Me inspiré en la madre Sanae

Es una noche de símbolos y de suspiros, de nostalgia y polvos perdidos; de añoranza y de lujuria, de adicción y desolación; de universitarias calientes y profesores chupachochos en su despacho, oportunistas de tetonas femeninas, estudiantes con ambiciones como las meninas de Velázquez. Excelentes mamadas y aprobadas por la cara.
Y qué bien me sienta apoyarme en la pared como si de un falo gigante se tratara. Cuánta gente no sabe mi más profundo sentir, mi más infinito amanecer. Gordita y generosa, de amplias carnes y silueta sinuosa. Y en Madrid, para más decir.
Me llaman gordita o rellenita, me dicen golosa y hermosa, pero yo, solamente soy Rosa.
Sí, Rosa, una mujer más en un mundo desigual, una españolita de a pie con sus necesidades como cualquier otra mujer. Leyendo a «la madre Sane» me he visto reflejada y autorrealizada. Y podría decir que hasta personificada y dibujada. Con formas similares a las mías y deseos escondidos entrevías. Siento que mi tren marcha con gran velocidad pero no quiero el tiempo dejar escapar.
Restregada por la blanca pared, noto el frío a flor de piel, y mi chocho gordo, no de estudiante niñata, sino el de una gran mujer, se empapa solo pensando en una buena tranca. Como la del hijo de la madre Sanae.
Ahora no recuerdo su nombre, Sunhai, Suni, o Sushi… no me acuerdo, es curiosa la mente y la memoria, no me acuerdo de su nombre pero sí del paquete que con tanto arte a su madre golosa, la engullía y arremetía. Ya me hubiera gustado ser ella.
Yo soltera por decisión, no he querido tener hijos, creí que sería mi perdición. Pero como todo tiene su excepción, ahí está el hijo de Sanae. Fuerte, rotundo, inexperto y con ganas, pollón y simplón: lo que una buena madre necesita sin condón.
Las tetas grandes dibujadas me hicieron recordar las mías, similares en grosor y espesor, su barriguita prominente hace que la mía con su espejo se alimente, la cara desolada de Sane con la mía hacen una buena sintonía; y del coño mejor no hablar, una imagen vale más que mil palabras. El mío lo tengo a reventar.
Hoy he sentido que lo tenía que decir, soy una madre frustrada con las ganas siempre aputonadas. Gordita y sensual, me expongo y restriego por la pared, hasta llegar al hotel. Y ahí, en cuatro y a lo perrito, me ofrezco a mi supuesto y añorado hijo: el que nunca tuve. Una desafortunada mujer.

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