LA CABAÑA

Eran las once de la noche de un viernes del invierno de 1977. Rosa, morena, 18 años, con un cuerpo de escándalo, Lara, 17 años, rubia, con un escándalo de cuerpo y Anabel, hermanastra de Rosa, 16 años, rubia, con un cuerpo escandaloso, estaban en la cabaña del padre de Rosa. Habían llegado hasta allí en el BMW azul de Rosa, un auto con poco más de un mes de uso. Estaban en el salón, en bata de casa, sentadas en tres sillones delante de la chimenea, en la que ardían unos troncos de roble. Se acaban de fumar un porro.
Relajada, le preguntó Rosa a Lara.
-¿Cuando será la pelea con Lisa?
-Ya peleamos ayer noche. Acordamos que fuese en secreto para que nadie nos pudiese separar.
Anabel, riéndose, le preguntó:
-¿Por qué os peleasteis?
Le respondió su hermanastra.
-No es cosa de risa.
-Lo sé, la risa es cosa del porro. ¿Por que os disteis de leches?
-Me quitó el novio.
-¡Vaya! Las hay que las merecen. ¿Le diste su merecido, Lara?
-Prefiero no hablar de eso.
Lara tenía un labio cortado. Parecía ser que la que llevara fuera ella. Mirándole para él se volvió a reír, y luego le espetó:
-Te pudo.
-No, es por otra cosa por lo que no quiero hablar.
Rosa, le dijo a Lara:
-Pasara lo que pasara nos lo puedes contar, somo tus mejores amigas.
Lara, bajó la cabeza.
-Me da vergüenza.
-Cuenta, mujer, cuenta.
-Vale, pero no me juzguéis.
-Eso tenlo por seguro.
-Nos encontramos a las nueve de la noche en la playa de la Concha, al lado del muro. La marea estaba baja y la luna llena en todo lo alto. Lloviznaba. Cerramos los paraguas, los dejamos sobre la arena y con caras de mala leche nos fuimos la una contra la otra. Nos cogimos por los pelos y tiramos con ganas. A las dos nos lloraban los ojos. A continuación dimos tumbos una encima de la otra. En un momento dado, nuestras bocas se juntaron. Lisa estaba encima de mí y nuestras tetas se magreaban entre ellas. Me metió un mordisco en el labio inferior que me hizo sangre. Cuando me lo dejó de morder le metí yo otro a ella en su labio inferior y también se lo hice sangrar. Lo siguiente que pasó es que me encontré su lengua en mi boca y…
Anabel, ya no se reía. Estaba impaciente por saber.
-¿Y?
-Y en vez de morderle la lengua se la chupé. Ella chupó la mía. Creo que el sabor de la sangre fue lo que hizo que se desencadenase la pasión, ya que eso llevó a que pasara lo que pasó.
Ahora era Rosa la que quería saber.
-¿Qué pasó? ¿Hicisteis el amor?
-Sí.
-¿Fue lindo?
-Fue muy dulce.
-Cuéntanos cómo lo hicisteis.
-Bueno, ya que empecé a contar la historia la terminaré. Lisa me quitó el jersey, la blusa, la camiseta y el sujetador. Sus suaves manos cogieron mis tetas y las magrearon con delicadeza. Su boca las mamó con lujuria y comió la mía. Ya estaba mojadísima cuando me quitó las bragas, después de haberme quitado los zapatos, los calcetines y los Jeans. Seguía lloviznando, pero aquella fina lluvia era como gasolina que avivaba mi fuego. Lisa se metió entre mis piernas, abrió mi chocho con dos dedos de la mano derecha y apretando su lengua contra él lamió de abajo arriba, cada vez más rápido, hasta que me corrí en su boca.
Rosa, le preguntó:
-¿Le correspondiste?
-Sí.
-¿Le hiciste lo mismo que te hizo ella a ti?
-No, yo se lo comí de otra manera.
Anabel, le preguntó:
-¿Es que tú sabes comer chochos?
-Algo se aprende mirando porno lésbico. ¿Es que tú nunca te hiciste un dedo mirando a dos chicas. haciendo el amor?
-A dos chicas, a dos chicos y a una pareja. ¿Cómo la amaste?
-La desnudé enterita antes de comerla viva. Lisa estaba de pie arrimada al muro. Desnuda parecía una Diosa. Sus labios carnosos habían sidos creados para besar. Su cabello rubio, mojado, le bajaba por las tetas redondas y duras coronadas por areolas color carne y pezones pequeñitos y le llegaba al chocho peludo. Su cintura era fina, sus caderas anchas y su culo respingón. Comencé besando sus sensuales labios y chupando su lengua traviesa al tiempo que le metía un dedo en su pequeño chocho del que chorreaba flujo. Luego le lamí y chupé las tetas muy lentamente, Cuando me agaché y pasé mi lengua por su rajita, se volvió loca. Me cogió la cabeza y la apretó contra su chocho. Mi lengua entró en su vagina, y con poco más de una docena de movimientos de pelvis se corrió en mi boca. Me encantó sentir como gemía mientras mi boca se iba llenando de el líquido con sabor agridulce de su corrida.
Rosa le dijo a Anabel:
-Esta noche me voy a hacer un dedo que va a temblar la cama.
-Y yo otro.
-¿Pensarás en lisa?
Lara, les preguntó:
-¿Pero no íbamos a dormir las tres juntas en tu cama, Rosa?
-Es verdad, se me había olvidado.
-No me has respondido, Rosa.
-Si dormimos las tres juntas lo dejaremos para otro día.
-Tengo curiosidad. ¿Os masturbáis juntas?
Le respondió Anabel.
-¡Oh, sí! Mi hermana me cuenta cosas que hace con chicos y nos frotamos hasta corrernos.
-¿Y nunca os comisteis la boca, las tetas y los chochos?
-Boca y tetas, sí, chochos, no.
Media hora más tarde estaban las tres en la habitación de Rosa, Lara y Rosa, de espaldas la una a la otra, se quitaron las batas y quedaron en bragas mostrando sus hermosas tetas. Se quitaron las bragas y se pusieron los pantalones del pijama, después se pusieron las chaquetas y se metieron en cama. Anabel, volvió del aseo y repitió la operación, se desnudó y se metió en cama al lado de Lara. El silencio que reinaba encerraba pensamientos calientes. Anabel, dijo:
-¡Qué calladas estáis! ¿No será esa calma que dicen que hay antes de la tormenta? Si queréis me voy.
Le respondió su hermanastra.
-Calla y apaga la luz.
Anabel apagó la luz. Lara, les dijo:
-Hasta mañana, chicas.
Las hermanastras, le respondieron al unísono:
-Hasta mañana.
A los diez minutos, más o menos, Anabel, estiró una mano, y como quien no quiere la cosa, la puso encima del chocho de Lara, la joven se la apartó. Anabel miró para Rosa y vio que la colcha se movía a la altura del chocho. Giró la cabeza y vio que la colcha de Anabel también se estaba moviendo. Las hermanastras se estaban masturbando. Unos cinco minutos más tarde ya oía los roces de los dedos contra los chochos y algún que otro gemido y la cama moverse ligeramente. Aquella situación había excitado a Lara. Lentamente metió la mano dentro del pantalón del pijama. Se encontró con el chocho mojado. Abrió las piernas y comenzó a masturbarse. Rosa oyó el roce de los dedos de Lara en el coño encharcado.
-¿Te estás masturbando, Lara?
-No, bueno sí, un poquito. Es que al sentir como os masturbáis me habéis puesto muy caliente.
Rosa, se giro hacia Lara. Le metió una mano debajo de la chaqueta del pijama y le magreó las tetas, Lara giró la cara y se besaron. Anabel sintió a su hermanastra besando a Lara y encendió la luz. Lara giró la cabeza para el otro lado y se besó con Anabel. Se juntaron las tres lenguas en la boca de Lara, que se seguía masturbando. Se besaron las hermanastras…
Anabel destapó a Lara. Rosa le quitó la chaqueta del pijama, Anabel le quitó el pantalón. ¡Que delicia de mujer. Tenía las tetas como pequeñas pirámides acabadas en abultadas areolas y pequeños pezones. Su cintura era de avispa y sus caderas anchas. El chocho lo tenía peludo, más al ser rubio no destacaba. Era la mujer 10. La volvieron a besar, primero Rosa y después Anabel. Le mamaron y magrearon una teta cada una. Anabel, le metió dos dedos en el chocho y Rosa le acarició el clítoris. Lara se iba a correr sin poder evitarlo, y se lo dijo a las hermanastras.
-Si seguís me corro.
Anabel se metió entre sus piernas y le hizo lo mismo que le hiciera Lisa, lamer de abajo arriba cada vez más aprisa, sólo que levantando sus caderas con las manos y sin usar los dedos para nada.
-¡Ay que me corro!
Anabel aceleró aún más los movimientos de lengua. Un grito salió de la garganta de Lara:
-¡Me corro!
Rosa, acariciando sus tetas y besándola, vio como se le entornaban los ojos, como se le cerraban de golpe y como sacudiéndose y gimiendo se corría en la boca de su hermanastra.
Anabel, al acabar con ella. Caliente como una perra, le agarró los pantalones del pijama a su hermana. Rosa, los sujetó para que no se los quitase.
-¡No, Anabel! Hagámoslo cómo siempre.
A Anabel le quedara la boca dulce. Se metió entre sus piernas y lamió el chocho a su hermanastra por encima del pijama, pijama que ya estaba mojado de jugos. Rosa se resistía.
-¡Déjame, Anabel, déjame!
Dijo que la dejara pero soltó los pantalones. Anabel se los quitó y vio su coño peludo y sus muslos mojados.
-Estás empapada.
-Quita.
Le abrió el chocho con dos dedos, vio sus labios sonrosados. Unos hilillos de flujo blanquecino iban de un labio al otro. Los lamió.
-Guarra.
Le lamió el chocho y el clítoris.
-Cochina.
Le cogió las nalgas, las levantó y se le lamió el chocho y el clítoris muy despacito. Rosa ya se entregó.
-Me gusta, no pares.
-¿Ahora quien es la cochina?
Rosa, echando la pelvis hacia arriba, le dijo:
-Un ángel, lo que eres es un ¡aaaaaaa! Un ángel. Sigue.
Anabel siguió lamiendo despacito.
-¡Más rápido. campeona, más rápido!
Anabel no le hizo caso. Siguió con su lentitud.
-¡Me estás matando!
Lara, que ya se había recuperado, se echó al lado de Rosa, la besó, y le magreó las tetas. Poco después, Rosa, decía:
-Joder, joder, joder. ¡Que corrida voy a echar!
Ahora sí, ahora Anabel lamió con rápidos movimientos de lengua el coño encharcado. Rosa, exclamó:
-Me corro, Anabel, me corro!
Se corrió como una fuente. Dejó la cara de su hermanastra perdida de jugos.
Con su hermanastra espatarrada y Lara, sonriendo, se echó boca arriba en medio de las dos, y les dijo:
-Podéis hacer conmigo lo que queráis.
Lara miró para Anabel. Vio un caramelito. Anabel tenía una media melena rubia y rizada, ojos verdes. Tetas grandes, redondas, con pezones mirando hacia arriba, cinturita y culo redondito y duro. Su chocho tenía una raja pequeñita, Anabel, era un cuadro de su hermanastra, aunque no fueran hijas de la misma madre, con la única salvedad de que su hermana era morena.
Lara le lamió a Anabel los jugos de Rosa de la cara y después se besaron. Acto seguido, Lara, le lamió, chupó y magreó las tetas. Siguió besando y lamiendo su ombligo, luego le dio media docena de lamidas en el chocho. Se dio la vuelta, y haciendo un 69 le puso el chocho en la boca y comenzó a lamer el de Anabel.
Anabel ya estaba muy madura y no iba a tardar en correrse. Sentía tanto placer que a duras penas podía lamer el chocho de Lara. Todo se le iba en gemir. Lara se volvió a dar la vuelta, a cuatro patas, le lamió de nuevo el chocho a Anabel. Rosa, también a cuatro patas, le lamió el ojete a Lara. A Lara le encantó.
-¡Ooooooooooh! Aún me voy a correr yo antes que tu hermana.
Anabel, sin que Lara se lo lamiese, se empezó a correr. Anabel le cogió la cabeza a Lara,¡ y se la llevó al chocho. Lara enterró su lengua en él y Anabel le llenó la boca de jugos mientras se retorcía de placer.
En el umbral de la puerta, vestida con un traje gris y con una pamela del mismo color en la cabeza, estaba Alba, la madre de Anabel, que había adelantado su llegada a la cabaña.
Alba llevaba un par de minutos viendo lo que hacían. No quiso que su hija quedase a medias, supongo que porque era mujer y sabía lo que eso suponía. Esto hizo que, sin querer, mojara las bragas. Tan pronto como Anabel se corrió, dijo:
-¡Qué diablos está pasando aquí!
Rosa y Lara, asustadas, salieron de la cama. De pie, miraban con asombro a Alba. Rosa, alcanzó a decir:
-Estábamos jugando.
Alba, en medio de la habitación, miró para su hija, que seguía corriéndose. Vio como de su chocho abierto salía un reguerito de jugo. Luego vio aquellos cuerpos perfectos, y con el chocho y el culo andándole para dentro y para fuera, dijo:
-Sí, a las mamás. ¡Cada una a su habitación!
Rosa, sin taparse, le dijo:
-Esta es mi habitación.
Anabel volvió en sí, y al ver a su madre, se tapó con una sábana. Alba, le dijo:
-¡A tu cuarto, Anabel
Las tres muchachas se pusieron los pijamas. Alba se fue cuando se había ido su hija y Lara. pero antes de marchar, le dijo a Rosa:
-Mañana, cuando llegue tu padre, le voy a contar lo que he visto, guarra. Has pervertido a mi hija. ¿No te llegan los chicos?
Rosa, viéndose perdida, le respondió:
-La carne es débil. ¿Nunca has tenido la tentación de hacerlo con otra mujer?
-¡¿Yo?! ¡¡Nunca!!
-Pensé que tú y yo… Si nos guardas el secreto… Ya sabes…
-¡Que soy tu madre, perdida!
-No, no lo eres.
-De la proposición indecente que me acabas de hacer también le voy a hablar a tu padre.
Rosa, resignada, le dijo:
-Tenía que intentarlo.
Lo había intentado y no sabía el daño que había hecho.
Alba, que era una mujer de 36 años, alta, delgada, de ojos verdes, con buenas tetas y buen culo, al llegar a su habitación se desnudó, y desnuda se metió bajo las sábanas y apagó la luz. A su cabeza vinieron las imágenes de los cuerpos de Rosa y Lara y la del chocho de su hija corriéndose. Una mano bajó a su sexo mojado, lo tocó y después la volvió a posarse sobre su vientre. Comenzó a hablar sola.
-No, Alba, no hagas eso. Tú no eres así. A ti no te gustan las mujeres. ¡Joder, que caliente estoy! Que leches… un día es un día.
A su mente vinieron las palabras de Rosa: «Pensé que tu y yo…» La volvió a ver desnuda ¡Que polvazo tenía! La mano derecha volvió a bajar hasta el coño. Dos dedos entraron en él y volvieron a salir para subir a su boca. Alba saboreó sus jugos. Los dedos volvieron al chocho y entraron y salieron acariciando su punto G y el clítoris. La imaginación de Alba, voló. Rosa le comía la boca, Lara las tetas y su hija se masturbaba mirando como se masturbaba ella. Rosa le ponía el chocho en la boca y se lo comía. luego era Lara la que se lo ponía y también se lo comía. Se peleaban por darle sus coños a comer. Después se masturbaban a ambos lados de su cabeza y le daban los dedos mojados de jugo a chupar. -eran los suyos que los llevaba a la boca- Acabaron corriéndose las dos en su boca y se la llenaron de flujos. Su hija también se corría. Vio su coño abierto, chorreando y, y lo lamió.
Comenzó a correrse con una fuerza brutal, De su chocho salía jugo a borbotones. El placer hizo que acabara de correrse en posición fetal
Al acabar de correrse, llevó los dos dedos a la boca, volvió a saborear su jugo, y acomodándose para dormir, dijo:
-Un día es un día.
Quique.