Los dominios femeninos (II)

Opinión segunda parte “Los dominios femeninos (II)” de Caminante en relación con el relato “Cuánto debe durar el sexo”: La empujé suavemente hasta que me dio la espalda, miraba hacia la ventana que mostraba finas líneas blancas, preguntó que juego me traía entre manos, que otro ya se la habría metido. Destapé su cuerpo, y … Leer más

Los dominios femeninos (I)

Opinión «Los dominios femeninos (I)» de Caminante en relación con el relato «Cuánto debe durar el sexo», a continuación: Los dominios femeninos. No hablo de dominación en el sentido de ejercer ese poder sobre el hombre, aunque los hay y en los dos sentidos, pero esa no es la senda en la que me muevo. … Leer más

Masturbacion en coche que me pilló desprevenido

Masturbacion en mi coche de una mujer? La verdad fue demasiado, en mi coche, con los tetones fuera, mis padres fuera y yo gozando. Volvíamos de vacaciones Se acabaron las vacaciones, y la joven Laura tenía ganas de volver a casa y mostrar su bronceado a sus amistades, a las íntimas y a las nuevas que esperaba hacer en lo que quedaba de verano, era muy extrovertida, pero con quien quería, la rebeldía de su edad le impedía hacer amistades con gente de mayor edad, sobre todo era reacia a hacer amistades con los conocidos de sus padres, aunque ya “había tenido en sus manos” a algún adulto a espaldas de todo el mundo, era su secreto mejor guardado, las pajas que hacía a señores de cierta edad para sacar algún que otro beneficio.

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Mi leopardo caliente

Pensativa en mi coche, pensando en cómo descargaba en mi ardiente cueva. Era mi tigre de Bengala, mi zorro caliente, mi leopardo en celo, que encendía mi llama: la del pebetero púbico.
Acostada entre los almohadones de la cama blanca, vestida únicamente con una gargantilla de perlas, con mi pierna derecha relajada sobre le colchón y mi pierna izquierda doblada con la rodilla en alto como si estuviera tomando el sol en pleno verano, mis brazos extendidos por encima de mi cabeza, laxos pisando mi cabello rojo que se esparramaba como un abanico sobre las almohadas; mis ojos verdes no pierden detalle de tu masturbación y de tus ojos morbosos que me comen desde lejos haciendo que mis pechos se endurezcan como conos puntiagudos.

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Todo sucedió en un coche

La historia que os paso a comentar pasó a mediados de los años setenta, en España, yo era entonce un adolescente de unos 14 años sin experiencia sexual, salvo por las típicas pajas para las que me valía de mi imaginación (entonces no había internet), para masturbarme me valía cualquier mujer, basta con que tuviese un buen par de tetas, el resto lo ponía yo.

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