El universo de Quique 2

No pude resistirme Lourdes, qué querías qué hiciera- le repetía una y otra vez a mi amiga de pupitre, mi incomparable juez cercano, mi insolente universitaria preguntona, mi amiguita del alma, mi tetona descarada, Lourdes enjabonada.
La había pillado más de una vez duchándose cuando estábamos en el hotel. Aún no tenemos piso para entrar en calor y de vez en cuando, cuando la economía nos da un respiro, nos vamos a un hotel.
Es el mejor lugar para hacer de todo menos ecuaciones. Estamos los dos hartos de las ecuaciones y derivadas, matrices y vectores; somos, como todos sabrán si me han leído en otras ocasiones, estudiantes de Matemáticas de primer curso, y de vez en cuando, nos gusta jugar a los médicos. Me parece que nos hemos equivocado de carrera.
Lourdes no sabe mi pequeño secreto, y es echarle alguna foto cuando se ducha, ella no supera a mi madre, como ya he contado en más de una ocasión previamente; pero en tetas y en morbo, es un cañonazo, todo un huracán descontrolado, indómito, indomable. Un perpétuo resoplo brisa marítima.
Es morena, no muy alta, y más que guapa, resultona, toda una españolaza ibérica, erótica, mileroticos por todos los lugares de su cuerpo. Todos los tíos se la quieren tirar, pero no saben que está colada por mí. Por el bigote cebolla de toda la vida. El tontín de turno. Tengo ganas de tener barba cerrada y ser un hombre de verdad y cuando me tire a Lourdes, cuando esté encima de ella, que vea que soy todo un barbudo arrecho, de pelo en pecho.
Pero ahora mismo, no puedo decir eso. Soy un bigote cuatro pelos, un cebolla a media tarde y un barbilampiño cuando se la endiño. Y ella, es toda ya una mujer.
Discreta y sincera, sexual, anunciosex a media mañana de su champú preferido. Las tetas bien gordas y caídas por el exceso de peso, la simbolizan como la típica universitaria con más peligro que un indio detrás de un árbol, más juguetona que Espinete en una fiesta de globos. Podría ser la más guarra de la universidad si quisiera, pero no lo es.

Unas fotos mientras se ducha es todo un placer morboso, observarla, su inocencia perdida, su hierba mojada, su espejo aprovechado y su sencillez desnuda. Lo mejor de ella me lo puedo llevar, lo puedo aprovechar porque me deja y me lo consiente. Es toda una morbosidad de universidad femenina, hasta los profesores se la quieren cepillar, pero de momento, parece que solo tiene ojitos para mí. Y su cepillo lo compartimos.
Y yo tengo ojos, para mamá. Sí, teniendo una amiga así, gordita y cariñosa, y me tengo que empeñar en meterla por donde salí. Yo no quería pero fue así. Mi madre me invitó a la más incestuosa de las guarradas, hacerlo con su propio hijo. Lo he contado en otras ocasiones, pero ahora solo lo menciono.
Esta vez es para dejar a mi amiga mostrada, enjabonada, duchada y limpia, lista para resolver ecuaciones y para saber si puedo seguir y si merece la pena. Mi amiga Lourdes.

  

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