Una mañana caliente al teléfono

Hola, como son muchos los que me dijeron que les dejara una foto, y sobre todo Victor, una de las tetas de frente. Estuvimos hablando todo el fin de semana al teléfono. Él es muy caliente desde que lo conocí, en una de esas webs de contacto. Tan solo quería conocer a alguien pero por teléfono, no en realidad, es decir, no quedando.

Lo cierto es que no tengo casi tiempo para quedar, y lo mejor era y es hablar por teléfono, con algún tío cachondo y que me guste. Me envió su foto y no estaba mal, está bastante fuerte y es muy hombre. La primera vez que hablamos estaba yo bastante nerviosa pero al final y tras veces de charlar, ya estoy más relajada.
Me gusta pasármelo bien, como éste mismo sábado. Me senté en mi sofá, y me llamó. Me dijo que estaba desnudo, que su mujer no estaba en casa y que tenía ganas de masturbarme, eso me puso bastante mala. Me dijo que se le estaba poniendo gorda solo de hablar conmigo, y que se la estaba tocando. Yo la imaginaba, grande, gorda y caliente. Tenía ganas de sexo por telefono. Automáticamente me empecé a tocar, bajé mis bragas y tendida como estaba en mi sofá, dejé tocar mi culo con el tacto suave del sofá. Estaba calentísima, él me decía que tenía ganas de tocarme las tetas, yo ya le dije que uso una 120, son unas tetas naturales, bien grandes. Le dije que cómo se le estaba poniendo el pene, si se le estaba poniendo dura. Al parecer la tenía lista para poder penetrarme. Seguiré…en mi linea erotica maduras.

Lista para penetrarme, así tenía su verga, hoy sigo escribiendo unas líneas, porque cada día que me la imagino y me pongo calentísima. Victor me decía que podría follarme sin tocarme, uf, qué cosas tiene, qué parábolas y metáforas se le ocurren en estos momentos tan agustito. Su mujer no está y yo estoy con él sola, en el telefono caliente para que se pueda hacer una buena paja «a lo manola», conmigo. Y yo me presto a ello, porque me gusta. Me enloquece calentar a los hombres, a Victor en concreto, a través de la línea telefónica que en su día inventó Alexander Graham Bell, o fue Antonio Meucci, bueno, fuera quien fuera, gracias de corazón. Gracias de verdad por estar hoy, aquí y en mi sofá, sin moverme de casa y con una polla dura al otro lado del móvil.

 

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