El espejo detrás de la puerta de mi habitación

Era una tarde de sábado. Salí extenuada de mi clase de teatro, pero aun así me dirigí a los almacenes de ropa interior femenina. Anteriormente en uno de ellos había visto la lencería que me gustaba, pero no me atrevía, no era fácil, sentía pena, pero ese día estaba decidida, sentía que prevalecía mas el deseo de lucirla que lo que pudieran pensar las vendedoras, de manera que me decidí. Cuando llego a casa verifico que nadie estuviera. Entro a mi habitación, saco de mi morral la bolsa de compra, me desnudo y sin prisa me voy colocando esas delicadas prendas mientras me acaricio coquetamente mis piernas frente al espejo ubicado detrás de la puerta de mi habitación. El color rojo de mi lencería hacía juego con mis tacones y mi blusa. Tal vez quedo muy colorida, pero el rojo es pasión, pensaba.
Después de más de una hora de disfrutar este maravilloso momento de vestirme de mujer, poso vestida frente al espejo. Aparece una nena de 18 años (en esa época) luciendo una falda de jean corta, debajo unas medias de malla roja, unos pantys de encaje, ligueros, tacones rojos, una blusa roja con delgadas rayas negras, peluca con cabello al hombro, maquillada -aunque sin mucha técnica-, mis labios carnosos y rojos por el labial, un sugestivo caminar y los involuntarios movimientos femeninos pronunciados, dejaban ver una figura de mujer coqueta y sensual. Precisamente lo que quería dejar aflorar de mí.
Los sábados era el día que a veces podía estar sola en casa. No se encontraba mi hermana, ni su esposo, ni Yenifer, una hermosa inquilina amiga de mi hermana que vivía en la habitación contigua a la mía.
Un gran balcón detrás de la casa era como mi “escenario”. Allí solía después de vestirme de niña, salir a bailar y moverme con coquetería. Ninguna de las casas vecinas tenían vista a la mía, además los arboles cubrían vista alguna al balcón. Al frente, pasando la otra calle, estaba el respaldo de un edificio de 4 pisos con muy pocas y pequeñas ventanas.
Estaba segura que nadie me veía. Eso creía…hasta que un día, estando en la tienda de la esquina, alguien me entregó una nota. Yo supuse que era un volante ofreciendo un producto. No presté atención quien me lo entregó, lo recibí y lo sostuve en la mano hasta llegar a la casa, allí la leí y la releí, decía:…mi nombre es José Luis, un admirador tuyo, se que eres travesti, pero eres hermosa, espero algún día hablar contigo. Cuando tengo la posibilidad de admirarte, lo hago desde la ventana del baño donde tengo vista al balcón de tu casa. Te has convertido en mi fantasía… hoy es sábado, te espero.
Quedé asombrada, no sabía que pensar.
Esa tarde de sábado se presentó la oportunidad de estar sola, pero dudaba si salir o no al balcón. Que podría pasar?…Me decidí, salí con mi falda de jean, mi blusa, mis tacones, maquillada, en fin, bien femenina. Esa era la primera vez que sentía que alguien me observaba. Era una sensación diferente, tal vez voyerista, exhibicionista, cierto temor y desconfianza me invadía, pero a la final… excitante.
Ya entraba la noche, no estaba segura si me observaba o no. Pero decidí entrar a la casa. Debía volver a la realidad porque a las 9:00 de la noche o quizá antes ya dejaría de estar sola.
Esperaba volverlo hacer el siguiente sábado, pero no fue así, pasaron meses sin que pudiera volver a vestirme y salir a mi balcón.

UNA VISITA INESPERADA.

Un día domingo, al mediodía, llegué a casa después de la larga y agotadora clase teatral, todos almorzaban…pero alguien muy particular estaba ahí, era René, un primo lejano, pero muy cercano a la familia. Hombre de aspecto bonachón, estatura normal, algo corpulento, de unos 38 años y unos grandes ojos verdes. René pertenecía a un grupo elite secreto de la policía nacional. No tenía ciudad de domicilio fijo. Esta vez estaba de paso por Cali, donde yo vivía. Cuando me vio, se paró de su silla y me abrazó. Me levanto unos centímetros del piso y giró su cuerpo unos grados a un costado. -¡Cuánto tiempo sin verte primito! Me dice muy emocionado.
-Sí, bastante. Y que haces por aquí? le respondí con otra pregunta.
-Me caso primito, vine a traerles la tarjeta de invitación…me señala una tarjeta que reposaba sobre la mesa del comedor.
Mientras almuerzo escucho las anécdotas que compartía con los presentes.
Me ensimismé. Su voz me llevaba unos años atrás cuando íbamos a la casa de campo donde vivía su madre. Recordaba que en el patio de aquella casa había una cuerda con una soga atada de un árbol, era una especie de columpio. El me decía…-sujétate fuerte de la soga y yo te impulso-. Yo accedía, me parecía divertido. Para ello pegaba su pecho a mi espalda y durante unos segundos sentía su bulto en mi trasero, su boca en mi mejilla y su respiración en mi oreja. Daba unos pasos atrás y luego me impulsaba.
A la hora de dormir, su madre, que era prima de mi madre, nos preparaba dos camas paralelas en la misma habitación. Hacia un poco de calor allí, el ventilador del techo emitía sonidos y se movía como si fuera a caerse, la luz de la única lámpara era amarilla, tenue, los grillos no paraban de grillar. De pijama usaba una pantaloneta de jugar futbol y una camiseta. El dormía en pantaloncillos.
Recordaba en particular una noche que se desnudó delante mío, aunque estaba de espalda tan pronto lo vi le dije:
-Hasta mañana- mientras me tapaba con la sabana y me volteaba dándole la espalda.
De repente sentí su mano en mi cintura, casi sobre una nalga.
-No te duermas todavía, conversemos- Decía. Yo me encogí y me cubrí con la sabana. El se acomodo en mi cama colocando nuevamente su pecho en mi espalda y su bulto en mi trasero. Apretaba firmemente mi cintura, contra él. Sentía por encima de la ropa y a lo largo de mi ranura, un pene duro, grande, su voz se sentía agitada. Me quedé inmóvil, un poco asustada, expectante, no sabía si aun estaba desnudo. Me debatía entre miedo y la curiosidad.
La verdad…esto no me molestaba, aunque imaginaba sus intenciones, pero dentro de mis planes no estaba la idea de sexo y menos con él. Momentos después se marchaba a su cama.
Otros recuerdos vagos pasaban por mi mente en ese momento.

Después de almorzar, subí a mi habitación. Rato después René sube a despedirse. Nuevamente el abrazo frente a frente apretándome contra su cuerpo. Pero esta vez con dos ingredientes más: posó una de sus manos un poco más abajo de mi espalda, pero sin llegar a mi trasero. Y en el momento que me suelta me da una nalgada y con gesto coqueto me dice: -¡estás muy bien primito- chao. Y salió.
Quedé despistada, debí reclamarle, no permitirle, quien cree que soy, ya no soy un niño. Yo me preguntaba… será que sabe algo de mí? Será él, el que me envió la notica?, Será que yo le gusto… pero si se va a casar quiere decir que no es homosexual… Muchos interrogantes rondaban mi cabeza en ese instante.

Me dirigía a la cocina, y al pasar frente a la habitación de Yenifer, vi que preparaba una maleta. Estaba su closet vacio y su ropa sobre la cama, además un kit de maquillaje y una caja plástica con un gran surtido de coloridos esmaltes y utensilios para arreglo de uñas.
-Vas de viaje? le pregunté.
-Sí, para Cartagena, este fin de semana, respondió mientras continuaba con su labor.
-Y vas sola? Pregunté.
-No, vamos varias personas, incluso tu hermana y el esposo.
Que excelente noticia para mí. Podré por fin vestirme de nena todo un fin de semana, pensé.
-Salimos este sábado temprano, dijo Yenifer con alegría en su rostro.
A partir de ese momento comienza para mí, la cuenta regresiva.

LLEGA EL DÍA ESPERADO.

Por fin el sábado. 5:00 AM. Escucho desde mi cuarto cuando llaman un Uber para que los lleve al aeropuerto. Me levanto, ayudo a llevar las maletas al auto, nos despedimos y espero hasta que el auto voltea la esquina. Entro a la casa, un grito de júbilo algo femenino sale de mí. Subo a mi habitación, saco mi ropa femenina de su escondite y la extiendo sobre la cama. Corro a la habitación de Yenifer, por fortuna permanece abierto. Otro grito de júbilo. Los esmaltes, la ropa, alguna lencería, accesorios femeninos, esta todo, además un perfume que me llamó profundamente la atención por su delicioso aroma de mujer.
Será toda una velada maravillosa, pensaba emocionada.
Ese día en la mañana tenía una clase de teatro, eran solo tres horas. Pensé no ir, pero era ineludible.
De regreso a casa compre media botella de brandy, me encanta.
Me aseguré de cerrar bien la puerta de entrada con sus dos llaves, intenté poner el pasador, pero estaba atorado, nunca se usó. No me preocupe tanto por eso, tenía la seguridad que nadie iría por esos días. Comienza mi momento, comienza mi ritual maravilloso, la fantasía de estar varios días vestida de nena se hacía realidad. Comencé por rasurar con más detalle los pocos vellos que sobrevivieron a la última rasurada semanal. La crema humectante cumplía con su deber. Mi piel estaba suave como la seda.
Ahora que color de esmalte usaré entre tanta variedad. Escogí el rojo, que contrastaría con mi labial. Me tomé todo el tiempo del mundo pintándome las uñas tanto de las manos como de los pies. Disfrutaba maquillarme, disfrutaba colocarme y peinar mi peluca, disfrutaba cada momento.
Eran casi las 5 de la tarde cuando me miro al espejo y ahí estaba nuevamente esa chica luciendo radiante, femenina, sensual, provocativa y exhalando un exquisito aroma de mujer. Toda una nena.
Mi balcón, mi escenario, mi admirador a distancia me esperaba.
Subí el volumen del equipo de sonido, sonaba una salsa suave de Maelo Ruiz. Serví brandy en un vaso, lo mezclé con hielo y nuevamente al espejo. No dejaba de verme, no parecía yo, me parecía increíble verme así, hermosa, tierna, coqueta, mis movimientos femeninos emergían automática e involuntariamente, sentía deseos de gritar, era un momento sublime. Sentía que algo me faltaba, pero no sabía qué, sentí deseos de salir a la calle, pero resultaría evidente y riesgoso, estaba enloquecida.
Agarro mi vaso de brandy frio y al balcón… bailaba sensual, coqueta, bebía mi brandy. No estaba segura si él me miraba, pero igual lo disfrutaba.
Ya era noche y caían algunas gotas de lluvia, entré a la casa para bajar un poco el volumen del equipo, cuando tremenda sorpresa… en el pasillo, casi en la puerta del balcón, estaba René observándome. No sé cuánto tiempo llevaba ahí, ni como entró a la casa. Quedé atónita, perpleja, no tenia forma de ocultar mi feminidad, solo intentaba afanosamente de entrar a mi habitación. Estamos frente a frente, mis tacones me hacían ver un poco más alta que el.
René, con una sonrisa en sus labios me mira de arriba abajo, toma una de mis manos la levanta e intenta darme una vueltica. Me niego.
Luces hermosa, me dice con tono lujurioso.
-¡Estoy preparando un personaje para una obra de teatro ¡…!no pienses mal! Fue lo único que se me ocurrió decirle, mientras intento entrar a mi habitación.
-Te queda muy bien ese personaje y eso incluye el rico perfume que llevas. Dijo él, en tono de incredulidad, mientras se me acercaba un poco más y me acariciaba una mejilla con el dorso de su mano y llevaba un mechón de mi peluca detrás de mi oreja.
-Ven conversamos, me dijo tomando mi mano y llevándome a mi habitación.
Se sienta en la cama sin soltar mi mano. Yo permanezco parada. Estaba perpleja, era evidente mi vergüenza, mi miedo. Me descubrió, me tenía en sus manos. Pronto toda mi familia lo sabrá. Era inocultable esta situación.
Con una sutil seña y un leve jalón de mi mano me invita a sentarme en la cama, me siento tímidamente, veía ternura en el brillo de sus ojos, pero no podía sostener su mirada, la desvié. Toca mi mejilla, gira mi cabeza y busca mi mirada. Escúchame…-siempre he sentido una atracción hacia ti, no sé porque…y ahora con más razón…no tengas miedo, cálmate, es nuestro secreto, a nadie le diré, confía en mí.
Hubo un largo silencio, nos mirábamos a los ojos, no duré mucho tiempo y bajé la mirada, sentía miedo que a través de ella yo misma me delatara. Al bajar la mirada observé, que sin darme cuenta tenía mis piernas juntas y levemente inclinadas. Posición muy femenina. Mientras el acariciaba mis muslos decía…Para sentirte una verdadera mujer no es suficiente vestirte así, debes tener un hombre que te admire, te desee y haga aflorar mas ese latir femenino…no crees?
Me quedé callada, lo miré… -Como entraste a la casa? Le pregunté con cierto tono despectivo, pero un poco más calmada.
-Tu hermana me dio las llaves, por si tú no estabas. Le había pedido quedarme aquí esta noche porque mañana temprano me vienen a buscar.
Parecía una respuesta sensata, pero dudé. Creo que había algo más detrás de todo. En ese momento suena la canción “amiga” de Maelo Ruiz. La lluvia sonaba en el techo. El se pone de pie, me tiende su mano para que también me pare. Me abraza, pega su cuerpo al mío, mis manos están sueltas. Comienza a contonear su cuerpo al ritmo de la música mientras canta suave en mi oído esa canción. Tímida y sin mostrarle deseos de hacerlo comienzo a moverme. En instantes siento como su miembro se va endureciendo justo frente al mío. (El mío estaba tan tenso como yo).

No me decidía si abandonar todo y decirle enérgicamente que estaba equivocado. O, definitivamente seguir su juego erótico. Era una situación dicotómica. Media parte mía lo deseaba y la otra media se debatía entre el temor y el pudor.
El baile continuaba suave, cadencioso, buscaba la forma de besarme en la boca, yo lo esquivaba, la lluvia arreciaba. Con su mano izquierda tomo una mano mía, y la puso en su pecho y luego la otra la pone en su nuca, de repente deslizó su mano derecha hasta mis nalgas, las apretó, el me mira me hace un guiño como esperando mi reacción, yo solo lo mire sin mostrar ninguna emoción. El sube mi falda y coloca toda su mano en las nalgas dejando su dedo corazón justo en la ranura. Era agradable, pero no se lo demostraba. Tal vez para que desistiera de todo.
Yo reprimía mi placer, mostraba indiferencia, pero en realidad estaba dulcemente atrapada.
Sentir su respiración y sus besos en mi cuello, su miembro duro pegado al mío, sus caricias, esa mano y ese dedo en ese lugar, además su movimiento apasionado y sus palabras seductoras provocaron en mi, una erección inesperada.
Ya de nada me serviría continuar con esa actitud fría e indiferente.
– Sé que lo deseas. Musitó.
Ya lo sabe, estoy en sus manos, qué más da. Estaba ansiosa, excitada…me decidí, me entregué. Con una tímida sonrisa subí mis brazos y me colgué de su cuello y dejé que continuara. Acercaba mucho su boca a la mía pero no me besaba. Yo miraba sus labios cuando me preguntó…
-cuál es tu nombre de mujer?…
-no tengo, cual te gustaría? Le respondí, dejando salir esa voz de nena que había en mi.
-todas las travestis lo tienen…pero si quieres que decida, me gustaría Ana María y cerró su respuesta con un beso largo y profundo que me estremeció hasta el alma, al tiempo que levantaba mi falda y agarraba con sus dos manos mis nalgas pegando firmemente mi cuerpo contra el suyo.
Se calla la música, el display del equipo marcaba las 09:20.PM. En la mesa está el vaso con el brandy. El coge el vaso, me ofrece, el hielo se había derretido, pero aun estaba frio, bebo un gran sorbo y el resto lo bebe él.
Toma mi mano derecha, la levanta y pide que de una vueltica mientras me observa, doy gustosa la vuelta y quiero dar una segunda, pero no la termino, el me detiene quedando detrás mío y vuelve a abrazarme como unos años atrás: su pecho en mi espalda, su aliento en mi cuello y su miembro duro en mi trasero. Lo miré expectante de reojo como se quitaba su pantalón, su camisa y los colocaba sobre mi ropa desordenada. Retrocedemos un poco, se sienta en la cama, sube mi falda, corre mi panty, abre mis nalgas y en segundos siento su lengua recorrer mi ranura buscando mi ano. Con un fuerte e involuntario estremecimiento intenté retirarme, pero él me tenía asegurada con sus manos, continuó…que sensación tan maravillosa, no quería que parara, no podía contenerme, gemía, gemía como una nena, mi pene se puso duro en segundos. Después de unos minutos, me da la vuelta y quedé frente a él. Toma mi mano y la pone en su bulto por encima de sus pantaloncillos. Con una sugestiva seña me pide que se los baje. Lo hago con las dos manos, de repente como un resorte sale un gran pene, quedando a pocos centímetros de mi cara, me sorprendo al verlo, siempre lo sentí, pero nunca lo había visto, de hecho nunca había visto otro pene, solo el mío. No sabía si tocarlo o esperar que me pidiera que hacer. Mientras más me inclinada para bajar su ropa interior, más se aproximaba a mi cara. Con suaves golpecitos él lo pasaba por mis mejillas, por mis labios.
-acarícialo nena es para ti, dámele un beso. Dijo mientras me lo ofrecía gustoso…no me hice de rogar, lo acaricié, era resbaloso, mojado, con un glande pequeño y un cuerpo grueso. Le di un beso en un costado.
–así no amor, con lengua, échatelo a la boca, me dijo. Y sin darme tiempo lo pone en mis labios buscando meterlo en mi boca, no hay opción, abro la boca y permito la entrada de este majestuoso invitado. Entró suave y decidido casi hasta mi garganta quedando más de la mitad por fuera. Un ligero sabor dulce comenzaba a invadir mi boca. Mi excitado hombre sostenía mi cabeza mientras se movía lento, de arriba abajo haciendo que entrara y saliera. Estaba encantada, lo sacaba de mi boca, le pasaba mi lengua, lo acariciaba y hacia todas las cosas que había visto en las películas xxx. René gemía, y cuanto más gemía mas lo complacía, tanto con la boca como con la mano. Le acariciaba todo su entorno, lo masturbaba, era excitante verlo así. Me decía: chúpalo, es tuyo mi amor, eres una nena maravillosa. Era un momento prolongado, placentero, no quería soltarlo, su respiración aumentaba. Decidió sacarlo de mi boca, se masturbaba.
Con voz muy agitada me decía… Quiero penetrarte mi amor, ven. Respondo con un no moviendo mi cabeza y vuelvo a meterlo a mi boca aumentando el ritmo y metiéndolo lo más profundo que podía, al tiempo que sobaba suavemente sus testículos y lo miraba con coquetería. Se sentía cada vez más mojado y excitado. Presentía que estaba a punto de eyacular pero él no soltaba mi cabeza y no estaba preparada para recibirlo dentro de la boca. En el instante que lo saco, un torrente de semen pasa volando cerca a mi cara, alcanzado a salpicar mi mejilla, mientras otro poco de leche escurría sobre la mano con la que lo masturbaba. René gemía, se movía, se retorcía. Este era un momento glorioso, maravilloso ver a un hombre en mis manos proporcionándole este gran placer. Lo masturbaba cada más suave, compartí su placer hasta cuando no salió más semen. Había un poco mas de calma. Me mira y me sonríe. Coqueta y sugestiva le sonrió mientras inusitadamente vuelvo a meter todo su pene a mi boca. Ahora si me cabía todo,(bueno casi todo) estaba solo un poco flácido y había perdido grosor, sentí en él un estremecimiento y un largo gemido. Continúe chupándolo, suave, uniformemente…solo deseaba complacerlo y de esa manera yo me sentía complacida.
Continué chupándolo durante un largo rato, estaba encantada con este nuevo juguete, sentí que se estaba parando y engrosando nuevamente.
Me retira, se acuesta y me invita a acostarme. Pongo mi cabeza sobre su brazo que puso a propósito para que yo lo hiciera. El no perdía detalle para reavivar esa mujer que veía en mí. Conversamos.
Le hice preguntas como si era homosexual? si le gustaban los travestis? el me miraba a los ojos, tocaba con dos dedos mis labios. Al rato respondió… -admiro los travestis, especialmente los de closet, pero nunca tuve relaciones-.
-nunca? Le pregunte extrañada. Como si le cuestionara lo de hoy?
– Contigo es una fantasía, una atracción que tengo hace años, es raro. Me gustan las mujeres, me gusta el sexo anal es mi fantasía.
-y tú linda? Eres homosexual? No sabía que responder. Me entretuve mirándome y tocándome las uñas que aun continuaban rojas por el esmalte.
-me gusta vestirme de mujer nada más, tengo novia. Pero con lo de hoy… no sé. Liberaste y alborotaste esa mujer que hay en mi…ahora no sé.
-Y te ha gustado lo de hoy, mi amor? Me pregunta. Lo mire, sonreí, le di una ligera palmada en el pecho, me paré y le dije: voy a cambiarme.
– porque? me pregunta extrañado. Se me acerca, esto aun no termina quédate así, estas bonita, me gustas.
Suena un extraño pitido, el se levanta presuroso y de su pantalón, saca un pequeño radio teléfono e inicia una conversación.
Voy saliendo de la habitación, escucho que debe irse. Bajé a la cocina, sirvo dos vasos de brandy con hielo, subo a la habitación. El está entrando al baño, bebo un trago, escucho el agua de la ducha, me levanto presurosa, busco en medio del desorden de ropa un vestido, escojo uno completo, cortico, ajustado al cuerpo, de flores, unas medias, ligueros y unos sugestivos pantys blancos, voy a la habitación de Jennifer, visto y retoco mi maquillaje, mi peinado y aplico otro toque de perfume. Regreso a la habitación, el está desnudo sentado en la cama, me observa. Su reacción no se hace esperar…waoo que bella mi amor.
Me acerco con coquetería, toma mis manos, me da vuelta y me pone en cuatro sobre la cama, sube mi vestido, corre mis pantys y nuevamente esa lengua haciendo círculos en mi ano, intentaba meterla. Que sensación tan maravillosa, yo levantaba mi cola y colocaba mi cabeza sobre la cama para sentir mejor esa lengua. Lo miraba de reojo, era placentero verlo haciendo eso. Por momentos se detenía, frotaba su miembro erecto, húmedo, lo pasaba de arriba abajo por la ranura de mi cola, sentía ese miembro duro ansioso buscando su complemento, y yo lo era y me excitaba pensarlo.
No podía quedarme quieta, lo deseaba, estaba ansiosa, nunca pensé, que llegará el momento que estuviera ávida y desesperada por ese deseo. Siento la punta en mi ano, era una sensación exquisita, placentera, iba penetrándome suave, acariciaba mis nalgas, les daba suaves palmadas, sentía su miembro duro, de repente siento que entra, aparece un leve dolor. Hasta ahora solo entraba la cabeza y quizá una corta parte. Se salía seguido. El frotaba varias veces su pene, aplicaba lubricante e intentaba nuevamente. Entraba solo otro poquito más, pero el ardor se incrementó. De pasión paso a dolor. Le dije con voz dolida y entrecortada pero siempre femenina y dulce. -Me duele mucho. A la vez que estiraba una de mis manos y la ponía en su velludo pectoral para tener el control de la penetración. Lo intentó nuevamente, pero igual el dolor seguía, pero ya no se salía. Tampoco entraba todo, creo que ni la mitad, pero si lo suficiente para que mi tierno hombre disfrutara. En cuestión de minutos, un poco masturbándose y otro poco intentando penetrarme, su respirar se agito, sus movimientos se aceleraron, gemía, -AAAh mamasota que culo tan rico tienes, aaahhh, -Ana Maria eres mi mujercita. Sentí algo caliente en mi ano. Volteo a mirar y vi que salía leche y la regaba en mis nalgas. Mi pene estaba parado, mojado, me masturbe y sin menor esfuerzo en poco segundos emanaba mi propia leche, mientras el terminaba su coito. Éramos los dos sumidos en la más espectacular eyaculación, que aun sin masturbarme mi orgasmo continuaba. Terminamos al tiempo. Se acostó sobre mi espalda, diciéndome… cosita rica, tienes un culito delicioso. Su pene se sentía mojado y blando entre mi ranura.
Se acuesta y me invita a hacerlo, yo accedo. Me acaricia por encima de la ropa, yo acaricio su pene flácido. Ya no había ruido de lluvia, Conversamos unos momentos, compartimos unas caricias, nuevamente suena el molesto sonido del radio teléfono. Él lo ve pero no lo contesta.
–debo irme, cambio de planes. Me dijo en tono insurrecto. Se dirige al baño. Me quedo acostada en la cama. Escucho la ducha, al momento sale, se viste apresurado, se escucha el pito de un auto cerca a la casa. Lo acompaño a la puerta, antes de abrirla me da un beso y pone su mano en mi trasero.
–Cuídamelo, no hemos terminado, nos veremos pronto, yo por encima de su pantalón acaricié su pene.- tú también, amor. Le dije.
Saca el radio teléfono… ¡en cinco estoy en el sitio!
-entendido, dijo alguien por el aparato.
– me dijiste amor? Esperé que me lo dijeras hace rato.
Me acaricia, abre la cremallera de su pantalón y rápidamente saca su miembro, no vacilo, me agacho, lo llevo a mi boca, lo chupo con ansiedad, era fascinante, lo masturbo, pero el pito del auto sonaba insistente. Me retira, me besa.
-esto queda pendiente, amor.
Salió presuroso y subió al auto que lo esperaba.
Mientras subo las escaleras pensaba que todo ese miedo se había convertido en deseo y pasión, me sentía tan maravillada como adolorida.
Me doy una ducha dejando que el agua caliente caiga sobre mi ano masajeándome suavemente. Esto me produce excitación, siento que mi pene se pone erecto, recuerdo lo que acaba de suceder y lo placentero que es sentirse mujer. Recordaba sus palabras…”no es suficiente vestirse, hay que sentir esa compañía varonil”… me masturbo, no pasan dos minutos cuando entro en una fuerte y prolongada eyaculación. No dejaba de masajear mi ano.
Serian las 3 de la mañana, me desmaquillo, aplico crema corporal y me acuesto desnuda que placentero.

Despierto con la luz del día, levanto la sabana y veo mi cuerpo desnudo, sin vellos, suave, con las uñas pintadas de rojo. Me acaricio, el dolor en el ano me recuerda que este cuerpo estuvo invadido de caricias, de pasión, que fue objeto de dulce y mutuo placer con un hombre, un hombre que me había convertido en su nena, al que complací de una manera que aun no lo entendía. en alguien que podía dar y recibir placer sintiéndome mujer… y nuevamente me invade esa loca sensación de vestirme de nena. Me levanto, me pruebo la ropa de Yenifer, encuentro una minifalda, una blusa y unas sandalias rosadas.
Aun me quedaban dos días más para disfrutar esta aventura…

Yenny continuará…

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