Ese día la maestra entraba como siempre, seria y sin muchas ganas de dar clase. Los alumnos como siempre, sin ganas de estudiar y esperando que tocase el timbre para el patio o recreo.
Nadie tenía ganas de hacer nada, excepto, Jonathan que tuvo la idea de aliñar y endulzar la bebida calentita que siempre Doña Maestra tomaba mientras daba clase.
Ella como siempre, bebía, y bebía. Pronto empezó a notar más calor de lo necesario y más deseo de lo previsto. Sus tetas empezaron a sudar, su picazón debajo de sus braguitas era demasiado y sus ganas de polla aumentaron en el lugar menos ideal.
Los alumnos comprobaron que su plan había resultado.
Pronto se acercaron a su maestra, y ella embaucada por el té maravilloso. Se dejó en manos de su deseo. A partir de ahí la clase tuvo mucho más sentido.