Los dominios femeninos – 5

Relato Caminante. (continuación).

Y todos los sábados sexo al aire libre. Algunas tardes en la oficina, de vez en cuando recibía un e-mail de ella, y me hablaba de la forma de perder la virginidad, y que aún no lo había asimilado del todo, y por otro lado, de qué manera la había hechizado para convertirla en exhibicionista, descubriendo que era un enredador, y como la había llevado al huerto, que fue además de una forma descarada, reconociendo que la había gustado.

– ¿Pretendes volver a las andadas? O… ¿sigues yendo los sábados? – Cierto tono de crítica.

– No. La vida cambia muchas cosas.

– Sin embargo me lo estás ofreciendo.

– No he perdido el contacto y les busqué alternativas con otras parejas, conozco gente aburrida, no saben ocupar su tiempo libre y terminan borrachos los fines de semana.

– Mi idea es que lo veas, pienso que la erótica no dispone de medida ni de condiciones, es de naturaleza de cada persona y yo no dejo que nadie me ponga márgenes.

Su mirada no había cambiado, pensaba.

– Sí, tienes razón. Y me has dado una idea, he pensado en mis temores, mis miedos y terrores nocturnos, cuando los recuerdos me hunden.

Me gustaría que esta noche me sorprendieras, yo hacer lo que todos los sábados, echaré a mi madre para que no nos joda, y que actúes como si fueras un merodeador, que me robes cosas de los cajones y que te aproveches de mi cuerpo dormido, bien dormido.
En mi mente se disparó la alarma debido a sus últimas palabras, bien dormida. Se dio cuenta ya que no me dio tiempo a preguntar.

– No puedo dormir, tengo unas cápsulas. Espero que lo entiendas.
Que torpe era.

– Vale.

– ¿Solo dices vale?, me gustaría saber qué harías.

La miré un poco confundido, pero como soy hombre de recursos, lo tenía fácil.

– Mejor di, que te haría. Para empezar con una linterna miraría los cajones, daría una vuelta husmeando un poco, pensaba robarte una bolsa o algo parecido e ir llenándole, y por último te destaparía, ataría tus muñecas y tobillos por si te despertabas y te haría fotografías, y observando los poros de tu piel, intentara innovar, un coito de media parte, no, algo parecido pero de otra forma.

– No entiendo lo que dices – Dijo esbozando media sonrisa.

– Es simple. Podemos hacer un ensayo, te tomas la capsula y yo espero dos horas, de esa forma tu sueño será profundo y empiezo a excitarte. Procuro que te lleguen estímulos de los pezones y clítoris, y espero respuesta de la vagina, si hay humedad es que te has puesto en marcha, es el momento de penetrarte, lo que sigue no se me ocurre.
Me miraba pensativa, movió ficha.

– Se te ha ocurrido pensar, si me despierto sin acordarme de ti, y pienso que eres ese cabrón de mierda.

Podía ocurrir, dudé de hacerlo, la mente es peligrosa y no le debe de dar pistas y las hay.
– El hacía eso que he dicho ¿te excitaba?

– No, entraba en seco para hacerme daño en la vagina y de esa forma me despertaba.

– No me gusta tu idea – Dije convencido.

– El problema es que quiero saberlo.

– Si lo hacemos, habrá luz, de esa forma la oscuridad no te engañará.
No me convencía nada.

– ¿Me dejas hacer una prueba, ahora?

– No servirá, estaré despierta.

– Precisamente es lo que quiero comprobar.

– ¿Y qué pretendes hacerme?

– De momento nada, lo pensaré según damos pasos en esa dirección. Primero oscurecer el dormitorio y después seguiremos adelante, y veremos tu estado.

No dijo nada, lo que demostró que su idea podía ser peligrosa y no se debe jugar con fuego. Y la muy loba dio el primer paso desconcertándome. Se acostó a mi lado, tirando de mí, me puso entre sus muslos separados.

– Bésame como en coche, no te importe el tiempo. Quiero que me lleves a ese lugar, a ese cálido encuentro que te permitió entrar en mi mente, que con suavidad apartaste mis trabas, llenando de un calor desconocido, donde mi transpiración te hicieron reconocer a la hembra que tenía oculta, y temo perderlo.

– No hagamos nada – Contradije.

– No tío, tengo una gran duda, tú sabrás calmarme, confío en ello.
Y caí en sus redes, en sus suaves y cálidos hilos de seda, donde su saliva inundó mi boca, donde bebí con ansia, temblaba, tenía miedo, ella abandonó mi boca, la acercó a mi oído diciendo.

– No temas, se de tus temores, bebe de mi como hiciste en el coche, allí me entregué sin trabas. Me hiciste tuya, no lo olvides y ahora ámame a tu estilo. Quiero un cambio en este juego, pero antes entra en mí, ve despacio, se lento, déjame saborearte y termina como lo haces, suavemente y lléname de ti, y luego desata la tempestad.

– ¿Por qué? – Me quejé.

– En esta perra vida, dicen que para curar, hay que hacer daño, y yo quiero que me cures, te he estado observando, analizando, y tú andas perdido, y esta es la causa, me has hecho cosas sin darte cuenta, te mueves con el instinto, muy alejado del cerebro, quiero esa medicina aunque me duela.

En ese momento sus manos se ocuparon del pene, yo no quería pero tenían poder y ella misma se lo introdujo, elevando la pelvis y con la otra mano me atrajo, ella se produjo la penetración hasta el fondo. Dijo con voz entrecortada por la emoción.

– Poséeme como te gusta hacerlo, yo te regalo mi agua y a cambio tú me das tu semen. Tú bebes de mi boca y yo a cambio, acojo tu semen en mis entrañas, donde quedas y te guardo, junto a tus besos, que arden en mi boca, donde mis labios juntaste con los tuyos y que yo separé queriendo beber de tu boca, donde mi lengua exploró tu interior, llevándome tu sabor, a ti, y te tengo en los dos lugares más importantes de mi cuerpo, mi cabeza y mis entrañas, donde recibo a tu mensajero, endurecido por mi mano y del cual emanas tu ser.

Mi mente era un torbellino, mis ojos se humedecieron, lloré en silencio, como las estatuas en un día de fina lluvia. Quise morir. Apreté su cuerpo con fuerza, quise tenerla dentro. Y…, sus palabras me rompieron el alma.

– Desconocido ser, quisiera morir en tus brazos, ya nada me importa, me has dado lo que no supe que existiera, ignoraba el poder de los besos, de tus besos, donde me llevaste a tu mundo, y que se han convertido raíces de ti. De tu ser, de lo que me has entregado, quiero morir ahora, mientras sigues dentro de mí y te acojo, ya formas parte de cenicienta.

No puedo seguir, mis lágrimas no me dejan mirarte, verte hundido, tirado en la alfombra, perdido en tus pesadillas, que yo no lo soy.

Yo, cenicienta, miro tus ojos mientras caigo de espaldas, choco con tu mirada sonriente, y me acoges en tus brazos salvándome la vida, que ahora es tuya, siempre tuya.

Cuando mi vida se apague, te llevaré conmigo, serás mi último pensamiento, recuerdo inmortal que nunca morirá, formará parte de lo que existe más allá de la muerte, donde buscaré tu sombra. Me hablaste de tus conocimientos, de las sombras donde vives, y al oído mientras embestías en construyendo nuestro placer físico, decías que nuestro cuerpo se componía de cuatro partes.

Alma, espíritu, cuerpo y sombra. Yo te he entregado todo mi ser, quiero acompañarte en la muerte y que nada nos separe, nada como la nada de la realidad de la vida.

Desperté tiritando, estaba encogido encima de la alfombra, sin abrir los ojos puse antena, mis oídos no registraron ruido alguno, la proximidad de la cama tampoco, les abrí despacio, con temor, miré la cama y me incorporé, vacía como mi alma, solo la huella de cenicienta y la húmeda mancha del semen escapado de su cuerpo, sentí congoja, había ido mal, ella no estaba, me había convertido en el mal que la torturaba, sentí pesar.

Me puse en pie, me tambaleaba, me sentía debilitado, le había entregado todo mi ser, era normal y fue cuando descubrí una hoja de papel en la alfombra, cerca de donde había estado acostado, era de ella.

………. Amor mío, no sé cómo empezar, me has enseñado que es el amor, aunque sé que no crees en él, sé que estás dañado, mi madre no se marchó del dormitorio, no confiaba en ninguno de los dos, supo verte aunque se quejara, mi padre fue un hombre parecido a una estrella fugaz, dice que era como yo, la abandonó por su actitud que tu bien conoces.

Mi madre lloró al verme y escucharme, no sabe nada de mí, nunca me comprendió, pero sí reconoció que se había equivocado contigo, que me habías cambiado y que me seguías cambiando, a tu imagen, me cambiabas a cambio de nuevas sensaciones, ya que vivió mis gemidos, que supo de los orgasmos que me produjiste, y de cómo tratabas mi cuerpo, de nuestras bocas unidas, y que no se separaron hasta que te vaciaste en mi interior, lloró por mí.

Quedaste encima de mí, quieto, te aparté porque me ahogabas, y caíste rodando en la alfombra, pensaba subirte a la cama, pero mi madre me lo impidió, diciendo que no interviniera en tus luchas ocultas.

Amor mío, he vencido a mis fantasmas, mi cuerpo te añora, como mi boca, siento nostalgia del sábado, de ese lugar de donde me he llevado una fotografía, donde empezaste a conquistarme, primero mi alma y después mi cuerpo, que es tuyo para tu placer.

Ahora estoy en medio del atlántico, acompaño a mi madre en su viaje, debo ir cogiendo el testigo de sus negocios en ultramar, aun te siento, y en mis bragas, en la felpa llevo tu semen, que nunca las lavaré, pienso enmarcar las que me quitaste, están tus dedos, tus manos, tú en mí.

E-mail será nuestro puente, Cenicienta es tu mujer, el descanso de ti, del guerrero, entre mis pechos te acogeré, y fundiré mi cuerpo con el tuyo, pues me confiaste un secreto mientras tenías el orgasmo final, querías mi abrazo, que su contacto te extasiaba al poder sentir mis pechos en tu rostro.

Nota/ Mi madre te ha dejado un regalito, se trata del respeto por su hija, yo. Ese regalito es el perchero, contiene tres trajes de color azul oscuro, curioseó tu armario. Dos chaquetas cruzadas de color negro, con sus respectivos pantalones de diferentes tonos grises oscuros. Doce camisas, seis azules en diferentes tono y resto en varios colores y tonos, hizo un estudio de tus camisas, incluso revisó las que tenías en el cesto de la ropa sucia.

Fue inestimable la ayuda de la mujer que limpia tu casa, le aconsejó colores y tonos de tus colores favoritos, mi madre no quería fallar. Y las corbatas fue un problema grave, tuvo que hacer otro viaje, tienes un gusto extraño amor mío, yo te quiero, sé que me quieres a tu estilo y ya te contaré más cosas cuando vuelva.

Cenicienta, es decir, Lola es tu amante, me despido con uno de esos besos en el coche, donde penetraste en mi cuerpo sin ayuda del pene.

The Crow – Fade To Black. Mp3.

Dedicado a MLM, (Secuencia del río), que emprendió el viaje hacia el más allá en la flor de la vida. Mi abrazo y recuerdo estés donde estés. Este caminante no te olvida a pesar de que quemara todos tus recuerdos, tus sentimientos fueron y son de hierro, que aún los mantienes.

Soldadura (*) femenina. Ese destello metálico de que disponen en determinadas ocasiones, imposible de modificar.

 

Deja un comentario