Le metí dos dedos y seguí acariciando su punto G. Poco después sentí como una pequeña corriente de agua nacía dentro de su vagina, y cuanta más agua nacía más apretaba mis dedos con las paredes de su vagina al entrar y salir de ella. Del silencio total en que estaba pasó a gemir. Sus gemidos subieron de tono. Comenzó a mover la pelvis Ya no había marcha atrás. Empezara a correrse.