Una pesadilla de violación

Hoy fue un terrible dia Fue lo primero que pensó Adolfo, antes de las 7 de la mañana, desde aquel día su vida había cambiado radicalmente. Para sobrevivir consiguió un trabajo en una empresa en donde trabajaban unos familiares.

Iba 20 minutos tardes, la cola que se formaba era algo infernal.

-Los ganadores desayunan perdedores- pensó, esa era su frase. Era su forma de vivir. Haciendo maniobras adelanto como 10 vehículos que según él iban como un morrocoy, tratando de abrirse paso a lo macho.

-Estos guevones- susurró y luego haciendo caso a sus mezquinos pensamientos obligó al chofer de un Corolla que le cediera el paso, pero alguien debía retroceder, los carros habían quedados demasiados pegados como para poder avanzar.

-Te estas cagando careverga- dijo el chofer del Corolla.

Adolfo con su explosiva personalidad encendió el ambiente con sus palabras y como no es de los que se dejan, las que le lanzaron, las devolvió con ganancia y con mayor atrocidad.

-Estoy apurao pa ir a tirarme a tu mujer CABRON-Gritó el infractor.

-Señor por favor, eche el carro hacia atrás, que esta interrumpiendo el trafico-. Dijo un policía con cara de pocos amigos.

-¿De donde coño salieron estos pajuos?- Pensó Adolfo-Coño pero es que yo debería salir primero- le respondió al policía.

-Baje la voz señor, necesito que abra paso así que dirija el carro hacia atrás.

-¿Por qué coño ya le dije que este mamaguevo me tranco el paso a mi?, más chico tu no eres fiscal de transito- Replicó Adolfo.

-¿Te la vas a dar de machito entonces?- Dijo el policía con una ligera y amarga sonrisa, se dirigió a hablar con el otro que estaba a tres metros dejando desconcertado a Adolfo.

Él sabia que se había pasado de la raya pero contaba con total seguridad que no pasaría nada, si alguien tenia contactos era él, -¡Que se vayan pal coño!- exclamó.

Dos minutos mas tarde, Lanzaba una gran sonrisa a su público que lo veía con arrechera, como arte de magia los policías le hicieron seña al Corolla y retrocedió un poco dejando pasar al infractor.

-Chao amores les grito a todos.

En vista de la pequeña tranca que hizo, iba más tarde de lo esperado pero la emoción lo recompensaba todo, se decía a si mismo que esos hijos de puta no eran más arrechos que él.

Como la vida a veces tiende a ser justa, a los 5 minutos lo interceptaron 2 motos.

-¡Maldita sea! Estos carajos van a seguir con la ladilla- gritó irritado.

Se estacionó en una zona medianamente transitada cosa que no le favorecía, pero igual cedió a las señas.

-BAJATE le grito un policía mayor de piel negra y con una cara bastante seria que de alguna forma le resultaba cómico.

Cuando bajo, con total destreza lo empujo fuerte dejándolo pegado contra el carro.

-Quédate tranquilo que esto es de rutina-dijó el policía con cara de felicidad.

-Esta no es forma de tratar a un ciudadano- le dijo Adolfo.

-tu haces lo que yo digo payaso ¡sube las brazoa!, ¡abre las piernas!– Le dijo el policía de manera cortante pero manteniendo una leve sonrisa.

Adolfo quería meterle un coñazo al policía pero eso implicaba defenderse de más de dos policías lo que para él era mucho. Cuando la mano del policía fue bajando y dos de sus dedos se incrustaron en todo el medio de sus nalgas, no pudo evitar dar un brinco para luego salir de esa posición en la que estaba y con dificultad ya que el policía era un grandulón, logro posicionarse y lanzarle un puñetazo que le dio en un cachete. En dos segundos ya lo rodeaban 2 policías y 2 sujetos más de civiles que lo inmovilizaron.

Si bien en el ambiente había algo de tensión se fue disipando por las carcajadas de sujetos. El mismo que le estaba haciendo la revisión a Adolfo aprovechando la inmovilidad empezó a darle palmadas en las nalgas, luego con su gran mano le estrujaba sin escrúpulos.

Suéltenme mamaguevos, en grupo si son machitos-gritaba Adolfo forcejeando.

Las manos del policía no dejaban ni un centímetro sin tocar de las nalgas y los muslos, metía sus manos en lo mas hondo que permitía la ropa.

Mientras el policía maduro tanteaba con fuerza, quitándole algunas pertenencias, con velocidad el compañero quien era un joven con cara de machito le esposó las manos.

-Suéltame mamaguevo, voy hablar con Fernando para que los boten de esta mierda, yo no he hecho nada. Si alguien tiene contactos en esa mierda soy yo así que ¡Suéltenme!.

Soltaron unas carcajadas que pusieron eufórico a Adolfo. -Estos policías de mierda la pagarán caro- fue lo que pensó- todos los medios de la ciudad sabrán de este atropello.

Entre los dos policías lo llevaron a una camioneta con vidrios ahumados en donde le amarraron las piernas y vendaron. A los pocos minutos arranco la camioneta y las motos se perdieron.

——————————–

LA CHICA EN LA JAULA.

Nunca he sido mujer de tener muchas amistades, son pocas o nulas las grandes amistades cosa que me ha afectado últimamente, tengo amigas para ir a comprar zapatos o simplemente para una noche de chicas pero en cuanto a lo sentimental es un poco vacía la relación. Desde hace aproximadamente un año tengo problemas con mi esposo y que triste es darte cuenta que tus amigas armaron una competencia del mejor matrimonio y en el que debo fingir que todo esta perfecto, no se lo deseo a nadie.

Últimamente no he salido de la casa, evito a mis amigas no les miento, estar juntas me provoca nausea, me irrita cada vez que hablan de lo bien que les va por eso busque a Claudia, mi psicóloga que permitió darme cuenta que era mi esposo con su forma de ser que había aniquilado mis ganas de estar con el y con el mundo, que a mis 27 años debía vivir la vida.

Había probado juegos de roles en el sexo pero el era demasiado conciso metértelo y darme con todas sus ganas hasta que terminaba y yo solo esperaba un orgasmo o algo de amor, de cariño pero nada de eso existía. Trate de llevarlo a una terapia de parejas, hable con el directamente pero no había alguien mas metido en si mismo que él, lo que antes para mi era su seguridad ahora era su terquedad.

Sus llegadas tardes, sus olores raros, pinturas de labios, llamadas extrañas y aquel recelo que antes no tenia con su celular me lo habían dicho todos y confirmado por unas amistades de mis padres que muy apenados no me ocultaron los hechos.

Me sentía sola en esos tiempos y más de una vez lo había hablado con mi psicóloga pero una mejoría fue difícil, yo no quería dejar a mi esposo, lo amaba.

Un día en una fiesta familiar, me encontré con Juan Pablo un amigo de la familia, él era uno de esos amigos en donde hay ciertos sentimientos que nunca terminaron de cuajar, sincero como siempre y en confianza me había dicho lo mal que me veía, no pude aguantar más y termine contándole todo con lagrimas. Desde allí el era mi vigilante y siempre estábamos en contacto como amigos el me daba la seguridad que en ese momento no tenia…

Llego un momento en que el amor por mi marido se acabo ya no podía mas que odiarlo, y cuanto lo odiaba, su olor, sus palabras, su forma de tratarme cada vez me hacían sentir nauseas.

Una noche que llego borracho y exigiendo una cuota de sexo me despertó y con su aliento cervecero y hasta olor a un perfume que no era el mío me obligo a hacerlo con él. Nunca había llorado tanto, nunca me había sentido tan sucia por mas golpes que le había dado por mas rasguños por mas gritos que imploraban que me soltara el no me oía solo gozaba de mi sin mi consentimiento.

Si antes lo odiaba ahora era peor, al día siguiente me había despertado adolorida, sentimentalmente destrozada realmente había cambiado algo en mi.

El ya había salido al trabajo, yo tome algunas de mis cosas y me fui para casa de mis padres que ya me esperaban. Lloré, lloré y lloré, aunque lo niegue el amor va de la mano con el odio, cuanto me dolía el alma, cuanto me dolían sus golpes, especialmente ese que tenia en la cara. Fue una semana dura para mi y mis padres que no fueron a matarlos porque se los impedí.

Muchos días después, desperté bastante serena, como nunca, no sentía mucho. Salude a mis padres con considerable cariño, me serví una taza de café y fui a sentarme en la mecedora que daba vista a un lindo paisaje en el fondo de la casa. Allí estuve bastante tiempo pensando, analizando y planificando, levantándome del barro en el que había caído cuando me deje pisotear por Adolfo.

El me las pagaría.

——————————–

LA OSCURIDAD ES UN CASTIGO INFERNAL

No le dejaron avanzar más, en medio de aquella habitación, le quitaron las esposas, luego su camisa y sin perder tiempo le pusieron en las muñecas unos amarres que permitieron que segundos mas tardes sus brazos quedaran levantados, Adolfo quedo de puntillas con las piernas abiertas y amarradas al piso.

LOS GRADOS ANTES DE LLEGAR A EBULLICIÓN

Mi padre tiene grandes influencias en la ciudad y yo siempre aproveche eso de él, yo soy su única hija y de allí que mi afinidad con mi padre, me haya permitido conocer una cantidad de personas que me ayudarían. Aunque pisoteada yo siempre fui y soy un encanto. Lo usaría.

Antes del mes ya Adolfo estaba sin trabajo.

Llame a Juan Pablo, necesitaba a alguien de confianza y que mejor persona que él. Policía experimentado y con unos amigos que armarían una buena fiesta.

——————————–

LA VENGANZA

Adolfo seguía en su despotrique mental, mientras los golpes con el piso de la camioneta eran más continuos por el camino en el que iban.

– ¿En donde me están metiendo?-dijo, pero no recibió respuestas solo algunas leves sonrisas que no pudo divisar por la venda.

Unos cuantos minutos después la camioneta paró, el corazón de Adolfo se aceleraba más de lo que ya estaba pero ya su cara no decía nada, -estos carajos no me van a oír suplicándoles nunca- pensó.

Lo bajaron de la patrulla a las patadas luego que desamarraron sus piernas. Cuando toco el suelo su sentido de orientación se había ido al carajo. Ya los nervios estaban a flor de piel ya había notado que estaba a merced de estos hijos de puta, la soberbia estaba perdiendo terreno. Y un silencio abrumador.

Cuando sonaron unas cadenas a poca distancia y como se abría una puerta con un chirrido irritante, Adolfo se descontrolo un poco, se habían ido al diablo sus lejanas esperanzas de libertad.

Con una mano aguantándolo del brazo, dio unos pocos pasos, que lo situaron en un piso de cemento, tropezó con un escalón pero se recompuso, dio tres pasos y de inmediato sintió el penetrante olor de humedad. Habían entrado al sitio.

A medida que se adentraban en aquella cabaña abandonada que estaba en una zona alejada de la ciudad, el olor seguía siendo mas intenso. Se escuchaban gotas y los pasos de los captores. Eran 4 los que estaban allí junto a él viendo y sintiendo el miedo en su cuerpo, en su respiración.

Guindado como una res, con los ojos vendados y sin camisa. Aquel macho prepotente de hace rato que pensaba que se estaba comiendo el mundo ahora era un cúmulo de miedos.

-¿Dónde estoy?, ¿Qué van a hacer conmigo?, Yo les daré todo el dinero que quieran, Vamos a solucionar esto de la mejor forma.-dijo sin mucha seguridad, temblándole el habla. Simplemente fue ignorado.

Las gotas de sudor corrían lentamente acariciando su cuerpo lleno de aquel negro y abundante vello. Sus duros pectorales y aquellos gruesos brazos no hacían sino que excitar a sus captores. Aquella cabaña seria su infierno.

-Suéltenme malditos-Grito Adolfo, 30 minutos después de aquel interminable silencio.

Quien había sido el chofer de la camioneta, un joven de 25 años se coloco detrás de Adolfo y coloco en cada nalga una mano, acariciándolas sin tapujos mientras su lengua jugaba con algunas gotas de sudor que bajaban por la espalda, provocando en Adolfo reflejos que trataban de alejar aquellas manos y aquella lengua de su cuerpo pero no podía hacer nada.

Los secuestradores no notaron que la venda no solo estaba mojada por el sudor abundante de aquel hombre sino de lagrimas de impotencia acompañadas de aquel fuerte gesto que hacia con su mandíbula.

Las manos del joven subieron y bajaron por aquel cuerpo que se resistía a sentir placer, a gozar las caricias mal intencionadas.

Entre caricias, los pantalones marrones de Adolfo fueron victima de un afilada navaja que en cuestión de segundos lo dejo como dios lo trajo al mundo. Solo quedo con los zapatos puestos.

Que hermoso animal se presentaba a la vista de aquellos sádicos contratados, el pelaje que recubría sus pectorales y que se extendía hasta su abdomen, coronando aquel pedazo de carne, la máxima fuente de placer, su verga la única forma de obtener placer hasta ahora.

A sus 37 años mantenía buen cuerpo, una leve barriga cervecera que le daba ese encanto de oso y unas piernas bien trabajadas que hacían mucho más atractivas aquellas grandes nalgas que tentaban a ser golpeadas una y otra vez.

Aquella verga que se mantenía inerte entre esos poderosos muslos era envidiable pero aquellos machos tenían sed de otra cosa.

Adolfo estaba resignado a la suerte de sus secuestradores, se repetía una y otra vez -¿Por qué a mí?-. Sus sollozos eran cada vez mas notables los nervios habían hecho lo propio con su personalidad tosca y creída no quedaba nada de aquel hombre que trató como mierda a muchas.

Resultaba que todo el daño que había hecho debía pagarlo y era hasta hoy que la vida le sonreiría. Adolfo era un hombre importante en su ciudad y si bien era conocido por muchos, también era odiado simplemente era una persona que no se dejaba querer por lo mezquino que llegaba hacer. Y así fue como su esposa ejercía su venganza.

Y allí estaba Adolfo en medio de aquella habitación echo mierda. Una primera palmada resonó en toda la habitación, luego nueve más que dejaron aquellos cachetes al rojo vivo.

Uno de los secuestradores, un treintañero, flaco aunque dotado recorrió sus nalgas las besó, mordió y chupo disfrutando del sudor y aquel olor que brotaba aquel macho pero no le basto solo eso, metió su lengua entre las nalgas de Adolfo, en donde perdió la cordura con aquel olor que lo volvía loco.

Adolfo empezó a sentir los placeres del beso negro de alguien sabiondo, pero no se permitía disfrutar, su concentración estaba en no hacer notar que aquello le gustaba que aquello le estuviera poniendo el guevo duro. -Que no se me pare por favor- pensaba una y otra vez.

El captor de 25 en vista de los trabajos que hacia su compañero por atrás decidió acariciar aquellas enormes, redondas y peludas bolas. Esto le causo junto con la lengua en el culo de Adolfo un escalofrio que no paso desapercibido.

Pocos minutos después aquella verga pedía a gritos algunos cariños, se veía imponente mirando hacia el techo resaltando sus gruesas venas y aquel glande vino tinto semejante a un hongo.

-¡Dios! mámala por favor mámala-pensó.

Sus deseos no eran considerados, y las manos se retiraron de aquellas bolas solo quedaron dos dedos en aquel culo virgen que necesitaba de un poco mas de preparación para que entraran las tremenda herramientas que tenían los policías.

Dedos llenos de saliva entraron y salieron una y otra vez, dando vueltas y acariciando en lo posible las paredes de aquel ano que reaccionaba a los tratamientos profesionales con saliva, nunca pasando de dos dedos. Mientras tanto en una de las paredes de aquella habitación se encontraba los 2 secuestradores restantes uno de 35 y otro de 36 años, observando ya con las vergas paradas lo que les había costado mas de un mes de paga en unos pocos días. Y como lo disfrutarían. Cobrar por coger.

Un pequeño hilillo transparente estaba guidando de aquella verga que gritaba por recibir placeres, sin embargo solo la yema de un dedo pasaba en busca de la ración de presemen que luego se dirigía a la boca de su dueño. Aquel macho totalmente desnudo a disposición, recibía una y otra vez sus líquidos. Al comienzo sufrió de arcadas pero ahora ya se había controlado.

Aquella habitación tenia un olor fuerte a orina y a machos sudados con sed de sexo, y sin dudas ese olor se vería reforzado por lo que estaba ocurriendo en esa mañana.

Los 4 se pusieron de acuerdo para volver loco a aquel hombre que nunca había probado los placeres entre hombres. Lenguas, dientes, manos recorrían su cuerpo dejándole morados, pequeñas heridas, saliva y una sensación de placer que cada vez volvían mas loco a Adolfo.

Las cuerdas que lo sostenían con los brazos estirados fueron bajadas permitiéndole quedar en 4, la posición requerida para su desvirgamiento.

Su culo quedo totalmente disponible a las vergas de aquellos machos, y así fue como el mas joven, de piel blanca y un cuerpo bien formado en el gimnasio, clavó sin miramientos la mitad de su verga, una de 24 cm pero delgada, provocando un grito en Adolfo, pero este no hizo caso de eso, siguió en su avance aunque mas lento y llego a clavársela completa. Adolfo no podía mantenerse estable, el peso de su cuerpo hacia que perdiera el equilibrio pero era imposible que cayera, las cuerdas se encargarían de eso.

-Así es como se le quita el virgo a un macho como tu-Susurró el joven.

Un escupitajo llego a la espalda de Adolfo, mientras que las manos del joven se apoyaban de la cintura y con la punta de la verga en la entrada de aquel culo se la clavo de nuevo, aprovechando para comenzar con un mete y saca conciso que despertaban de nuevos los gritos del dominado.

-¡Mierda! NOOOO mardiiitos por favor NOOOO ayyy ayyy ayyyy afff AHHH nooo

Los gritos de Adolfo, los golpes de la cintura a las nalgas y algunas palmadas que le daba su desvirgador eran la banda sonora de aquella casa perdida en los suburbios. Las pieles brillosas y aquel olor a sexo hacían de aquel espectáculo más excitante.

-AAAAAAAAh suel… ta por favor NOOOOOO

Sus gritos fueron silenciados por un pedazo de carne que abrió su boca por completo. Era uno de los treintañeros, que aprovechaba de ese agujero en el que se había convertido Adolfo.

Él intentaba gritar pero no podía, era mas que obvio que no estaba disfrutando de aquello pero el joven seguía con su ida y venida de de manera infernal, su verga se alimentaba del morbo que le causaban la resistencia de su victima y en si la propia violación de aquel hombre.

Pocos minutos después aumento el ritmo de sus caderas y termino dentro de aquel virgen, apretado y cálido culo que le había cedido a la fuerza infinito placer.

Luego de aquello Adolfo quedo en el piso frío totalmente desnudo y amarrado, rogando porque en cualquier momento le pegaran un tiro.

Esto estaba lejos de acabar, el mas tosco de los treintañeros se coloco encima de Adolfo y sin nada de lastima, metió su verga negra, curvada hacia un lado y venosa en ese culo que ya había dejado de ser virgen. Su cuerpo apretaba a la victima en el piso sucio y frio, mientras el sonido de las metidas de la verga junto al semen que había dejado su compañero anterior hacía música para los captores que no habían probado de aquel cuerpo.

Que forma de entrar aquella verga, las nalgas duras y sudadas eran simplemente perfectas.

Unos minutos después cambiaron de posición, boca arriba y una mano tosca le dio una cachetada sacándolo de su tormenta interna, unos dedos se posaron en sus labios abriéndolos a la fuerza, por indiferencia abrió su boca. No esperándoselo los dedos abrieron su boca al máximo, le colocaron un objeto de plástico que dejaba totalmente abierta su cavidad oral y segundo después llegando de sorpresa un trozo de carne gruesa y dura a su garganta.

No resistió el intruso, las arcadas lo dominaban y es que de la forma en que esa verga se adentraba no era fácil para nadie. Como pudo trato de morder la verga pero el objeto no le permitía apretar los dientes.

El leve descanso que le había dado a su culo se terminaba y comenzaba el verdadero infierno. Sentía como entraba un trozo de verga enorme lentamente, si antes se sentía lleno ahora sentía como su paredes se expandía al máximo. Cada centímetro salía y entraba de forma pausada provocándole diversas sensaciones.

Mientras tanto un poco de líquido espeso cayó en su boca, era la saliva del dueño de la verga que entraba a su boca. No hubo contemplación con Adolfo, la verga larga aunque no tan gruesa entro completa provocándole otra arcada que lo puso a toser desesperado, pero tan rápido como salió la verga entró de nuevo.

Él trataba de liberar sus manos pero era imposible, los intentos de patadas y rodillazos eran inútiles, aquella verga entraba hasta el final y salía dejándole unos segundos para recibir aire, respirar y calmar las arcadas era su tortura, pero no pudo resistir más y empezó a vomitar lo poco que había comido haces unas cuantas horas atrás.

Su cara se bañó de líquidos espesos a los que el hombre no les dio asco tocar para seguir sintiendo placer de aquel agujero. Sus manos se apoyaban en la cabeza de Adolfo quedando sus pulgares en la frente de el mientras como un animal las caderas iban y venían adentrando aquel trozo de verga que no pudo resistir mas aquella boca placentera. Varios chorros de leche se perdieron en la profundidad de aquella boca desesperada por aire.

El hombre gozando de la total sumisión a la que estaba sometido Adolfo, aprovecho darle con sus dedos los líquidos que hace poco habían salido de su verga y esa boca no había probado, sacudió sus dedos y los deposito hasta que no quedará nada de aquel moco blanco.

La desesperación de Adolfo no le había dejado luchar por esa leche que no quería dejar entrar en su boca sino por el aire que aquella verga no había dejado entrar a sus pulmones.

Segundos mas tardes recibía otra verga en su boca mas pequeña pero que aun así lo torturaba, el trataba de respirar por la nariz pero aquella zona estaba colmada de sus vómitos y babas que le habían provocado hace poco. Si bien esta verga era mas pequeña los movimientos eran mas rápidos siendo inevitable las arcadas que solo se quedaba en eso ya no había mas nada en su estomago que botar sino babas que le tenían la cara, pelo, cuello inundados.

Su sorpresa fue mayor cuando sintió unos chorros caliente de lo que intuía, que eran meados. Desde sus pies hasta el hombre que estaba encima de su cabeza fueron bañados de ese liquido que no hizo más que reforzar su odio y humillación hacia estos sujetos.

Sus suplicas se hicieron realidad cuando en pocos minutos aquella verga descargaba unos potentes y bastantes espesos líquidos que resultaron demasiado desagradable por su sabor acido y salado que junto a un pequeño chorro de meado de alguien mas, hicieron que Adolfo del puro asco tuviera otras arcadas.

Su culo seguía siendo utilizado, ya no existían empujones suaves ahora eran golpes concisos que había provocado que su verga estuviese parada. Que asco sintió por el mismo al sentir placer de esa forma. Que indefenso se sentía que impotencia que dolor, el solo quería morirse allí. Las arremetidas eran tan duras y la verga tan gruesa que perdió la noción.

Él quedo en ese piso que se torno más frio por aquellos meados, indefenso, humillado y sintiéndose lo peor. Más tarde lo único que se escuchaba en aquella cabaña eran algunas gotas cayendo y los sollozos de Adolfo.

A varios kilómetros de ese lugar se encontraba su esposa y en la cama matrimonial descansando de los orgasmos que le había provocado Juan Pablo.

Tarde pero seguro 😉

Deja un comentario