El dildo del sex shop que Raquel siempre quiso tener

Raquel siempre quiso tener un gran dildo de un sex shop, lo que pasa es que no tenía todavía la edad suficiente para comprar uno. Cuando por fin cumplió los 18 años, y ya en Barcelona, entonces pudo entrar en un sexshop y de paso, se fue al bingo, otro sitio prohibido.

La jovencita rubia tenía muchas metas por cumplir y muchos sueños por realizar. Los jóvenes están llenos de posibilidades, los adultos de realidades. Y ella era joven.

Llena de curiosidad y de afán por saber lo que había en aquel lugar, entró por una pequeña puerta, llena de fluorescentes de colorines donde se anunciaba «sexshopcolorines».

Nada ni nadie podía parar a Raquel en el sex shop

-Qué sitio tan bonito y lleno de luz y color, me recuerda al cuento de la casita de chocolate, donde todo era de bombón y de sabor- se decía para ella en voz baja, musitaba mientras pasaba por el umbral de la puerta mágica al castillo del placer y de la lujuria.

Raquel entonces se adentró en un pasadizo largo que no sabía a donde conducía, con luces estilo antorcha, a media altura, y a un metro de distancia entre ellas, iluminaban el trayecto a su paso.
-Qué precioso y qué siniestro es todo esto, antorchas con luces que me iluminan toda. Menos mal que traigo un bonito short vaquero y un top de verano con los que no pasaré calor, porque vaya calorcito que despiden estas fogatas…mmmmmmm

Raquel no sabía nada de aquel mundo de vibradores y dildos enormes, pero ella quería saber más.

El descubrimiento del sex shop lleno de morbo y calor

-Hola, buenos días- le dijo una voz, que no sabía de dónde provenía- aquí, detrás señorita.
-Ah, disculpe, no le había visto-dijo Raquel, dándose cuenta finalmente de la presencia de Oto el dependiente.
-Me llamo Oto, y soy el dependiente de Sexshop Colorines.
-Gracias, yo me llamo Raquel y soy inexperta en estas lides.
-No pasa nada, señorita, yo soy experto en complacer a monumentos. Así que, ¿qué quiere de mi establecimiento?- le dijo Oto, muy amablemente.

Oto es de aspecto rudo, varonil, grande y con cara de no haber roto un plato, un buenazo con cuerpo de ogro, un Gulliver lleno de fantasia e ingenuidad, todo un Cándido lleno de optimismo.

-Pues, señor, yo quería, …quería..-miró tímidamente para abajo, sintiéndose culpable de lo que iba a decir, pero lo dijo- quería un vibrador, un dildo…ya me entiende…
-Claro que sí, señorita, quiere un vibrador o un dildo- Oto era raso de miras, chato de intuición y profano de pensamiento.
-Sí, verá, venía con la ilusión de comprar un dildo, pero lo quería grande, no pequeño, ¿me entiende?- la jovencita de platino, crecida en descaro al ver la cortedad e incomprensión mostrada por Oto, le ponía en bandeja su deseo, porque el dependiente no lograba enterderla.

Un dildo grande y grueso para Raquel no es un exceso

-Ahhh, sí, un dildo grande, gordo y grueso, ¿es eso, Jennifer?
-Sí, es eso, pero no soy Jennifer, soy Raquel, la que quiere un vibrador como…..aquel- y en ese instante, señaló un pedazo de vibrador que parecía un bazoka Fornite, el brazo de la Masa.
-Vaya, vaya, señorita Raquelita, así que quiere el especial de la casa, lo llamamos Penetrator, es la joya de la Corona, ¿quiere que lo saque de la vitrina?
-Sí por favor, quiero verlo de cerca….

Raquelita miró apasionadamente el dildo inmenso al que le había echado el ojo, sí, no perdía un segundo de visión del vibrador, lo observaba y analizaba con determinación. Grande, color carne, aspecto de salchicha record guiness, insonoro y venoso, Raquel no pudo decir más que:

-Es precioso…. (seguirá)

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