, pensaba en bajo.
Y esta vez no entró en un establecimiento de placer, para comprar un vibrador. Tampoco entró para conocer al dependiente que había conocido en Barcelona, porque ella sabe que lo verdadero no tiene copia, no tiene réplica y es solo uno. Original y para siempre. Si quería ver de nuevo al chico del aquel sexshop, tenía subirse al AVE o usar el Puente Aéreo como hizo la última vez. Esta vez, tan solo quería darse el capricho de tener sobre su gran cama solitaria, productos eróticos, coloreados y lubricados para darse gusto a su coño tan ansiado.
Es jueves, a pocas semanas del fin de año del 2018, en pleno diciembre, la nostalgia y la melancolía se apoderan de Sara lo cual provoca en ella, cierto desconcierto y confusión entre tanta gente. Avalancha de personas con las que se cruza por las calles, en pleno Madrid, en busca una tienda erótica. Un lugar en el que comprar artículos para jugar; finalmente encuentra uno y entra sin pensárselo dos veces, e inicia una breve interacción personal.

Vibradores y bolas chinas para una empresaria muy solitaria

– Buenos días- dijo Sara, nada más entrar, en una espaciosa tienda, con una luz tenue rojiza de fondo, que le daba un aspecto acogedor al sexshop.
– Buenos días, ¿en qué la puedo ayudar?- dice amablemente una chica muy guapa tras un mostrador de poca altura. Esta vez no era un hombre, atractiva y de aire juvenil, con menos edad que Sara. A la cual provoca una confianza injustificada, dada su juventud y lozanía, una fresca energía que enseguida transmite buena onda a Sara.
-Venía buscando juguetes eróticos, los que tenga, quería cuatro o cinco, nuevos, para probar. Compré hace tiempo un vibrador que me encantó, y a mi conejo más…-en ese instante la joven dependienta enrojeció por una simple palabra: «conejo». A pesar de estar acostumbrada a escuchar todo tipo de sugerencias de los clientes, el porte seguro, maduro, y directo de Sara la embargó y poseyó por completo. La inocente dependienta fue arrastrada por una catarata de mandesumbre y docilidad a la cual no pudo ni responder.
-Sí…ummm….tenemos una amplia gama de artículos para que Usted pueda disfrutar y que seguro, o eso intentaré, sean de su agrado- le indicó de forma tímida con la cabeza para que la siguiera, los juguetes nuevos estaban en una vitrina alejada del mostrador, así que ambas tenían que recorrer juntas esa mínima distancia.

La navidad y los juguetes eróticos que Sara jamás pudo soñar

Sara iba detrás de ella, la seguía con la mirada, espectaculares sus movimientos finos y sensuales; vestido de seda floreado con transparencias a media rodilla, más fino que el papel de fumar; y no pudo dejar de mirar su aspecto aniñado en derredor y el contorno bien dibujado de la moza vendedora.
-Mire, tenemos, las novedades más actuales, mire este precioso Satisfyer estimulador Rosa, le encantará, ¿a que es bonito?- mientras lo ascendía con sus delicadas manos para mostrarlo en toda su extensión.- También tenemos, que nos ha llegado esta semana, el último modelo de bolas chinas vaginales tailandesas, que es introducírselas y estar en otro planeta, en Marte o Mercurio, qué se yo, sé muy poco de geografía, perdóneme- se excusaba la chica, sin parar de hablar y con una sonrisa cabizbaja-. Y si las bolas no le agradan, pues huevos y balas moradas de silicona, que se las puede frotar por los pezones y vagina- en este punto la dependienta olvidó cierto temor y compostura y se soltó como hasta entonces no lo había hecho-, y verá que fulgor y placer, y locura hasta estremecer. Y finalmente, y perdone esta perorata, monserga y tostón de esta humilde servidora, tenemos el conejito rampante, que nunca falte. De color carne y buen empaque, el de toda la vida. Es meterlo y comprenderlo. Así que,… ¿qué me dice?, ¿le gusta alguno de ellos?.

Y en ese preciso instante, ambas mujeres de diferente generación y formación, se miraron y se comprendieron. No duden en comprar en esta tienda del amor y satisfacción, si quieren saber más de esta historia, solo tienen que preguntar para saber cómo pudieron terminar.

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