La madre Sanae y el problema de su hijo (Quinto Capítulo)

Shun, el pequeño hijo de la comprensiva y cariñosa madre Sanae, se estaba conociendo a sí mismo. (Ver Primer capítulo) Su problema ya no era tan problema, y sus preocupaciones ahora eran erecciones.
Se estaba reconociendo a sí mismo, como ya diría Sócrates, Heráclito de Éfeso o Tales de Mileto: conócete a ti mismo. Rezaba en el frontispicio del Templo de Apolo en Delfos.
Aquella mañana el pequeño se despertó más caliente que el pomo de la puerta del Inem, pero esta vez, el enardecimiento y fuego no provenía de una exaltación carnal, no. Esta vez era fiebre de verdad. La madre Sanae le puso el termómetro.

-Hijo, tienes fiebre-le aseveró sin posibilidad de réplica.
-Sí?- preguntó Shun aturdido por tal calor sobrevenido, en la cama y hecho polvo y sin fuerzas.
-Sí, Shun, así que te traeré unos paños de agua fría y te daré una aspirina, y se te pasará muy pronto, ya lo verás- le dijo con el calor benigno que ella desprendía. Shun se notó más seguro y confiado, menos temeroso ante esa situación anómala y sintomática.
-Gracias, mamá.

La madre Sanae con el remedio perfecto para el malestar de Shun

Al poco, Sanae entró en la habitación con unos paños de agua fría, y un vaso de agua con la aspirina.

-Tómate esto, te sentará muy bien.

Shun hizo caso, a la madre. Se tomó el medicamento y recibió las friegas de agua fría por la frente. En ese momento, notó mucho calor debajo de la cintura.

-Mamá, tengo mucho calor por aquí abajo-señalando la parte de su polla, ese problema que ya se resolvió anteriormente, ahora estaba ardiendo debido a la fiebre.
-Hijo,…si quieres, puedo darte unas friegas y pasarte el paño frío…-le dijo de forma tímida Sanae. Sanae era tímida y sensible por naturaleza, guapa y sensual, y con unos pechos naturales que no se ven en las postales. Sabía lo que había hecho con su hijo días anteriores, habían follado; ella le estaba enseñando lo que es una mujer y le había resuelto su problema de pene. No quería volver a caer en la misma tentación.

-Sí, mamá, lo necesito. Algo de frío. Para atenuar este prendimiento y acaloramiento. No te miento, tengo la verga como una antorcha. Me arde sin remedio, y me echa fuego por el pico, como el pebetero olímpico.

Ella le bajó la sábana, pudo ver nuevamente la polla de su hijo, casi una rutina, que no impidió que nuevamente se sorprendiera por su tamaño.

Sorpresa de nuevo de la madre Sanae al verle desnudo

-Hijo, la tienes….- se entrecortó con el paño mojado y paralizada sin tocarla todavía.
-Sí, mamá, está grande otra vez. Sin querer no puedo evitarlo. Es verte aquí, tus senos también me exaltan, y me acuerdo de lo que hicimos la última vez. Lo siento.
-No tienes que sentir nada, hijo.-Y la madre Sane comenzó a pasarle esa tela empapada en agua por la polla, que crecía ante su atenta mirada.
Lo que sigue es singularmente excepcional. Ella le quiere curar su calor, con frío, y él se deja hacer. Sanae, madre tímida, se excita sin poder remediarlo al curar a su hijo. Observa cómo la verga filial crece y crece mientras le cura, y no tiene otra salida que procurarle el alivio que necesita. Una masturbación maternal, una paja sin igual para poder descargar toda la leche y semen acumulado. Sabe que sus descargas son lechosas y abundantes. Y se pregunta, «no debe ser bueno que acumule tanta cantidad de virilidad»:

-Qué barbaridad!, que virilidad acumulas hijo mío, la cantidad de semen que puedes llegar a expulsar, parece una cascada del Niágara- le dice una vez deja a Shun relajado y bien pajeado. Ella con sus tetas grandes enfrente del hijo, toda manchada y pringosa, por la corrida exitosa.
-Pero, a mí me gustaría también recibir placer-pensaba la madre mientras se limpiaba la mano y observaba a su hijo extasiado. Y ella, recibirá placer, porque Shun se lo dará sin preguntar.

Deja un comentario