Encontré la plenitud sexual en mi trabajo

Hola a todos en la actualidad realizo un trabajo como supervisor del sistema eléctrico de un hospital en una ciudad cercana a la capital del estado. Como se requiere de mi presencia constante en la obra, la compañía para la que trabajo rentó una casa que se habilitó como residencia de obra y almacén de material; por lo que yo vivo en ella mientras se termina el trabajo.

Afortunadamente para mí, tengo la casa a mi disposición todo el tiempo, lo que me permite vestirme y tener una que otra aventurilla de vez en cuando, sobre todo los viernes y sábados, pues como es común en las ciudades medianas y entre los trabajadores de este tipo de obra, cobrando su sueldo semanal corren a la cantina o a los tres o cuatro burdeles a gastarse la “raya”, y al acabárselo en la bebida y/o en las mujeres, recurrían a mi para que les ayudara a completar para el “gasto”, momento que yo aprovechaba para hacerlos caer en mis redes.

En fin, mi vida transcurría en un equilibrio entre el trabajo y el placer bastante organizado. Hasta hoy…

Como ya va la obra un poco atrasada y en este tipo de trabajo se tiene que cumplir con el calendario establecida so pena de multas a la constructora, y específicamente en mi área de electricidad, pues depende mucho de los proveedores y estos no entregan a tiempo el material requerido, me vi precisada a contratar algunos electricistas más para que trabajaran en el tercer turno, pero como supervisar a los tres turnos es demasiado trabajo, aun para mí, solicité un capataz para el turno nocturno, replicándome la oficina central que buscara uno entre los trabajadores con que ya contaba.

Apoyándome en los ingenieros de obra, me recomendaron a uno de sus capataces que estaba estudiando precisamente ingeniería eléctrica, por lo que lo cité para hoy mismo en la residencia de obra.

Cómo no era mi plan seducirlo o seducir a nadie, al llegar me di un baño y me vestí de una manera muy “ambigua”, por decirlo de alguna manera. Claro que no puedo dejar de usar tangas femeninas (aun en el trabajo) y vistiendo unas sandalias apliqué como siempre una rica crema hidratante en todo mi cuerpo, que rocié generosamente con mi fragancia favorita: CK 1.

Así, vestida y no, esperé a Javier, nombre que es el del muchacho que me recomendaron para capataz. Ya lo había visto desde que inició la construcción, y siempre me pareció un muchacho sano, jovial, alegre y trabajador además de guapo y bien plantado. Pero nunca se me pasó por la mente seducirlo, pues se ve completamente viril.

Como me da por la cocina, preparé uno de mis platillos favoritos para invitarlo a cenar y platicar con él acerca del plan de trabajo.

Llegó puntual a la cita y lo invité a cenar y en el transcurso de la cena lo puse al tanto de lo que se trataba el trabajo. Le gustó mucho mi oferta pues es un trabajo en el que podrá desarrollarse en su profesión.

Para cerrar la contratación, lo invité a tomar unas copas ahí mismo, y sacando una botella de whisky brindamos alegremente.

Ya entrados en la charla, le pregunté por su esposa e hijos y él, sorprendiéndose me dijo que no estaba casado, y que ni siquiera tenía novia.

Esta confesión me puso alerta y se despertó el instinto inmediatamente. Preguntándole por qué no tenía novia siendo tan guapo y con una carrera a punto de concluir y con un trabajo más o menos estable, me respondió que no estaba dentro de sus planes “amarrarse” de momento a una mujer. Que si acaso, lo haría ya que terminara su carrera y que tuviera su propia compañía.

Después de otros dos whiskys la plática derivó al plano sexual, y yo sintiéndome un poco más atrevida, le pregunté que si no le extrañaba que yo no estuviera casada(o), a pesar de mi edad.

Se me quedó viendo fijamente y ruborizándose un poco, musitó: “dicen algunos trabajadores que usted es homosexual”. Me quedé sin habla y un poco asustada, pero recomponiéndome, le pregunté: ¿y tú que piensas? Me da igual que sea lo que sea. Es asunto suyo y nada más.

Le agradecí que pensara de esa manera y le pregunté. ¿Y no te da miedo estar aquí, conmigo a solas? -¿Por qué me daría miedo?, ¿me va a usted a matar o algo así?

Estallé en risa y le dije: ¡No! De ninguna manera, pero es natural que te sientas incómodo en presencia de alguien como yo, siendo tu como eres. ¿Y como cree usted que soy?, me preguntó. Y levantándose de su silla se acercó a donde estaba y sin más, me tomó de la cara y me dio un largo y profundo beso en la boca, dejándome casi sin aliento.

Semiparalizada, no pude responder a esa sensual caricia y me quedé estática, respirando profundamente para tratar de recuperarme de la sorpresa.

Javier se separó un poco de mí y me preguntó: ¿eso responde a su pregunta? Levantándome de mi lugar, lo abracé y acaricié lo más dulce y suavemente que pude dadas mis ansias, que en ese momento eran tan grandes que difícilmente pude contenerme de hincarme ante él y rendirle pleitesía a su persona completa.

Tomándome suavemente de mis brazos, Javier me acercó hacia sí y repitió el dulce beso que me había dado.

¿Quieres quedarte conmigo?; le pregunté en cuanto pude hablar.

Ahora y siempre mi amor; me contestó.

Ante esta respuesta ya no pude contener más mi deseo y arrodillándome acaricié sobre su ropa el más perfecto miembro que mis manos jamás hubieran tocado. Se sentía inmenso, duro, tibio, palpitante.

Lo quise sacar de su prisión pero Javier me lo impidió y me dijo:

Aquí no, vamos a tu cama para empezar a hacer las cosas bien.

Me incorporé como pude y tomándolo de la mano lo arrastre literalmente a mi recámara. Lo tiré sobre la cama y me abalancé sobre de él como fiera en celo (lo que en esos momentos era) y desabroché su pantalón y traté de bajárselo, pero una vez más, él me contuvo y me pidió que le permitiera desnudarse.

Bajándose de la cama, fue retirando poco a poco todas sus prendas de vestir, dejándolas perfectamente acomodadas sobre una silla. Esto me permitió verlo, disfrutarlo, gozarlo en totalidad de su harmonioso cuerpo, más parecido a una estatua esculpida por el más grande artista que a un hombre de carne y hueso.

Mi sensualidad se desató por completo en cuanto vi su majestuoso cetro de carne. Grande como pocos he visto en mi agitada vida; destacaba su glande que se encontraba descubierto. Relucía como una estrella y en su orificio despuntaba una gota como perla que invitaba a libarla.

¡NO!, definitivamente no podía soportar más la tentación, enorme tentación de meterme a mi ansiosa boca ese abundante trozo de carne. Saborear el líquido ambarino que fluía de su pequeño orificio, y lo hice.

Abrí todo lo que pude mi receptáculo oral y dejé que Javier introdujera su portentosa verga. Sabía que me podía asfixiar si entraba en su totalidad, pero estaba dispuesta a soportar cualquier dolor que me infligiera con tal de sentirla en toda su extensión.

Javier delicadamente la fue metiendo poco a poco, lentamente para que mi cavidad se acostumbrara y se dispusiera a aceptarla. Llegó al tope y yo sentía que me estaba tocando ya la glotis. Pero pude soportarla sin que me viniera el deseo de rechazarlo.

No podía cree que un tan hermoso ejemplar de hombre estuviera en ese momento aceptándome en toda mi sensualidad. Tomó delicadamente mi cabeza y la acercó más a su divino cuerpo, llegando en ese momento al límite de mi deseo y succioné el hermoso pene de la mejor manera que la posición me lo permitía.

Javier empezó a gemir y a realizar movimientos de mete-y-saca en mi boca. A pesar de mi desbordado deseo, no pude reprimir un arqueo que bastó para que Javier se detuviera y se retirara de mi boca.

-¿Lo lastimé ingeniero?; me preguntó.

-No Javier, pero está demasiado grande y todo tiene su límite. Por favor, síguelo haciendo pero no empujes tanto. Y no me llames ingeniero, para ti desde ahora, soy Andrea y soy tu novia. ¿de acuerdo?

-De acuerdo Andrea, pero cambiemos de posición, no me siento cómodo sin procurarte placer.

-Haz de mi lo que quieras Javier; considérame no solo tu novia si no tu esclava. Acomódame como mejor te plazca y dame lo que quieras y como lo quieres. Le dije sumisamente.

Me hizo que me colocara sobre de él y sentí su gran verga dura como riel en mi entrepierna. Mi diminuto pene rezumaba un poco de semen y al sentirlo Javier quiso proporcionarme algún placer y doblando su cuerpo me besó y chupo esa pequeña parte de mi anatomía.

Me corrí hasta quedar también a la altura de su pene y quedamos en la posición sesenta y nueve y comenzamos a darnos placer simultáneamente.

Yo devoraba su verga chupándola como si de ello dependiera mi vida, como si fuera una cánula que me proporcionara el aire para poder vivir.

Mientras tanto, Javier no solo lamía mi minúsculo pene, sino que extendía sus caricias a mi escroto, a mi periné y llegaba a lengüetear los bordes de mi ano.

Estas caricias tuvieron el efecto de incrementar mi succión y lengüeteo de su verga, lo que devino en una aparatosa eyaculación por parte de Javier. Sin embargo no se detuvo y entonces tomó posesión de mi culo, metiendo su lengua e inyectándome tibios chorros de saliva. Me llevó a un orgasmo como muy pocas veces había tenido y al sentirlo, chupó mi verguita y succionó el escaso semen que eyaculé.

Quedamos rendidos acostados uno al lado del otro pero aun en la posición sesenta y nueve. Veía su enorme verga que aun en reposo era impresionante, chorreaba un poco de semen y no pude evitar el libar con mi lengua ese delicioso líquido.

Javier me hizo que me acomodara para quedar frente a frente, y abrazándome me besó de una manera tierna y con sus labios y lengua retiró el semen que quedaba en las comisuras de mi boca.

Lo miré con tanto amor y ternura que él no pudo evitar estrecharme fuertemente y me hizo sentir más mujer que lo que alguna hubiera sentido. Sabía que a partir de ese momento sería suya para siempre.

Sin dejar de besarme y abrazarme, se fue acomodando hasta quedar sobre de mí, y delicadamente se fue metiendo entra mis piernas, que ansiosas se abrieron a toda su extensión para acogerlo.

Su verga ya había recobrado su capacidad y estaba otra vez gruesa, dura, palpitante y rezumante. Su longitud parecía haber aumentado pero no me importaba el daño que pudiera causarme. Sentía una urgente necesidad de sentirla dentro de mí. Como si hubiera leído mi pensamiento, llevó su boca a mi culo y besándolo lo dejó lubricado con su dulce y espesa saliva.

Levantó mis piernas y dejándolas sobre sus hombros, guió su pene con una mano mientras con la otra abría mis nalgas para facilitar la introducción.

Acomodó su glande en la entrada de mi ansioso culo y trató de meterlo suavemente. Entró una pequeña parte de tan grueso bálano pero me dolió tanto que me saltaron las lágrimas. Al verlas, Javier se retiró de inmediato y preocupadamente me preguntó:

-¿Te hice daño mi amor?, ¿te lastimé?

-No Javier, sólo que es tan grueso tu miembro que no se si pueda recibirlo todo de una sola vez. Inténtalo de nuevo pero esta vez ponle lubricante de el que tengo en el cajón de mi buró.

Se deslizó a un lado y abriendo el cajón tomó el tubo de lubricante, pero a la vez vio los consoladores que estaban en el cajón y tomando uno me dijo:

-Los usas con frecuencia, ¿verdad?

-Solo cuando estoy muy necesitada y estoy sola.

-¿Lo usarías conmigo ahorita?, me gustaría sentirlo al mismo tiempo que tu sientes mi verga, para darte mayor placer.

-Si Javier, lo que tu quieras.

Colocó una generosa cantidad de lubricante en dos de sus dedos y metiéndolos en mi ano cubrió perfectamente las paredes y el borde, así mismo aplicó en su verga otra cantidad.

Volviéndose a colocar en la posición, intentó de nuevo la penetración, logrando meter prácticamente toda la cabeza de su potente verga. Yo me sentía reventar por lo grueso del glande, pero ya no sentía dolor y mi esfínter ya había sido traspasado.

Tomando un respiro, Javier me pidió entonces que lo penetrara con el consolador, al que previamente le había aplicado lubricante. Tomé el dildo en mi mano y con la otra abrí sus nalgas y orientándome con un dedo coloqué el dildo en posición. Lo metí un poco y en respuesta, Javier metió casi la mitad de su verga en mi distendido culo. Terminé de meter todo el consolador y la verga de Javier ya estaba también totalmente dentro de mí.

Y empezamos a movernos como seres atacados de algún mal. Él penetrándome hasta la empuñadura y haciéndome sentir mujer, su mujer. Y yo dándole placer doble, el de estarme cogiendo y de sentir él el consolador en su culo, lo que exacerbaba su libido repercutiendo en las embestidas que me propinaba.

Transcurrió así no se que tanto tiempo, pero el caso es que nuestros cuerpos estaban bañados en sudor y nuestras bocas se llenaban de la saliva de los dos, pues no dejábamos de besarnos.

Mis piernas ya estaban entumidas y sentía el culo inflamado de tanto roce, pues a pesar de la lubricación, era tal la grosura el largo de la verga de Javier, y además tan intenso el movimiento que de alguna manera el lubricante había perdido la capacidad de evitar la fricción.

Le rogué a Javier que cambiáramos de posición pero él no quería de dejar de sentir en su culo el dildo que le había introducido, por lo que le pedí que nos acostáramos de lado y él se detuviera el consolador.

Quedamos en la postura de las cucharas y así pude descansar de mis entumidas piernas.

Como Javier seguía dándose con el consolador, llegó un momento en que su excitación llegó al clímax y soltando el dildo, me tomó con las dos manos y me repegó en tal forma a su cuerpo, que sentí como su verga penetraba en lo más recóndito de mi intimidad.

Unos momentos después, pude percibir el torrente de semen que arrojaba dentro de mí. Esa sensación de humedad tibia y espesa que refresca el lastimado reducto y que es fuente de vida. No pude evitar tener un orgasmo delirante que me hizo gemir y llorar de placer. Javier se aferraba a mí con los dos brazos y sentía como su verga palpitaba y arrojaba aun más licor seminal. La penetración se había hecho más profunda y yo me sentía repleta, casi sin poder respirar. Su enorme miembro no perdía ni rigidez ni longitud y mi esfínter lo apretaba suavemente, haciendo que Javier me acariciara apasionadamente.

Se dejó de mover y me soltó de su abrazo, pero su verga aun estaba dentro de mí. Paulatinamente fue perdiendo tamaño e instintivamente apreté el esfínter para evitar que se saliera, ocasionando una queja en Javier debido a la fuerza del apretón. Pero ya su verga estaba muy flácida y no pudo evitar que se saliera del tibio y acogedor estuche en que estaba aprisionada.

Como perra en celo, me volteé a limpiar con mi lengua ese objeto que tanto placer me había dado, dejándome Javier hacerlo y acariciaba mi cabeza dulcemente.

Ya calmados, nos recostamos juntos y abrazados. Javier cerró sus ojos y se quedó dormido de inmediato. Cuidadosamente me separé de él y levantándome de la cama me dirigí al baño a asearme aunque fuera someramente, pues el gran tamaño de su verga había causado algunos estragos en mi cuerpo.

Regresé a la cama y pude observarlo detenidamente. Se encontraba boca abajo y sus hermosas nalgas resplandecían y sobresalían sensualmente y no pude evitar el posar mis labios de la manera más delicada en ellas y entre ellas. Javier se movió un poco y mi lengua pudo acariciar su apretado hoyuelo del que rezumaba un poco de lubricante y algo de rica jalea de su cuerpo.

Metí todo lo que pude mi lengua en ese dulce tarrito y paladeé sus efluvios como si de néctar se tratara. Era imposible que Javier no sintiera mis maniobras y levantando un poco la grupa, sus manos abrieron el canal que rodea a su culo y me permitió penetrar y llenar de saliva su apetecible culín.

En ese momento renegué un poco por ser impotente y no poder penetrar ese invitador pozo de felicidad. Sin embargo mi lengua lo estaba haciendo gozar y me apliqué a darle todo el poder que pudiera.

A pesar de que lo había sodomizado con el consolador más grueso y largo que tengo, su culo había recobrado su tamaño y elasticidad, por lo que mi lengua encontraba alguna dificultad para entrar. Con el dedo medio de una de mis manos, penetré en esa suave y caliente cueva y Javier respingó al sentir la caricia.

No me había dado cuenta de que su verga ya estaba en plena forma y pidiéndome que no retirara mi dedo, se volteó para quedar boca arriba. Al ver que su verga estaba completamente erecta, mi boca no pudo evitar abrirse y devorar el ya descontrolado tronco.

Mi dedo no dejaba de entrar y salir del culito de Javier y su verga respondía penetrándome más la boca. Yo apenas podía tragar ese órgano sexual y pasaba apuros para no ahogarme, pues era tal la excitación de Javier que embestía mi boca como si no tuviera fondo.

En un momento dado, cesó todo movimiento por su parte y levantándose me hizo que me colocara en cuatro puntas y acomodando su desbocada verga en la entrada de mi culo, arremetió con tal fuerza que me hizo gritar, tanto de dolor como por la sorpresa.

Sin detenerse para nada, comenzó un tremendo movimiento de mete-y-saca que llevaba su verga casi hasta sacarla y la dejaba ir de golpe y sin compasión hasta el tope.

Esto me estaba doliendo pero a la vez me estaba elevando a un estado de lujuria tal, que mis gritos se convirtieron en gemidos de placer. Sus manos no permanecían ociosas y acariciaban mi cuerpo en todas las partes sensibles y pellizcaban mis pezones que se encontraban totalmente erectos. Mi verga desde luego que era un objeto de sus caricias y me la acariciaba dándole ligeros apretones con dos de sus dedos a la vez que la estiraba.

Mi libido ya estaba a su máximo y deseaba que nunca terminara la extremadamente rica cogida que me estaba dando, pero él también estaba ya como loco dándome verga y de repente se detuvo y tomándome con sus manos de las caderas, dio un envite duro, profundo, que sentí que me llegaba casi a la boca.

Su verga en esa posición parecía haber ganado tamaño y dureza y la sentía caliente. Llenaba completamente mi recto y aun más allá. Sentía en mi esfínter sus gruesas venas dilatadas al máximo como palpitaban y engrosaban. Su sudor bañaba mi espalda y el mío corría por entre mis nalgas mojando y lubricando la apretada unión de su émbolo de carne y mi ano.

Estábamos quietos los dos, disfrutando ese momento. Sólo se oía nuestra agitada respiración y el chapoteo de nuestros sudores. Javier exhaló entonces una especie de aullido pero de bajo volumen. Yo me asusté un poco hasta que sentí en las profundidades de mi ser, una rica tibieza que bañaba y aliviaba mi lastimado culo. ¡Estaba desbordándose en un orgasmo increíblemente abundante! Por un momento pensé que estaba orinándose pues era tal la cantidad de semen que ya se desbordaba de mi recto y escurría por mis piernas formando un charco en la cama.

Estuvo así unos minutos y su eyaculación parecía no tener fin. Su pulsante verga se mantenía firme: dura, larga, gruesa. Mi culo quería apretarla pero estaba tan distendido que no era posible.

Se fue recargando poco a poco en mi espalda y su verga perdió un poco de su dureza y aflojó su ataque. Mis rodillas estaban adoloridas y fueren cediendo poco a poco hasta que quedamos los dos tendidos boca abajo en la cama; Javier sin salirse completamente de mi lastimado culo, pero ya sin la presión enorme de su verga erecta.

Pasaron unos minutos y Javier me besó en una oreja y me dijo tiernamente:

-Te amo Andrea.

No pude contener el llanto y entre hipos le contesté:

-Gracias, Javier.

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