LA NOCHE DE LAS CONFESIONES ERÓTICAS

Este relato se lo dedico a todas las mujeres que se han hecho un dedo leyendo un relato erótico.
Susa, su hermano Fernando, Aura y yo, estábamos junto al carro de las vacas en el bajo de la casa de los padres de los hermanos haciéndole compañía a la hija del cañero, al tiempo que desgranábamos maíz de las espigas. Aquella noche llovía a Dios dar agua. El viento silbaba entre las tejas de las casas. De vez en cuando un rayo iluminaba la noche y al volver otra vez las tinieblas se sentía el trueno, y tras él el martilleo de la lluvia en la ventana. Los gatos y los perros guardaban un silencio sepulcral.
Susa le hablaba a su hermano Fernando de la felicidad.
-… Yo soy feliz comiendo unos pasteles, chocolate… Al estrenar un vestido nuevo… y ya no te digo lo feliz que sería si un día me caso con un hombre rico y guapo.
-Un hombre rico y guapo te puede hacer desgraciada. Además, la felicidad completa es una quimera.
-¿Una quimera? Una quimera es escapar a las garras de la tentación.
-¿En un internado de chicas que tentaciones podíais tener?
-Muchas.
Aura, que era una joven de quince años, de ojos azules, delgadita, guapa, con tetas medianas y voz dulce, les dijo a los hermanos:
-Donde haya monjas y chicas jóvenes hay peligro, y si hay curas de por medio, más.
Me asaltó la curiosidad.
-¿Qué te pasó en la iglesia, Aura?
-Nada que se pueda contar, Quique.
Susa, dijo con sarcasmo:
-Esto huele a incienso.
Susa era una joven de diecinueve años, no pasaba del metro sesenta, era bonita de cara, de ojos negros, cabello negro y largo que llevaba suelto. Su cuerpo tenía más curvas que una carretera comarcal, y todas las curvas estaban bien señaladas.
Al fondo estaba Fita, la hija del hombre que hacía el aguardiente para todos los de la aldea (el padre enfermara) echando unos troncos de roble al fuego que hacía que el alambique de cobre fuese destilando aguardiente. Dijo:
-A incienso y amor. ¿Hiciste el amor en la iglesia, Aura?
Aura, no era la mosquita muerta que parecía.
-¿El amor se hace o ya viene hecho?
-¡Mira la graciosilla! ¿Prefiere decir joder?
-Por llamarle como le llames no vas a dejar de ser puta.
-Estás en plan cabrona.
-Es que me revientan las putas que van de decentes.
Fita, se mosqueó.
-¡A qué te meto!
-¿Meterme tú a mí? Si no tienes ni media hostia.
Me inmiscuí en la conversación.
-Haya paz. En este mundo tiene que haber de todo, putas que vayan de decentes y decentes que les gustaría ser putas. Oí hablar de algunas.
Susa, me preguntó.
-¿Qué oíste?
-Estuviste en un internado de monjas y hay cosas que no te gustaría oír.
-Por que tú lo digas.
-¿Puedo hablar en plata?
-Claro. ¿Qué fue lo qué oíste?
-Que hay mujeres que cabalgan a los hombres, que se la maman, que les gusta que les follen el culo, las tetas, que les coman el chocho…
-¿Lo oíste o te has visto en ese fregado?
-Que más da.
Fita, le preguntó a Susa.
-¿Y tú cómo eres, santurrona, o guarrilla?
-Yo…, pues mira, cuando mi leona tiene hambre la alimento..
-¿Eso quiere decir que te la rascas?
-Eso quiere decir que cuando tiene hambre le doy de comer.
Fita, la hija del cañero, era una muchacha de 22 años, morena, alta, doble, con buenas tetas y un culo enorme, de ojos marrones, cabello negro y largo y estaba soltera. Le dijo a Susa:
-Como todas, aunque algunas vayan de santas.
Aura, se dio por aludida.
-Si puede ser dejarme en paz. Aquí vine a trabajar y ganar unas pesetas no para hablar de tonterías.
Se hizo un silencio en el que el roble quemado olía a pecado. Fita, cogió un pocillo de aguardiente, le echó un traguito, y nos dijo:
-¿Y si contamos cómo fue nuestra primera vez y cual es la fantasía que querríamos hacer realidad? Eso sí, jurando que lo que contemos no saldrá de aquí.
Aura se borró.
-Conmigo no contéis.
Fernando, que era un muchacho de 20 años, moreno, de ojos negros, alto y guapo, según decían las chicas, dijo:
-Yo no tendría inconveniente en contar como fue mi primera vez. Aunque mi hermana…
Susa, interrumpió a su hermano.
-Depende de lo que cuenten los demás. Vas a contar cómo fue tu primera vez, Quique?
Como buen gallego, le respondí con otra pregunta.
-¿Eres consciente de que si nos contamos nuestras intimidades puede que acabes follando como una loca?
-Puede. Estás muy rico, pero si follo será a mi modo, no como una loca.
-Vaciles los justos.
Siguió en plan vacilón.
-¡Ay que se me enfada el jilguerito!
Fita, ya nos tenía donde quería.
-¿Un traguito de aguardiente?
Susa, Fernando y yo dejamos de desgranar el maíz. Cogimos las banquetas en las que estábamos sentados y fuimos junto a Fita, que estaba sentada en otra banqueta, al lado de la cama donde dormía, una cama hecha con dos colchones viejos, de aquellos que se hacían con hojas secas de las espigas de maíz, un par de mantas viejas y un par de cojines que le hacían de almohada.
Eché un traguito de aguardiente, Fernando, echó otro, Susa, le dijo a su hermano:
-Trae para acá.
Susa, se mandó el resto del pocillo, que estaba mediado. Le empezaron a llorar los ojos. Quería respirar y le costaba. Cuando pudo hablar, exclamó:
-¡¡Aaaaaaaaaaaagua!!
Fita, se partía de risa. No era la primera vez que veía aquella situación y nadie se había muerto. Lo que sí pasó fue que Susa quedó contenta.
Cuando recuperó la respiración normal, le dije:
-Sólo a ti se te podía ocurrir mandar semejante trago.
Susa, estaba enfadada.
-¡Yo que sabía que quemaba tanto, cona!
Fita tenía ganas de que empezasen las confesiones.
-¿Quién empieza a contar cómo fue su primera vez?
Susa no estaba por la labor.
-Yo, no, y mi hermano, menos.
Fita, no tenía inconveniente.
-Empezaré yo, pero antes jurad que vais a decir la verdad y que lo que digáis será un secreto que quedará entre los cinco.
Lo juramos, Susa, Fernado y yo, y le dije a Aura:
-Júralo tú también.
Aura, tiró con las dos espigas que tenía en las manos, (se frotaban una contra la otra para quitarles los granos) y me respondió:
-Yo mejor me voy. Pierdo de ganar 200 pesetas pero no me arriesgo a acabar contando lo que no debo.
-Están cayendo chuzos de punta.
-De punta se van a poner otros chuzos.
-Aunque lo digas en broma.
Se fue la luz y quedamos iluminados por el fuego que había debajo del alambique, Aura, cambió de opinión.
-Va a ser que me quedo, me quedo y juro no decir nada a nadie de lo que vea o oiga, pero no voy a participar en lo que hagáis, si es que hacéis algo.
-A mí me vale, te toca jurar a ti Fita.

-Lo juro y os cuento. Hace unos años, cuando tenía tu edad, en una cama parecida a esa -señaló la cama con un dedo- Una noche que le hacía compañía a mi padre. Me acurruqué al lado de él para dormir, dándole la espalda. Mi padre estaba boca arriba. Se giró hacia mi y puso una mano encima de una de mis tetas. La mano comenzó a magrear la teta. Yo no sabía que hacer. Estaba nerviosa. Temblaba y tragaba saliva. Le di la espalda, y le pregunté:
-¿Qué haces, papá?
-«Darte mimitos.»
-Sentí como la polla de mi padre se iba haciendo más grande junto a la raja de mi culo. Al ratito la polla estaba dura y mi coño mojado. Le dije: Si se enterase mamá…
-«Mamá nunca se enterará. Relájate y disfruta, cariño.»
-La otra mano me apretó las nalgas, y después se metió entre mis piernas. Me magreó las tetas y me acarició la raja por encima de las bragas hasta que se le mojaron los dedos. Viendo que estaba cachonda, me dijo:
-«Me encanta saber que estás disfrutando. Ponte boca arriba.»
-Me puse boca arriba. Me besó el cuello. Su barba de tres días me picaba. La mano se metió debajo de mi vestido y después dentro de las bragas. Abrí las piernas para que mi padre me acariciase como quisiese. Con dos dedos frotó mi coño. Comencé a gemir. Mi padre sabía como masturbar a una mujer, le dije: Me voy a correr, papá, y él me respondió:
-«Lo sé, cariño, lo sé.»
-Me quitó las bragas. Metió su cabeza entre mis piernas, y su lengua hizo lo que estaban haciendo sus dedos. Lo hacía tan despacito que perdí los papeles. Salió la puta que había en mí. Cogí a mi padre por los pelos, lo apreté contra mí, y frotando mi coño contra su lengua, le dije: ¡Me corro, papá, me corro! Mi padre estaba deseando beber de mí. Me dijo:
-«Dame tu miel, cariño, dame tu miel.»
-Me corrí en su boca y casi me muero con el placer que sentí. Al acabar de correrme, me cogió una mano y me la llevó a su polla. Se la acaricié, se la saqué, y le hice lo mismo que me hiciera él a mí, lamerla, hasta que mi padre me la metió en la boca y me dijo:
– «Chupa.»
-Se la chupé largo rato. Cuando vio que ya era suficiente me mandó ponerme boca abajo y me dijo que abriera las piernas. Pensé que me iba a follar el coño, pero no, me abrió las nalgas con las manos y me lamió y me folló el periné y el ojete. Me gustó tanto que fui subiendo el culo hasta que me puse a cuatro patas, ya en esa posición, me preguntó:
-«¿Quieres que te la meta en el culo, hija?»
-Sí, papá.
Fita, tomó un traguito de aguardiente. Luego prosiguió con su historia.
-Al poco, acariciando mi coño empapado, me la fue metiendo en el culo, muy, muy, muy despacito. Tardó una eternidad en meterla hasta el fondo, ya que me la metía un poquito, me azotaba el culo con las palmas de las manos, y después la sacaba. Iría por la mitad cuando la sacó y sin avisarme, me metió la cabeza de la polla en el coño. Estaba tan excitada que entró sin hacerme daño… Me folló metiéndo un ratito en el culo, un ratito en el coño, me folló así durante media hora, o más. Me folló el culo y el coño bien follados, tan bien me los folló que me corrí dos veces con su polla enterrada en mi coño, y una tercera cuando se corrió dentro de mi culo.
Al acabar de hablar, le pregunté:
-¿Y cuál es tu fantasía?
-Tengo muchas… Saber que se siente con una doble penetración… una orgía, dos chicos, dos chicas y yo…
-¿Ya comiste algún coño?
-Sí, pero de una mujer mayor que yo.
Susa, la pilló por el aire.
-Y quieres comer un chocho fresquito, claro.
-Sí.
-¿Cómo el mío?
-Cómo el tuyo, no, el tuyo, y si se puede, el de Aura.
Aura, desde su banqueta, se revolvió.
-Ya dije que no iba a participar.
Yo, sí iba a participar, así que le pregunté:
-¿Cuál es tu fantasía, Susa?
-Al final, al final la cuento.
Susa, y Aura ya estabas cachondas, se les notaba en lo coloradas que estaban. Fernando y yo estábamos empalmados, y a Fita ya le tardaba que la claváramos por el culo y por el coño. Pregunté:
-¿Quién se anima a contar la segunda historia?
Fernando comenzó a contar su experiencia..
-Yo me estrené con mi tía abuela Casilda.
Lo interrumpí.
-¡Esa vieja debe tener 70 años!
-Tenía sesenta y dos. Fue hace algún tiempo. Mi primo, el Cousiñas, estaba haciendo una cesta con mimbres sentado en el banco de piedra que hay delante de su casa. Me senté a su lado. El chaval me echó una mano a la polla, y me preguntó:
-«¿Cómo anda esa verga?»
-La polla se me puso dura al momento.
-«Ya veo que anda bien. ¿Quieres que te haga una mamada?»
-La verdad es que para eso me sentara a su lado, ya que no era la primera vez que me la mamaba:
-Si te empeñas…
-«Te espero en casa».
Fita, le preguntó:
-¿Eres maricón?
-No, pero como vosotras no os dejáis, una mamada, venga de quien venga, siempre viene bien.
-Lo entiendo, sigue.
-Cousiñas se metió dentro de su casa. Fui detrás de él. Ya en casa, en la cocina, me bajó los pantalones, cogió mi polla, la lamió, después la metió en la boca y me la mamó y me la masturbó. Mamando y masturbando estaba cuando llegó su abuela del río con una bañera en la cabeza. Para mi sorpresa, posó la bañera de la ropa encima de la mesa, y le dijo al nieto:
-«Sigue chupando que vuelvo ahora».
-Volvió a la puerta y le puso la tranca. En el camino de vuelta se quitó el vestido, el sujetador, las bragas y las sandalias. Al llegar a nuestro lado ya estaba desnuda. Sus tetas eran pequeñas y su coño estaba rodeado por vello negro. Me dio las tetas a chupar y me llevó una mano a su coño. Lo tenía seco. Me dijo:
-«Lame mi cuca».
-Le lamí el coño. Cousiñas, sin decirle nada su abuela, le lamió el culo. La muy puta nos tuvo lamiendo más de un cuarto de hora. Cuando ya la saliva se mezclaba con sus flujos, cogió dos pinzas de tender la ropa de unos cordeles que atravesaban la cocina de una pared a la otra, a medio metro del techo, y nos dijo:
-«Vamos para cama».
-Cuando llegamos a la habitación vi que se había puesto las pinzas en los pezones. Se echó boca arriba en la cama de forma transversal, y me dijo:
-«Dame esa polla».
-De pie, le metí la polla en la boca, me mamó la polla y me chupó las pelotas. Al rato, se puso a cuatro patas. Cousiñas, me dijo:
-«Tira de las pinzas».
-Le va a doler.
-«¡Tira, coño!»
-Tiré de las dos pinzas. Cousiñas, le largó en las nalgas con la palma de mano derecha.
-¡¡¡Zaaaaaas, zaaaaaaaaaas, zaaaaaas, zaaaaaaas…!!!
-Casilda estaba poseída.
-¡Más fuerte, cabrón, más fuerte!
-Couisiñas, le largó más fuerte.
-¡¡¡Zaaaaaaaas, zaaaaaaas, zaaaaaaaas, zaaaaaaaas…!!!
Yo tiraba de las pinzas. Cousiñas, largándole, le dijo:
-¡Toma, puta, toma, toma…!
-Aquel loco y aquella loca me pusieron más acelerado que un burro corriendo detrás de una burra en celo y cuesta abajo. Al parar de zurrarle, Cousiñas, subió a la cama, se arrodilló y le puso la polla en la boca a su abuela, que me dijo:
-«Clávamela, Nando».
-La agarré por la cintura. Vi que tenía empapado el coño y el interior de sus muslos. Le puse la polla en la entrada del coño. No se anduvo con miramientos, de un golpe de culo la clavó hasta el fondo. La polla entró con holgura. Me folló a toda mecha. Gimió y chupó hasta que, poco después, se paró. Con la leche de su nieto saliendo de su boca y la mía llenando su coño, dijo:
-«¡Me corro!»
-Ese día supe porque a Cousiñas no le faltaba nunca dinero en el bolsillo sin dar un palo al agua. Al acabar de contar su experiencia, Fita, le preguntó:
-¿Cuál es tu fantasía, Fernando?
-Clavártela en el culo mientras Quique te la clava en el coño.
Susa se sentía desplazada.
-¿Y yo, qué?
Fita, le preguntó
-¿Te gustaría que me corriese en tu boca?
-No, bueno sí, pero esa no es una de mis fantasías. Una fantasía de las mías sería violar a un marica, y el primero fue mi hermano. Cuenta tu historia, Quique.
Aura salió de su aislamiento. Le preguntó a Susa:
-¡¿Fernando?!
-Si, no tengo otro hermano. ¿Cuentas ya esa historia, Quique?
Fita, le dijo:
-Las prisas no son buenas consejeras. ¿Cómo ocurrió lo de tu hermano?
Fita, cogió en la olla con el pocillo más aguardiente, bebió y nos dio. Bebimos Fernando y yo, a Susa ya le llegara. Resignada, comenzó su historia.
-Hace unos años, una mañana, mi hermano se levantó de cama y vi que tenía la polla tiesa debajo del calzoncillo. Él vio que le estaba mirando para ella, aún así la sacó y se puso a mear en el orinal. Le dije:
-Podías darte la vuelta para que no te viese el rabo de punta y los huevos colgando.
Me contestó:
-«Si las ves es porque miras para mis cosas. ¿Te gusta lo que ves?
-No me disgusta.
Miró a su hermano y Fernando, le sonrió.
-Nuestros padres ya se fueran para la huerta. Su cama está al lado de la mía, separada por una cortina, que dejara sin correr. Al acabar de mear sacudió la polla y se volvió a meter en cama. Vi como su mano subía y bajaba debajo de la ropa.
-¿Qué estás haciendo?
-«Estoy pensando en ti».
-Se la estaba machacando. Me puse cachonda. Metí una mano dentro de las bragas y empecé a hacer un dedo. También él podía ver los movimientos de mi mano. Me preguntó:
-«¿Estás haciendo lo que yo pienso?»
-Depende de lo que estés pensando.
-Poco después, se destapó y dejó al descubierto aquella hermosa polla. Su cabeza aparecía y desaparecía en su mano.
-«¿Te gusta ahora lo que ves, Susa?»
-Quité las bragas, subí el camisón, me destapé, y me giré en la cama de modo que viese mi coño peludo y como lo follaba con dos dedos.
-¿Y a ti?
-«En nada me corro».
-Aquella contestación me dejó frita, pues esperaba que viniese a mi cama. Quité el camisón y quedé desnuda. Seguí follando el coño con mis dedos. Sentí que me iba a correr. Si Fernando no venía al pozo, el pozo iría a Fernando. Me levanté. Durante los cuatro pasos que di para ir a su cama sentí como mi coño soltaba flujo que, calentito, bajaba por mis piernas. Me metí en la cama. Le puse las manos en mis tetas. Mi hermano, me dijo:
-«Chúpamela un poquito, Susa».
-Cogí la polla y la metí en la boca. Me encantó el sabor de su flujos. Tal y como gemía mi hermano pensé que se estaba corriendo. Eso me puso aún más cachonda de lo que ya estaba. Se la chupé bien chupada. Después la puse en la entrada de mi coño. Empujé y no sentí ese dolor que dicen, sentí gusto, tanto gusto, que después de meterla y sacarla una porrada de veces, me corrí. Mi coño soltó un torrente de jugos que puso la cama perdida…
Fue como si se juntaran el hambre y las ganas de comer. Fernando la sacó y se corrió fuera. Vi salir el chorro de leche de su polla. Ahora sabía como se corría un hombre. De mis labios, mirando para la leche, salió un gemido dulce como la miel. Nada más acabar de correrse, la volvió a meter y me volvió a follar… Una, dos, tres, hasta cuatro veces la quitó para correrse fuera, y yo… bueno, a mí, si me ponen a jurar no sabría decir cuantas veces me corrí, pero diría que si no me corrí seis veces, no me corrí ninguna. Dejamos las sábanas y la manta para el río, y al río, casi sin fuerza en las piernas, fui a lavarlas para que mi madre no sumase uno más una. Te toca, Quique.
Susa, seguía con prisas. Debía tener el coño empapado, y deseoso de que se lo comiesen y que se lo follasen. Me puse a contar mi historia.
-A mi me desvirgó Luisa, la tabernera, la esposa de mi primo Carlos.

La mujer tenía tantas ganas que cuando le soplé en el coño ya se corrió, pero vamos a empezar por el principio. Luisiña, la hija de Luisa, como su abuela y su madre estaban en la tienda, me llevó a su habitación, para hacer cochinadas, o sea, íbamos a follar, íbamos, ya que llegó su madre cuando yo sacaba la polla y su hija las bragas. Luisiña. al ver a su madre. exclamó:

-«¡¡¡Mamá!!!»
-La madre, le respondió:
-«¡¡¡Puuuuuta!!!»
-Luisa le metió a Luisiña una hostia con la mano abierta que le puso la cara del revés. Luisiña subió las bragas y salió como un tiro para la tienda. Yo guardé la polla. Luisa cerró con llave la puerta de la habitación de su hija, y me dijo:
-«¡Querías joder aprovechándote de la inocencia de una criatura, cabrón!»
-Tiene dieciséis años, uno más que yo.
-«¡Es una inocente, hijo puta! ¡¿Es que tienes miedo a follar con una mujer de verdad?!»
-Me dije a mi mismo que o me defendía o me dejaba para el arrastre. Lo mejor era ponerme gallito. Le dije: ¿Dónde está esa mujer de verdad? Tráemela que la pongo mirando para Sardiñeira.
-«¡A ver si tienes cojones!»
-Mi sorpresa fue mayúscula cuando se puso en cuclillas, me sacó la verga, la metió en la boca y me la mamó y masturbó hasta que se tragó la última gota de leche. Después se levantó. Se quitó el vestido, el sujetador, las bragas y los zapatos. Se quedó sólo con unas medias negras sujetas por unas ligas del mismo color.Tenía un polvazo. Sus grandes tetas tenían unas areolas marrones inmensas, y unos pezones gordos, muy gordos. Su coño, que no era muy peludo, estaba goteando flujo. Se echó sobre la cama y me dijo:
-«Mete tu cabeza entre mis piernas y enfría mi coño que lo tengo caliente».
-Me pidiera que le comiera el coño, pero que coño iba a comer si no sabía hacerlo. Metí mi cabeza entre sus piernas, vi el coño abierto, y le soplé para enfriarlo.
Fita, rompió a reír.
-¡¿Qué le hiciste, qué?
-Lo que que os acabo de decir, soplarle en el coño para enfriarlo.
-¿Y no te metió una hostia?
-No, un chorro de flujo salió de su coño y bañó mi cara. Sin tocarle, Luisa, se corrió como una fuente. Al acabar de correrse, me agarró por la cintura, me tumbó boca arriba sobre la cama, metió mi verga en su coño y me cabalgó a toda hostia. No tardó en correrse otra vez, y otra… Acababa de correrse y comenzaba de nuevo. Cuatro veces seguidas se corrió antes de parar. Luego la metió en el culo, me dio las gordas tetas a mamar y me folló hasta que frotando su pepita contra mi pelvis, se corrió de nuevo. Después la sacó del culo, y la muy guarra, acabó como empezó, me la mamó y me la masturbó hasta que le di mi leche, leche que se tragó. Creo que mucho debió influir que mi primo llevase casi un año embarcado.
Fita, me dijo:
-Mucho, no, las ganas hicieron que se corriese como una loba..
Susa, ya sólo pensaba en follar.
-¿Echamos un polvo, Quique?
-¡¿Aquí?!
-Sí.
-¡¿Delante de Fernando, Fita y Aura?!
-Sí, a ver si se animan y acabamos montando una orgía.
Aura, seguía en su mundo.
-Conmigo no contéis.
Fita, le dijo a Susa:
-Vete a cerrar la puerta del cobertizo, y ciérrala con llave.
-Voy.
-Me he dado cuenta de una cosa, a ninguno de los tres os besaron en la boca. ¿Queréis aprender a besar con lengua?
Yo ya había dado besos con lengua, pero me anoté de primero.
-Enséñame a mí.
Desde la puerta del cobertizo, dijo Susa:

-¡Que, cabrones! Voy a tener que darle de comer a la leona yo sola
Al regresar Susa, Fita, me metió la punta de la lengua en la comisura de los labios, después la deslizó entre las labios de izquierda a derecha hasta la otra comisura, para luego meterla en mi boca, acariciar mi lengua con ella, y asto seguido chuparme la lengua.
-¿Lo habéis pillado?
Fernando, asintió con la cabeza, Susa, le dijo:
-Quiero besarte así.
Se besaron. Después, Susa, ya no aguantaba más. Colgada del cuello de Fita, le dijo:
-Tengo el coño que chorrea como un grifo, y me late, me late muy aprisa. Cómemelo.
-Echaté en la cama.
Susa, se echó sobre el colchón, Fita le preguntó a Aura:
-¿Te unes a nosotros, bonita?
Aura, que seguía desgranado espigas, le respondió:
-No.
-Tu te lo pierdes. Dejarla en cueros, muchachos, que os quiero enseñar a hacer feliz a una mujer.
Fernando le quitó el vestido y el sujetador, yo los zapatos y las bragas. Aura, mirando de reojo, no se perdía detalle. Fita, al ver desnuda a Susa, le dijo:
-Estás como un queso de tetilla.
Por fin sabía como era su cuerpo. Estaba rellenita. Tenía las tetas redondas y duras. No eran grandes ni pequeñas. Su coño, abierto y rodeado de pelo negro, fue lo que más me llamó la atención, pues efectivamente, estaba latiendo, se abría y se cerraba y soltaba jugo. Fita, nos dijo:
-Fijaos como se magrean y se comen unas tetas como es debido.
Cogió las dos tetas por debajo con las palmas de las manos y se las magreó. Luego, sin dejar de magrearl, hizo círculos con la punta de su lengua sobre sus areolas y sus erectos pezones y acabó chupando ambos. Susa se deshacía en gemidos y elevaba su pelvis en busca de algo que rozase su coño para así correrse.
Fita, al dejar de ponerla negra, nos dijo:
-Os toca, haced lo que os enseñé. ¿Vienes, Aura?
Aura estaba colorada como una grana, pero seguía en sus trece.
-No, y no insistas más.
Le magreamos y le comimos una teta cada uno. Yo, la derecha, Fernando, la izquierda. Fita, le volvió a comer la boca. Susa acariciaba nuestros cabellos mientras le comíamos las tetas. Al rato, nos dijo Fita:
-Sacar las pollas y menearlas.
Sacamos las pollas y las empezamos a menear. Aura, ya miraba descaradamente.
Fita besó de nuevo a Susa, después le besó los pezones y le chupó las tetas, bajó lamiendo hasta el ombligo, se lo lamió y se lo besó. Metió su cabeza entre las piernas, besó el interior de sus mojados muslos. Susa levantaba la pelvis. Fita señaló con un dedo el pichín, erecto y fuera del capuchón, y mirándonos, nos dijo:
-Esta es la pepita. Las mujeres la acariciamos cuando nos masturbamos y acabamos corriéndonos. Le abrió el coño con los dedos. Estaba llenó de babas.
-Estos son los labios, -los señaló- se lamen cuando se come un coño.
Susa, se estaba derritiendo
-¡Hazme correr!
Fita, me dijo:
-Coge las galletas de coco que hay en mi bolsa, Quique.
Me extrañó lo de las galletas. ¿Para qué coño las querría? Cogí en una bolsa de tela que había junto a la pared un paquete pequeño de galletas de coco de esas alargadas y se las di. Susa también miraba extrañada como Fita le quitaba el plástico. Una vez abierto el paquete cogió una galleta y se la pasó por el coño. La galleta quedó mojada de flujo vaginal. Nos dijo:
-Estas babitas son las que nos lubrican para que no nos molesten las penetraciones. -lamió el jugo mucoso de la galleta- El sabor del flujo de cada mujer es diferente. El de Susa sabe a plata.
Se comió la galleta. Cogió otra, se la metió en el coño a Susa y después, mojada, se la llevó a la boca.
-Come.
Susa, abrió la boca, y de la fue comiendo poquito a poco. Al acabar, la boca de Susa buscó la de Fita y se dieron un beso con lengua que parecía que se iban a comer.
Susa ya estaba negra.
-Cómeme ya el coño, por favor.
-Cada cosa a su tiempo.
-Mala.
Fita volvió a la lección. Abrió el coño con dos dedos, le metió y le sacó la alargada galleta de coco en la vagina, y nos dijo:
-Este es el agujero del coño, chicos, pero eso ya lo sabéis, lo que probablemente no sabéis es que a una mujer le encanta que se lo follen con la lengua. Se comió la galleta, acto seguido le metió la lengua en la vagina y después le lamió todo el coño.
Los ojos de Susa se cerraron. Su ceño se frunció. Se retorció con el gusto. Estaba a punto de correrse. De su garganta salió un sensual gemido.
-¡Ooooooooh!
Fita pusó su lengua sobre el clítoris. Susa ya no aguantaba más.
-¡Ay, que me corro!
Fita, tiró las galletas de coco sobre la bolsa, le echó las manos a las nalgas y la levantó. Susa abrió la piernas de par en par. La lengua de Fita fue desde el ojete a la pepita. Le lamió el coño de abajo arriba, de arriba abajo y de un lado al otro. Después se la clavo en la vagina. Se apagaron los gemidos. Susa comenzó a sacudirse. De la comisura de los labios de Fita salían jugos en cantidad, y de repente, se oyó:
-¡¡¡Aaaaaaaaaaah!!!
Susa movió la pelvis de abajo arriba y de arriba abajo… Volvieron los gemidos. La corrida fue espectacular, Fernando, soltó un chorro de leche que fue a parar al alambique, detrás del suyo fue otro mío, que fue a parar al fuego. Aura, ya no debía estaba caliente, debía estar hirviendo, pero volvió a girarse y a desgranar espigas.
Tuvimos suerte de que fuera estuviera diluviando y de que la lluvia tocara el tambor sobre las tejas y las uralitas, si no el grito de placer de Susa lo hubiese oido media aldea.
Fita estaba colorada como una grana. Se echó sobre la cama, al lado de Susa, que recuperada del placer que la sacudiera, se puso de lado. la besó, y después le preguntó:
-¿Quieres que te la coma?
En bajito, le respondió:
-Sí, pero antes cuenta como fue tu primera vez con una mujer. Quiero ponerme aún más perra.
-Yo…
-Sí, tú
-¿Cómo lo has sabido?
-Por tu manera de besar y después por tu manera de moverte. ¿Fue con una chica del internado?
-No, mi primera vez con una mujer fue sin querer y con una tía mía. Sucedió en unas vacaciones que diera en el internado. Le fuera a ayudar en la casa a mi tía Carmucha. Hacía un mes que había parido y mi tío Germán volviera a Alemania… Su casa es tan pequeña que sólo tiene un dormitorio. La cuna de Toñito esta al lado de la cama. Ya estábamos en cama con la luz apagada cuando Toñito empezó a llorar. Mi tía encendió la luz, y me dijo:
-«Seguro que tiene hambre. La última vez casi no comió.»
-Se levantó de cama, cogió a Toñito y volvió a su sitio. Sacó una teta del camisón, era una teta grande con una gran areola y un gran pezón de color marrón, la apretó con una mano y comenzó a salir leche. Luego acercó a Toñito a ella y le dio de mamar. Al tener mucha leche, el bebé no daba abasto. La leche le caía de la boquita y bajaba por la teta abajo. Mi coño empezó a latir, y a mojarse. Sin hacer ruido comencé a tocarme la pepita. Me empalmé al momento… Mis ojos, a veces, se cerraban con el gusto que estaba sintiendo. Mi tía se dio cuenta de lo que estaba haciendo, pero disimuló, y me dijo:
-«Este es como se le de. Unas veces come hasta hartarse y otras casi no come.»
-No le contesté. No quería que notase mi voz afectada… Al cambiar a Toniño de teta por segunda vez y salir de su boquita la leche, me comenzó el hormigueo. Apreté el culo y exploté con tanta fuerza que me encogí. Sin poder evitarlo, cerré los ojos, y dije: ¡Oooooh! Mi tía sonrió y no dijo nada, a pesar de que mis temblores movían la cama. Al acabar de darle de comer a Toniño, lo devolvió a la cuna, se metió en la cama. Me cogió una mano, la metió dentro de sus bragas, y me dijo:
-«Mira como me has puesto, golfa.»
-Estás tan mojada como yo.
-«¿Te gustaría probar mi leche?»
-¿Puedo?
-«Si me dejas beber la de tu corrida, sí.»
-Me destapé. Quité el camisón y las bragas, que estaban empapadas y me abrí de piernas. Mi tía lamió mi coño, chupó mi pepita. Me folló el culo con la punta de su lengua. Saboreó mi coño como si fuese un pastel, y le gustó tanto que lo hizo gimiendo como si se lo estuviese comiendo yo a ella… Al final metió dos dedos y me folló con ellos mientras me lamía y chupaba la pepita. La buscó y la encontró. Un río de jugo fue llenando su boca mientras yo me retorcía de gusto, me dijo:
-«Ver la cara que pones al correrte es lo más excitante que he visto en mi vida »
-Cuando recuperé el aliento, me gire. Mi tía me cogió una mano y la puso sobre su teta derecha. Tenía el camisón mojado, más que mojado, empapado de la leche que habían soltado sus tetas. Hice que se lo quitara. Tenía las tetas y el vientre mojado. Le mamé una teta y la boca se me fue llenando de leche. Su sabor era dulce, tan dulce que en cuestión de segundos se volvió adictiva. No me cansaba de mamar y magrear una teta y la otra y volvía a mamar y a magrear la otra… Llegó un momento en que mi tía ya no pudo esperar más para correrse. Me dijo:
-«Cómeme el coño, nena».
-Meti mi cabeza entre sus piernas. Pasé mi lengua por su chocho. Del sabor dulce pasé al ácido… No hice lo mismo que ella me hiciera a mí. Yo le follé todo el tiempo el coño con la punta de la lengua, y el ojete cuando ella subía la pelvis. Su pepita buscaba mi lengua, pero no se la lamí ni una sola vez. Mi tía sufría y gemía, lo que me volvía a poner a mil. Un tiempo después se empezó a derretir.
-«¡Me vas a hacer correr, nena, me vas a hacer correr!»
-Segui follando su coño con la punta de la lengua. Sus gemidos se hicieron escandalosos. Soltó un pequeño chorro de jugo, y otro, y otro, y un tercero más fuerte, que hizo que gritara:
-«¡¡¡Diooooooooooooos!!!»
Fita, no dejó que continuase.
-¿Me la comes? Me muero de ganas
-¿Te puse perra?
-¡No sabes bien cuanto, bomboncito!
Fita, se incorporó, Susa le bajó la cremallera del vestido y después se lo bajó hasta la cintura. Le quitó el sujetador. Unas tremendas tetas con areolas marrones y pezones de punta quedaron al aire. Fita se volvió a echar hacia atrás. Fernando y yo nos pusimos en pelota picada. Luego nos arrodillamos a ambos lados de su cabeza. Comenzaron los besos. Cuando yo le comía la boca a Fita, Susa y Fernando se comían las bocas entre ellos. Cuando Fernando le comía la boca a Fita, yo se la comía a Susa y cuando Susa y Fita se comían las bocas… bueno, media docena de veces nos besamos Fernando y yo, y por cierto, me gustó, ya que su boca era fresca como la de una chica joven. Al llover no hacía frío, además teníamos el calor que daba el fuego y el alambique de cobre. Al acabar con la sesión de besos, Susa le magreó y comió aquellas hermosas tetas, Fernando y yo le llevamos las pollas a la boca. Las cogió una en cada mano y las fue masturbando… mamando… metiendo juntas en la boca… Cuando Susa se puso a cuatro patas y acabó de desnudar a Fita para comerle el coño peludo, me coloqué detrás de ella y le preparé el culo para follárselo, lamiéndolo y follándolo con la punta de la lengua. Le encantaba. Al rato ya era ella la que movía el culo hacia atrás para que la punta de mi lengua entrase en su ojete, que se abría y se cerraba cada vez que la lengua entraba en él.
Pasado un tiempo, le dijo Fita a Susa:
-Estoy tan cachonda que si sigues me corro en tu boca.
Susa, siguió. Quería conocer el sabor de la corrida de Fita, y lo supo. Fita, corriéndose, le pintó la cara con un chorro de flujo, luego le cogió la cabeza, le metió todo el coño en la boca, y moviendo el culo de abajo arriba y de arriba abajo, le dijo:
-¡Bebé, cariño, bebe!
Yo, con un empalme bestial, le clavé la punta de la verga en el ojete a Susa. Estaba tan excitada que empujó con el culo y la metió hasta el fondo. Me folló y la follé hasta que Fita se acabó de correr. En ese momento me tumbé hacia atrás. El coño de Susa, abierto, le quedó a huevo a su hermano, que no se lo pensó dos veces. Vino y se la clavó. Al darle caña por los dos agujeros, Susa gemía como una loca y nos insultaba:
-¡Cerdos. Hijos de puta. Mal nacidos! ¡¡Guaaaaaaaaarros!!
Fita, nos dijo:
-Parad, parad que le estáis haciendo daño.
¿Le estábamos haciendo daño? ¡Y una mierda! Susa, le dijo a Fita:
-Calla la boca, cerda. ¡Quién te diera estar en mi lugar!
Fita, se cabreó.
-¡Darle, hostia, darle, a ver si la reventáis!
Le dimos con ansia viva. ¡Y joder si la reventábamos! La reventábamos de gusto! Machacándola, nos dijo:
-¡Me voy a correr, cabrones! ¡¡Darme más fuerte!!
Fita, le agarró la cara con una mano, le acercó la boca a las suya. Susa, echó la lengua fuera para besar a Fita, Fita le escupió, le dio dos bofetada en la cara, una en cada mejilla, y le dijo:
-¡Zorra! ¡¡Suerte tienes de que no mee por ti!!
Susa estaba tan encendida que ya no era dueña de sus actos.
-¡Mea, envidiosa, mea! Quiero sentir tu meo en mi cara.
Aura, en la banqueta, con una mano en el coño por encima del vestido y las piernas apretadas, se encogió, y con los ojos cerrados, se corrió. Sólo la vi yo.
Fernando ya no aguantó más.
-¡Me voy a correr dentro te ti, puta asquerosa!
Susa, le puso las dos manos en el pecho y lo empujó.
-¡Ni se te ocurra correrte dentro de mí!
En el momento en que lo apartaba se empezó a correr ella. Las manos del pecho bajaron a las nalgas de Fernando, y fundiéndose en un beso, que ahogaba sus gemidos, se corrieron juntos. (no quedaría preñada) Yo le llené el culo de leche.
Acabamos los tres boca arriba, mirando al techo y tirando del aliento.
Había algo que no me cuadraba, Fernando no era de los que llamaban puta a una mujer, y menos a su hermana. Le pregunté:
-¿A qué vino lo de puta, Nando?
-Nada, un arrebato.
-A ti te pasó algo con alguna mujer.
-No, no me pasó nada.
-Qué mal mientes, joder.
-Vale, se me cayó alguien de un pedestal.
-Que yo sepa… ¿Qué te pasó con tu madre?
-Nada.
-¿Te sedujo?
-¡Qué no lo voy a contar, joder!
-Te sedujo.
-Qué pesado eres, coño, que pesado eres. Ya te dije que no lo voy a contar.
Susa, también estaba interesada.
-¡¿Follaste con Luisa?!
Luisa, la madrastra de Fernando y de Susa era una morenaza, treintañera, que rebosaba sensualidad de todas partes, de sus tetazas, de su culazo, de sus labios gruesos…, de todas partes.
Fernando, confesó.
-Sí, pero no voy a contar los detalles.
-¿Y cuándo fue eso?
-La semana que estuviste en casa de los abuelos.
-De eso hace poco más de un mes.
-Sí.
Aura, ya necesitaba algo más que dedo, y le dijo a Fernando:
-Si cuentas lo que hiciste con tu madre, cuento yo lo mío.
Fernando, se río de Aura.
-¿Te pasó un gato el rabo entre las piernas?
-No, en mi primera vez, hice un trió.
-¡Qué ibas a hacer tú!
-Hice. Fue en el mes de mayo.
-¿Y con quién?
-Con el cura y la monja que daba la catequesis a los niños.
-¡No! ¿Con tu prima Julia y con don José?
-Sí. ¿Cuentas lo tuyo con tu madre?
-Promete que después cuentas lo del trío.
-Prometido. Cuenta.
Fernando se soltó.
-Cuento. Mi madre, a la que yo creía santa, es una puta. Todo empezó una noche que estaba haciéndome una paja en mi habitación con la luz encendida. Mi madre entró sin llamar y me pilló en el momento en que me iba a correr. Al verla, en vez de cortarse, la leche empezó a fluir a borbotones de mi polla. Mi madre, que nunca supe que venía a buscar, sólo dijo, «¡Jesús!», cerró la puerta y se fue. A los cinco o seis minutos sentí los muelles de la cama de mis padres andar a cien por hora.
Susa, le dijo:
-Excitaste a Luisa y las pagó con papá. Probablemente follaba con él y pensaba en ti. A los treinta y tantos la sangre de una mujer está en su mejor momento.
-¿Y tú como sabes eso?
-Por que lo sé.
-¿También te sedujo?
-No, la seduje yo a ella. Sigue hablando. Ya te contaré a ti a solas.
-Me huelo un trío.
-Y yo, pero ahora sigue.
-Vale. Os cuento. A la mañana siguiente mi padre se fue a trabajar a las siete de la mañana. A las ocho, cuando me levanté yo y llegué a la cocina, mi madre, que siempre estaba vestida y con el cabello recogido para empezar el día, llevaba puesta una bata de casa, en la que se veían la mitad de sus enormes tetas. Parecía una vampiresa, con su pelo suelto, sus grandes caderas y su tremendo culo. Nunca la había visto así y me excité. Su voz era dulce cuando me dijo:
-«Quiero hablar contigo, pero no de madre a hijo, si no como una amiga».
-¿Es por lo de anoche?
-«Sí, siento haber entrado en tu cuarto sin llamar y ver…»
-No debía hacer esas cosas.
-«Claro que debes hacerlas. Tienes que desahogarte. Los hombres y la mujeres tienen sus necesidades. Aún yo teniendo a tu padre me tengo que masturbar. Esta mañana, después de irse a trabajar me hice un dedito que me quedaron los ojos en blanco».
-Nunca imaginé que hicieras esas cosa,
-«Pues las hago, y las hago desde muy jovencita. Ahora acaba el desayuno que vas a llegar tarde a FP.»
-A la hora de comer, de vuelta de FP, fui a mi habitación a cambiarme de ropa. Al pasar por delante de la alcoba de mi madre vi que estaba reclinada haciendo la cama, le dije: Ya estoy en casa, mamá.
-«Hola, hijo.»

-Mi madre seguía en bata de casa, se giró, la tenía abierta. Vi su coño peludo y las tetas en casi su totalidad. Se ató el cinturón, y me dijo:
-«Perdona hijo, no te esperaba tan pronto.»
-¿Por qué tenías la bata abierta?
-«Tenía calor, mucho calor.»
-¿Ibas a hacer un dedo?
-«No, hijo, no iba a hacer un dedo, acabo de hacerlo.»
-Debes tener la chocha empapada.
-«Tengo»
-Me había seducido. Fui a su lado y le quité el cinto de la bata. Se hizo la difícil
-«No, hijo, no está bien.»
-Le agarré las tetas con las dos manos y se las mamé. Mi polla se puso tiesa. Babeé sobre las tetas como un cerdo. Mi madre ponía los brazos en mi pecho pero no me empujaba.
-«No, por favor. Soy tu madre.»
-La empujé sobre la cama. Se dejó caer. Cerró las piernas. Me senté sobre ellas. Cogí la polla en la mano y se la froté desde la parte superior de la entrada del coño a la pepitilla, al tiempo que con la otra mano le magreaba las tetas. Mi madre, empujando sin fuerza mis piernas, dijo
-«¡¿Qué haces?! Para, para.»
-Abre las piernas, mamá.
-«No, no está bien. Eres mi hijo.»
-Las abrió un poquito para que mi polla acariciase mejor sus labios, la entrada de su coño y frotase su pepitilla. Estaba empapada. Dijera la verdad, se acababa de masturbar. Casi le meto la cabeza de la polla.
-«¡¿Qué haces?!»
-¿Vas a dejar que te la meta?
-«No, deja de frotar.»
-Seguí frotando. Mi madre comenzó a gemir. Le pregunté: ¿Te gusta, mamá?
-«Para, para.»
-A medida que frotaba más aprisa su pepitilla, su coño se encharcaba más y sus gemidos subían de tono.
-Tú no quieres que pare.
-«Si que quiero que pares.»
-Decía que quería que parase pero no hacía nada para evitarlo. Ya sabéis como esa mi madre, todo fibra, y si quisiese que parase, con un empujón me mandaría hasta la puerta volando cómo un pájaro. Le dije:
-Sé que te está gustando.
-«No, no me gusta, deja de abusar de tu madre.»
-Yo podría correrme así.
-«Detente»
-Froté aún más aprisa. Mi madre ya estaba a punto.
-«¡Oooooh! No quiero engañar a tu padre. Para.»
-¿Quieres que pare con lo mojada que estás?
-«Sí, para, para que vas a hacer que mamá se corra.»
-Con sus palabras me había animado a que siguiese. Froté más aprisa. Su pepitiila estaba totalmente fuera de la capucha. Mi madre abrió las piernas de par en par para que se la metiese, pero no lo hice, se la seguí frotando, ahora por todo el coño. Sus gemidos fueron subiendo de tono, hasta que se empezó a correr, diciendo:
-«¡Mamá se corre, cielo.!»
-Al acabar de correrse se la metí. Mi polla entró en su coño como entra un cuchillo en la mantequilla. Al darle caña mi madre cambió por completo.
-«¡La tienes más grande y más gorda que tu padre! ¡¡Fóllame, hijo, fóllame duro!
-La follé como me pidió. Le mamé las tetas como me mandó, y cuando menos lo esperaba, me sorprendió. Me quitó de encima de ella, se puso a cuatro patas, y me dijo:
-«Coge una de mis zapatillas y dame en el culo. Mamá está siendo mala y hay que castigarla.»
-Cogí una de sus zapatillas marrones, y con su piso verde de goma le puse el culo al rojo vivo.
-Plas, plas, plas, plas…
-A cada zapatillazo que le daba mi polla latía y miraba al techo. Mi madre gemía,se magreaba las tetas y se apretaba los pezones. Por el interior de sus muslos bajaban pequeños regueros de jugo. Paré de zumbarle cuando me dijo:
-«!Métemela en el coño!»
-Tiré con la zapatilla y se la clavé hasta el fondo. Le estaba dando con ganas, cuando me volvió a sorprender.
-«Saca la polla y métemela en el culo.»
-¡Que apretada entró y cómo nos gustó! Yo gemía tanto como mi madre, que a los diez o quince minutos del mete saca, enterró dos dedos en el coño, y al ratito, me dijo:
-«Córrete conmigo, cariño».
-El ojete del culo de mi madre apretó mi polla y mi polla lo llenó de leche. Su coño comenzó a soltar babas mientras ella jadeaba y se sacudía. Me encantó follar con ella, pero lo dicho, mi madre es una puta.
Fita miró para Fernando y para mí, y nos dijo:
-Quiero que uno de vosotros me folle el coño y el otro el culo. Estoy cachondísima.
Estábamos los dos empalmados y con, ganas de follarle el culo y el coño, pero Susa no estaban con esas.
-De eso nada. Vamos a seguir compartiendo, pero antes que Aura cuente lo del trío. Que después puede que se raje.
Aura, viendo como Fita echaba dos troncos al fuego, dijo:

-Yo no soy de las que se rajan. Los hechos ocurrieron una tarde que mi padre me mandó a decirle al cura que cuando pudiese le fuese a bendecir una camada de cerditos. Como la puerta de la sacristía estaba abierta entré sin llamar. Lo que me encontré me dejó boquiabierta. Mi prima Julia, la monja, a la que de ahorra en adelante me referiré como la monja, arrodillada, le estaba chupando la polla al cura. Al verme el cura se guardó la polla debajo de la sotana. Yo quedara de piedra. No iba ni para delante ni para atrás. El cura cerró la puerta del confesionario, le pasó la llave, y me dijo:
-«¿Qué vamos a hacer contigo?»
-Le respondió la monja.

-«Hay que callarle la boca, y sólo sé un modo de hacerlo, iniciándola en el mundo del vicio.»
-La monja se acercó a mí. Se puso a mis espaldas. Me besó el cuello. Me magreó las tetas. Me lamió las orejas, luego una de sus manos bajó acariciando mi vientre y acabó levantándome el vestido y metiéndose dentro de mis bragas. Yo ya estaba muy mojada, y más que me iba a mojar cuando el cura sacó la polla de debajo de la sotana y la meneó mirando para la monja, que no dejaba de magrear mis tetas y de besar mi cuello. El cura se acercó a mí. Le cogió con las dos manos el culo a la monja y apretó su polla contra mí. Hizo un bocadillo en el que yo era la chicha a comer. Después me besó. Yo ya moría por correrme. Cuando me giró la cara para que me besase la monja, le metí yo a ella la lengua en la boca. En ese momento, el cura, me metió un dedo en el coño y, ¡puuuuuf!, me derretí como un helado bajo el sol. Sentía como un río de flujos salía de mi coño y el placer me llevaba al delirio. Lo malo de lo bueno es que enseguida se acaba, y se acabó. El cura se separó de mí. Vi como en su sotana brillaba un inmenso lamparón y sobre él había muchas babas que no lograran calar la tela. ¿Todo aquello era mío? Sin duda lo era. Cuando lo vio la monja, se puso más perra de lo que ya estaba. Le sacó la sotana al cura. Era todo huesos pero la polla la tenía grande y los cojones como el caballo de Santiago apóstol. El cura le quitó el habito a la monja. (Tenía otro de repuesto) Estaba arrebatadora. Llevaba puestas unas medías negras, unas bragas, un liguero y un sujetador del mismo color que las medias, todo con encajes. Una monja con aquella ropa interior obviamente venía preparada para follar con el cura. Arrimé mi espalda a la pared. La monja se inclinó, abrió las piernas y puso sus manos sobre una mesa que allí había. El cura, por detrás, le bajó las bragas y se la clavó en el coño. La monja, a la que del hábito sólo le quedaba la cofia, comenzó a jadear como una perra y yo me puse otra vez a tono oyendo sus gemidos y sintiendo el: «Chof, chof, chof…» que hacía la polla con sus jugos al llegar al fondo de su coño, un coño sin pelos. (pensé que las monjas no tenían pelos en el coño ni en los sobacos) Poco más tarde le quitó el sujetador y vi sus tetazas redondas y blanquitas como el resto de su cuerpo, con sus enormes areolas rosadas y sus pequeños pezones. Si tuviera polla se la metería en la boca para que me la mamase. El cura, cogiendo a la monja de las tetas y dándole con ritmo, me dijo:
-«Desnúdate y únete a nosotros.»
-La tentación era muy grande. Sus cojones colgando, eran badajos que al tocar la campana llamaban a misa. Tenía que acudir a la cita. Me quité el vestido y me quedé en ropa interior, bragas y sujetador blanco. Era una ropa interior a lo pobre, pero lo que importaba era lo que había debajo. El cura quería verme en cueros.
-«Toda, quita toda la ropa.»
Quedé en cueros. A verme, exclamó:
-«¡Qué polvazo tienes! Ponte el hábito de monja a ver como te queda.»
-La monja, me dijo.
-«Ponte el hábito, Aura, si quieres follar. Es un…»
-No le dio tiempo a terminar. El cura la folló con violencia y la monja se corrió como una perra. Me puse el hábito. La putona se quitó la cofia y me la puso. El cura me miró de arriba abajo, y me dijo:
-«Estás preciosa.»
-Me miré a un espejo y me gustó lo que vi. Si tuviera polla, esta vez, me follaba a mi misma. ¿Qué me irían a hacer? Enseguida lo supe. La monja cogió unas cintas en un cajón, y antes de atarme las muñecas, me dijo:
-«Relájate y disfruta.»
-Después me levantó los brazos y con otra cinta, me ató a un clavo donde colgaba un santo. Vi que el cura, con la polla colgando, hacía jabón en un pequeño recipiente de madera. La monja comenzó a besarme. Cerré los ojos y disfruté de sus caricias. Cuando abrí los ojos vi que el cura venía hacia mí con una navaja de afeitar. Le preguntó a la monja:
-«¿Ya está la novicia lista?»
-La voz de la monja cambió. Parecía que estaba poseída. Se me puso la pIel de gallina, al oír:
-«Sí, amo.»
-Acojonadita estaba cuando rajó el hábito con la navaja, por delante, por detrás y por los lados. El habitó cayó al piso de la sacristía. Les pregunté:
-¡¿Qué me vais a hacer?!
-La monja me puso una mordaza en la boca y una venda en los ojos. Sentí como la navaja, por el lado contrario del filo, bordeaba mis pezones, como bajó hasta mi coño y luego como entró dentro de él la mitad de la empuñadura, como entraba y salía, hasta que salió para pasar a entrar y salir de mi culo. No pude evitarlo, estaba tan excitada que comencé a gemir. La monja me magreó las tetas y me mordió los pezones, con la fuerza suficiente como para que me doliera y al mismo tiempo me gustara. Me dejé ir. Lo siguiente que sentí fue algo frío en un sobaco. Enseguida supe de que se trataba. Me estaban enjabonando los pelos. Las cosquillas que me hacía la brocha me hicieron reír. La monja me quitó la mordaza. Me besó y me mordió un labio. Me dolió, aun así, le metí la lengua dentro de la boca. También me la mordió. Me dolió más que antes. El cura me enjabonó el otro sobaco. Ya no reí. El horno no estaba para bollos. De dos pasadas me afeitó los escasos pelos de mis sobacos. Después me abrió las piernas. Sentí la navaja afeitar mi coño. Iba con sumo cuidado. Sentía el: «Crash» que hacía el filo de la navaja al quitar los pelos. La puta de la monja pasaba las hebras de la brocha sin jabón sobre mi pepita. Me excitaba cada vez más. Mi coño estaba chorreando. En cura tenía que ver como goteaba. Cuando acabaron de afeitarme él, y de torturarme ella, ya estaba a punto de correrme. Pero iba a llevar otra sorpresa. Debí imaginar que algo jodido me iban a hacer al ponerme la monja otra vez la mordaza. El hijo puta, y la zorra, después de limpiar el jabón que quedaba alrededor de mi coño y en mis sobacos, me echaron loción de afeitar Varon Dandy en los sobacos y en la pelvis. Fueron unos segundos. ¡Pero cómo me escoció! Después sentí como se besaban. y al ratito sentí un trallazo en una nalga, debía ser una fusta o algo así y me dolió de veras. El dolor se fue al sentir la lengua de mi prima lamer mi pepita,

y ya fue un continuo trallazo, lamida, trallazo o trallazos en una nalga, lamida mamada de tetas, trallazo o trallazos en la otra… Tiempo después, cuando ya mis gemidos eran casi orgásmicos, el cura me metió la polla y sin que entrara del todo, ya me corrí sobre ella. El cura, al sentir como le bañaba la polla, la sacó y se corrió en mi vientre. La monja tragó todo mi flujo y lamió la leche del cura. Y así fue mi primera vez. ¿Y ahora qué?
Estábamos todos y todas con ganas de descargar. Fita tenía una idea de lo que íbamos a hacer
-Ahora a follar como locas. Pon las manos detrás de la nuca, Fernando, que les voy a enseñar a estas a comer vivo a un hombre.
Fernando hizo lo que le mandó. Susa, me dijo:
-Esta no sabe bien lo que es comer vivo a un hombre. Échate.
Aura, también quería su ración.
-¿Y yo con quién follo?
Echándome boca arriba en el colchón, le dije:
-Pon el coño en la boca hasta que llegue tu turno.
Fita y Susa se pusieron a competir a quien besaba mejor y a quien la mamaba mejor, y para eso cambiaban de pareja, o sea de boca (se la lamían a Aura cuando me besaban a mí) y de polla. Nos preguntaban quien lo hiciera mejor después de besarnos y de mamar. La respuesta fue la misma en ambos casos, que empataban. El desempate fue follándonos. La que hiciera que uno de nosotros se corriera antes, era la ganadora, para eso Susa, me cabalgó a mí y Fita a Fernando. Aura seguía con el coño en mi boca.
Fita, a punto de llegar, le preguntó a Susa.
-¿Vale correrse?
Fita, que también echaba por fuera, le respondió:
-Vale.
Susa, se detuvo, la metió y sacó despacito. Mi polla se deslizaba por el túnel soltando aguadilla cada vez que el coño se contraía… Fue acelerando los movimientos de culo. Al llegar la polla al fondo del coño encharcado, se sentía el mismo ruido de antes: «Chof, chof, chof…» No era sólo el coño de Susa, ese mismo ruido también lo hacía el coño de Fita, que empezándose a correr, dijo:
-¡Fea la última!
No se quién fue la primera en correrse, pero las dos hicieron un arco con su cuerpo al mismo tiempo y nos empaparon los cojones de jugos mientras las hacía sacudir el placer que estaban sintiendo.
Cuando se recuperaron, cabalgando, seguían con el lío, que si me corrí yo primero, que si lo hice yo, que ya verás como me vuelvo a correr yo antes…
A Aura, que tenía el coño como una sopa, ya la tenían hasta el coño. Les dijo:
-¡A ver si acabáis de una puta vez!

Fita y Susa se olvidaran que era a uno de nosotros al que tenían que hacer corre antes para ganar. No iba a ser yo quien se lo recordara.
Tiempo después, a Susa, le empezó a venir y ni que le viniera un tsunami, ya que dijo:
-¡Mi madriña, mi madriña lo que se avecina, mi maaaaa. ¡¡¡¡Aaaaaaaaaaah!!»!
Como si mi cuerpo tuviese corriente, salió disparada, y en posición fetal, jadeando y temblando, fue echando una corrida bestial.
Al sacarse ella, se puso Aura en su sitio. Estaba buenísima. Mi polla entro muy apretada en su pequeño coño. Era dulce, muy dulce, y algo guarrilla. Me dio un beso, y comenzándose a correr me dijo:
-Gracias.
Luego quitó la polla, puso su coño en mi boca y retorciendose de placer y restregándolo contra mi lengua, me llenó la boca de babitas.
Al apartarse, me arrodillé. Empujé por Fita. Echándose sobre Fernando, me puso su ojete a tiro. Le pasé la polla por él y se lo mojé de aguadilla. Le metí la puntita, Fita, moviendo el culo, me dijo;
-¡Clávamela!
Se la clavé hasta el fondo. Sentía la polla de Fernando moverse debajo de la mía. Fita, no duró nada, al sentir la leche de mi corrida en su culo, se corrió, gritando:
-¡Jesús que corrida, que co, co, cooooo! ¡¡¡Me cooooooorro!!!
Fernando sacó la polla y se corrió en su vientre.
Tras los demenciales orgasmos que habían tenido, Fita, gateando, fue junto a Susa y Aura, las besó, y les dijo:
-Tengo que echar más leña al fuego.
Susa, le preguntó;
-¡¿Más?!
-Al fuego del alambique.
Le seguimos echando leña al fuego, y no sólo al del alambique.
Quique.
[email protected]