Fuerte erotismo en la discoteca

Fuerte erotismo en la discoteca
Escribe: Manuel Matías Sainz

Conocí a Nélida en una exposición de cuadros. Recuerdo que vestía un traje sastre negro a rayas con un escote muy pronunciado que me permitían deducir que no llevaba corpiño debajo, pues sus tetas de tamaño voluptuoso, marcaban sutilmente sus pezones.

Inquieto la llamé por la mañana por teléfono para salir con ella. Nélida acepto gustoso, y en la noche pasé a buscarla.

Llegamos a la discoteca, le pedí su cartera para dejarla en la guardarropía y tomar asiento en el bar. La observé detenidamente con mi verga queriéndose librar de la cárcel de mis pantalones.

Vestía Nélida una minifalda color negra cortísima, botas muy elegantes y una blusa negra de tela de seda muy delgada, muy vaporosa, con los cuatro primeros botones desabrochados. La tela de la blusa asomaba transparente y permitía entrever un corpiño de media copa negro que cubría sus muy divinos y cuereables pechos.Yo vestía un pantalón sport verde y una camisa verde de seda. En el cuello colgaba una cadena dorada con un rombo negro que se destacaba en mi pecho velludo con los tres primero botones desabrochados.Miré a Nélida, y al rato observé su atención en esta cadena y su rombo colgado. La tomé entre las manos expresándole que estaba no sólo bonita, sino sensual. El tonó de su voz y la forma con que sostenía la cadena, me adelantaban en su voz tierna, que algo estaba a punto de suceder.

Sexo en la discoteca

Y así fue, en la barra de la discoteca, Nélida jaló la cadena, permitiendo atraer mi boca a la suya. La besé uniendo mis labios con los de ella a través de un beso tierno y húmedo. Pero ni bien sentí el aliento de ella, su boca desenfrenada comenzó a chapar la mía de manera fogosa ardiente, su lengua se entrelazaba a la mía, y estos besos eran realmente apasionados al extremo que mi verga ya no daba de estar tan erecta.

Mientras chapábamos, podría decir salvajemente, sus manos me acariciaban la espalda y se movían hacia mis pectorales. Ese rato sus besos pararon y su boca se fue hacia mi cuello, subiendo de ahí a mi oído. Sentí sus dedos ingresar entre la separación del quinto y sexto botón de mi camisa, y decirme al oído: “!Sin camiseta; sin camiseta!. Evidentemente yo no llevaba camiseta interior debajo la camisa de seda verde, y este detalle gustó a Matilde al tocar mi barriga desnuda. “!Uhmmmmmmmmmmmm que rico, sin camiseta”, me susurro al oído, desabotonando mi camisa de abajo hacia arriba.

Cuando con su rumor me dio a entender cuanto le gusta el detalle de que un hombre no use camiseta interior debajo de la camisa, mmmmmmm seguí chapadondo mientras bailábamos en la discoteca, ella acariciaba mi espalda y metía sus dedos entre un botón y otro de mi camisa, reiterando de nuevo mi piel desnuda y diciéndome al oído uhmmmm ¡sin camiseta: sin camiseta!, este detalle me gustó y ese momento comenzó a terminar de desabotonar mi camisa. Debajo yo no llevaba nada, o sea no uso nunca camiseta interior.

Totalmente desinhibida, sin importar la presencia de mucha gente y otras parejas y en pleno bar y barra de la discoteca, ella acariciaba mis pectorales y sus besos giraban otra vez a mis labios. Movía su cabeza de manera sensual y excitada. Me chapaba con pasión, con ardor, con lujuria, mascaba sutilmente mis labios y movía su boca con una fuerza que permitía mover mi rostro dirigido por esos chapes tan penetrantes y excitantes. ¡Chapábamos muy rico!!!!!!!!!!!!!!!!

En un alto, la tomé de la mano y la llevé muy cerca del baño, en un pasadizo muy obscuro. Allí retomé el aliento y continué cuereando a Nélida con fogosidad desmedida. Mientras nos besábamos, mientras nuestros chapes ratificaban el ardor de la circunstancia, mientras nuestras lenguas rozaban sin límite, mis manos desabrocharon la blusa de Nélida, para inmediatamente magrear sus tetas por encima del corpiño, al que con la ferocidad de un león se lo quiete con violencia. Ahora mis manos acariciaban con pasión sin límites esas divinas tetas, apretando suavemente sus pezones: el izquierdo y el derecho. Estaba tan caliente que mis chapes en su boca, bajaron por su cuello, hasta sus pechos para succionar con deseos incontenible las dos cuereables tetas.

¡Chupaba y chupaba las tetas con cierta fuerza y mis labios desbordados mascaban suavemente y a veces un poco fuerte el pezón izquierdo, luego el pezón derecho, otra vez mi boca subía a su boca para seguir chapando con lujuria y continuar mi manoseo a sus bellas tetas en medio de un relajo desbordado, salvaje. Morreaba sus tetas tocándolas con cierta violencia, pero poniéndola muy exitada, pues sentía en el frote y franeleo de mi pantalón con su falda, su tanga mojada, además de escuchar sus jadeos, “ah!!!!!!, sigue Cielo, sigue”, me decía, al oído, interrumpiendo un instante nuestros chapes, y continuar recibiendo con desenfreno sus apasionados besos.

Del pasadizo obscuro de la discoteca, la llevé al baño de mujeres. Allí nuestro cuereo y mi manoseo a sus tetas, hizo que ella me desajuste el cinturón retirando de manera rápida y ansiosa mi pantalón, al tiempo que yo le bajaba la falda. Nos quedamos los dos, ella en tanga y yo en boxer, ya sin zapatos, ni botas.

Desnudos los dos, ella comenzó a bajar su boca desde la mía, pasando mi cuello, mordiendo mi pecho velludo, jugando su lengua con la parte de mis tetillas, lamiéndome los pectorales y luego chapando mi pecho. “!Oh tu pecho es fascinante!”, me decía mientras mascaba, mordía el vello de mi torso desnudo, ayudado por sus manos que buscaban hasta con desesperación mi dura verga. Retiró entonces el boxer con violencia y tomó a una velocidad desesperada mi pene entre sus manos para dirigirlo a su deliciosa boca. Chupaba mi verga con deseo lujurioso, chupaba la punta y me la movía hábilmente con sus labios y su lengua. Quería masturbar mi gruesa verga con esos labios carnosos. Entre mamada y mamada, me salían lágrimas por los ojos, es que Nélida me mamaba la verga como nadie antes me la había mamado.
De pronto yo sentí que venía un orgasmo y retiré mi verga de su boca chupona. La tomé de frente y dirigí mi mustia herramienta hacia su concha, y pasando por su monte de Venus hasta su vagina, penetré mi verga en un delicioso mete y saca. Se la sacaba tres centímetros y le metía 5 centímetros hasta que sentía mis huevos chocando con su cuerpo.

Realmente estaba toda mi verga adentro de ella, pues su vagina era tan elástica que sin esfuerzos le podía dejar adentro la totalidad de mi miembro. Apoye mis manos en la puerta del reservado del baño de la discoteca, levantando medio cuerpo y empecé a culear a Nélida ya sin miramientos, provocándole un orgasmo muy intenso que la hizo convulsionarse debajo de mi cuerpo. No detuve mi ataque y redoble la intensidad de mis ataques. Que delicia ver el movimiento de sus deliciosas y apetecibles tetas a cada embestida que le daba, mi cuerpo se empezó a llenar de sudor por la tremenda cogida que le estaba dando a la que se mostraba como si fuera una perra, producto del semen que ahora estaba recibiendo en su mojada vagina.

Pilladas discoteca

Un segundo orgasmo bañaba de fluido mi verga y gustoso cabalgaba sobre el cuerpo sensual de Nélida, a quien manoseaba y relajeaba con mucha excitación, arrancándole gemidos de placer como si fuera una puta. Nélida sacaba su naturaleza ardiente sin inhibiciones ante mí, y yo caliente hacia lo imposible por retardar la eyaculación.

En medio de un profundo orgasmo de Nélida, descargue por completo la gran cantidad de semen, producto de ese caliente encuentro, en el baño de la discoteca. El tiempo se detuvo a mi alrededor sintiendo las pulsaciones de mi verga descargando siete, ocho, nueve disparos de abundante semen que chocaron con las paredes del útero de Nélida que recibió sin condiciones toda la lluvia de leche en su interior.

Voltee a ver a Nélida y su mirada estaba llena de pasión, por lo que había ocurrido, la calma llego a los dos y en silencio nos mirábamos a los ojos y sin palabras nos dijimos mil cosas. Mi verga ya estaba recuperando su tamaño normal y lentamente fue abandonando esa deliciosa vulva de Nélida.

 

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