Profesora follando con alumno

La clase de latín había terminado yo estaba cansado de tanto latín y las desinencias y todo ese rollo. Ella estaba cansada por sus ojos, y casi todos mis amigos ya habían salido de clase.

Me acerqué a su mesa, ella, la profesora de latín, gordota y rubia, blanquita, me decía que estaba ajustando los últimos detalles para recoger todo. Eran las nueve de la noche, estábamos haciendo nocturno y ya acabábamos el bachillerato. Yo había suspedido dos cursos en años anteriores, por lo que ya era bastante mayor para estar en el instituto. Sería mi último año sí o sí.
Yo, según mis amigos, un tio echado para adelante, moreno, 1.77, delgado, ágil, simpático y con facilidad para ligarme a tías. La verdad no tuve nunca problemas.
Ella estaba sentada así que me acerqué:

-Estás cansada?-Ya la tuteaba porque la conocía de hacía años.
-Sí, estoy ya cansada de tanto curso, tantas notas y tanto… no sé, todo se acumula.
-Un descanso no? a tantos días seguidos.

Profesora y alumno en momento caliente y excitante

Ella me miró con cara de no saber bien lo que le decía, pero intuyó mis intenciones. La noté lo más vulnerable que nunca la había visto, yo la verdad tenía ganas de follarme a alguna amiga, pero, ¿por qué no follarme a mi profesora?. Me acerqué, y sin cortarme nada, la acaricié la cara mientras ella estaba sentada, ni lo esperaba, pero tampoco lo rehusó, se dejó acariciar. Quizá tenía delante a una más de las profesoras calientes.
Su piel era suave, blanquita, enseguida se le erizó toa la piel, la noté caliente.
Ya nadie había por ahí, todos se habían marchado, quedaría el conserje abajo del todo, pero no se enteraría de nada. La clase estaba en el piso tercero del instituto, lo tenía todo a mi favor. La acaricié el cuello, ella no decía ni pío. Me gustaba follarme a mis amigas de forma dura, pero, ¿podría hacerlo igual con la profesora caliente que tenía en mis manos?
Por qué no, claro que sí, le dije que se levantara, ella lo hizo, llevaba un jersey como de lana, pero claro, casi blanco, «weiss» o algo así, y una falta la típica de las profesoras, una gris muy fea. A mí me importaba lo que llevaba debajo, quería saber cómo sería su coño y sus tetas.
– Ponte ahí pegada a la pared.

Ella obedeció, estaba ahí para mi, pegada a la pared, estaba buenísima, la acaricié por detrás y le metí las manos para tocarle las tetas, quería saber cómo era el tacto de las tetas blanquitas de mi profesora de latín, sería tan guarra en la cama como en clase?. Eran unas tetas blanditas y caídas, uf, le acerqué la polla por detrás para que tuviera una idea de lo que le podría meter. Ella suspiró. Le sobé las tetas, la profesora caliente, no dijo nada, qué guarra, la tenía para mí.

-Vamos a tu casa.

Le dije, ella ni rechistó, quedamos en ir en su coche sin que nadie nos viera, quedamos en otro punto diferente a la salida del instituto.
Llegamos a su casa, no había nadie, ella vivía sola, la desnudé, le hice sacar las tetas, le puse otro vestido rojo que tenía para verla bien puta. En ese momento vi sus tetas más apetecibles que nunca: con pezones gordos, sonrosados, duros. Estaba para follármela ahí mismo.

– Me dejas tocarte por debajo?
-A qué te refieres?- le dije a mi profesora, que la vi ansiosa de polla.
– Tocarte la polla, si puedo.- me dijo ella.

-Sí

Ella me metió la mano, toda caliente, buscando mi polla, la tenía ya morcillona, y ella la empezó a masajear.

– Te gusta?
– Sí, mucho. Hacía mucho tiempo que no hacía esto. Me siento muy guarra ahora mismo. Lo siento, si esto no lo debería decir.

Ella se ruborizó, pero la cogí de la cabeza y la bajé, hasta la punta de mi capullo. «Anda, chupa un poco»

Ella comenzó a chupar, la vi debajo, caliente, su pelo rubio lo tenía en mi palma de la mano, su boca caliente me rodeaba la punta de la polla, lo justo que podía abarcar, todo el tronco de nabo le quedaba fuera….Seguirá.