LA PULGA

Greta cumplía 18 años. Era mi hijastra, pero ¡Dios, que polvazo tenía! Habíamos celebrado su cumpleaños en casa con sus amigos y amigas. Ya se fueran todos a sus casas. Mi esposa se había pasado con el champán y estaba durmiendo la mona. Yo me fuera a mi despacho a preparar unos papeles. Llega Greta y me dice:
-Me pica ahí abajo, papa. Creo que se me ha metido una pulga en el chochito.


Me sorprendí a mi mismo comportándome como si fuera su verdadero padre.
-Date una ducha de agua fría ya verás como se va.
-Te voy a hacer caso.
Se fue y al rato vuelve desnuda. Se sienta junto a la ventana, y me dice:
-Me sigue picando. ¿Miras a ver si la ves?
Yo ya tenía un empalme del 10, y no era para menos, mi hijastra estaba aún más buena de lo que me había imaginado. Me levanté, fui a su lado y le dije:
-Abre las piernas a ver si doy con ella.
Abrió las piernas y vi un liquido pastoso empapando su sexo. Le lamí la conchita. Ella cogió mi cabeza y me dijo:
-Haz que me corra, papá.
-Metí la puntita de mi lengua en su ano y jugué con él y con su periné. Cuando volví a la conchita estaba de nuevo llena del líquido pastoso. Se lo volví a lamer. Después metí y saque la lengua de su vagina. Ya sus gemidos eran de pre orgasmo. Ataqué su clítoris con movimientos circulares de mi lengua, luego laterales, después de abajo arriba… poco más tarde, mi hijastra, echando un squirt se comenzó, a correr. Dejé mi lengua sobre su clítoris y ella, moviendo la pelvis tuvo un orgasmo que la sacudió como si fuera una pluma a merced del viento
Al acabar de correrse, y después de lamer todo el jugo de su conchita, echó su mano a mi cinturón, me lo abrió, abrió la cremallera de mi pantalón, desabotonó el botón y me bajó los pantalones y los boxers, que quedaron sobre mis zapatos. Cogió mis 18 centímetros con la mano, metió el glande en la boca y me hizo una mamada… Cuando estaba a punto de correrme, hice que se levantara, le comí boca y aquellas deliciosas tetas y le dije:
-Ponte a cuatro.
Se puso a cuatro sobre la alfombra. Le metí la polla sin prisa pero sin pausa, después la fui follando cada vez más aprisa lasta que me dijo:
-¡Córrete conmigo, papá, córrete conmigo!
Sus palabras fueron órdenes para mí. Nuestras corridas se mezclaron y con ellas nuestros gemidos de placer.
Al acabar, le pregunté:
-¿Te sigue picando la pulga?
-Ya no, pero mañana seguro que me vuelve a picar.

FIN

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