Viktoria F. – Cuentos Cachondos

La Colette, mi psicóloga, me dijo un día que hay algunas escenas tan importantes que nos marcan para toda la vida. Algo así como que formaban parte de las primeras líneas del guión que actuaremos luego el resto de nuestra historia. Eso me dejó súper mal porque la primera imagen que se me vino a la memoria fue una donde mi madre le decía a mi padre que era un monstruo, en ese momento no entendí nada, pero luego, pensándolo ya mas grande, y aunque no estoy ciento por ciento segura, juraría que tenía que ver con el tema sexual entre ellos. Recuerdo que era de noche y yo había despertado de una pesadilla. Entonces, y empapada por el sudor, caminé por el pasillo en penumbras, casi a ciegas, hasta llegar a la habitación de ellos dos. Luego todo se vuelve mas o menos borroso. Imágenes saltadas. Mi mamá sobre la cama llorando, quizás una mancha de sangre justo donde ella se encontraba sentada. Mi padre…mmm…vistiéndose, sí, como si se estuviera yendo. Entonces ella le decía lo de ser un monstruo. Me asusté tanto que me fui sin que notaran mi presencia a mi cama y me volví a dormir. Nunca se los comenté y, claro, después como que se me olvidó hasta ese día con la Colette en su consulta.
Aquel día me puse súper triste. Anduve mal. Peleando con todos. Quería estar sola, “not disturb” a toda costa, pero algo vino a sacarme de ese estado…Un par de días después de esa sesión recibí una llamada de mi profesora Viktoria, con la cual tomo el ramo de neurofisiología en la universidad, me invitaba a su departamento para conversar acerca de los avances de su proyecto secreto, aquel que me había comentado solo a mí. Debo decir que dentro de la universidad ella tenía la reputación de “freak”, decían que por las mañanas se aplicaba electroshocks para comenzar el día y también que le gustaban las chicas jóvenes. Nada de eso pude comprobarlo. Conmigo se comportaba de lo más simpática, me había hecho su ayudante y me demostraba un gran afecto y confianza. Mis compañeras me molestaban insinuando que yo era su amante. Confieso que más que incomodarme, aquellas bromas me hacían sentir mucho más atraída por ella. Es que Viktoria, para su edad, es muy linda y secretamente yo me imaginaba entre sus brazos y todo eso. De modo que cuando recibí su invitación me puse súper nerviosa y le dije que claro, que esa tarde iba a estar en su departamento, que no me lo perdería por nada y que le daba las gracias por su gesto de confianza.
Algo en el tono de su voz me pareció súper seductor, como si se tratara de una cita, y ello me ilusionó mucho. La reunión era a las nueve de la noche y yo ya estaba lista a las siete. Vestida súper insinuante. Una mini ultra ajustada que apenas me tapaba junto con un top que simulaba un corsé lleno de encajes y unas botas de cuero negro hasta un poco más arriba de las rodillas y, para terminar, un abrigo como para ocultarme, pero no del todo y que cerraba el cuadro completo. Todo perfecto. Todo preparado para gustarle.
A las ocho y media, y luego de estar más de una hora frente al espejo decidiendo si me veía bien o no, subí a mi auto y me fui donde Viktoria. En el camino sentía como si mi corazón fuera a estallar. Me preguntaba si todo no era mas que una de mis fantasías, si todo no iba a pasar mas allá de una intelectual víspera con mi profesora, la que verdaderamente se interesaría más en sus propósitos académicos que en mí.
Una vez en el estacionamiento de su condominio, antes de bajar, encendí un cigarrillo. La luna estaba preciosa, no hacía nada de frío, así que decidí tomarme un momento antes de subir. Como para calmar mis nervios sobre todo. Parada desde ahí, apoyada a un costado de mi auto, podía ver su ventana, la única con luz. Obviamente me estaría esperando y pensar en ello me estremeció entera. Me estaba portando como una idiota. Colette habría dicho que como una niña que busca el amor y el reconocimiento de una figura de apego materno y bla, bla, bla…¡Puaj! Así que apagué el cigarrillo y entré al lobby. Ahí el conserje, sin quitarme la vista de encima, como tratando de colocar su mejor rostro de galán-improvisado-a-la-fuerza, mirándome de pies a cabeza, casi salivando, me preguntó por el motivo de mi visita. Al escuchar el nombre de Viktoria, sorprendido, se apresuró a guiarme hasta el ascensor e indicarme que ella me esperaba en el piso diez, departamento 1002.
– Que tenga una linda velada, señorita –me decía con sobreactuada preocupación- Cualquier cosa que necesite, acá estaré. Solo llámeme.– Ya, gracias. Lo tendré en cuenta –le respondí muy extrañada por el brusco cambio en su actitud.
Una vez adentro del ascensor me dejé caer apoyándome sobre una de sus paredes. Tomé aliento y marqué el número diez…
El piso estaba vacío, solo yo y una tenue luz que apenas iluminaba el corredor. Tan tétrica que casi me vuelvo corriendo al auto. Pero, claro, pensar en Viktoria me hizo tomar valor y seguir hasta su puerta y tocar el timbre.
Cuando abrió juro que me dejó de una pieza. Ahí estaba ella envuelta hasta el cuello en un traje de látex negro que marcaba cada curva de su cuerpo. Estaba preciosa. Llevaba su cabello rubio suelto y el maquillaje le daba un aire irresistiblemente atractivo. Ella debe tener como cuarenta años, pero esa noche parecía de treinta. Me recibió con una sonrisa y me hizo pasar.
– Dame tu abrigo y ponte cómoda, Nicole –me dijo sin saber que el tono de su voz me erizaba la piel.– Acá adentro está súper agradable, Viktoria –le respondí tratando de esconder mis nervios mientras me despojaba de mi abrigo imaginando que me desvestía para ella.– Mmm…Que linda que estas hoy. No sabes el gusto que me da el que hayas venido.
Casi me desmayo de puro gusto al oírla. Mis horas ante el espejo habían dado resultado. Podía sentir su vista fija en mí mientras le daba la espalda. Por lo general me molesta que me miren, me hace sentir incómoda, pero con ella era súper distinto.Nerviosa, pero bien…mmm…me explico ¿cierto?
Viktoria preparó dos aperitivos exquisitos. Como tropicales, con sabor a piña y vermouth, o algo así, parecido. No quiso revelarme los ingredientes. Me dijo que era un secreto y que todavía tenía que probar sus efectos. Luego se puso un poco seria y comenzó a hablarme de su proyecto. Que su creación era perfecta. Que habría sido el orgullo de su tatarabuelo…Victor Frankenstein!…Casi me largo a reír. Tuve que hacer un gran esfuerzo por contenerme. No me quedaba claro si era una de sus bromas o una confesión. Su rostro permaneció inalterable. Súper atenta a la expresión que tomaba mi rostro. Quizás por el hecho de que no me reí descaradamente o porque me quedé mirándola fijamente a los ojos, como esperando a que continuara, Viktoria se acercó hacia mí como lo hace alguien que va a compartir un secreto…o como si se tratara de una confesión de amor…
– Comprendo que no lo creas de buenas a primera –me dijo- Me habrías decepcionado si así lo hubieras hecho. Pero sabía que podía confiar en ti. Intuía que no lo ibas a descartar y que me darías el beneficio de la duda.– Viktoria… Intente decirle que yo confiaba en ella más que nadie, pero no pude. Algo pasaba conmigo. Como que todo empezó a dar vueltas y se volvió nebuloso. Como si estuviera dentro de un sueño. Efecto del aperitivo secreto de Viktoria sin duda. Su imagen se distorsionaba y su voz me llegaba en off…¡Qué vergíŒenza! Me costaba entenderle. Y ella seguía hablándome. Jurando que yo le comprendía todo.
Dentro de los destellos que alcanzaba a procesar, la escuchaba contarme sobre una criatura, su creación. Parece que su experimento había resultado, pero que tenía un solo inconveniente…su criatura hecha de trozos de cuerpos distintos tenía una tendencia carnal insaciable…si no conseguía sexo se volvía peligroso…que había visto una fotografía mía y se le había metido en la cabeza que quería coger conmigo…entonces, ella había planeado todo para él, para que yo estuviera hoy con su criatura…que no era nada personal, pero que por el bien de la ciencia…la comprendiera…Dentro de mi turbación no podía dar crédito a sus palabras. Recuerdo que pensé que necesariamente Viktoria debía estar muy loca. No podía ser normal. También recuerdo que me dio mucho miedo porque se acercó hasta mí, me abrazó y comenzó a acariciarme. No podía ni moverme y su rostro había cambiado de expresión. Se había puesto como siniestro. Como de loca. Se reía en una forma que aterraba.
De pronto se levantó y se perdió de mi vista. No sé cuanto tiempo transcurrió, pero cuando volvió no estaba sola. Una inmensa silueta la acompañaba. Se acercó tanto que pude sentir sus enormes manos recorriendo fríamente mi cuerpo. Yo intentaba gritar, pero no me salía la voz. La monstruosa figura tenía una fuerza sobrehumana y me tenía a su merced. A lo único que yo atinaba era a poner mis manos sobre mi sexo…a cruzar mis piernas, mientras sentía como aquel monstruo me subía la mini y de un tirón desgarraba mis bragas. Me defendí con todas mis fuerzas. Podía escuchar los espantosos gruñidos de aquella bestia. Podía notar lo furioso que lo tenía mi oposición.
Repentinamente me sentí en el aire, girando, para luego quedar boca abajo sobre el sofá. El monstruo había cambiado de estrategia y ahora sentía sus manos sobre mi espalda, sobre mi cola, abriendo mis glúteos, colocando su enorme cosa sobre la entrada de mi anillo. Aterrada, me mantenía firme con mis manos sobre mi sexo. No le iba a dar el gusto. Luego comenzó a presionar…a entrar lentamente, a cada embestida, un poco más adentro de mi cola. Yo sentía como me desgarraba a cada paso que daba dentro de mis intestinos. Lo único que hacía era gritar el nombre de Viktoria, suplicándole que todo terminara, que su criatura me estaba matando, que era demasiado, que no resistía el dolor…pero no sé si me escuchaba, nunca estuve segura de que pudiera escuchar mis gritos. Lo único que ella hacía era decirme que me relajara, que no me resistiera, que faltaba poco, que le encantaba verme sodomizada por su bebé. En ese instante sentí como el miembro de la criatura terminó por hacerse camino hasta adentro como si fuera una terrible e interminable boa que en su entrada me desgarraba. Y entonces entraba y salía…una y otra vez…una y otra vez…hasta que sentí su líquido frío y viscoso estallar dentro de mí. Luego me desmayé…
En mi inconsciencia imaginaba a Viktoria. Una Viktoria distinta. Malvada. Riéndose de mí. Su actitud me daba mucha pena y llorando yo le decía que por qué hacía eso. Que yo la quería y que me estaba haciendo daño. Entonces su rostro se transformaba. Se convertía en el de un monstruo. Entonces yo cerraba mis ojos y me quedaba así esperando que todo terminara…de pronto una mano acarició mi rostro…Era la del conserje. Me estaba acomodando en mi auto, en el asiento del copiloto, ordenando un poco mi cabello…
– Que bueno que despertó señorita –me dijo suavemente- Mis órdenes son llevarla hasta su departamento, pero necesito que me indique la dirección.
Entonces comencé a sentir todo el dolor en mi cola. No había sido solo una horrible pesadilla. Tanto me dolía que no pude hablarle. Me puse a llorar. De dolor, de miedo, de rabia, de desengaño, de una pena terrible, todo junto. Recuerdo que él me miraba sin decir nada hasta que me puso su mano en una de mis piernas y con un tono muy tierno me dijo que podíamos esperar un rato más, que todo iba a pasar…
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