La madre Sanae y el problema de su hijo. Fin de la trilogía.

Sanae parece que sanaba y sacaba leche de su hijo al mismo tiempo. Un 69 perfecto. Madre e hijo se saboreaban, los jugos y olores. El valor que tiene una madre y la eficacia de su tratamiento, a su hijo le están haciendo efecto. Ni el mejor médico de urología, hubiera podido acercarse al increíble resultado de la madre. Con un tratamiento invasivo, de un pollón comprensivo; su hijo, con más problemas que un libro de matemáticas, sin novia y sin poder meterla, por fin se estaba corriendo a gusto en su propia casa.
Su madre, con pensamientos propios de mamá incestuosa y pecadora, no podía dejar de pensar:»¿Por qué estoy haciendo esto?. Esa pregunta que había acompañado a filósofos desde los siglos antes de Jesucristo. Era la pregunta preferida de Sócrates a sus aprendices alumnos: por qué. Era lo que siempre preguntaba, por qué esto, y por qué lo otro. Y así llegaba a la verdad de sus interrogados, al fondo de cada uno: era la mayéutica. La manera de parir la verdad. De dar luz a todo. Y Sanae con ese por qué, iluminó todo su coñazo y conoció la verdad. Volvió a ser virgen, y a ser desvirgada, con la estaca clavada en su monte de Venus. Sus labios carnosos y jugosos, lo agradecían al mismo tiempo que lo padecían. Gritaba y gozaba.

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Ella pedía más, su hijo se había corrido como un caballo en el condón que preparó para la empotrada. Ella se admiró de ver la cantidad de leche extraída por su pequeño campeón. Pero ya lo dice el refrán: la mujer tetona es toda una leona. Y ella quería más rabo de su león particular. La estaba destrozando, rompiendo, desdibujando, traspasando, pero a ella le gustaba. Sus tetones se mecían como la silla de una abuelita, para arriba y para abajo, adelante y detrás. Como el crepitar de las palomitas de los cines Señorial, así sonaba la cama, a reventar. Todo un espectáculo de la señora de culo brasileño, de barriga estilizada, de formas guitarrescas y de ganas las que quieras, y más. Insaciable por naturaleza, ni ella tuvo que buscar un novio en Tinder, ni él tuvo que suplicar a su novia. En casa y sin salir de casa, el hijo volvió a entrar por donde había salido: por el coño de su madre Sanae. Fin de la trilogía.

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