Hice balance de la situación, era domingo y estaba fuera de control, el perchero, el viaje de cenicienta con su madre y la realidad de todo, debía de poner el freno a todo esto y tomar tierra, era el momento de la nada, de quietud y meditar uno a uno los pasos, pero…..
– Mi madre ha pensado por ti, en el perchero tienes ropa de tu piso, todo lo necesario para que mañana te incorpores a tu trabajo sin necesidad de perder el tiempo.
Desde aquí a tu trabajo tardarás media hora escasa, y por otro lado aquí tienes de todo para pasar el domingo, conmigo, te haré compañía y tengo orden de mi madre de servirte….
Iba a hablar, pero su mano cubrió mis labios apretándoles contra mis dientes. No me dejó responder.
– Debes descansar, te alimentaré muy bien y después dormirás, en la cama no en la alfombra, pensé en algo horrible, el cuadro que mostrabas me alarmó más de lo que piensas.
He de reconocer que soy facilón. De todos modos había algo en ella que hizo callarme, su tono. Hablaba empleando cierto tono infantil, no vi indicios de manipulación, ni ese tonillo de estar por encima de todo, no, todo lo contrario, parecía sosegar mi estado y recordé mis principios básicos de la mujer. Conceden la vida, te alimentan de su cuerpo, (pienso que es la causa y que es lo primero que miramos sus pechos), te arropan, te cuidan hasta que creces lo suficiente, aunque he oído que nunca es lo suficiente, y aun anciana te aconseja ¿hay algo que las supere? NO.
Mirando al frente la miré, estaba sentada en la cama a mi izquierda, la veía, entraba dentro de la visión periférica. Miraba al suelo esperando no sé qué, el silencio reinaba, y cierto era que su plan era mejor que el de volver a casa. Interrumpió mis pensamientos.
– Quiero bañarte, mi madre me aconsejó que limpiara todo tu cuerpo, despacio y de forma minuciosa. Precisa de cierta información personal de tu piel.
– ¿Por qué?
Pregunté intrigado.
– Sé quién es mi padre, como mi hermana sabe quién es el suyo. Ambos son hermanos y les ocurre lo mismo, son hermanos de diferente madre, ahí cambia el género.
Si pensaba sorprenderme, lo había conseguido. Y además había despertado mi interés.
– ¿Sabes la causa?
– Mi madre es experta en historia, y se rasgaba las vestiduras al descubrir que ocurría a las mujeres en las cavernas y después en los siguientes siglos, cuando los guerreros follaban a las mujeres de la tribu, uno detrás de otro, en sus vaginas se mezclaba el semen ¿Qué podía ocurrir con esa mezcla?
– Lo supongo, monstruos o algo parecido, al margen de las enfermedades, mataría tanto a hombres como a mujeres.
– Ella de jovencita estudió su destino como hembra, así como escogió al que la desfloraría, no dejó nada al azar. Asumió su papel que la naturaleza la había dado, mi abuela fue una mujer muy sería y arisca, había un rumor familiar que nos hace reír y ella se cabreaba mucho, aunque luego el cabreo se diluía en una escondida sonrisa.
Mantuve silencio respetuoso, era sorprendente esta familia.
– Ese rumor es que mi abuelo tenía que emplear la fuerza para follarla, ella oponía cierta resistencia y eso a él le cabreaba y al principio desistía.
A la mañana siguiente o en la cena, si él lo había intentado en la siesta, se lo recriminaba, ella con gesto adusto respondía que poco se había esforzado, que ella no era mujer sumisa, que para poseerla antes debía asediarla.
Mi abuelo no entendía bien eso de ponerla sitio, sitiarla. Pidió ayuda a su madre, también una mujer remilgada, y al principio no entendió lo de sitiarla o asediarla, son dos pasos en las conquistas, sitiar y asediar una vez atados los cabos sueltos, atacar….
– Eso dijo sin querer, atar los cabos sueltos. Y su madre le dijo que espera a que se durmiera y una vez dormida la atara, ese sería el asedio. Que se saltara el sitiarla y la atacara, que la despertara y le rompiera la ropa, como suena, que no pudiera volver a ponerse esa ropa.
– Y una vez desnuda ejecutara la acción de poseerla, y si se defendía con los dientes, si mordía. Cubrir su cabeza con el almohadón y llevar a cabo los entremeses antes de comérsela, y así lo hizo.
Después de cada polvo, la abuela parecía haberse relajado, ya no era tan arisca ni cortante y mi abuelo volvió a la juventud, procuraba no perder la virilidad, aunque no era bebedor, casi naturista y estuvo follando hasta casi los ochenta, no solo con mi abuela, tenían servidumbre y se dice que tuvo algún hijo más aunque no está demostrado.
– Observo cierta clase en los matrimonios y te pregunto ¿Qué pinto yo en esta historia?, soy un tipo normal, carezco de ambiciones, vivo como me gusta.
Su sonrisa se fue ampliando, mirada baja, por debajo de las cejas, calculadora. Se subió a caballo en mis piernas, y juntando su frente con la mío me susurró despacio, muy despacio.
– Mi madre un día nos dijo a las dos, delante de un notario, y este grababa todo lo que allí se iba a tratar. Dijo que la selección del macho para ambas sería casual. Los tiempos habían cambiado y la parte ancestral de la familia había decido que nosotras cambiaran la historia de la familia y como elemento apto, nada mejor que el destino.
Tu salvaste la vida a Lola, y la respuesta, es decir su respuesta era evidente. El destino os había juntado, no solo por la coincidencia del restaurante, comida de empresa y hora. Además en un lugar estrecho, en una escalera y si piensas un poco, ella estaba situada en un plano superior, luego es la dominante.
Me dejó asombrado, cierto es que si se mira como ellos, si hubo muchas coincidencias, pero eso de ella dominante…..
– No estoy de acuerdo, en aquellos instantes Lola no dominaba nada, caía de espaldas y no tenía ni sitio ni tiempo de reacción, sufriría daños sin remedio, el destino ahí jugaba fuerte.
Al cogerla yo cambié su destino y el mío de forma secundaria.
Me abrazó pegando su cuerpo y al oído me dijo.
– Sí, hay más gente que opina como tú. Pero hay otro detalle que pasas por alto, ella cambió la tuya, recuerda esa mirada entre los dos, con la cabeza al revés….
¡Joder con la tonta!, hilaba muy fino.
– Sí, pero lo primero de lo primero es que no cayó de espaldas en las escaleras, el resto no sirve de nada. También es cierto es que nuestras auras se entendieron, los momentos en el coche son una prueba y admito que el destino de ambos estuviera escrito en algún lugar, pero sin exagerar nada.
– Hay más detalles a pesar de la descoordinación posterior entre los dos, hubo y hay un imponderable que os impidió continuar el cambio y la unidad del destino, tu cansancio de la semana, quizá fuera una prueba para ambos.
Pienso que estaba entrando en conjeturas, mi estado y su estado era diferente, y aun ahora sentía esa sensación de flotar aunque con esta encima dudaba de la siesta, de entre su camiseta y piel me llegaba calor, esa humedad que desprendía atracción y mi otro yo sonreía, pero yo pensaba quitármela de encima, exigir comida y dormir hasta mañana, saltarme la cena.
Fue más sutil que su hermana, ya que en su amplia bañera, que ocupaba una cuarta parte del baño, una esquina para más detalle y la pared llena de llaves de diferentes tipos y formas. Pero lo impactante fue cuando se desnudó, la forma de hacerlo y ese ligero movimiento insinuante, derrochaba sensualidad y sobre todo su mirada, apresaba, no pude apartarme de sus ojos.
En la bañera había dos escalones, pero no el de entrada, no, estaba uno junto a otro y con la forma de las nalgas, para no escurrirse, allí se sentó separando las rodillas, movió una palomilla y una suave y fina lluvia casi nos ocultó de nuestra mirada, su cuerpo era una mancha difusa, y el vello púbico mostraba finos puntos luminosos, estaba para comérsela entera.
Su mano apareció entre la fina lluvia, y su gesto de llamada.
– ¿Alguna vez has follado profundamente en la lluvia?
Me dejó pasmado, sorprendido, iba a ser verdad que eran mujeres especiales, misteriosas. Silencio por mi parte.
– Ven, estoy muy receptiva, tu mirada me moja la vagina, dispuesta, entregada, sumisa.
La fina lluvia nos envolvía, era una cascada de finas gotas que se movían dentro del cilindro de cristal, donde la visión era difusa, y nuestros cuerpos eran formas que se ocultaban de la vista.
Me senté a su lado, su pelo cubría su rostro, parecía una aparición, sus manos tomaron el pene, se giró rozando el glande con sus labios, y cuando alcanzó la dureza necesaria le introdujo en su boca, despacio, sentí como su lengua se movía en el interior de su boca, y despacio le sacó.
Se movió sin soltarle, y pasando una de sus piernas, ajustó el pene en entre sus labios mayores y despacio, muy despacio se fue sentando, hasta introducirle del todo, quedándose inmóvil y abrazándome con fuerza y al oído me susurró.
– Te siento dentro, muy adentro y estás despertando en mi interior, distantes conmociones, no esperaba esta sensación desconocida. Mi hermana me habló de sus secretos, de cuando entraste en su cuerpo, y tu acogida en su boca, quiero lo mismo, quiero que sentirte en más lugares de mi cuerpo, toma mi boca, lo deseo.
Y nuestros labios juntos se rozaron, nuestros cuerpos mojados por suaves gotas impedían vernos con claridad, pero ambos manteníamos los ojos abiertos, y a pesar de la fina lluvia nos miramos de muy cerca, se movió levemente, y yo me mostré en el interior de su vagina con una pulsación, la misma que se produce en la eyaculación, como respuesta parpadeó lentamente, paladeaba esa sensación, los abrió de nuevo separando sus labios para que entrara en su boca, y nos encontramos.
De nuevo movió su pelvis, levemente, y se produjo una especie de encuentro interno, roce diría, ella tenía el control y se lo concedí, ya que era nuevo para mí, fue cuando sus pezones me hablaron, me dijeron que el orgasmo estaba en fase de creación.
Separamos nuestras cabezas, de nuevo la cortina de finas gotas nos separaron, su mirada estaba encendida, y su respiración alterada.
– Definitivamente eres el príncipe de mi hermana, un prócer diría – respiró profundamente juntando su cuerpo y de nuevo sus labios rozaron mi oreja -, y no tienes ni idea de lo que me haces sentir, como cuando te deje moverte por mi cuerpo, no imaginas que sensación de goce siento, es la base del orgasmo lejano, como si de una tormenta se tratara, y siento ansia que llegue y que se desate en mi interior.
Se movió, ahora apoyándose en los pies elevaba su cuerpo, y el pene aumentó el movimiento que le daba, salía y entraba, ella cabalgaba lentamente.
– ¿Por qué aquí? – Pregunté indeciso de su conducta.
Respiró profundamente junto a mi oído, me besó diciéndome.
– Construyo mi sueño, lo que nunca repetiré, será un recuerdo solo tuyo y mío, donde me entregué en cuerpo y alma. Eres el hombre en la lluvia, y siempre la lluvia te transportará a mi mente, desde donde dejaré que ese recuerdo recorra mi cuerpo y rememore esos instantes en que vas dejando tu impronta en mi cerebro y en mi cuerpo.
No dije nada, no quise alterar su magia. Y sentí sus dientes en mi hombro derecho, y mordió levemente, percibí temblor en su cuerpo, quedó sentada, inmóvil y de nuevo ese lejano temblor, fue cuando clavó los dientes, y fue apretando mientras de sus fosas nasales escapaba su aliento. De nuevo se removió, intentando sentarse más, queriendo que la penetración fuera más profunda, soltó al presa gimiendo y empezó a galopar más deprisa, llevé mi mano entre los dos cuerpos, pero lo impidió sujetándome con su mano y al oído me susurró con la respiración alterada.
– No, ahora no, tengo el tercer orgasmo en marcha, me los produzco yo con tu cuerpo, espera, tendrás tiempo de construirme los tuyos. Sé que no es el momento pero soy mujer de hacer más de una cosa a la vez ¿Qué harás a mi madre para dejarla satisfecha?
Si intentaba confundirme, lo había conseguido, no se me había ocurrido pensar en ello, era un asunto escabroso.
De nuevo se movió, esta vez sus movimientos fueron más seguidos y largos, no se salía del todo. En mi oído su respiración se iba alterando, incluso se mezclaba con cierto ensayo de gemido que se fue transformando en gruñido, y jadeando me habló.
– ¿Qué la harás?, necesito saberlo, y – pausa, su cuerpo se estremeció de nuevo, mordió mi oreja a la vez que respiraba profundamente – No debía de confiarte este secreto, en el fondo te tiene miedo, y debo anticiparle algo, es un poco antigua, se compresivo.
– Lo primero será apartarla de su monotonía, sacarla de las costumbres que tenga, y deja de moverte, respira y asume ese orgasmo que retienes, le siento en tu vagina.
Mordió mi oreja como respuesta, y dejó de moverse.
– Un lugar apartado, perdido y muy solitario, donde ella tome tierra. Y será todo desconocido, es decir que sus bases las tendrá que cambiar, y sobre todo que no decidirá mucho, es decir, no estará al mando, el sexo en si en mi opinión no lo tiene, a no ser que se defina, algo así como utilizar la forma de ser como un juego.
Respiró profundamente.
– A mis orgasmos le falta algo, son iguales. Y en cuanto a mi madre, pssss, le asustará no tener el control, deberás convencerla de alguna forma, aunque no me lo dijo os teme.
– ¡Tía!, que no tema nada, incluso podemos jugar al intruso que entra en su dormitorio por la ventana, ella duerme, le tapa la cabeza y la ata a la cama, sitúa una almohada debajo de su nalgas y le come el clítoris hasta mearse de gusto, y la tortura para que suba de nivel y si no es capaz de conseguirlo entonces se convertirá en tortura, algo desagradable para ella. Y no la penetra ya que ella está seca por dentro, su mente bloqueada se lo impide.
– Eres brusco, eso es impensable, por cierto me he calmado y estoy más calmada. Otro secreto de mi madre, de jovencita dibujaba brujas sin escoba, bosques y plantas, brebajes y nunca descubrió la niña que todas llevamos dentro y es hermética, no responde a preguntas de su infancia, éntrala por ahí.
– Estamos arrugados como pasas.
Silencio por su parte, y las nubes pasaron de largo, la lluvia cesó.
– Es verdad, vamos a secarnos.
Salimos de la bañera y nos enfundamos en sendos albornoces, fue cuando vi una mesa de masajes, la empujé hacia ella, me miró enarcando las cejas, y quitándole el albornoz le señalé la mesa, tuve que empujarla, y acostada me miró ceñuda. La mesa era diferente de lo que pensaba, se podían modificar partes, le dije que intención llevaba, relajó su rostro y señaló una tecla, la pulsé sujetando esa parte, sus piernas colgaron.
Separé sus muslos, buscaba el clítoris, ella se estremeció cuando mis dedos rozaron los labios de la vulva, estos se separaron mostrando su interior, mis dedos juntos buscaron humedad, y la encontraron. Ella cogió mi pelo con sus dos manos movió su cabeza mirándome.
– ¿Me vas a comer hombre de la lluvia?