Aporte y relato de Caminante:
LOS DOMINIOS FEMENINOS
Cenicienta II.
En mi interior algo desconocido se fue rompiendo, no acertaba a comprender la vida, el mundo del que formábamos parte y sobre todo de mi sentir, se rompía lentamente ante la realidad de la mujer, lo que le hacíamos vivir, me sentí mal, muy mal.
Estábamos sentados, desnudos, ella sentada entre mis piernas separadas, yo la abrazaba, su rostro pegado a mi pecho y su brazo derecho pasado en torno a mi cintura, se juntaba con el otro brazo y me abrazaba, se apretaba con fuerza. Naufragábamos en silencio, en nuestro interior había oscuridad construida por nosotros mismos, ciegos y perdidos, sin salida.
– Que nos pasa, estoy asustada, te siento entristecido. Tu abrazo me hace pensar que te aferras a mí como tabla de salvación..
Así era, caía en picado, mi angustia era por ella, no conseguía entrar en su mente, se escondía, no, peor, se defendía de mí, y era cierto, lo mejor fue en el coche, aún siento calor en mi mente recordando el esencia que construimos, que nos rodeaba y protegía, inmersos en un solo cuerpo, mente y espíritu, sentí humedad en los ojos, todo se rompía y no sabía la causa.
Lejos, escuché como la puerta se abría, en mi oscuridad no pensé en nada, me daba igual, muchas veces he pensado en estas caídas que tengo, mejor era morir, el mundo era una porquería y yo estaba totalmente decepcionado en todo, incluso de mí mismo.
– ¡Hija, te ha pegado! – Gritó.
Apenas me llegó, mantenía mis oídos cerrados. Me sobresaltó ligeramente, pero mi estado no me permitía respuesta alguna, me daba lo mismo, y me aferré a ella con más fuerza.
– No madre, te he dicho muchas veces que no intervengas, esto es privado y no haces caso. Me obligarás a irme a su casa.
– ¿Miraste sus manos?
– No madre, es un hombre tranquilo y no grites, nos molestas.
De nuevo el ruido de la puerta al cerrarse. Parecía malhumorada por mi presencia. Cenicienta apretó ligeramente su abrazo.
– Olvida estos minutos, me gusta cómo me abrazas, sé que te aferras a mi cuerpo y noto cierto calorcillo en el vientre, lo transmite tu mano.
– Te han pegado.
Silencio por su parte, su abrazo aumentó ligeramente.
– Por favor, olvida las palabras de mi madre. A pesar del polvo frustrado, lo que me haces sentir lo suple en su medida. No das el perfil, demasiado remilgado y he visto detalles que no se da en esos cobardes que abusan de su fuerza, no necesitaba mirar tus manos, que parecen estufas y esos no miran de frente, se esconden y protegen en el alcohol, rehúyen la mirada, tu no, eres un libro abierto.
Guardé silencio, intentaba recomponer mis filas sin conseguirlo, estaba debilitado, y sus palabras me apenaron hundiéndome más en la miseria.
– He pensado que retrocedamos en el tiempo, no sé qué hora es ni me importa, olvidemos el reloj, vivamos sin espacio ni tiempo, mi madre me ha fundido los plomos con eso de las manos, no tiene ni idea lo que sentí en el coche, ese calor que atravesó mi piel, pensé que harías en otros lugares de mi cuerpo, y tuve una fantasía que me produjo cierta ansia. Tu mano entre mis pechos, abierta, rozando ambos pezones despacio y descendiendo lentamente, llegando a mi vientre y enredando tus dedos en el monte de venus, donde debes aumentar la presión, me produce cierto temblor que me gusta.
Y continúas cubriendo con tu mano la vulva, despacio, sin prisas. No sé si sentirás mi humedad, depende de mi cabeza, de esa marcada y profunda cicatriz que retiene mis impulsos.
En el caso de mi sed en la vagina, te dejo en libertad de solucionarlo, debes hacerlo deprisa, sin pausas, tu mano ha dejado un rastro que se evapora, debes aprovecharlo, ya que puedes romper mis cadenas, mi terror, y tu profundidad en los besos, en esos instantes me hicieron pensar en esa profunda cicatriz, profunda y tenebrosa que me aísla, me cierra en mi misma llenando mi ojos de lágrimas, no se defenderme ni escapar de mi misma.
Tus besos, la calidez que transmitiste a mi cuerpo, me llenó de sudor, le esperaba frío, de temor, me ocurre cada vez que un hombre me mira, pero no, cuando caí en tus brazos vi el amanecer, cierta con sorna pero tu mirada era limpia, tranquila, diría que soñadora, descubrí al niño que escondes, eres infantil en algunos aspectos que he descubierto, pero me encanta.
Tu mano abierta roza los labios de la vulva, buscaré fuerzas para que tengas respuestas, me he dado cuenta que te guías de lo ves y sientes de mi cuerpo. Eres un explorador descarado, pero me gusta, tampoco he sentido ese manoseo de algunos, no, tú vas despacio, y sé que quieres dejar huella y lo has conseguido, mi mente te ha permitido la entrada en mi cuerpo, a pesar del fracaso, sigo sintiendo tu dureza en mi interior, que tampoco quiero olvidar, deseo que entres otra vez y me despiertes, que tus embestidas armonizadas con mi convulsión, que con cierta inquietud responderé, y de esa forma borrar mis recuerdos, y cuando me llenes, espero que sea lava ardiente, quemaré esa cicatriz tenebrosa mientras me llenas de ti, quédate, labra tu impronta en mi interior, para que cada vez que piense en ese orgasmo que te he producido, me corra de gusto.
Y más tarde, cuando duermas, te protegeré de tus demonios, velaré tu sueño apartándoles y cuando despiertes acunado en mis brazos, reclamaré tus besos, quiero no retener mis impulsos, quiero gemir y apretarme en tu cuerpo, que sacies de mí, incluso que enfermes y precises el contacto de mi cuerpo, conquistado, y yaceré a tu lado, rendida, conquistada.
Sus palabras fueron como un bálsamo, el roce de sus labios junto a mi oído, su aliento fue calor, el frío que sentía le alejó, llenándome de tranquilidad, sosiego y su cuerpo parecía querer penetrar en el mío.
Su respiración era anhelante, me di cuenta que había desnudado su alma. Me había mostrado que y quien era. Incluso descubierto mis secretos. Sentí como mi frío oscuro había sido derretido y apartado por la corriente candente de sus palabras, de ese roce húmedo de sus palabras, que fueron llenándome de sosiego, como sus manos, que recorrían mi piel despacio, y fue cuando me di cuenta que su mano derecha estaba aferrada a mi costado, levemente sentí la amenaza de sus uñas, pero me gustaba lo que desprendía. Cenicienta me estaba salvando de mí mismo, de mis caídas en la noche, de despertarme en la madrugada tirado en el suelo del pasillo.
– Cenicienta, no todo está hecho, mereces ser reconquistada.
Me empujó quedando tendido en la cama, ella pasó las piernas a ambos lados de mi cuerpo y acercando su rostro al mío me dijo.
– Nos vamos a vestir, y me vas a llevar a tu mundo, a tu universo, esos lugares en los que te pierdes y quiero conocer a ese niño que no escondes.
Y con fuerza, apoyó sus labios en los míos, su lengua entró en mi boca. Mis manos en su espalda, ordenaron a los dedos que recorrieran ambos lados de la columna vertebral en busca de respuestas y cerca de su cadera, la mano derecha consiguió que torciera su cuerpo en esa dirección, lo grabé en mi cerebro, fue cuando se separó sonriendo levemente.
– ¿Tienes algo en mente? ¿Me puedes regalar algún cálido secreto?
– Sí, tengo varios que te gustarán. Tu idea me parece muy acertada, nos vamos a vestir, pero tú no debes de llevar ropa interior, ese el primer peldaño.
En su frente lentamente se formando una arruga, pero no era de duda ya que su mirada se hizo brillante.
– Regálame más detalles.
Dijo mirándome, sus ojos parecían centellear como el soplete de soldadura (*) femenina.
– Se dé un lugar espectral en un aspecto, dispone de secretos ancestrales. En ese lugar viven sus últimos tiempos muchas parejas, es la recta final de su vida.
Hay un río cerca, en el solía pescar barbos y bogas, que luego devolvía a sus aguas, limpias y tranquilas, además utilizaba un anzuelo del doble cero, apenas les dañaba.
No iba solo, me acompañaba una compañera de la oficina, de otro departamento, una mujer solitaria y cerrada en sí misma.
Después de comer a la sombra de los pinos, nada mejor que dejar en libertad a los instintos básicos, a pesar de su recelo de que pasara gente, le dije que allí no, llevaba varios años pescando allí y apenas pasaba la gente, un edifico cercano era evitado, una residencia de ancianos, a la gente no le gusta ver lo que nos espera.
Y echamos un polvo con tranquilidad, además a ella le gustaba desnudarse, ya en primavera avanzada, a mi lado tomaba el sol desnuda, yo de vez en cuando me olvidaba de la caña y mi lengua se encargaba de acariciar su clítoris despacio, muy despacio, ella gruñía, además me hacía señales, separaba los muslos, para dejarme más espacio.
Recuerdo otra mañana de sábado, cuando terminamos, ella mantuvo la postura, de su vulva escapaba el semen, y este caía a la hierba, pero tuvo que cambiar de lugar, ya que las hormigas se interesaron por el semen, con sorna me dijo, a la vez que reía.
– Vas a tener descendencia bajo tierra.
Y esa tarde cuando volvimos al coche, una pareja de ancianos nos esperaban. Dijeron que habían sido testigos del polvo y que debido a eso, ellos habían aprovechado para tener lo suyo, ella le había pajeado con la boca, ya que no podía tener erecciones y el a ella le había hecho el mismo trabajito a ella, su clítoris aún funcionaba, y tomaron la decisión de esperarnos debido a que tuvieron una idea.
En la residencia se veía porno, pero lo veían artificial, eran mejores los videos caseros, gente con cuerpos normales y sexo normal, pero no era lo mismo comparado con lo que ellos habían visto. Ella sobre todo habló del movimiento del cuerpo de mi amiga, de cómo echaba la cabeza hacia atrás gimiendo, de cómo empujaba, es decir, que no era una muñeca.
La residencia tenía un teatro al aire libre, en la actualidad estaba muy deteriorado, pero tenía solución, su idea era que folláramos allí, a cambio de dinero que las parejas que asistieran pagarían.
Mi amiga se encogió de hombros, ese detalle le daría morbo al asunto, y se puso en marcha. Aunque aparecieron muchos problemas. La dirección de la residencia no le pareció bien, esa pareja alegó que el teatro estaba fuera de las instalaciones, asintieron con vehemencia, y acordaron probar, pero la residencia se llevaría un porcentaje, no pusimos objeciones, mi amiga que arrastraba varios heridas sentimentales, su futuro marido ardió en un avión, era piloto bombero y la primera vez que nos fuimos de fin de semana me llevé una sorpresa, era virgen a sus 26 años.
Y si me ves, arrodillado entre sus muslos, y con los dedos dejando al descubierto el himen, y ella divertida al ver mis dudas. Fue valiente, cuando lo intenté despacio, ella se encogía diciendo que le dolía mucho, dije de suspenderlo y sexo sin penetración.
No estuvo de acuerdo, ella dijo de hacérselo ella utilizando mi pene. Yo debajo con las piernas dobladas y juntas, ella sentada en mis rodillas juntas, fue descendiendo despacio, con sus piernas flexionadas y controladas por ella.
Ella situó el pene entre los labios y fue descendiendo lentamente, pero también la dolía, retrocedió, sudaba. Me preguntó si podía aportar algo definitivo, ya que yo le ofrecí otra salida, con los dedos o un calabacín, aunque le hizo gracia, dijo que la destrozaría, estuvo de acuerdo con los dedos, pero cuando dije que los suyos, no los míos, ya no estuvo de acuerdo y como estábamos en esa postura, vi como ella volvió a la postura elegida por ella, volvió a situar al pene junto a su himen y se dejó caer con fuerza.
Había apretado los dientes y su gesto era de dolor, le dije que se quedara quieta, el himen era duro y podía no haberle roto, pero al estar dentro, eso haría que se rompiera del todo, estuvo de acuerdo, sangró bastante, yo empecé a sugerir ir al hospital, esto era un caso normal, la edad sí importa, pero se negó, y me sorprendió su iniciativa.
Empezó a moverse, a casi salirse y volver a entrar hasta el fondo, esa sangre oscura me inquietaba, pero ella no le dio importancia, y se cansó de flexionar las piernas, dijo que ella debajo.
Cambiamos de postura pero antes limpiamos la sangre, incluso hice de observador, la entrada estaba abierta, aunque seguía sangrando levemente, tiró de mí y dijo que a correr, y mientras embestía despacio, me dijo que saliera del todo y entrara, el glande era la causa, ya que anillo vaginal no se parece a las paredes de la vagina, y de esa forma lo solucionamos.
– ¿Te corriste dentro? – Preguntó cenicienta interesada.
– No, lo hizo con la mano y sus labios, incluso probó el semen, dijo que tenía que recuperar el tiempo perdido.
– ¿Y?
– Ese grupo no se disolvió, pero allí no se puede hacer, la administración tomó los mandos y se llevaban el ochenta por ciento de la pasta, aunque nos proporcionaron habitación y manutención, pero no, ya que empezaron a decirnos lo que teníamos que hacer, es decir porno, nos segamos a la vez, y nos marchamos, pero esa pareja no perdió el contacto, y encontraron otro lugar, una vieja casa en alquiler, pero la administración informó al alcalde del pueblo de nuestras correrías y empezó a incordiar a la pareja, y tuvieron que alejarse de los pueblos cercanos, y en el lugar más increíble nos lo montamos una vez.
–
Unas ruinas dentro de una finca con dueño, ella tenía cierta amistad con el dueño, era de ese pueblo para más detalle, pero solo se pudo hacer en primavera avanzada y verano, el resto del año no. (…continúa)