Puta por sorpresa en hostal de Valencia

Solo y perdido por la ciudad inmensa de Valencia, llegué a un hostal de mala muerte, cerca del mar, un hostal empobrecido pero con lo único que se le pide a un motel de carretera, el refugio. No iba de putas Valencia ni mucho menos. Mi objetivo era salir de Madrid. Me había ido, escapado, unos días de la frenética ciudad madrileña.
Coches para arriba y para abajo, ruido, prisa, traición y locura pintaban el retrato más ajustado de esta gran urbe, estaba más que harto de la gran ciudad. Cogí el coche, y me dirigí a la playa más cercana que tenemos los madrileños, ya se sabe que aquí no hay playa. Así que para Valencia, quería ver el mar desde Cullera, Gandía, Puerto de Sagunto, Oliva o yo que sé, Daimuz. Todo zonas que había visto en mapa, pero en las que nunca había estado.

Rosa jugando a putas Valencia en motel de carretera

El hostal lo regían o lo llevaban una pareja muy amable de edad avanzada, pero ahí no está la cuestión, la llave y la puerta en sentido metafórico, a mi noche increíble en ese oscuro hostal, estaba en su hija rubia Rosa. Una bella jovencita que me hizo ver las estrellas en esa singular estancia. Cuando subí a la habitación, serían las nueve de la noche, llamaron a la puerta. Era una chica jovencita. Era guapa y lo es, cara de inocente, llamó y me dijo si necesitaba algo. Cosa absurda, una pregunta sin sentido, ya que no necesitaba nada; enseguida entendí la invitación, quería entrar. La hice pasar, le pregunté quién era. Me dijo, «soy la hija de los dueños donde vas a dormir, hija única, te vi por las cámaras de seguridad del hostal, que aunque parezca cutre, tenemos vigilancia».

-Ah, así que me estabas espiando, pequeña insidiosa y curiosa.

-Así es señor, nadie sabe de mí aquí, ni mis padres.
Sabe a lo que me dedico?- me preguntó con cara picarona y astuta.
-No, a qué te dedicas?- respondí, con la inocencia de un hombre de 49 años.

A la costura, no creo que dijera, porque ya entró muy provocativa.

-Me dedico a follarme a los clientes, del hotel, del hostal mejor dicho; el que me gusta me lo paso por la piedra, es decir, por mi coño negro que lo tengo más oscuro que el futuro de un operario.

-Vaya, vaya, vaya, la jovencita Margaret quiere bailar sin música…
-Se equivoca Señor, no me llamo Margaret, me llamo Rosa Linda, y no, no quiero bailar sin música, quiero que me follen a pelo corto, y toquen el órgano en Fa mayor, con Fa de follar.

No hubo más que hablar después de aquellas sinceras palabras. Se desnudó, apareció la pequeña Rosa en toda su esplendor: rubia de cabello, y rubia de pote o bote, con el coño negrote, tetas de frambuesa y pezones de tocinito de cielo. Era todo en regalo del hostal.
En resumen y para no extenderme, se desnudó, apareció lo que yo esperaba y además ella me lo había confirmado antes, todo un cañonazo de mujer, emergió un conejo bien negro, en contraposición a su pelo rubio. Unas tetas apetecibles, ella intentaba chuparlas para ponerme caliente, pisaba sobre unas botas de zorra de hostal, negras y con tacones, aún la hacían más sexy. Culo amplio, joven y carnoso. Esbozado y dibujado por la marca del tanga que ha luchado con el sol para ver quién de los dos deja el rastro en sus privilegiadas nalgas.
Mi puta de hostal por una noche, escorts Valencia quedaban anuladas por mi putita rubia, un servicio completo, follada total, francés natural con chupada con lengua, metida lo perrito, besitos y caricias acarameladas: la follé como se merecía. La dejé, o eso me dijo ella, muy a gusto, pagué lo que me pidió, y se fue para su habitación. Eso fue a las cinco de la mañana cuando regresaba silenciosa, follada, y bien remunerada por su servicio. Finalmente, se dirigió a su compartimento y lecho de descanso, la hija de los mesoneros de salones, bodas y bautizos: hostal Faro de Cullera. Hasta la próxima visita.

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