La conocí por chat: la follé y el marido fuera

Así es, la conocí por chat, fue rápido, una de las maduras más impresionantes que he visto,  me invitó a que la viera, y en menos de nada, la tenía toda para mí, a cuatro patas, ella bien puta y con el coño bien negro, y el marido fuera. Al final, le di hasta por detrás. Antes, nos masturbamos por cam, por el chat.

Yo la conocí en uno de esas páginas de contactos que abundan en la red de maduras. Diversi (la llamaré por parte de su nick), era una mujer once años mayor que yo (tenía 43), pero en cuanto me permitió ver sus fotos, me di cuenta que era la típica chica que cuando tenía veinticinco todavía le tendrían que pedir el carnet para entrar a las discotecas. Su cara la habría firmado cualquier chica de veintitantos, y su cuerpo….medía 1.63, tenía algún kilito de más, pero muy bien repartidos. Unos pechos, de una talla 110 aproximadamente, que a mi me volvian loco y un trasero que se movía de una manera al verla caminar contoneandose, que hacía imposible no mirarla cuando pasaba por tu lado.

Como os acabo de comentar, la conocí en una página de contactos, estaba casada, era feliz con su marido, pero en el aspecto sexual…algo fallaba, cansada de intentar arreglarlo, recurrió no sin algo de remordimiento a estos lugares para llenar ese hueco que tenía en su interior. Estuvimos hablando un tiempo, ella me dejó clara sus condiciones (no queria ningún niñato que la mareara, ni se encaprichara con ella), y yo le dejé claro las mías. Después de unas cuantas sesiones de chat que acabaron en malas condiciones y a horas intempestivas, decidimos que ya era el momento de quedar, ya estaba bien de desear tocar nuestros cuerpos y quedarnos con las ganas de compartir sudores, esto había que rematarlo.

Quedamos en un hotel de una ciudad que estaba en el punto medio entre las nuestras (así ella no tendría problema para deshacerse de su marido y yo podría ponerle alguna excusa a mi novia), a eso de las doce del mediodía. El plan estaba claro, yo entraría al hotel, recogería las llaves de la habitación, le enviaría un mail con el número y esperaría. No tardó más de 20 larguísimos minutos (o eso me pareció a mi) en llegar. Yo mientras tanto, intenté calmar los nervios viendo alguna chorrada de la tele y fumándome un par de cigarros.

Tocaron a la puerta y abrí, no me hizo falta preguntar, sabía quien me esperaba. Ahí estaba ella, con un vestido corto de verano de color verde, que dejaba ver sus hermosas piernas y un escote, que insinuaba esas montañas que deseaba escalar con mi lengua. Esos pechos que tantas veces había querido tocar cuando los veía por la cam. Ella sonreía nerviosa, era normal, yo también lo estaba, pero estaba encantadora mirando hacia abajo mientras sonsería con esa mueca que hacen las niñas cuando saben que están haciendo algo malo.

La invité a pasar, cerré la puerta y sujetándola de la nuca, la besé. Rodeé con mis manos ese maravilloso culo y la atraje contra mi. Cuando me separé, me pidió que tuviera paciencia, que era la primera vez que le era infiel a su marido, y que necesitaba tiempo. Decidí sentarla en la cama para seguir besándola, mientras la tranquilizaba diciéndole que conmigo estaría bien. Me estaba costando contenerme, ella quería que fuera despacio, pero mis manos estaban ansiosas por tocarla, sentirla y hacerla estremecer. Le susurré al oido que cerrara los ojos y se dejara llevar, la recosté en la cama y fuí besando desde los dedos de sus pies, pasando por sus piernas, hasta llegar a su clítoris. Me acordaba de que, cuando chateabamos, decía que le encantaría sentir mi barba rozando su cuerpo, y hoy lo único que deseaba era satisfacer a aquella diosa. Llegué a su entrepierna, no estaba del todo depilada, pero el hilillo que le quedaba de pelo, era supererótico.

Comencé a lamerlo lo mejor que supe, mi lengua martilleando su clítoris todo lo rápido que podía la hacía jadear. Ella no me estaba viendo la cara, su vestido tapaba mi cabeza, pero en ese momento, le daba igual quien estuviera ahí abajo lamiéndola, solo deseaba disfrutar al máximo. Al cabo de un par de minutos, entre jadeo y jadeo, la oí decir, «quiero sentarme en tu boca». Corriendo me levanté, rápidamente me desnudé y me acosté en la cama, ella,  hizo lo propio y después de un beso apasionado, se apoyó en el cabecero de la cama, y se dejó caer sobre mis labios que la esperaban ansiosos. Comenzó a moverse hacia adelante y atrás, sus fluidos mojaban desde mi nariz hasta mi barbilla. A veces apretaba tanto su cuerpo hacia abajo que me costaba respirar, pero conseguí depositar mi lengua a la entrada de su coño para que la punta entrara un poco con cada movimiento. Eso la encendió más. Comenzó a alternar los movimientos hacia adelante y hacia atrás con un sube-baja que la estaba deshaciendo. Después de un par de minutos, mientras me sujetaba el pelo y gritaba, «así, así, me encanta!», noté como se corría de manera abundante, como los espasmos la hacían derrumbarse y con un último gemido, se dejó caer en la cama.

Dejándola respirar y disfrutar de su orgasmo, no tardé en acercarme a ella para besarla, mi polla estaba dura como una piedra y no podía permitir desaprovecharlo. Le pedí que me la chupara. Había fantaseado semanas con notar esos maravillosos labios en mi pene y no me defraudaron. Comenzó besando la punta y poco a poco fue descendiendo. Su lengua se movía espectacularmente bien sobre mi mandoble, estaba claro que la experiencia es un grado, y en mi puta vida nadie me había mamado la polla de manera tan perfecta. Mientras rozaba con la puntita de la lengua mi frenillo, y antes de que fuera demasiado tarde, la intente acercar a mi para besarla, Me dió un beso, pero no me dejó parar, sin saber como se sentó encima de mi pene, que entró como un cuchillo en la mantequilla y comenzó a montarme como la amazona experta que era. Estaba en la gloria, mordiendo la almohada para no gritar, mientras mi diosa me miraba a los ojos con cara lasciva moviendose circularmente sobre mi polla y apoyando sus manos en mi pecho acercándome sus tetas para que las lamiera, cuando decidía cambiar el movimiento hacia arriba y hacia abajo.

Estaba a punto de correrme, no podía permitirlo, tenía otros planes para aquel polvo y no iba a permitir que se torcieran. Así que levanté mi torso para quedarnos sentados uno encima del otro, y mientras ella no paraba de follarme, le susurré al oído «ahora es mi turno» y tome el mando de las operaciones.

Saqué tres pañuelos que había traido para la ocasión, con uno le tapé los ojos, con otro la amordacé, y con el tercero, después de ponerla en cuatro patas en la cama, le até las dos muñecas al cabecero. Ella estaba nerviosa, nerviosa y excitada. Con su cabeza hacía el gesto de negación, pero cada vez que la tocaba se estremecía, diversi sabía que podía estar metiendo la pata, yo podía ser cualquier pervertido que deseara joderle la vida. Pero no era el caso, iba a hacer que no olvidara esta noche cuando volviera con su marido.

Comencé a embestirla por detrás. «Por fin tengo este culo a mi disposición» le dije. Comencé a follármela sin piedad. Agarraba ese culo con las dos manos fuertemente, había soñado con él mientras me follaba a mi novia y no me estaba decepcionando, el sonido de su pubis contra el mio me estaba volviendo loco y la sensación de dominio de la situación me estaba llevando al extasis. Aumenté la velocidad, no tardaría en correrme, y ella tampoco daba la impresión de tardar demasiado. Decidí quitarle la mordaza y destaparle los ojos, hay pocas cosas que me exciten más que los gemidos de una mujer cuando está cerca del orgasmo, y no iba a perdérmelos…entonces ella me sorprendió…»Azotame!, quiero que me azotes el culo!» – me dijo-. «Tus deseos son ordenes, princesa» – le respondí-. Mientras seguía empujando, le azoté varias veces el trasero, ella giraba la cabeza para ver el espectáculo pidiendo más. En ese momento vi como se derrumbaba en la cama gritando mientras se corria. » Madre mía, me encanta, me encantá siiiiiiii!», gritó.

A mi me quedaba poco y no lo iba a desaprovechar.

Me aparté y le desaté las manos, le di la vuelta y comencé a masturbarme al lado de ella mientras me decía lo deseosa que estaba de notar mi semen caliente sobre ella. Eyaculé sobre su pecho y mientras jadeaba, ella, con su boca, limpió los restos de semen de mi polla, rendida ya en ese momento.

Eran las 13:30, yo tenía que volver a las 6 a mi casa y ella le había dicho a su marido que llegaría para la cena, así que todavía nos quedaba una eternidad para disfrutar, y así lo hicimos, follar sin parar.

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