La cajera de supermercado ladrona (2ªparte)

-¿Qué quieres que haga?- le repetí con más sarcasmo que un muñeco donando sangre- Lo que quiero que hagas es esto.- Le susurré y me saqué un papel escrito.

En ese momento le di un papelito escrito, venía a ser, haciendo un muy lejano y respetuoso paralelismo, lo que en la mafia siciliana, se refiere a pizzino o pizzini en plural. Una pequeña pieza de papel, con un mensaje cifrado, esta vez, el mensaje era claro e inocente. «Cuando termines tu turno, sal y a la derecha en el aparcamiento, veras un Golf rojo, entra en el coche». Me miró, no supo qué contestar, y se lo metió en el bolsillo grande del uniforme que llevaba.
Yo ya salí, me fui para casa. Me olvidé del asunto hasta las dos y media, que sé que terminaba su turno, me dirigí al aparcamiento. Llegaba tarde, pero ante mi segura propuesta, ella ya estaba ahí. Un poco con cara perdida, pero no desentonaba, porque parecía que esperaba al novio o una amiga que la llevaría para casa. Me acerqué con el coche, bajé la ventanilla.

– Sube.

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Ella no dijo nada. Subió y ahí se quedó sentada conmigo.
-Crees que eso está bien? Quitar dinero a buenos clientes, durante tiempo, de forma prolongada? Di
-No la verdad, pero necesitaba el dinero, para mí, mi marido, mis dos niños, lo siento.- me dijo ella como si con eso fuera suficiente.
– No pasa nada, estaremos una hora, como mucho. Y eso bastará para que lo olvide todo y rompa todos los tickets, testigos de tu robo.
-Una hora? Tengo que ir a casa.
-Pues llamas a tu marido o a quién sea, di cualquier excusa, y a las cuatro como mucho ya estás en casa.- le dije con seguridad.

Ella llamó y lo hizo. Me asintió. Y tenía vía libre hasta las cuatro.
La llevé a mi piso, la subí al cuarto que es donde vivo.
-Entra. Lávate las manos.
Debería tener más gérmenes que el pomo de un castillo, tanto tocar dinero, así que lo hizo.
-Vas a hacer lo que yo diga de acuerdo?
-Sí pero el qué? todo por unos euros que le he cobrado de más durante más de dos meses, todo por eso?. Será como mucho una hora y ya está. Me da todos los tickets y aquí se acaba todo.
-Sabes que eso es motivo de sobra para lo que te dije, para que mañana estés es el jodido paro. Pero sí, una hora y olvidaré todo.
– Tienes buenas tetas verdad?
-Eso parece- me dijo ella desafiante.

Le quité la blusa que llevaba, el sujetador. Salieron dos tetas que aún las tengo en la mente. Las empecé a sobar ella no decía nada.
-Me gustan tus tetas, sabía que de una forma u otra iba a acabar tocándolas.
-Sí, eso le gusta?
-Sí.
No paraba de sobarlas. Tengo una fantasía y es poner ropa intima que yo compro a mujeres desconocidas. Esta mujer, con pinta de madura, de ser madre por lo menos, tenía unas tetas justas para unos vestiditos para tetonas que compré nuevos, que tengo en casa sin estrenar.

-Pruébate esto- Le saqué dos vestidos eróticos sin estrenar- Te los pruebas, te medio sacas los pezones, guarra, eso por lo que me has hecho. Quiero verte cómo te quedan.

Ella no opuso mucha resistencia. Ya con los tetones fuera, se ajustó las dos ropitas, que le puse encima de la cama. Era espectacular como le sobresalían los gordos pezones sonrosados por el vestido lila, parece que iban a reventar, estaba excitada; y luego con el otro vestido negro,  con oberturas para los senos. Se calló y se mostró.
-Así te gusta, es usted un pervertido.
-Sí, y tú una puta tetona ladrona…

Seguirá….

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