La bióloga cachonda – Relatos Eróticos

Hola. Soy Catalina Fernández. Tengo 31 años. Soy Bióloga. El 15 de octubre de 2014 conocí a Antonio un ingeniero agrónomo en el aeropuerto el Dorado; en ese momento era un tipo de 50 años, alto, algo corpulento, de tez no tan morena, cabello negro con alguna que otra cana y con una sonrisa que irradiaba esa picardía enorme que lo caracteriza. Al verlo, mi cuerpo sintió una sensación extraña de atracción (debo de admitir que hasta ese momento nunca me habían atraído los hombres mayores) pero simplemente pensé que era la ansiedad de conocer a alguien con quien iba a compartir un mes de trabajo en campo. Congeniamos de inmediato; somos muy parecidos en nuestros gustos y en nuestra forma de pensar; pero siempre guardando ese respeto por las personas mayores y por supuesto la distancia. En los primeros días vivíamos hablando de la realidad del mundo. Pero a medida que iba pasando el tiempo y el trabajo había mas confianza y las charlas se iban entrando mas de tono. Cuando me daba cuenta me había mojado del todo, me sentía caliente; pero aun así no lo deseaba. En uno de los tantos días, me sentía muy adolorida de la espalda ya que teníamos que caminar días enteros con un morral que pesaba mucho; en uno de esos días le exprese que me sentía adolorida y en burla le dije que necesitaba un masaje; el se ofreció y le dije que podía hacerlo. Deje descubierto mi espalda y sentí como sus fuertes y ásperas manos junto con el aceite hacían un deleite majestuoso en mi espalda, mi cuerpo se calentaba, pero hice todo lo posible por contener esta sensación. Esa noche tuvimos que dormir en la misma obligados, hicimos tanta burla por el hecho de tener que dormir juntos. Esa noche después de las burlas cada quien en su sitio nos quedamos dormidos. Las ganas de ir al baño me despertaron y cuando me di cuenta sentí los dedos de Antonio en mi clítoris masajeándolo, acariciaba los labios e introducida de vez en cuando el dedo dentro de mi vagina que ya estaba super mojada y apunto de explotar. Antonio no se dio cuenta que me había despertado, me hice la dormida tratando de contenerme; duro mas de media hora acariciándome; pero siempre me mantuve en ese punto. Al otro día, hice que no había sentido nada y que no me había dado cuenta; actúe con normalidad. Esa noche volvimos a dormir de nuevo juntos, la situación cambio; Antonio pensando que estaba dormida cogió mi mano y la puso en su pene duro, grande, grueso y venoso; sentía como ansiaba por estallar en mi vagina. Pasaron los días, pero él no se atrevida a decirme nada y yo no me atrevía a reclamarme porque sentía una sensación extraña que no conocía. Pasaron los días y dejo de hacer ese tipo de cosas en las noches; ahora se atrevió a darme besos robados en la espalda, al comienzo me miraba con ojos de niño regañado esperando que le reclamaba; pero la convivencia hacia que me empezara a desearlo si quererlo y no reclamarle. Una noche, de tanto beso en la espalda actúe por instinto y me volteé y deje caer mi camisa quedando al descubierto mis tetas; quedo atónito y antes de que reaccionara le di un beso largo, hermoso y placentero que no se a podido olvidar. Antonio no podía creer lo que pasaba hasta que se decidió tocar mis tetas y chuparlas hasta dejarlas babeadas. Esa noche no trascendimos a más. Pero ambos no podíamos creer lo que pasaba; duro toda la noche diciéndome que no haría nada que yo no quisiera, al escuchar esto me hizo llenar de confianza y de desearlo más. Dormimos abrazados y de vez en cuando nos dábamos besos intensos que hacía me que mi vagina estallara de calentura, sentía como se mojaba a enormes charcos y como el pene de Antonio se endurecía con ganas de estallar. Duramos tres o cuatro días mas en esa misma tónica; hasta que una noche Antonio decidió volverme tocar mi clítoris, meterme los dedos en mi vagina mientras nos besábamos y me chupaba las tetas; había llegado varias veces; me dijo que me colocara en cuatro para meterme mejor los dedos, hice lo que pidió, sin darme cuenta lo que hacía, sentí la punta de su pene chocar contra mis labios mayores, estaba caliente y mojado; eso fue un éxtasis brutal, me penetro un poco más, mi cuerpo se erizo, mis tetas se volvieron mas puntudas, poco a poco me iba penetrando, mientras sentida el grosor, lo venoso que era y lo duro que estaba. Se movía poco a poco aumentando la velocidad mientras me iba apretando mis tetas; yo gemía como una perra en celo, se escuchaba como mi vagina se ponía mas húmeda, le gritaba que me hiciera mas duro; estaba como lo loca y el accedía a lo que le decía. Debe vez en cuando me lo sacaba y le chupaba el pene hasta escucharlo gritar; me agarraba como un salvaje y me ponía en cuatro y me penetraba duro como castigándome por las chupadas duras que le hacía; eso me gustaba, me excitaba más, mis orgasmos llegaban mas fuerte cada vez. Nunca había sentido tantos orgasmo juntos y fuertes; siempre era uno o dos y suaves; pero Antonio hizo que descubriera todo mi potencial esa noche. Le dije al oído que me dijera que era su puta, su perra en celo y que me clavara con todas sus fuerzas; veía que Antonio le gustaba que fuera así de culiona me clavo durísimo. Duramos más de una hora, sentía ese rico y delicioso a reventar hasta que me dijo que ya no aguantaba mas y que se iría explotar; estábamos extaciados y le dije que quería sentir toda su leche en mi vagina en cuatro; Antonio accedió. Su pene se sentía mas duro y mas venoso, la velocidad de penetración aumento; escuchaba como gemía y me repetía que era su perra preferida hasta que el exploto junto conmigo, era una sensación de otra dimensión; quería volverlo a repetir, estaba tan caliente que no podía esperar a que Antonio se recupera; deje que se recupera unos minutos; hicimos el 69, sentía esa lengua caliente en mi vagina, gritaba de placer hasta que me explotaba, y yo le chupaba y le apretaba duro el pene a Antonio, sentía como crecía en mi boca y se ponía venoso; hasta que me agarraba salvajemente y me penetraba hasta llegar juntos. Así duramos toda la noche y la madrugada de todos los días hasta que llego el final de nuestro trabajo.
Después nos seguimos frecuentando; teníamos sexo duro como nos gustaba hasta el amanecer.