Un día caluroso en la oficina (1ªparte)

Un día caluroso de oficina, mis compañeros de trabajo se habían ido, y yo me tenía que quedar a hacer el turno de tarde.
Estaba en pruebas, era la becaria, la nueva, la novata, y por eso me habían debajo allí, toda sola. Serían las tres de la tarde de un lunes cualquiera, vaya rollo, y encima acalorada.


Para rematar me habían dejado a Rufo, el perro del Dueño, vamos, su mascota. Rufo era grande, oscuro, un perro de armas tomar, pero a mí, lo que me importaba era quitarme todo ese calor de encima.
Pasó algo que nunca imaginé, el perro que odiaba por sí mismo, me hizo pasar una tarde de lo más novedosa.
Me puse un ventilador, qué gustito, qué bien estaba, el animalito se me acercó a mí, se me puso cerca, quería jugar.
Pronto noté que sus juegos eran mucho más cercanos, noté el calor de su lengua, el chispazo de sus arranques, y pronto yo me empecé a notar rara.
Rara porque notaba que la presencia de ese perro me estaba afectando, me estaba tocando y yo, sin querer excitando. Yo sé por qué. No me lo prengunten pero era así.
Sola y allí con él, me dio por mirarle, curiosa de mí, sus partes más nobles, su polla, y la verdad, en seguida noté una erección animal, se le había puesto grande y descapullada. Toda roja.
Mi instinto femenino de becaria en pruebas fue el de la curiosidad. Me puse a mirarla de cerca, menuda polla tenía Rufo, grande, gorda, y apetitosa. Pero estaba mal mirársela.
Me habían enseñado que eso no está bien, pero lo cierto, es que allí, estaba excitaba y con muchas dudas.
Él me lamía, en señal supongo de afecto, pero yo me humedecía, mojaba mis braguitas y cada vez, sin quererlo abría más mis piernas y le dejaba hacer.
Sí, le dejaba hacer, no está bien, pero me daba gustito, pronto empecé a mirarle más su polla, y quise acariciarle el lomo, se lo acaricié y él lo agradeció, entonces vi que la erección aumentó de forma considerable, y la descapullada fue máxima, pude ver la brillantez y tirantez de toda su punta colorada y dura. Primera parte.